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Por qué a tu próxima cita deberías llevar una novela erótica

Mi primera paja literaria fue con Memorias de Idhún de Laura Gallego García. Jack y Victoria, los protagonistas, se daban un apasionado beso entre rocas.

Daba igual que fuera una novela juvenil, mi calenturienta imaginación adolescente hacía -o imaginaba- el resto.

Muchos años después, me animan a hacer algo revolucionario: compartir esos fragmentos que uso en la intimidad con alguien más.

cena romántica cita

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Son las 11 de la mañana, varias periodistas nos reunimos gracias a Lelo, la marca de juguetes sexuales, en el Museo Chicote.

Es ese local de Gran Vía, por el que has pasado 500 veces por delante y, si eres millennial, como yo, seguramente no hayas entrado.

El lugar por dentro huele a ligoteo, a madera por sus bancos enfrentados (para hablar con el de al lado rompiendo el hielo), a ganas de sexo y a baños que cuentan historias de no poder aguantarlas.

Y si no, ya me las imagino yo mientras Valérie Tasso nos lee un fragmento de Diario de una ninfómana, su best seller.

El objetivo del encuentro es ‘convencernos’ (así entrecomillado, porque más que un convencimiento es una sugerencia para inspirarnos) de que deberíamos compartir la literatura erótica, como si fuera un masajeador para él y para ella.

La escritora y sexóloga tiene tablas no solo en esto de leer para excitarse, sino en escribir para que sus lectores lleguen a ello.

«¿Cómo se describe un orgasmo si el orgasmo no tiene palabras? Es inefable», señala como uno de los retos de escribir este tipo de novelas.

No le ha hecho falta, en el metro volviendo a casa, mi amiga y yo recordamos una de las escenas de su libro, en la que la protagonista tiene sexo con un desconocido que se cruza por la calle.

«El reto de normalizar» es otro desafío que destaca Patty McMahou, otra escritora invitada.

Aunque el objetivo de sus libros lo tiene claro, y no es solo que nos vuele la imaginación cuando narra una escena en la que una pareja se lo monta sobre una silla.

«Quiero que la gente se divierta con el sexo», afirma.

En mi opinión, la diversión estaba garantizada cuando me imaginaba las caderas de su protagonista revolviéndose en el asiento mientras le practicaban sexo oral.

Ya no sé si es por la subida de las temperaturas en Madrid o la lectura de la escritora, pero de repente ponen al máximo el aire acondicionado de Museo Chicote. No vaya a ser que nos calentemos de más.

Aunque a lo mejor el mayor reto, es el de dejar de considerar la novela erótica un género de segunda.

Quizás porque, como comenta uno de los asistentes, puede ser debido a que es de los pocos en los que la mujer ha tomado las riendas: ya no es solo musa, sino artista (y ya sabemos que no es que nos pongan precisamente las cosas fáciles cuando queremos el rol que toma la iniciativa en vez del pasivo).

Ambas escritoras defienden la literatura erótica como un complemento más que podemos usar para nuestro propio placer.

Valérie siempre prescribe orgasmos -cuanto más nos masturbemos mejor, según la sexóloga-. Aunque bien sabe que «si te das placer, estás más predispuesta a ofrecerlo«.

Pero también recomienda leernos un fragmento de literatura erótica en pareja, porque, como ella misma afirma «es la promesa de lo que va a llegar«.

Y aunque he visitado mi pasaje de Memorias de Idhún más veces de las que me atrevo a confesar, sé que tendría un giro nuevo que me lo leyera en alto alguien más.

Despacio, al oído, mientras me baja un tirante o me retira el pelo del cuello.

Las palabras tienen el poder de construir una realidad, por eso cuando escuchamos un texto erótico nos excitamos. De una manera estamos recreando esa vivencia en nuestro cerebro.

Y es una ‘película’ mucho más interesante que la que nunca se podría ver en la pornografía. Porque es tan rica de detalles como parca en imágenes, las mismas que tienes que dibujar tú.

Salgo con ganas de contar, para mi próxima cena, con unas velas y un plato de pasta -por ejemplo-, pero también con un libro en la esquina de la mesa. Uno que me despierte, desmelene, asalvaje, provoque y avive.

