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Pasar del ‘chico malo’ y quedarse con el ‘buen tío’

Tú y yo seguro que compartimos que, lo fácil, que viene en bandeja y no nos supone ningún esfuerzo, deja de interesarnos rápido (si alguna vez nos llamó la atención).

Nos puede el desafío, lo complicado, que nos lleven la contraria -hasta cierto punto-, que nos hagan un lío.

pareja

PEXELS

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Esto se traduce, o al menos en mi caso, en engancharme con personas montaña-rusa, que hoy te quieren y mañana te ignoran.

Las mismas que no he llegado a entender porque no querían que lo hiciera.

Llegaba un punto en el que, más que comunicación, sentía que estaba descifrando continuamente lo que podía significar eso que había dicho.

Son también quienes desaparecen cuando la cosa les asusta, aunque eran los primeros que venían diciendo que también querían eso, que estaban preparados para volver a empezar algo nuevo.

Y, cuando más adelante volvían, que no se me ocurriera decir nada de su ausencia.

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Así que, cansada, tuve una intervención conmigo misma. Se había acabado dedicarles mi tiempo y energía.

Desde ese momento, solo iba a conocer más a fondo a la clase de tío con el que me gustaría ver a mi mejor amiga, uno bueno.

Si me ha costado tanto tiempo llegar a la conclusión de que era el momento de dejar al ‘chico malo’ es porque, socialmente, al ‘buen tío’ nos lo pintan menos interesante.

Como si ser tratada bien, con afecto, con respeto, por alguien que se comunica y expresa su sentimientos sin juegos, fuera aburrido.

Amigas, ese es el objetivo.

En que esté ahí cuando tienes un resultado médico que te da miedo recibir, en que te dé espacio cada vez que lo necesitas, sin montarte un escándalo, en que respete tus tiempos y tu vida fuera de la relación, porque es normal que ambos tengáis otros círculos.

En que te escucha cuando algo te preocupa, dedicándote toda su atención. En que te prioriza.

En que no esté contigo como si no estuvierais juntos, yéndose por las ramas a la hora de ponerle nombre a lo vuestro porque eso significaría centrarse solo en ti (y te mereces quien lo haga, si es lo que quieres).

En que te apoye en el trabajo porque ve lo lejos que estás yendo. En que no tenga envidia, no te haga sentir chiquitita, sino que te diga que está ahí para lo que necesites, que no estás sola y sois un equipo.

Así que, por mi parte, dejo a los ‘chicos malos’ donde pertenecen, que en mi caso es el pasado, los libros, las películas y las series de comedia, donde van en motos a 200 km por hora con su chupa de cuero y su inaccesibilidad emocional.

Me quedo con el buen tío. El que va en chándal, llama a su familia con regularidad y me presta un libro, porque sabe que me va a gustar.

Me quedo con lo sexy que me resulta una persona estable y cariñosa.

Mara Mariño

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¿De verdad nos ponen los malotes?

Una vez, solo una vez en la vida me puso de verdad un malote. Y el malote del que os hablo llevaba escrita en la frente la señal de precaución.

YOUTUBE. Fotograma de Grease

Los «malotes» que me gustaban anteriormente eran los que se perdían la hora de religión o el guaperas de turno del barrio, que daba vueltas con su motillo por la plaza.

Hasta ahí el historial de malotes, hasta que llegó el malote de verdad. Pero malote de los buenos, eh? De esos que creéis que nos gustan a los mujeres. De esos de “paso cinco días de ti, te hago sentir como una mierda, te digo que no lleves faldas tan cortas porque es de puta y que qué haces yendo con tu amigo de fiesta porque eres una guarra y en realidad te quieres liar con ellos a mis espaldas”.

Eso era un malote.

Y cuando el malote me levantó la mano (y muchas otras cosas que ahora no vienen a cuento) me di cuenta de que había terminado con los malotes.

Que eso de que te trate como a una basura, de que no te conteste, de que te ordene, de que no tenga en cuenta tu opinión, de que te falte al respeto, de que se ponga celoso por tonterías, no era algo que fuera a querer nunca en mi vida.

Quizás de pequeña te guste el repetidor del colegio, ese que, con un año más que tú, sale respondón al profesor. Y en esa época, que necesitas rebelarte contra todo, te parece más llamativo que el tímido de la clase.

Pero luego ese rebelde crece y se hace dentista. Y tú, que ya eres adulta, te dejas de tonterías, porque lo que quieres en realidad es una buena persona a tu lado, una que te quiera, que te corresponda, que te trate de igual, que te valore…

Y así pasa… Que pierdes el corazón, y ya de paso las bragas, por el buenazo de turno, el de pestañas de personaje de Disney cuando pone ojos de corderillo degollado. El que te perdona doscientas veces y te perdonará a lo largo de su vida unas doscientas más. El que no te haría daño, a no ser que de verdad le pidas el cachete cuando está la luz apagada y la cama encendida. El que te pone el hombro, el rollo de papel higiénico a mano y su camiseta de Levi’s para que se la llores entera cuando tengas un momento de bajón.

Te quedas con el que te coge de la mano cuando veis por quinta vez Frozen, el que te saca a bailar pegados en una boda porque sabe que te encanta aunque se mueva menos que un mueble, el que te responde los mensajes ñoños de amor, el que no se anda con tonterías, el que te dice y, aún mejor, te demuestra, el que siempre está ahí.

Porque si algo queremos las mujeres, además del amor, parafraseando a Isabel Allende, es la seguridad.

Y os puedo asegurar que lo mucho que quieres a un «buenazo» nunca lo conseguirá un «malote».

Duquesa Doslabios.