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¿Dónde están los amantes como los de antes?

Querid@s,

Día sí, día también me hago la misma pregunta. ¿Dónde han quedado el cortejo y la caballerosidad a la hora de conquistar a una mujer? En los tiempos que corren, el cortejo es una fase de las relaciones amatorias y los encuentros sexuales que está en peligro de extinción, como la foca monje del Caribe. Resulta lo peor que a nadie le importa demasiado.

Convendría aclarar antes de todo qué es el cortejo. Es la selección y atracción de otro individuo con el fin de establecer una relación íntima, la cual suele implicar amor, sexo, compromiso, cohabitación, matrimonio o reproducción. El cortejo es llevado a cabo por muchas especies animales; también incluye al hombre, y su durabilidad es muy variada entre las mismas» dice Wikipedia.

Vacaciones en Roma

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Hay otra definición que me gusta más, atiendan. El poeta Eugenio Gerardo Lobo recogía el término sinónimo chivisveo en un poema de 1717 que decía así:

«Es, señora, el chichisveo
una inmutable atención
donde nace la ambición
extranjera del deseo;
ejercicio sin empleo,
vagante llama sin lumbre,
una elevación sin cumbre,
un afán sin inquietud,
y, no siendo esclavitud,
es la mayor servidumbre.»

…… Es, en fin, facción hermosa
de autorizada cautela,
indefectible novela
de una verdad mentirosa:
perspectiva que, engañosa,
abulta lo que desvía,
elevada fantasía
sin objeto y con fervor,
y es de las ansias de amor
la más decente armonía”.

Antiguamente, cuando los chicos y las chicas se juntaban en puntos de encuentro destinados a la socialización se realizaban cortejos en aras de obtener esa anhelada recompensa en forma de beso. Lograr la unión labial, con suerte carnal, con la amada era la pera limonera, un sueño hecho realidad, casi una experiencia religiosa. En aquellos tiempos, los rituales de apareamiento y seducción, en fin, todo aquel rollo del cortejo y su primo hermano el chivisveo eran arduos y complejos. Cualquier movimiento que se pasara de la raya o cagada monumental, podía acabar empañando los sueños de aquel muchacho que soñaba con besar a la chica de la que estaba prendado. Lo que te rondaré morena era el lema de aquellos amantes de antes.

ladolcevita

Pero cómo hemos cambiado; la transformación de los roles de ellos y ellas, la creciente igualdad entre el hombre y la mujer, la cultura de la inmediatez y lo vertiginoso, la pérdida del respeto en general hacia todo y esa indiferente desidia que despiertan las cosas que se consiguen con demasiada facilidad. Por ello, las liturgias amatorias también han cambiado. Antes fulanito invertía semanas, y a veces hasta sudor y lágrimas para robarle un beso a menganita, esa muchacha por la que bebía los vientos. Ahora el muerdo, incluso el polvo, se finiquita rápidamente y de forma indolora. Basta con un par de whatsapps coquetos, una merienda o cena seductora y un par de cafés o copas, según convenga.

Eso sí, hemos ganado algo con el cambio. Tiempo e ilusiones, que no estamos para perder minutos que son oro, y menos si resulta que es la persona equivocada. Desde luego que lo de nuestra generación es mucho menos romántico, pero indudablemente es infinitamente más práctico. ¿Qué prefieren ustedes?

Cierto es que existen caballeros y galanes que cortejan y seducen de muy buenas maneras, pero para muchos hombres sigue siendo una asignatura pendiente. No sé ustedes, pero como mujer, casi siempre echo de menos a rabiar el cortejo. Está clarísimo que hoy en día todo va más rápido, pero las relaciones sexuales deberían tomarse con calma y dosificarse al gusto para saborearlo y disfrutarlo al máximo. Y es que en un amante, más que un macho de pelo en pecho bien dotado, que mucho promete y después de metido nada de lo prometido, prefiero un caballero, un amante como los de antes.

Prefiero una cena romántica. Y no, romántica no es igual a carísima en un restaurante de lujo o un fin de semana a gastos pagados. Me seduce infinitamente más la idea de ir a un mirador, a una playa en o que no haya nadie o a algún lugar con vistas bonitas, ya ven. Conversar, conocernos, un paseo, bailar juntos. Ya entre las sábanas, unos preliminares sin prisas me hacen desear aún más al otro. Llámenme romántica, pero agradezco que el acto del fornicio sea algo más que un aquí te pillo aquí te mato cualquiera. Aunque de sobra los dos sepamos a lo que hemos venido, siempre defenderé que el que sea sexo por una noche, sexo sin un ápice de amor, no quiere decir que tenga que ser un sexo vacío de emociones, vacío de todo.

Muchos hombres se comportan, sobre todo después del sexo, con una especie de pasotismo que no acabo de entender. Me refiero a rechazar un beso, darse la vuelta después de follar, no implicarse en abrazos, cosas así. Estoy convencida de que esta actitud proviene del miedo, incluso pánico, de mostrarse tiernos con la pareja de turno, no vaya a ser que nos enamoremos, no vaya a ser que nos pensemos que ya somos novios y pasado mañana nos vayams a casar. Por ello, a muchos les provoca auténtico pavor y parálisis emocional que esa gesto de ternura totalmente inofensivo se interprete como algo más. ¿Algo como comprometerse? Miedoooo. Otro motivo del pasotismo que ya entiendo más es que una vez satisfechas las necesidades sexuales más primarias, ya nada importa. Ni siquiera los mínimos de educación. También hay mujeres así, claro está, pero yo, por ahora, no me acuesto con mujeres.

Permítanme que les confiese algo. Todas las mujeres, absolutamente todas, apreciamos en nuestra pareja sexual sus esfuerzos por ser un caballero. Esto consiste ni más ni menos en mostrar interés sincero por nosotras, hacernos sentir especiales, que nos digan lo guapas que estamos. Nos gusta sentirnos deseadas y amadas como si fuéramos la única, sólo por esa noche, sólo por esas horas, hasta que amanezca, atardezca o anochezca y nos despidamos hasta que nuestros caminos vuelvan a juntarse. Yo suelo hacerlo diciendo Ha sido un auténtico placer, ¿caballero? No siempre lo son, desde luego. Tampoco nosotras somos siempre damas.

Que follen mucho y mejor.