«Es una gran herramienta para recuperar el deseo en la pareja. Hay que romper el cliché de que es para una misma», afirma la escritora.

Ella misma nos recuerda que la sexualidad no está escrita en piedra. Es algo plástico que va cambiando de la misma manera que lo hacemos nosotros.

Por eso mismo, lo que antes podía horrorizarnos, puede generarnos ahora curiosidad y ganas.

Lo que hay que tener claro es que en nuestra mano está disfrutar por partida doble (o triple o cuádruple) esta literatura subversiva, que quiere dinamitar la moral en la que aún nos vemos envueltas.

Además que sean mujeres que lo hagan -y que animen a hacerlo-, que somos las que vivimos más encorsetadas todavía por los valores de la sociedad en la que todavía es tabú hablar del deseo femenino, es tan inspirador de ver como estimulante.

«Las mujeres hemos empezado a hablar sin pelos en la lengua de nuestra vida sexual», dice Valérie. Y ya lo hagamos nosotras o lo hagan otras en forma de libro, nos excita.

Mara Mariño

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‘Hay muchos mitos sobre el deseo sexual masculino, como que los hombres siempre tienen ganas’

Cuando alguno de mis amigos suelta lo de que no es fácil ser hombre hoy en día, me dan ganas de llevarme las manos a la cabeza.

Pero que no le falta razón a esa afirmación es algo que he comprobado después de ventilarme (sí, ventilarme) el libro de la psicóloga y sexóloga Ana Lombardía, Hablando con ellos. La sexualidad de los hombres hetero.

Y es que consigue analizar, desde el punto de vista de sus pacientes, qué implica ser un hombre hoy en día.

Pasando por el modelo de ‘máquina sexual’ -ya os he hablado del empotrador en otras ocasiones- o reflexionando sobre los mitos más extendidos acerca del deseo sexual, como lo de que siempre tienen ganas y están dispuestos a tener sexo.

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El libro de Ana ha sido como colarme en la cabeza de cualquiera de los hombres de mi entorno y saber qué les preocupa.

Conocer a mis amigos pero, especialmente, a las parejas que he tenido. Y no, no es fácil. Porque hay un sinfín de expectativas que hace que terminen en su consulta teniendo problemas para relacionarse con sus parejas.

Comentas que uno de los principales problemas es la presión por las expectativas, ¿cómo evitarla?
Lo importante es conocer esas expectativas, explicitarlas y ser conscientes de cómo nos afectan. A partir de ahí nos será más fácil construir una sexualidad que sea únicamente nuestra, en la que esas presiones y expectativas nos influyan lo menos posible. Ayuda mucho hacerse una lista de todas esas cosas que hacemos por cumplir esas expectativas y empezar a dejar de hacerlas una tras otra (por ejemplo, intentar aguantarse las ganas de llegar al orgasmo).

Además de que los hombres siempre tienen ganas, ¿qué otros mitos deberíamos dejarnos de creer sobre el deseo masculino?
Hay muchos mitos acerca del deseo sexual masculino, los más extendidos son que los hombres siempre tienen ganas, que una mujer les va a excitar solo por el hecho de ser atractiva, que nunca necesitan tener un vínculo afectivo para tener un encuentro sexual… Cada hombre es un mundo y su deseo funciona de una forma distinta y está influido por múltiples factores.

¿Cómo evitar los pensamientos y conductas obsesivas cuando un hombre tiene más deseo sexual que su pareja?
En algunas ocasiones, cuando él tiene más deseo sexual que ella, se siente muy frustrado en el terreno sexual. Esta frustración suele estar alimentada por el hecho de creerse con derecho a tener relaciones sexuales con su pareja y por la creencia de que es mejor tener más deseo sexual que menos.

Esto lleva a algunos hombres a obsesionarse con el tema y a dedicar mucho tiempo, energía y atención a pensar en ello e intentar resolverlo (consultan libros, vídeos, acuden a terapias, buscan mil formas de seducir a su pareja, discuten e intentan convencerla con argumentos de que tenga relaciones…)

Lo primero es cambiar esas creencias de las que hablaba antes, después, es importante trabajar la aceptación de que su pareja tiene menos deseo sexual (no para que se conforme, sino para que deje de intentar cambiar una situación que no va a cambiar, con la consecuente frustración que eso genera). Después suele ser muy útil darles herramientas para manejar los pensamientos obsesivos y elaborar con ellos un plan de actividades o tareas que les puedan resultar estimulantes, para que su foco de atención no esté todo el tiempo en este tipo de pensamientos y tengan otras formas de sentirse realizados y satisfechos.

