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Sí, el sexo con la regla puede ser (muy) placentero: apunta estos 6 consejos

Más o menos, las mujeres tenemos 400 reglas desde que nos viene por primera vez hasta la menopausia.

Así que entre los días de sangrado fuerte y los que simplemente manchamos un poco, nos pasamos con sangre o restos entre las piernas más de 2000 días de nuestra vida.

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Los suficientes como para que ni me plantee pasarlos religiosamente sin tener sexo. Las ganas siguen ahí, quizás en mayor o menor medida en función del momento o del ciclo. Pero si hay deseo, ¿cómo pensar en no tener ningún tipo de actividad?

Para mí, en concreto, hace que el periodo sea mucho más llevadero. Recuerda que el orgasmo siempre te va a ayudar a que las molestias se pasen (la combinación ibuprofeno y clímax es mi favorita durante esos días).

Pero también es cierto que podemos hacer que el polvazo nos resulte más apetecible. Así que ahí te dejo mis recomendaciones para que te tires a la piscina (menstrual) y te animes:

  1. Si por lo que sea te da pavor que se te acerquen cuando sangras (que no pasa nada), recuerda que el clítoris está lejos de la vagina. En concreto unos cuántos centímetros más arriba. Con un tampón o una copa menstrual te aseguras de que no se convierta en el gran olvidado, sino en el protagonista. ¿Quién dijo que el sexo es solo penetración? Tócate (o que te toquen) o atrévete a que te hagan ese cunnilingus que te mereces, que cambiar por completo el revestimiento uterino es un trabajo que bien se merece que te mimen.
  2. Un minuto de silencio por esas sábanas/mantas/colchón que alguna vez nos hemos cargado con el sangrado. Ya que sacar la mancha roja cuesta horrores (acuérdate que solo se van con agua fría), mi consejo es que te hagas con una buena toalla negra para que te despreocupes por tu ropa de cama. No solo proteges tus sábanas de lyocell, sino que te aseguras de que vas a poder seguir usando la toalla ya que con el color oscuro no se apreciará ninguna mancha. Pero es que la sangre es tan buen lubricante que no deberías perder la ocasión de usarla a tu favor.
  3. Ayúdate de estos aliados: una copa menstrual para tener sexo, juguetes que te estimulan el clítoris o en definitiva cualquier cosa que te haga sentir cómoda y excitada son claves. La cosa es que disfrutes y llegues al orgasmo.
  4. El agua caliente es tu mejor amiga. Y no solo dentro de la bolsita que se puede calentar en el microondas. La temperatura disminuye el dolor y rebaja la inflamación (de ahí que también se utilice para los partos en el agua). Mi sugerencia es que muevas la acción al baño y confíes en el chorro de la ducha. Si te lo aplicas sobre la tripa, notarás un alivio inmediato y si bajas unos centímetros, estimulas el clítoris. Dos pájaros de un tiro.
  5. Que suba la temperatura literalmente. Más allá del baño, es fundamental no quedarse fría. Si hay que dejarse la camiseta puesta, se deja. Si hay que tener sexo con la manta térmica en la tripa, se tiene también.
  6. Evita las posturas en las que la penetración sea profunda. El cuello uterino se estrecha y es probable que notes más molestias (dile adiós al perrito en esos días). Si te pones tú encima, haces la cucharita lateral o el misionero te asegurarás de que no te duela nada.

Duquesa Doslabios.

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5 formas tan sencillas de facilitar el sexo oral que ya deberías estar probando

Una de mis frases favoritas de Sexo en Nueva York es la que menciona Samantha cuando dice que, si el sexo oral fuera fácil, no se le llamaría «hacer un trabajito».

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Porque claro, la teoría, aparentemente, es sencilla. Nadie tiene que estudiar cómo besar, lamer o chupar.

Pero, ¿cuántas veces, en plena faena, piensas en que te empieza a doler el cuello, te dan calambres en los brazos, se te está metiendo el pelo en la boca o cualquier otro tipo de pensamiento que te saca, mentalmente, del momento?

