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El sexo como necesidad y otras incongruencias de la asistencia sexual

Los días que el cuerpo puede aguantar sin agua, si se deja de beber, son tres.

Entra en una espiral en la que baja la presión arterial, el corazón se contrae menos, envía menos sangre, se da un shock circulatorio y se produce la muerte.

Sin embargo, ninguna falta de sexo lleva al organismo a un punto crítico.

sexo personas discapacidad

PEXELS

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Con este ejemplo, quizás un poco macabro para empezar la mañana, quería reflexionar acerca de algo que se está mencionando mucho estos días.

El debate de si se debería permitir que las personas con discapacidad reciban asistencia sexual.

Y es que uno de los principales argumentos que se utilizan es el de que el sexo es también una necesidad que necesita ser cubierta.

Sin embargo, como comentaba, necesidad es algo imprescindible, como el agua, la comida, el oxígeno que se necesita para respirar…

El sexo, por mucho que se una a esa palabra, no entra en la lista.

Permitir que se convierta en un motivo para aprobar la figura de esos ‘asistentes’ sexuales es abrirle la puerta a una prostitución disfrazada de algo que no es.

¿Cómo no ampliarlo a más sectores de la población si empezamos a levantar la mano? Si damos luz verde, porque consideramos el sexo un derecho básico, puede reclamarlo también una persona célibe involuntariamente.

Se nos cuela la explotación sexual, sobre todo si echamos un vistazo a quiénes reclaman este ‘servicio’: hombres, en su mayoría.

Pero independientemente de la demanda, nadie debería convertirse en un medio para el placer sexual.

Más si la razón por la que presta esa asistencia es el dinero y no el deseo (no me sirve la excusa de que se hace por voluntad propia si de poder dedicarse a cualquier otra cosa, lo haría).

Se tira de esa lástima que puede producir la situación de incapacidad de llevar una vida sexual como la del resto. Pero el hecho de que no sea como la del resto, no significa que no se pueda tener una vida sexual.

Además de que es el equivalente a negar que las personas con discapacidades no puedan considerarse parejas sexuales.

En mi opinión, la solución no está en regular esta asistencia.

Sí en dar con alternativas que permitan a las personas con discapacidad salir más, conocerse y tener espacios habilitados donde poder vivir sus relaciones sexuales (si contamos con un baño para personas con discapacidad, ¿por qué no una habitación de hotel?).

Desarrollar juguetes o herramientas que les faciliten disfrutar de su sexualidad y, por supuesto, dar una formación específica para que sus parejas -y ellas mismas- puedan familiarizarse con su manera de entender el sexo.

Eso es lo que realmente solucionaría su deseo de mantener una vida sexual activa (ojo, deseo, que no necesidad).

De otra manera, lo que estamos haciendo es ponerles un pez sobre la mesa en vez de enseñarles a pescar.

Mara Mariño

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