¿Por qué crees que se ha desnormalizado que las erecciones pueden ir y venir en el encuentro sexual sin que eso signifique que se tiene un problema?
El hecho de que el centro de los encuentros sexuales sea la penetración y que el objetivo sea el orgamo hace que se vea como un ‘fracaso’ el que se pierda la erección en un momento dado. Si el foco estuviese puesto en el placer y en la conexión con la pareja, las erecciones no serían tan relevantes. En el momento en el que comprendes que el pene no tiene por qué ser el centro de todo – ni de tu placer ni el de tu pareja- se abre un abanico enorme de posibilidades para el disfrute. Además, desaparece la presión por durar mucho o por tener una erección, pues sabes que no son cuestiones fundamentales para el éxito de un encuentro sexual.

Del ‘ellos’ al ‘nosotros’

El libro de Ana me ha servido también para plantearme cosas de mi propia vida íntima, como que siempre tendemos a seguir el mismo tipo de esquema en nuestros encuentros sexuales o la lucha contra la (temida) rutina.

¿Cómo alejarnos de la cotidianeidad en nuestros encuentros sexuales?
Es fundamental que podamos hacer consciente qué es lo que realmente queremos hacer en la cama… y por qué no lo estamos haciendo. Normalmente nunca nos hemos cuestionado por qué hacemos lo que hacemos en nuestras relaciones sexuales – y cuando lo hacemos muchas veces que nos damos cuenta de que es porque creemos que es lo que debemos hacer, porque nuestra pareja lo desea, porque es lo que se espera de nosotros.

¿Cómo podemos trabajar la seducción a diario?
Cada persona y pareja debe encontrar el modo en el que trabajar la seducción en su relación. Cuidar el aspecto físico, seguir haciendo planes de pareja, tener intimidad en la relación… Son algunas de las cuestiones a tener en cuenta. Además, es fundamental que cada uno de los miembros de la pareja siga creciendo de forma independiente, para «renovarse», tener cosas nuevas que contar y aportar a la relación y capacidad de sorprender.

Desmontas el mito de la espontaneidad diciendo que esperar a que surjan las ganas de tener sexo, es como esperar ir al gimnasio cuando tengamos tiempo. ¿Cómo nos recomiendas prepararnos u organizar esa planificación?
Lo fundamental aquí es coordinarse con la pareja para agendar un momento para estar a solas, tener intimidad y un espacio en el que disfrutar el uno del otro. No hay que agendar el encuentro sexual en sí mismo, sino el momento para la pareja. Puede ayudar crear algo especial, asegurarse de que no nos van a molestar… Además de intentar que se den la condiciones necesarias para que, si surge, poder tener relaciones sexuales.

Mara Mariño

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Si que te ‘busquen’ te despierta las ganas, eres del club del deseo reactivo

Eres o de mañanas o de noches, una persona madrugadora o trasnochadora, dejas el gimnasio, la mayor carga de trabajo o estudiar para nada más levantarte o prefieres hacerlo en las últimas horas del día, y lo mismo pasa con tu vida sexual.

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Y tener un momento del día favorito para quitarte las ganas -hace un tiempo os conté que por logística, para mí era después de la siesta-, no supone un problema si no coincide con el de tu pareja.

Porque esa falta de acuerdo se convierte en que una vez se tendrá sexo por la mañana y otro por las tardes.

Pero de lo que quiero hablarte hoy es de cuando no dependes tanto del día o la noche y te apetece cuando te buscan, te desean, cuando se cuela la mano entre tus dos piernas o los besos pasan de la boca al cuello y continúan su camino más abajo.

Si es en esos casos cuando te apetece, tienes un deseo sexual reactivo.

Cuando eres del club del ‘se me despiertan las ganas según lo que me rodea’, todo tu contexto es susceptible de convertirse en detonador.

Desde ese libro en el que la descripción de una escena de sexo oral entre los dos protagonistas te hace volver al principio de la página al capítulo de la serie mexicana donde se montan un trío en el que no te importaría participar.