Aunque parece muy obvio, si no tenemos ni idea de si lo que hacemos gusta o no, podemos empezar por preguntar si vamos bien. Es preferible parar, poner un nuevo rumbo e ir en el sentido correcto, que estar haciendo las cosas de una forma que no termina de gustar.

A la hora de colocarse, una buena posición es fundamental. Y sí, lo ideal sería que ambos estuvieran cómodos, una razón por la que no siempre estar completamente tumbado es lo mejor.

El borde de la cama, una silla o la esquina del sofá son algunos lugares que nos permiten tener dos alturas, algo que el cuello de quien está poniendo en práctica sus habilidades orales, agradece infinitamente.

Al igual que el hecho de que te sujeten en pelo si tienes melenaza. Vale que existen los coleteros, pero para esas ocasiones en las que quedan en casa, que te lo recojan con la mano -haciendo una cola de caballo- te quita la preocupación de que se te metan mechones en el ojo (o en la boca, lo cual es muy incómodo).

En cuanto a nosotras, podemos poner de nuestra parte con el simple gesto de separar los labios vaginales. A fin de cuentas, nosotras tampoco tenemos que hacer más que facilitar la llegada al clítoris.

Si tiene dudas de por dónde llegar, mostrando directamente el camino no solo conseguimos que sepa dónde es el lugar, también le ahorramos que tenga que estar sujetándolos al mismo tiempo que masajeando con la lengua y jugando con los dedos.

Duquesa Doslabios.

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Sobre el sexo oral y el coronavirus: ¿es seguro practicarlo o me puedo contagiar?

El lío que tenemos con las fases y lo que podemos hacer en cada una de ellas, solo me parece comparable a las dudas que nos han surgido respecto al sexo.

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¿Podemos volver a hacerlo? ¿Está limitado a parejas estables? ¿Qué posturas son las mejores para evitar el contagio? ¿En serio deberíamos usar mascarilla?

Y la pregunta a la que intentaré darle respuesta hoy: ¿qué hay del sexo oral?

Parece que encontrar una respuesta unánime y avalada por la ciencia, está todavía por llegar, ya que las investigaciones solo han dado comienzo.

Por un lado, el estudio del Hospital Municipal de Shangqiu llegó a encontrar rastros del virus en muestras de semen de pacientes con coronavirus. Por otro, la Universidad de Harvard destacaba el riesgo de las excreciones respiratorias, lo que se traduce en que no podemos descartar que ahora la mascarilla también forme parte de la vida íntima.

Pero ya sabemos cómo es la vida con mascarilla. Al igual que, en cuanto llegamos a la terraza, nos la quitamos para darle un trago a la bebida, podríamos llegar a pensar que es un caso idéntico, ya que también se trata de llevarse algo a la boca.

O incluso de engancharla en el codo a modo de pulsera (los que salís a la calle coincidiendo con runners o gente paseando sabéis a qué me refiero) mientras dure el momento, para luego volver a colocarla sobre la nariz y la boca en cuanto se termine.

Incluso aunque se haga con preservativos, sigue siendo una práctica de alto riesgo.

Por activa y por pasiva nos han repetido que las microgotas que expulsamos al toser (hasta al hablar), son las que poseen más carga vírica.

Imaginemos entonces lo que puede contener nuestra saliva. Al final, por mucho que intentemos hacerlo con cuidado -es decir, salivando lo menos posible-, ¿de verdad podemos evitar que no termine en nuestras manos, en la piel de la otra persona, en el sofá o incluso en las sábanas?

Como me dijo hace unas semanas Ana Lombardía, la práctica más segura actualmente sigue siendo la masturbación a solas.

Así que, por mucho que queramos usar todas las barreras del mundo, mejor que la boca quede fuera del juego.

Duquesa Doslabios.

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¿Hola comilonas, adiós intimidad? Tener sexo en Navidad cuando has comido mucho

En estos momentos del año, en lo único que pienso al quitarme la ropa es en ponerme rápidamente el pijama de franela.

