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¿Te vienes a una clase de Shibari? Descubro el arte erótico de atar con cuerdas

Me fascinan las cuerdas, las esposas, las cintas, los lazos… Todo lo que caiga en mi mano que me sirva para atrapar a quien me acompañe en la cama, corre el riesgo de ser utilizado.

Pero atar no es solo rodear a quien queda a tu disposición, se puede convertir en algo bonito y de alta carga erótica.

O, al menos, eso es lo que aprendo gracias a José Hita (@shibarhita en Instagram), en un taller de introducción al Shibari, en uno de los locales de Amantis (@amantisoficial).

pierna atada shibari

UNSPLASH

El sexólogo nos define el Shibari como «el arte erótico de la comunicación con cuerdas. Se crea algo artístico, no es te ato y ya está».

La principal diferencia entre esta técnica y el bondage, es que el segundo consiste solo en atar por atar, busca solo mantener a la otra persona inmovilizada sin que importe el instrumento que se utilice para ello.

Bloquear a la otra persona es también uno de los objetivos del Shibari, por supuesto (y que quede a nuestra total disposición).

La diferencia es que los cabos deben quedar de una manera estética, por lo que es importante que se vean simétricos sin enredarse entre sí ni entrecruzarse (el término ‘peinar las cuerdas’ es el que se usa para describir que queden bien puestas).

Pero, ¿por qué las cuerdas? ¿De qué material?

José nos remonta a los orígenes de la práctica: «En Japón las cuerdas son un espacio sagrado, se utilizan las de yute porque son agradables al tacto, no se deforman cuando se mojan y son fáciles de deshacer».

La mejor prueba es cuando su compañera -inmovilizada por el pecho, la espalda y las manos-, queda liberada en pocos segundos en cuanto el extremo empieza a deslizarse de vuelta.

Cuando toca que tu pareja del taller te ate, es el momento de experimentar lo excitante del Shibari, de sentir esa parálisis cediendo el control a alguien (de ahí que en el mundo occidental se haya englobado esa práctica dentro del BDSM) y confiando en esa persona.

Pero también por la cuerda, que es un juguete al tacto. Se puede pasar por la piel, el cuello, los genitales

Y la persona que ata puede buscar el contacto acercándose, abrazando, besando, buscando con la mirada o haciendo todo lo contrario si quiere transmitir un mensaje diferente.

Esto último de jugar, mirar y centrarse más en las sensaciones y en el proceso del atado, recibe el nombre de Muganawa.

La fina línea entre el dolor y el placer (o la vergüenza y la excitación), es también clave en el Shibari. En otro taller de Sex Academy precisamente explicaron que el cerebro producía dopaminas en todas esas situaciones.

Como José nos cuenta, hay quienes dicen que es una práctica derivada del Hojujutsu, el arte marcial que consiste en capturar con cuerdas al enemigo e inmovilizarlo (con la diferencia de que se añade el lado erótico, claro).

El desatado puede ser igual de excitante que la forma de atar: ir desenvolviendo a la otra persona poco a poco, cambiándole de postura, tocándole…

A la hora de atar por primera vez, acudir previamente por una clase impartida por un experto es fundamental.

El lazo es lo que guía, pero hay que saber por dónde pasar la cuerda para que, del roce, no se desgaste.

También hay zonas del cuerpo ‘prohibidas’ cuando se trata del Shibari. El cuello, las articulaciones o todas aquellas partes por las que pasen venas, nunca deberían ser atadas porque pueden comprometer la seguridad.

Y hablando de seguridad, ya seamos principiantes o expertos en materia, José siempre recomienda tener a mano unas tijeras de punta redonda. Si la persona atada se cae y se le desliza un nudo o se pone nerviosa -y no reaccionamos a tiempo quitando el nudo-, lo mejor es ‘cortar’ los nudos por lo sano.

Como nos recuerda, las cuerdas son reemplazables, la pareja no.

Mara Mariño

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‘Bondage’ sí, pero no vale atar de cualquier manera

Siempre he tenido una extraña fascinación por atar. Sí, desde pequeña. Lo de dejar a alguien inmovilizado e irme a mis cosas era una sensación de poder con la que ya me familiaricé en la infancia.
Así que imagínate cuando descubrí que podía trasladar el juego al terreno sexual. No sé si diría que es mi práctica favorita, pero el bondage definitivamente se encuentra en el top 3.

BIJOUX INDISCRETS

De atar me gustan los dos lados: tanto el de llevar el control de la situación –dejando a la otra persona completamente indefensa-, como ser quien debe someterse a las cuerdas (o cinturones, vaya).

Para mí los alicientes son varios. Tener que buscar vías alternativas de desenvolverte cuando no puedes usar las manos, posturas que te sacan de tu zona de confort y también experimentar con quien está paralizado. Aceite fundido de vela (de las que sirven para eso), un hielo, una pluma y hasta subir de nivel el juego colocando una cinta alrededor de los ojos. Ahora sin tocar y sin ver.

Aunque nunca me había interesado por la técnica. Toda mi formación en inmovilización erótica había sido fruto de algún cinturón despistado que se me había venido a la mano o la ocurrencia de darle un uso alternativo a mis lazos del pelo.

Al final ataba de la misma forma que hacía un nudo para ponerme un pañuelo, como te cierras unos cordones, sin mucho más misterio. Claro que eso no era atadura erótica pulida ni nada. Usar un cinturón alrededor de las manos como si fueran unas esposas es bondage, vale, pero no me preocupaba por el proceso.

Sin embargo, ya que son objetos que se utilizan durante un periodo de tiempo considerable, es importante tener en cuenta que no puedes cortarle la circulación a la otra persona o dañarle un nervio.

Si tu idea es iniciarte en la práctica, procura dejar al principio las ataduras sueltas, que sepas que puedes desembarazarte de ellas en cualquier momento para ir familiarizándote con la sensación.

Después prueba a ajustar el nudo siempre dejando un dedo de espacio entre la piel y la cuerda para que no se duerman las manos (si están frías es mala señal).

Y la pregunta del millón, ¿a dónde atar? Mi consejo es que busques vida más allá del cabecero de la cama. Hay puertas, asideros, radiadores, barandillas y todo tipo de superficies en casa que harán del juego algo mucho más interesante. Aunque si no quieres complicarte, limítate a inmovilizar las manos juntas o las piernas.

Cuando empiezas a probar lo de atar o dejarte atar, hay quienes recomiendan buscar una contraseña que signifique que se quiere parar. Yo sinceramente creo que no estamos en Cincuenta sombras de Grey y puedes decirle a la otra persona que afloje el nudo, que lo de atar mejor otro día o que prefieres que la cuerda se la ponga en el pito.

Y por último, que el bondage forme parte del BDSM (concretamente es la ‘B’ que inicia la palabra), no significa que tengas que sufrir necesariamente. Hay quien encuentra en un poco de dolor un estímulo que potencia el placer y quien no lo experimenta para nada. Lo importante es que pruebes qué va más contigo y te diseñes una inmovilización a tu manera.

Duquesa Doslabios.

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