Y claro que recibir esos estímulos por parte de la otra persona, ya sea porque ha optado por no cerrar la puerta cuando se ha metido en la ducha o porque, como decía antes, ve más interesante empezar a besar otras partes del cuello mientras contestas un mail, se convierten en el despertador sexual.

Una alarma que dice ‘aquí y ahora’.

Cuando tu pareja es activa

Pero, ¿qué pasa si llega un punto en el que te acomodas a esa situación porque es tu manera de sentir el deseo?

En el momento en el que te has acostumbrado a darle rienda suelta a tus ganas, siempre después de que te lo hayan activado, puedes recibir algún tipo de comentario de «es que siempre me toca a mí empezar«.

Ahí tienes que coger a tu pareja y quitarle esas inseguridades de golpe (porque seguramente piensa que o no tienes interés o que ya no le tienes ganas) y explicarle cómo funcionas.

Tenemos que recordar que, al igual que nuestros gustos con la comida o la música son diferentes, nuestra sexualidad también.

Y que no importa tanto quién empiece, sino cogerse con ganas cuando eso pasa.

Mara Mariño

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No es que tengas menos deseo sexual, es que tu primera vez fue decepcionante

Recuerdo que, después de la primera vez que tuve sexo, volvía a mi casa en autobús mientras me sentía frustrada.

No sabía identificar qué era exactamente, pero la incomodidad no engañaba. Había sido decepcionante.

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No tanto por él, que estaba en las mismas que yo en cuanto a falta de experiencia, y fue cariñoso y con cuidado. Pero el sexo no me había parecido para tanto.

Tenía ganas de retroceder en el tiempo y decirle a mi yo del pasado que no se agobiara, porque ni fuegos artificiales ni leches.

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Lo que yo no sabía era que ese momento de 15 minutos iba a condicionarme tanto a lo largo de mi vida adulta.

Al menos, es lo que sostiene Diana Peragine, candidata al doctorado en psicología de la UTM.

Su estudio ‘¿Una experiencia de aprendizaje? Disfrute en el debut sexual y la brecha orgásmica en el deseo sexual de los adultos’, ha abierto un melón que ni nos imaginábamos que existía.

Lo que la investigadora habría descubierto es que, la esa primera vivencia íntima, tiene repercusiones duraderas en el deseo de una mujer heterosexual en el futuro.

Lo único que diferenciaba a las mujeres de los hombres que habían participado en su estudio era que, su deseo de tener relaciones sexuales en pareja, solo era menor si en su primera experiencia sexual el orgasmo brillaba por su ausencia.

Es decir: ausencia de orgasmo en tu primera vez, menos deseo sexual de adulta

En cambio, las mujeres que tuvieron un orgasmo en ese momento, estaban más interesadas en el sexo en pareja, y sus niveles actuales de deseo por este eran iguales a los de los hombres.

Curiosamente, el estudio también descubrió que, la primera experiencia sexual de los hombres, no tenía ningún efecto aparente en sus niveles actuales de deseo sexual.

La explicación de esto, dicho sea de paso, es porque cuando hablamos de primera vez, solemos relacionarlo con la penetración y, para ellos, es más fácil llegar al orgasmo por esa vía.

«Antes existía la idea de que el deseo sexual era como el hambre o la sed, que se originaba internamente y surgía de forma espontánea», dice la investigadora.

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«Pero, obviamente, ahora entendemos que es más dinámico y responde a la experiencia, y que las experiencias sexuales gratificantes dan forma a nuestras expectativas sexuales».

Hasta ahora, esa brecha de deseo entre hombres y mujeres sanos, que persiste a lo largo de la edad adulta, perpetuaba el mito de que las mujeres tenemos un impulso sexual naturalmente más débil que los hombres.

Pero lo interesante del estudio es que, por primera vez, se pone en duda que haya unas diferencias fijas en el deseo sexual según el género.

La actividad sexual puede resultar desmotivante por esa primera experiencia carente de orgasmos, ya que es la parte común en la socialización sexual de las mujeres.

«(Es un) debut sexual más frustrante que gratificante«, comenta la experta.

Y, ¿cómo no darle la razón si yo misma viví en carne propia esa primera vez que me dejó desilusionada?