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Y no ya porque sea invierno, que también. Sino porque las comidas y cenas navideñas terminan por dejarme para el arrastre.

Bandejas y bandejas de canapés, langostinos y por supuesto los platos de turrón y polvorones te hinchan tanto que te da la sensación de que, lo único que vas a poder hacer al levantarte de la mesa, es pedirle a tus primos, los fuertes de la familia, que te empujen en dirección a tu cuarto para ir rodando hacia la cama.

Sentir el cuerpo pesado -culpo a la dichosa mayonesa, que equivale a digerir cemento armado- se interpone a la hora de tener algo de intimidad, celebrando el ambiente cariñoso que tanto me gusta de las fiestas.

El sexo es un reto. Pero la pasión no tiene por qué desaparecer del todo (de eso se encarga el pijama anteriormente mencionado).

Déjate de malabarismos o posturas alternativas, eso mejor para el resto del año, e intenta buscar posiciones en las que tu tripa no sufra las consecuencias de la cena.

Nada de poses invertidas que hagan subir la sangre a la cabeza y el marisco a la boca del estómago.

En estos casos, hacerlo recostados sobre la cama, a modo de cucharita, permite libertad de movimientos y que no te siente mal la comida. Además, al estar tumbados, la sensación es de descanso.

Otra alternativa es que puedes aprovechar que estás recogiendo la mesa para darle rienda suelta a tu pasión sobre ella -una vez se vaya la familia, claro- apartando los entrantes, que las salsas salen fatal de la ropa.

En ese caso, una persona de pie y otra tumbada, también permite disfrutar sin que agobie la sensación de pesadez.

Aunque mi alternativa favorita para estos días confieso que es, y será siempre, el sexo oral. Cómodo para los dos e igual de placentero que follar (para muchas mujeres incluso más).

Permite poder disfrutar a un ritmo tranquilo sin tener que estar ejecutando la coreografía de la penetración, que entre el cansancio, la comida y el alcohol es otra de las cosas que termina dando pereza del sexo en Navidad.

Duquesa Doslabios.

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Cómo hacer (bien) un cunnilingus

Cuando un amigo me preguntó cómo se hace (bien) un cunnilingus tuve una ilusión solo comparable a la que creo que sentiría Messi si alguien le pidiera que explicara cómo meter un gol. No es que me considere la Messi del sexo, al menos no hasta que domine el 69 vertical, pero teniendo una vagina entre las piernas, quieras que no, de esto sé un rato.

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Aunque la pregunta de mi amigo no era qué errores no cometer, un tema que había tratado en este espacio con anterioridad, sino cómo hacerlo bien.

En la búsqueda del cunninlingus perfecto, quise compartir con él algunas de las claves en las que, previa encuesta con varias conocidas de diferentes edades vía WhatsApp, todas coincidíamos.

Para empezar, el uso de dientes está muy limitado, ya que se trata de una zona sensible. Es mejor dejarlos solo para la zona de los muslos (a nadie le disgustan mordiscos suaves a modo de calentamiento) y dejar para el resto las partes suaves como los dedos, lengua o labios.

El cunnilingus perfecto necesita tiempo y mucha constancia. Nuestro placer sigue un camino diferente que el masculino, tal y como expliqué en esta gráfica hace un tiempo.

DUQUESA DOSLABIOS

No es una tarea fácil. Estimular a una mujer, sin parar, hasta que llegue al orgasmo, puede dejar a más de uno (o una) con la sensación de que es hasta cansado. Sin embargo, merecen la pena el esfuerzo y la constancia, lo garantizo.

El secreto del cunnilingus perfecto no está en otra cosa más que en el clítoris. Y no, no me refiero solo a la ‘bolita’ que veis asomando al comienzo de nuestros pliegues.

Esa es la zona que queda a la vista, pero el clítoris oculta todo un mundo detrás, ya que continúa por dentro del aparato genital femenino siguiendo una forma similar a una ‘Y’ invertida.

