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En San Valenín emborráchense

Querid@s,

¡Feliz San Valentín! ¡Feliz  día de los enamorados! No hay nada que podamos hacer ya, todo llega. Antes o después. San Valentín ya está aquí, encantado de conocerse y preparado para darlo todo este 2016. El pequeño Valentín fue un santo mártir romano, de esos que las pasan rematadamente canutas y sufren lo indecible. El maligno Emperador Claudio II decidió cargarse a este santurrón de un hachazo, precisamente un 14 de febrero de hace un porrón de años. Resulta que el santo de Valentín, del que se rumoreaba que era un mata sanos que se convirtió en cura, casaba a escondidas, el muy pillín, a parejas después de que el matrimonio quedara terminantemente prohibido por el infame Claudio, alias El Gótico. A través de otra leyenda se dice y se rumorea que Valentín es el patrón de la festividad más moñas del año porque esta fiesta rosa coincide con el momento del año en que los pajaritos y las parajitas comienzan a aparearse como si  no hubiera un mañana. No sé qué versión creerme. ¿Y ustedes?

Sea lo que sea, por estas fechas San Valentín no está solo. Nunca lo está. Su amigo que jamás le abandona, Cupido, también viene armado hasta los dientes con sus flechas del amor para recordarnos a los solteros que somos unos desgraciados en este mundo hecho para dos. Que nadie nos ama, que no amamos a nadie, o al menos, que ese amor no es recíproco en ningún caso. Nos recuerda año tras año que somos los apestados de la sociedad, por no tener novi@ que nos quiera.

Para el que no lo sepa, Cupido es el hijo de Venus, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, y de Marte, el dios de la guerra. Se le suele representar como un niño alado, con los ojos vendados y armado de arco, flechas y aljaba. Aquí le ven en la Madonna Sixtina, óleo deRaffaello Sanzio, tal vez la más conocida e icónica representación de putti.

cupido

Créanme que no miento ni exagero (bueno, algo sí exagero) si les digo que tengo un dilema existencial que ríanse ustedes de Aristóteles, Macrobio, Plutarco y Stephen Hawking en una mesa redonda debatiendo sobre ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Querido Valentín, alma de cántaro, no sé si mandarte a tomar viento con esas alas tuyas o irme contigo de vinos.

No sé si me gusta o no la celebración del día de los enamorados, si hay algo de bonito y sincero en esta fiesta. Por un lado está muy de moda cagarse (en este día) y echarle la culpa a cualquiera, como los yankis, las parejas horteras que celebran este día con especial dedicación y frenesí. Todos dicen o decimos «vale, vamos a cenar, pero como si fuera un día normal», ninguno de nosotros asume que también compramos en este día señalado y celebramos el día de los enamorados como una fecha especial. No sé entonces a quien van dirigidos los spots publicitarios y para qué se gastan las tiendas tanto billete en papel de regalo para estos días.

También están l@s subversiv@s y anti sistemas, tod@s conocemos algun@, que consideran que esta fiesta la ha inventado El Corte inglés y que es la mayor apología del consumismo (después de las Navidades), un ultraje al amor de verdad y una mariconada/paripé de mucho cuidado. Por no mencionar a los rebeldes sin causa, que como pillen a Cupido por banda, lo matan de un plumazo. Todos alegarán defensa propia. Porque el pequeño querubín, versión romana del Dios Eros, procura no perderse ninguna y hace su especial aparición por estas fechas. Ojo que ataca a traición, cuando menos te lo esperas. Con premeditación y alevosía.

Por otra parte, si se celebra todo: las bodas, los cumpleaños, cuando alguien se va, cuando ese alguien regresa, ¿por qué no celebrar el día de los enamorados? Yo soy de celebrarlo todo. Me sobran motivos para convertirlos en días de fiesta. ¿Por qué no celebrar también San Valentín? Pues por llevar la contraria, por ir a contracorriente como los salmones. Y por amor también.

No he entendido nunca por qué en este día, por encima de los restantes 364 del calendario, se ha de querer más y más fuerte y demostrar a través de un regalo (¿acaso las palabras no bastan y los actos no tiene valor?) eso que a muchos tanto les cuesta decir. Creo que no hay nada más brutal en este mundo que decirle al otro que le quiere y demostrárselo. Y que se las digan a uno. Que nadie es como usted, que todas las canciones le recuerdan a usted, que no pasa un sólo día sin que no quiera verle. Decirle que no puede usted vivir sin ell@, que no hay manera.

L@s enamorad@s, hagan lo que deseen, pero ámense los unos sobre los otros. Como en las buenas películas que acaban bien y algunas insuperables que acaban rematadamente mal. Y emborráchense. Emborráchense de flores, bombones, de velas e incienso. Emborráchense de escapadas con encanto. De cenas románticas, de champan azul y de noches sin parar de follar como leones. Sin parar de amarse como enamorados, que al fin y al cabo es lo que son. Emborráchense de lo que más les guste. Pero emborráchense. A gusto.

Y los solteros, que lo son porque el mercado está fatal, porque no hay quien le case, porque no hay manera, o lo más probable, porque al que le gusta, a usted no le gusta, y al que usted le gusta, usted no le gusta. Mientras encuentran o no alguien a quien amar y que le ame, emborráchense también. Que la vida son dos días, y en San Valentín, más que nunca, hay que celebrar. Lo que quiera, como quiera.

Cupido hace bastante que no se pasa por mi casa y me lanza una de sus flechitas envenenadas de amor. Aún así, pienso celebrarlo. Celebraré que la vida me ha regalado un día más y brindaré por los que se aman, también por los que se aman en silencio y jamás estarán juntos, por los que se enamoran de quien jamás le querrá, por aquellos insensatos valientes que se enamoran mientras el mundo se derrumba. También me emborracharé. Con una, con dos, con tres copas de más. Acabar rendid@. Y borracha perdida.

Que follen mucho y mejor