El problema es que si seguimos relacionando nuestra primera vez con el coito, nosotras siempre vamos a llevar las de perder.

O empezamos a dejar de llamar preliminares al resto de prácticas sexuales (con las que, por cierto, las mujeres tenemos más posibilidades de alcanzar el clímax), o nos ponemos las pilas en la educación sexual.

Y esto pasa por enseñar el papel que tiene el clítoris también en el coito pero, sobre todo, mentalizar de que el placer -y el orgasmo- debe ser compartido y no algo que monopolice solo uno de los participantes.

Mara Mariño

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Exígete menos en la cama para disfrutar(lo) más

Ya vale de tanto agobio. Vale de pensar que siempre tiene que apetecerte, que tienes que estar de humor.

Vale de exigirte que siempre tengas una erección infinita, la vagina siempre humedecida, los pezones en punta, la libido por las nubes, las ganas disparadas

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No siempre va a ser así y no estar en tu momento más sexual, no significa que no puedas disfrutar lo demás.

Así que en vez de que te estreses porque ese día el orgasmo parece no llegar nunca, intenta olvidarte, perderlo de vista.

Se nos pide -o más bien exige- que perfeccionemos todo lo que esté en nuestra mano.

El trabajo, las relaciones de amistad, no olvidarte de ningún cumpleaños, ser la mejor pareja, hija y hermana, sacar tres veces al perro a la calle, tener lo bastante regadas tus plantas.

El nivel de demanda no debería afectar al terreno íntimo, no deberíamos plantearlo como otro campo más en el que lograr los objetivos.

Que si se consiguen, bienvenidos sean.

Pero tampoco hay ningún problema en que, por casualidad o no ser el día o cualquier otra razón que igual ni te viene a la cabeza, no seas capaz de dar el 100% de ti.

El sexo es mucho más que ver a la otra persona como un desafío, un puesto de feria: «Consigue que se corra en dos minutos y te llevas premio».

No funciona así.

El sexo es relajación, escape, pausa, conexión, comunicación, acuerdo y punto de encuentro.

Y si nos quedamos solo con su lado placentero, restándole la importancia a todo lo demás, seguiremos pensando que qué mal no haber logrado llegar y que la experiencia no ha merecido la pena.

Duquesa Doslabios.
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Si quieres aumentar tu apetito sexual, haz este plan antes de que acabe el verano

Las puestas de sol tienen ese romanticismo atemporal. Lo mismo emocionan desde un sitio emblemático de la ciudad que a la orilla del mar.

Puede ser la magia de que cada día el despliegue de colores es algo único, la esperanza de que la noche pueda dar pie a nuevas emociones o lo mucho que favorece la golden light (capaz de hacer palidecer de envidia un filtro de Instagram).

Pero no es su único superpoder. Son capaces de hacer que tengamos más ganas de follar.

SKYN USA

Dicho así suena un poco a fantasmada. Si eso fuera verdad, ¿cómo es que los miradores no se han convertido en auténticas bacanales? ¿Por qué en la playa no encontramos montañas y montañas de condones en vez de alguno suelto?

Según el último estudio de la Universidad de Tel Aviv, hay una proteína en las células de la piel (se llama p53 por si tienes curiosidad biológica) que serían las responsables de aumentar la libido.

No es que la función de esta proteína sea la de despertarte el deseo, de hecho se encarga de proteger el ADN de las células del daño que produce la exposición al sol.

Así que, todo lo que signifique hacer planes al aire libre con un cielo despejado hará que tengamos una predisposición mayor a intimar que cualquier maratón de películas en el sofá.

Claro que, con el calor, pasar el día haciendo senderismo por el Valle de Liébana tampoco parece el mejor preámbulo a una sesión salvaje de sexo.

De ahí que ver juntos la puesta de sol sea la combinación perfecta para activar la proteína de tus células y no arriesgarte a padecer el golpe de calor.

Otro dato curioso es que el estudio de la universidad israelí no esperaba hallar información sobre nuestro apetito sexual relacionado con la meteorología.

Es más, se encontraban estudiando la evolución del cáncer de piel cuando descubrieron de manera accidental el despertar de la proteína que aumentaba la libido.

Así que, ahora que sabes que la exposición al sol se traduce en momentos de pasión, es el momento de untarte bien en crema con protector solar y salir de casa con tu crush.