Es por eso que no basta solo con estimularlo con la lengua con una técnica que haría palidecer de envidia al movimiento del cepillo de dientes eléctrico. También un dedo dentro de la vagina realizando un suave movimiento (como si trataras de alcanzar la parte del ombligo desde dentro), como si hicieras el gesto de «ven aquí».

El roce interno estimula las partes internas del clítoris (los dos palitos de la ‘Y’) haciendo que la experiencia sea mucho más placentera. Y de la potencia del orgasmo mejor ni hablo.

Pero si todavía te quedan dudas al respecto, en mi Instagram encontrarás un esquema del circuito básico del sexo oral con el que es imposible fallar.

Duquesa Doslabios.

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¿Qué hacer cuando en la cama te encuentras con un ‘empujacabezas’?

Por mucho que pueda gustarme practicar el sexo oral (siempre con la protección adecuada), hay algo que hace que la experiencia se convierta en una pesadilla: toparme con un ‘empujacabezas’.

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El ‘empujacabezas’ es ese chaval, hombre o señor, aquí la edad es lo de menos, que, en pleno arranque pasional donde el magreo está en el máximo exponente, coloca su mano sobre tu cabeza (porque suele ser sobre la cabeza) y empieza a presionarla para que baje en dirección a su entrepierna.

Cuando eres tú quien está notando que te están redirigiendo a la bragueta, el corte de rollo suele ser inmediato. A no ser que forme parte de un juego de poderes, a nadie le gusta que le impongan lo que tiene que hacer. Y menos en la cama.

Enfrentarse al ‘empujacabezas’ es relativamente sencillo siempre y cuando recuerdes que no está en su mano lo que puede pasar, sino en la tuya.

En una sociedad en la que el sexo es libertad y, sobre todo, igualdad, mi mejor recomendación es parar la acción (a fin de cuentas ya has perdido el interés cuando te empujaba la cabeza) y hablar.

Pregúntale si es consciente de lo que está haciendo y, sobre todo, por qué lo está haciendo, eso le desarmará. Al final el ‘empujacabezas’ no nace, no lleva en el cromosoma Y la información genética que le hace dirigir a las mujeres a su entrepierna, al igual que tampoco va en ese cromosoma una pasión desmesurada por el fútbol.

Toparse con un espécimen de este estilo hace que te preguntes de dónde viene, cuál es su origen.

Aunque quizás no lo sepa, es un hijo más de la pornografía. Se está limitando a repetir un comportamiento que ha visto decenas de veces en las películas y que, según la ficción, da un buen resultado.

Lo que tiene que entender, de ahí la importancia de que habléis, es que tú eres libre de bajar cuando consideres. Es tu decisión y debe ser respetada. El sexo oral no puede convertirse en algo que se hace mediante la fuerza, que es la sensación que nos da al sentir la presión en la cabeza.

Otro motivo por el que puede ser que lo haga es que, directamente, no sepa abordar el sexo oral y termine recurriendo a lo fácil para él, un acto violento que nos hace sentir forzadas.

Y como la clave de todo en esta vida es el diálogo, si por un casual, tú que me lees, eres un ‘empujacabezas’, mi consejo es que esperes a que salga de nosotras (que en algún momento saldrá), en vez de buscarlo con tanta urgencia.

Si por lo que sea te das cuenta de que por su parte no sale nunca, mientras que por la tuya, el pilón es un sitio de paso habitual, te doy el mismo consejo que encuentras unas líneas más arriba: hablar.

Imagínate que tu madre hace croquetas. Las pone en el plato y te empieza a empujar la cabeza hacia ellas. Da igual lo mucho que te gusten o la gran cantidad de amor que le profeses a tu madre.

Tu reacción no sería otra más que responderle con incomodidad que qué hace. No es que no me gusten las croquetas, pero déjame comerlas a mi ritmo, ¿no? Que me las sé meter sola en la boca.

Duquesa Doslabios.

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Cinco consejos para las que no llegan al orgasmo durante el sexo oral

Si estás leyendo este artículo, permíteme decirte, de mujer a mujer, que yo he estado ahí, en pleno momento pasional pensando «Pero, ¿por qué no pasa? ¿Qué falla en mi cuerpo?».

