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Rocío Carrasco o por qué hablar del maltrato no es suficiente

Hace unos meses compartí en una de mis redes sociales la sesión de fotos que me hizo un exnovio que me maltrataba.

Aquellas imágenes, acompañadas de algunos textos en los que contaba lo que no se veía -mis ataques de ansiedad, pánico, el miedo que me quitaba el sueño o el acoso- hicieron que muchas de mis seguidoras me escribieran.

Algunas preocupadas, queriendo saber cómo había llegado a ese punto, otras para darme apoyo y varias para felicitarme por contar uno de los episodios más oscuros de mi vida.

@salvameoficial

Pero con quién me quedé fue con las que, como yo, habían vivido casos parecidos y compartieron sus experiencias conmigo.

Seguidoras que conocía en persona, pero también otras desconocidas, fueron abriéndose y plasmando, bajo mi publicación, algunas de sus historias. Palabras que me resultaban tan familiares que era como estar leyendo diferentes versiones de la mía.

Lo que pude comprobar es que, cuando una mujer habla de esto, se abre y se sincera, saca lo más crudo que ha vivido con una pareja y lo pone sobre la mesa, hay quien tras sufrir algo parecido que se anima a sumarse al diálogo.

No sé si es el efecto ‘bola de nieve’ o que nos sentimos cómodas confiando entre nosotras, incluso cuando no existe amistad de por medio, al tratarse de un tema tan crudo.

Si eso pasó en mi cuenta personal, Rocío Carrasco ha llevado el fenómeno a otro nivel.

Admito que me he voy enterando a trompicones de las entregas del programa. Y aunque no estoy muy puesta en la vida de las celebridades del país, hay un dato que explica la importancia de su testimonio.

Desde que Rociíto ha empezado a hablar por televisión, las llamadas al 016 subieron en un 42% tan solo una semana después de que se emitiera el primer episodio.

Una mujer hablando de cómo había sido maltratada se tradujo en unas 2.050 consultas telefónicas pidiendo información o ayuda, en un incremento de los mails al correo electrónico (016-online@igualdad.gob.es) y al WhatsApp (600 000 016).

Quizás no soy una gran fan de Telecinco o, más allá, de los programas que suele hacer Mediaset. Pero dar la oportunidad de contar su versión, con la influencia que siempre ha tenido la hija de Rocío Jurado y, sobre todo, de narrarlo en un medio nacional, habla por sí solo.

Este problema es interseccional. Afecta a la rica, a la pobre, a la que no tiene estudios, a la que tiene tres carreras, a la empresaria y a la cajera. Afecta a las mujeres en general.

Y mientras Rocío sigue dejándonos en shock con sus palabras, se hace más evidente que no solo necesitamos espacios para alzar la voz ante un maltrato, sino medidas al respecto.

Hablar de ello es el primer paso para ponerlo sobre la mesa, identificarlo y señalarlo. Pero no es suficiente con eso.

Necesitamos cambios: una educación feminista, desterrar el machismo de nuestra sociedad, un nuevo enfoque para las generaciones que vienen…

Si no lo ponemos en práctica, solo nos quedará hablar en redes sociales, pequeños grupos o en televisión, consolarnos entre nosotras y seguir llamando a líneas de ayuda. Y eso es ponerle la tirita a una herida, pero en ningún caso ponerle solución al problema.

Duquesa Doslabios.

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