Aún hay días de verano que podemos aprovechar.

Duquesa Doslabios.

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Que el fin del mundo nos pille cachondos

Esa fue la frase que me soltó una de mis amigas, cuando discutíamos sobre el ambiente que se respiraba en Madrid y Barcelona, ante un posible nuevo confinamiento.

SAVAGEXFENTY

«O bueno, más que cachondos, servidos», especificó.

Ninguna de las dos tenía ninguna duda de que la atmósfera estaba cargada de tensión sexual. Y solo teníamos que meternos en nuestras redes para confirmarlo.

Una encuesta rápida entre mis seguidores nos dio la razón por partida doble. Las temperaturas habrán bajado en las calles, pero estamos muy calientes.

Y sí, tanto con pareja como sin ella. Puede que para la gente soltera, esto sea todavía más evidente. Quien se ha cambiado de ciudad, de trabajo, de piso, círculo de amigos y está en proceso de conocer gente, la distancia física resulta especialmente dura a la hora de tener citas de manera convencional.

Como si nunca se hubieran sentido tan solos como ahora, en realidad.

Aunque también a las relaciones de pareja -sobre todo si no conviven juntas- les afecta el fenómeno. Las fotos sugerentes, vídeos eróticos o conversaciones subidas de tono han aumentado.

Pero, ¿qué es lo que nos pasa? ¿Por qué esta revolución sexual, que pensábamos que se iría apagando en cuanto pudimos salir de casa, está en su punto más álgido?

Las restricciones, la ristra de medidas que siguen sin permitirnos movernos ni relacionarnos como antes, en definitiva, estar separados, nos lleva a tratar de buscar vías alternativas que nos acerquen.

Físicamente no es recomendable, pero podemos ‘tocarnos’ de forma digital. Conocernos, conquistarnos o incluso tener actividad sexual se da ahora a través de una pantalla.

De ahí que, ya que son los ojos los primeros receptores, nos dejemos de miramientos y vayamos a saco con contenidos explícitos.

Es decir, se ha dado un cambio. Hemos avanzado un paso en lo que era aceptable en cuanto a niveles de excitación (y en expresarlo). Estamos salidos y no tenemos problemas en demostrarlo.

Además, la facilidad que nos da internet de poder llegar a ese punto con cualquier persona, desconectarnos si perdemos interés o incluso bloquear si nos resulta demasiado, es imposible de lograr en la vida analógica con quedadas cara a cara.

Estamos más lanzados que antes porque tenemos todo el tiempo del mundo para darle vueltas a lo que nos estimula.

Hasta hace poco, nuestra vida era ir al trabajo, al gimnasio, esa escapada con las amigas, noche de discoteca o comida familiar multitudinaria los domingos.

Nuestros deseos latían bajo todas esas cosas, sí, pero en un segundo plano por el peso de la vida social. Y, ahora que no tenemos nada de eso, son los únicos protagonistas. Junto a mantener altas las reservas de papel higiénico, por supuesto.

Duquesa Doslabios.

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¿Es posible cultivar el apetito sexual? Sí y depende de ti

Qué cómoda sería la vida si el deseo sexual se mantuviera por sí solo. Si esa urgencia tan típica del comienzo, nos acompañara año tras año.

CALVIN KLEIN

Pero nada dura para siempre y el subido hormonal no es la excepción. Llega un punto en el que no se puede negar la realidad más evidente: hay momentos en que tenemos más deseo y otros en los que tenemos menos.

El trabajo, la quedada con esa amiga para tomar el café, que al llegar a casa hay que tender la lavadora o que el cansancio puede con todo son situaciones que desembocan en lo mismo, esa chispa ya no surge de forma espontánea, como antes.

Lo que no significa que nuestro destino sea una vida sin sexo. Al deseo hay que encontrarlo, azuzarlo y provocarlo hasta que salga a flor de piel.

Imagina que tienes una maceta con tierra de la mejor calidad. En ella colocas una semilla perfecta, fuerte, resistente y con todo el potencial de ser una de esas plantas de interior que aguantan todo (hasta mudanzas).

Al final, si no la riegas o se te olvida colocarla delante de la ventana, lo más probable es que termine secándose. Con el deseo pasa lo mismo.