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Así que, en primer lugar, tranquila. No pasa nada raro en tu entrepierna a no ser que te hayan salido tentáculos (en cuyo caso, sí que te recomiendo que veas a un ginecólogo con urgencia).

Pero para todo lo demás, calma. Que el sexo es un mundo, es algo que todas sabemos, pero nuestra cabeza, que también lo es, puede llegar a afectarle.

Antes que nada, para que la experiencia sea lo más placentera posible, préstale atención al ambiente. Intenta que no te pille pendiente del reloj porque sabes que tu hermana está a punto de llegar de la universidad y que tengas toda la calma del mundo para dedicarle tu atención a lo que tiene que ir, el momento.

Si te hace sentir más predispuesta, baja la persiana, o súbela al máximo si lo que realmente te gusta es ver la cara de quien practica la acción. Encuentra algo que funcione, que te haga sentir a gusto y dentro del momento que estás viviendo.

Otro punto clave, dentro de esa atmósfera que has creado, es la comodidad. No solo con la persona, que será un detalle fundamental a tener en cuenta a la hora de que te excites, sino también contigo misma.

Encuentra una postura en la que estés relajada y no sientas la necesidad de interrumpir con «¿Me puedes pasar este cojín?» o «Espera, que pongo esta pierna por encima». Colócate de manera que te olvides de todo tu cuerpo a excepción de la zona que se va a convertir en protagonista.

En pleno relajamiento físico, el mental tiene la misma importancia. No vas a llegar nunca al orgasmo si te encuentras pensando en que se te han acabado los yogures y tienes que ir al supermercado a comprar, que la lavadora ya ha terminado el ciclo corto de lavado, que aún no te has puesto con el trabajo de Sociología o que está llevándote mucho tiempo y que se va a dar cuenta.

Corta y desconecta la mente por lo sano. Bloquea tu cerebro y vive el aquí y el ahora (y tu «aquí y ahora» incluye a una persona entre tus piernas queriendo darte placer, ¿qué puede haber mejor que eso?).

Por supuesto que, si necesitas interrumpir para comentar algo que mejore la experiencia, puedes hacerlo. La comunicación es fundamental si sientes que hay cosas que podrían funcionar mejor (tú sabes mejor que nadie qué te gusta y qué no). Así que deja las vergüenzas fuera de la cama, o del mueble en el que estés apoyada, y habla.

Indica si necesitas más o menos intensidad, qué zona es la mejor para trabajar o si prefieres que, además de la lengua, participen uno o dos dedos. Si el placer es sinfonía, tú eres la directora, y, tu pareja, instrumentista.

Aunque quizás, el mejor consejo es que disfrutes de cada minuto, desde que pierdes las bragas hasta que deslizas la mano por su cabeza pensando «Qué suerte la mía». O incluso hacer más intensa la experiencia contrayendo tus músculos vaginales durante el cunnilingus. ¡Felices orgasmos!

Duquesa Doslabios.

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Sobre el sexo oral y las arcadas

¿Sabéis de qué estoy harta? De las mamadas que te producen arcadas. No porque sea la reacción que desencadenan, no, sino por el tío de turno que te agarra el pelo de la nuca y te empuja la cabeza hacia su entrepierna, como si quisiera fusionarte con su cuerpo haciendo de tu cabeza un tercer testículo, hasta que, cuando ve que empiezas a regurgitar, relaja la presión.

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Lo que podemos reconocerle a las películas eróticas es que han construido una imagen para que una arcada en plena felación resulte estimulante para ellos, llegando incluso a tener una categoría específica de mujeres que las sufren practicando sexo oral. Y lo más fuerte es que es una de las categorías más vistas. ¿Gracias, porno? Todo lo contrario.

A fin de cuentas, una arcada es una reacción del cuerpo, unas contracciones de los músculos respiratorios y abdominales que realiza para provocar el vómito, movimientos que se han vuelto muy populares gracias al cine para adultos. Pero, si te paras a pensarlo, ¿cómo reaccionaríamos si tuviéramos una arcada y jamás hubiera aparecido en el porno?