(Y sí, es el mejor símil que he podido encontrar. Será que cuando volví de las vacaciones me encontré así a algunas de mis pequeñas hijas verdes.)

Vale que cultivar el deseo y cultivar una planta son tan parecidos un gel hidroalcohólico y la hipotenusa, no basta con echarnos agua -o a la pareja en su defecto- y confiar en que dé comienzo el espectáculo de pasión (o igual sí si os gusta ese rollo).

La clave está en dar con el estímulo erótico, que es algo tan amplio que parte de conocer un poco los gustos propios y los de la otra persona (porque sí, también podemos autocultivarnos el deseo).

Una película subida de tono, escribir un relato dando rienda suelta a la imaginación, un mensaje subido de texto en horas de trabajo (el móvil alejado del resto de compañeros), algo de baile o sorprender cumpliendo una fantasía pueden ser buenas formas de que el deseo despierte.

Lo mismo sucede con los momentos cariñosos, esos a los que tan poquito tiempo podemos dedicarles en el día a día. Y, por supuesto, no hay nada mejor para mantener alto el nivel de deseo que tener sexo con frecuencia.

Pero claro, si no tenemos deseo de sexo, no hay sexo y, a menos sexo, menos deseo de sexo. Al final, no es como comer o beber, tu cuerpo no va a lanzar una señal de que tienes hambre o sed.

Necesitas crearla tú.

Duquesa Doslabios.

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Para jugar a este juego erótico, da igual tu orientación sexual o tu edad

El sexo siempre es una maravilla, siempre. Mi succionador de clítoris da fe de que es un terreno en el que nunca dejo de sorprenderme. Pero como toda actividad, tiene un enemigo común: la monotonía.

GTRES

Por muy bien que lo pasemos poniendo en práctica el placer, si no hacemos de la experiencia algo variado, termina por aburrirnos y ser igual de apasionante que ir a hacer la compra al supermercado del barrio o el café de las nueve en la oficina, algo rutinario.

Salir de la costumbre va más allá de experimentar con posturas acrobáticas, una colección de lencería digna de una tienda de Victoria’s Secret o el sexo en los lugares más aleatorios de la casa (¿en serio era necesario incluir en la lista el váter?).

Una de las opciones de la que os quiero hablar hoy son los juegos eróticos. Para ello, he hablado con Víctor P., que es el creador de Coupletition, un sexgame pensado para avivar la llama.

Es él quien me confirma que este tipo de complementos son una herramienta muy recomendable. «Sus resultados sorprenden cuando se incluyen en la vida diaria, ya que está demostrado que ayudan a combatir ese aburrimiento y monotonía que a veces parecen inevitables».

¿El momento para empezar según Víctor? Cualquiera: «El error que se comete en muchas ocasiones es esperar a caer en la rutina para buscar cosas que nos emocionen. En nuestra opinión es mucho más efectivo anticiparse y prevenir estas situaciones, ya sea con juegos eróticos, detalles para nuestra pareja, sorpresas de todo tipo… Nuestra relación se volverá mucho más fuerte si cada día nos esforzamos en mantener la ilusión».

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Uno de los aspectos más curiosos es que el juego va más allá de los clásicos dados que indican en qué zona besar o quién tiene que quitarse una prenda. «Hemos introducido juegos que van mucho más allá de lo que se entiende esencialmente como el acto sexual. Además, el factor competición que rodea la experiencia es algo que ayuda a reafirmar la confianza y complicidad con tu pareja, pero siempre desde un enfoque erótico y sexual, que es lo divertido», afirma Víctor.

La principal característica es su estructura en forma de competición. «Pretende mezclarse con las rutinas del día a día durante un mínimo de 15 días, ofreciendo una experiencia larga y completa. En cuanto a las pruebas, hemos querido incluir un poco de todo para que la experiencia sea totalmente innovadora, heterogénea y que, quizás, ayude a descubrir nuevos juegos y prácticas a aquellos que no las hayan probado», declara el diseñador del juego.

Si hablamos de sexualidad, es obvio que la diversidad tiene que salir en algún momento. Y es que el problema es que, cuando se piensa en juegos eróticos, generalmente encontramos opciones heterosexuales, ¿no deberíamos tener una variedad de productos de este tipo de ocio más inclusiva? Víctor lo tiene claro.