-Ghhhhhh
-Perdona, Laura. ¿Estás bien?
-Real que casi echo las lentejas
-Tía, no te la metas tanto a ver si vas a potar
-Jajaja ¿te imaginas?

En mi cabeza así sería la reacción normal que tendríamos al respecto sin la ‘arcadización’ de las felaciones.

Imaginemos un caso a la inversa y que cada vez que nos hicieran un cunilingus, si apretáramos más su cabeza contra nosotras, les produjera un estornudo. A nadie le excita que las reacciones naturales del cuerpo hagan acto de presencia.

Que se empiece a toser o estornudar te saca del momento. Incluso si en pleno polvo a alguien le empezaran a dar arcadas nos preocuparíamos bastante (así como escaparíamos del alcance de un posible vómito).

Pero volvamos a ese chico que empieza a estornudar comiéndole todo a su novia. Imaginad que llega un director, decide hacer de eso algo erótico y se pone a grabar escenas constantemente de chicos estornudando mientras bajan al pilón.

¿No os parecería preocupante que una persona tuviera que estar estornudando hasta cinco o seis veces? Parece algo no solo agotador para el pobre chaval que tuviera que practicarlo, sino poco morboso (no conozco ninguna parafilia que consista en ver a gente estornudando).

Una encuesta rápida entre mis amigas, compañeras y hasta seguidoras, me confirma lo que llevo comprobando desde la primera vez que me tocaron la campanilla, las arcadas nos cortan el rollo.

De hecho, hay quienes se emocionan tanto en conseguir la ansiada reacción de película que hacen que termines medio asfixiada, algo que, creedme, hará que nos lo pensemos dos veces antes de volver a pasaros por la cama.

«Me encanta ver cómo disfrutas», se atreve a decir más de uno mientras notas cómo la tortilla del mediodía está empezando a emprender su camino hacia tu boca. Así que si todavía no ha quedado claro, lo voy a repetir: no disfrutamos.

Si de algo me siento afortunada es de haber entendido que, por mucho que el porno marque un camino, yo no tengo por qué seguirlo si no estoy cómoda físicamente o si no lo comparto por mis principios.

Y, os digo desde ya, que tener que sufrir espasmos no es algo que esté dispuesta a hacer. Rebelaos. Que las arcadas vuelvan a recuperar su significado y sucedan solo si hemos comido algo en mal estado.

Ya está bien de seguir promoviendo la imagen de que produce morbo ver mujeres sufriendo. La sensibilidad por parte de muchos hombres cada vez brilla más por su ausencia y lo que empieza por algo tan simple como puede ser tener una arcada chupándola termina en un grupo violando a una mujer.

¿Y todo por qué? Porque han aprendido que, si le salen lágrimas, está sin aire y se encuentra incómoda, es excitante.

Duquesa Doslabios.

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Sexo oral y menstruación, ¿mala idea o buena combinación?

Mucho se ha hablado de los beneficios del sexo durante los días de regla. Se libera la que se conoce como la “hormona de la felicidad”, la oxitocina; los orgasmos ayudan a que, si tenemos dolor, este remita; la sangre puede compensar la falta de lubricación… Y es que a muchas de nosotras se nos pone la libido por las nubes en esos días.

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Pero, ¿qué pasa con los cunnilingus, una de las prácticas preferidas de aquellas mujeres que, como yo, solo alcanzamos el orgasmo mediante la estimulación directa del clítoris?

He de admitir que, de primeras, la idea de que alguien te baje a la entrepierna cuando estás en pleno sangrado, no es que resulte algo muy apetecible para ninguno, a no ser que salgas con uno de los hermanos Cullen.

Por suerte, el sangrado, a excepciones de casos atípicos, no es algo que salga a chorro y de manera constante durante todos los días de regla. De hecho, a partir del segundo o el tercero, la cantidad de sangre se reduce bastante.