«Cuando diseñas un juego como Coupletition, lo fácil sería centrarse en parejas heterosexuales (ya que, estadísticamente, suponen un público mayor para el producto). No obstante, nosotros quisimos darle una vuelta y adaptar todas las pruebas de forma que no se excluyese a ningún tipo de pareja. El juego es perfecto para cualquier persona que tenga una pareja para jugarlo, independientemente de su orientación sexual».

Las ventajas de incluir juegos en la vida sexual, son muchas, no solo la variedad como me aclara Víctor. «Las personas tendemos a sentirnos atraídas por la novedad, lo misterioso, lo arriesgado… Sin embargo, nos solemos acomodar a aquello que nos proporciona equilibrio y seguridad; nos acostumbramos y generamos una dependencia que nos hace sentir bien», declara el diseñador.

«No obstante, en ocasiones es incompatible el hecho de querer descubrir aquello novedoso y, a la vez, estar atado a aquello a lo que estás acostumbrado. Creemos que la gran ventaja de complementar la vida sexual y de pareja con juegos es que permite descubrir juntos nuevos gustos y prácticas que motiven ese lado curioso que todos tenemos; y lo más importante: lo hace desde la diversión y el placer que el sexo aporta, y la confianza de hacerlo con tu pareja«, afirma.

Duquesa Doslabios.

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«A los 50 lo que quieres es dormir»

Firma invitada M.C.M.E. para El blog de Lilih Blue

«Cuando nos enamoramos, queremos compartir todo con esa persona: nuestros sentimientos, intelecto y apetencias sexuales giran a su alrededor. Nos las prometemos felices y nos lanzamos a una vida en pareja, mediante contrato o sin él. La duración del enamoramiento es limitada: «no es bueno estar en la nube todo el rato» nos aseguran los expertos en química cerebral. Pero el amor permanece y nos aventuramos en una etapa criando hijos, que llenarán nuestras noches y días.

GTRES

Nuestra vida como pareja se puede ver reforzada o debilitada, porque nuestra prioridad son esos pequeñines a los que hay que cuidar. Vamos sumando aniversarios mientras los hijos crecen. Tal vez ya ni los celebres, o te regale, después de olvidarse los últimos años, un jersey horroroso y le dices que muy bonito, (pobre, que ya que se acordó).

Con el paso del tiempo cimentamos la soñada vida común, acumulando experiencias gratificantes y agravios. Las discusiones pueden ser un «más de lo mismo», porque, nuestra memoria, no permite que nos olvidemos de antiguos rencores, que saldrán una y otra vez, cuando surja un desencuentro.

Nos volvemos tan previsibles, que es fácil dejarnos llevar por la rutina. Es posible que un silencio denso, insoportable, esté multiplicando la distancia, a una escala cósmica, del espacio que separa las butacas en las que sentados, veis alguna pantalla. Y pasan lustros, décadas, y te ves en la mitad de tu vida, con el tiempo lleno de ocupaciones.

¿Y el tiempo para el sexo? Las amistades te dicen: «A los cincuenta lo que quieres es dormir, o prefieres leer un libro antes que ponerte al tema, o tienes más ganas que tu pareja, que ya casi ni te mira«. Igual estáis instalados en la falsa calma de los que llevan tiempo juntos y apenas comparten sus inquietudes y mucho menos sus ilusiones, y ya ni siquiera discuten porque les parece un esfuerzo inútil, y el sexo esporádico.

Como dice la canción de Luz Casal: «Y no me importa nada, nada…escucho tus bobadas acerca del amor y del deseo… Que rías o que sueñes, que digas o que hagas… Por mucho que me empeñe… Que vengas o que vayas…»

La pareja necesita tiempo para compartir ideas, afecto y el deseo sexual, porque si no, su vida puede resumirse en un compartir piso, con derecho a roce o no. Buscar tiempo para los dos, para hablar de lo que pensáis y sentís. Poner en común para mejorar. Elegir actividades para disfrutar juntos. Planificar un viaje. Revisar todo lo que se puede cambiar. Olvidar lo que no permita avanzar. Organizar una cena o comida romántica de vez en cuando. Hacer todo aquello que os impulse a seguir adelante juntos, porque creáis que merece la pena.»