Sin embargo, para los momentos en los que es abundante, hay una serie de objetos de higiene íntima que nos permiten seguir disfrutando. No, las compresas no entran en la lista, pero tanto los tampones como la copa menstrual, dejan la zona lista para cualquier tipo de acercamiento.

Gracias a que el aparato reproductor femenino está coronado por el cuerpo carnoso del placer por excelencia, la sangre no llega a afectar a la zona, por lo que ambos pueden disfrutar con la tranquilidad de que las sábanas no necesitarán recambio.

El cunnilingus, además, es una postura perfecta cuando estás con la regla si eliges la versión en la que la chica se coloca boca arriba, ya que en estos días, ponerse al revés resulta molesto para algunas de nosotras (el peso sobre la tripa puede ser inaguantable).

Para los días de invierno, en los que no quieres coger frío, ya sabemos que en plena regla lo que te pide el cuerpo son bolsas de agua caliente que te mantengan la barriga templada, puedes incluso dejarte el jersey puesto y unos calcetines altos que te permitan disfrutar de la experiencia sin que se te congelen los riñones.

Lógicamente, tener o no este tipo de vivencia sexual en el momento de la menstruación, es una decisión personal. Si una de las dos partes no se siente cómoda, en ningún caso hay que forzar la situación, ya que, recordemos, el sexo es para disfrutar.

Pero si lo ves con buenos ojos o incluso con curiosidad, solo que hasta ahora no te habías animado, ya sabes que puedes bajar al pilón sin ningún tipo de preocupción.

Duquesa Doslabios.

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Quien no llora, ni mama ni llega al orgasmo

Tenemos un problema. Y ya sé que es martes y que te da pereza abordar temas importantes antes del miércoles, pero, créeme es urgente. No estás teniendo orgasmos. Pero ni tú ni muchas otras mujeres.

ESCENA DE FARIÑA. YOUTUBE

Porque tenemos una brecha de orgasmos brutal. Piensa un momento, de diez veces que se corre tu pareja, ¿cuántas has terminado tú? ¿Dos? ¿Tres con un poco de suerte si cambiaste el preservativo y a él le duró un poco más la erección?

No me llames exagerada que Canadá me da la razón. El estudio publicado en The Canadian Journal of Human Sexuality mencionaba precisamente que nosotras estamos dispuestas a bajar el doble que nuestros compañeros varones.

El estudio deja claro en qué se traduce esto: muchas mujeres no están recibiendo sexo oral. Solo el 40% de las mujeres encuestadas disfrutaban de que sus parejas bajaran. Y (oh, sorpresa) el 53% de ellas, más de la mitad, habían llegado al orgasmo gracias a esta práctica.

Porque recordemos que la estimulación directa del clítoris es la vía para alcanzar el clímax y solo el 15% de nosotras es capaz de correrse a través de la penetración únicamente.

El estudio también averiguó que el 80% de las mujeres disfrutamos del sexo oral, y aunque no es que hiciera especial falta que indagaran sobre ese tema en concreto (¿a quién no le gusta una buena comida?), deja en evidencia el problema que hay detrás de esto.

Que menos de un tercio de nosotras se siente con la confianza suficiente como para decirle a su pareja qué desea en la cama. Volviendo a los resultados del estudio, es algo que tiene mucho sentido ya que el 59% de los hombres afirmaron no saber qué les gustaba a sus parejas a la hora de practicar sexo oral.

Así que la conclusión parece clara: no podemos echar la culpa de no estar teniendo una experiencia sexual satisfactoria si somos las primeras en callarnos qué es lo que deseamos. Traducción: sigue bajando cuando estés con tu pareja, pero habla más cuando a la otra persona le toque bajar.

El sexo, a no ser que te masturbes, es un juego de equipo y no hay ninguna actualización cerebral que consiga que, de la noche a la mañana, tu pareja sepa qué es exactamente lo que quieres que te hagan, por lo que no te queda otra que hablar y luego dejar que utilicen la lengua contigo. O en ti, vaya.

Duquesa Doslabios.

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