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¿Por qué el pasado sexual de una pareja puede hacer sentir inseguridad?

Al poco de conocer a una persona, entras en esa fase de la luna de miel donde predomina la emoción de ir descubriendo cosas que te gustan.

A la vez que pueden aparecer miedos o inseguridades. Porque, cuando pasas al plano sexual con alguien, ¿quién no se ha preguntado alguna vez si lo estará haciendo bien o le gustará tanto como en otras ocasiones?

pareja beso

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El hecho de que cada persona tenga unos gustos irrepetibles así como el ámbito sexual, que siendo algo tan visceral, escapa de todo control o planificación, es normal que puedas sentirte en terreno inestable.

Y, cuando eso sucede, raro es que no acudan esos pensamientos intrusivos -siempre listos para sabotearte-, de que quizás con su ex lo pasaba mucho mejor que contigo.

Sí, al cerebro le da igual que esta idea de que con quien estás tuviera una vida sexual digna de estudiar por Masters & Johnson sea algo que solo sucede en tu mente.

La sensación de agobio, de miedo, de sentir incluso cierta amenaza por el fantasma de unas experiencias que han tenido lugar en el pasado, no solo es real, sino que se vive en tiempo presente y te deja tocada la autoestima.

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Ahora que ya sabes que es habitual que puedan llegar estas ideas a tu mente (aunque ojalá que no), es buen momento para que hagas un trabajo de autocrítica y te preguntes qué es lo que te provoca esa inseguridad.

¿Es el miedo a que te comparen con otras parejas sexuales y que vuestras relaciones no sean igual de satisfactorias? ¿Que consideras que ha vivido una vida íntima que te causa prejuicios por las prácticas realizadas o la cantidad de parejas sexuales?

¿O es el temor de no ser «suficiente» y que pueda querer a otra persona?

Cualquiera de estas razones puede provocar cierta ansiedad, de ahí que averiguar cuál de ellas es la causante de los recelos es el primer paso.

Una vez se ha llegado a la raíz de nuestras preocupaciones, es más fácil poder trabajar en ello ya sea hablándolo con tu pareja, comunicándole tus emociones o buscando ayuda profesional.

Buena química, buen sexo

De cualquier manera, a veces necesitamos recordar que quien nos gusta es de esa manera también en parte por esas experiencias que ha vivido.

Si nos centramos en su pasado, estamos dedicando la energía a un momento de su vida en el que ya no se encuentra y perdiendo la oportunidad de disfrutar el presente.

Además, en contra de lo que puede parecer con la pornografía, no basamos la satisfacción de nuestros encuentros en que haya un pene o unas tetas de dimensiones industriales, ni que tenga una pulida técnica de hacer el tornado con la lengua cuando te han practicado sexo oral.

Lo que suele convertir los polvos en polvazos es la química.

Que te sientas con total comodidad en su compañía, que te rías si pasa algo fuera de lo esperado, que haya emoción en el momento… Esos son factores que hacen que sea una experiencia difícil de olvidar.

Además, debes recordar que el comienzo no lo es todo. Cuando pasas al plano físico tienes que darle margen al periodo de adaptación en el que aprendes los gustos de la otra persona.

Y, para quitarte la última preocupación de encima, el sexo es solo una parte de la relación en la que además se puede mejorar (como en el resto de ámbitos de la pareja).

Trabajar en vuestra sexualidad compartida es lo que realmente va a hacer que tengáis una vida íntima épica.

Mara Mariño

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¿Es solo un amor de verano o algo más? Fíjate en esto para averiguarlo

Sí, yo también he tenido una historia veraniega en un sitio de ensueño y me he creído que estaba viviendo en una novela de Elísabet Benavent.

Y sí, luego me he dado de bruces con la cruda realidad de que, por mucho que aquello pareciera idílico, estaba destinado a caducar.

amor verano

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En mi caso, tengo claro por qué aquel amor, que me parecía mágico, no pasó la prueba de septiembre. Porque no éramos compatibles con nuestras formas de ser, ni buscábamos lo mismo.

No me había enamorado de él, me había enamorado del verano con él.

Ese es uno de los mayores engaños de las historias que vivimos en esta época del año: el efecto honeymoon de la química inicial, así como la novedad, te hace creer que estáis destinados a compartir almohada el resto de vuestros días.

Pero no, no es amor, lo más seguro es que sean las hormonas que te hacen ver todo de rosa.

Además, al saber que el verano va a acabar, y que hay que aprovecharlo al máximo, te niegas a pensar que las cosas no vayan a funcionar.

Esa mentalidad positiva de que todo va a salir bien es un aliciente para creer aún más en tu aventura sentimental.

Pero, ¿y si hay potencial?

Aunque no son todos los casos, por supuesto. Solo en mi entorno hay por lo menos dos relaciones que han comenzado a salir después de conocerse en viajes de fin de curso, así que no es imposible llegar a otoño (y hasta Navidad).

Para saber si te puede estar pasando, mi consejo es que ‘desmiembres’ el amor de verano.

¿Estás disfrutando del momento y haciendo la vista gorda de algunas cosas que no te encajan o por el contrario, todo va bien porque has dado con alguien que te encanta?

Salir de dudas de si estás enamorándote de la persona o de la persona en verano pasa por fijarse en sus cualidades.

Olvídate de las circunstancias idílicas como los atardeceres, las noches de música o los paseos por la orilla (que ya sabemos gracias a La Isla de las Tentaciones que son los elementos que construyen el romance).

Tienes que empezar a analizar a la persona, a entender si te gusta su forma de pensar, si tenéis en común vuestras prioridades y visión de futuro. Si además de química hay potencial para cultivar una relación de pareja.

Otro consejo es dejar de hacer actividades que os tengan siempre distraídos. Si volviera a darse una crisis sanitaria y os quedarais a solas sin poder tocaros, con la única posibilidad de comunicaros, ¿qué pasaría?

¿Podrías estar hablando con esa persona durante horas?

Si la respuesta es afirmativa, es probable que vuestro vínculo pueda seguir creciendo más allá de los meses de calor.

Cómo y de qué manera integrarlo -una vez vuelva la rutina-, es algo que os toca averiguar (y trabajar en ello).

Mara Mariño

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¿Vamos a funcionar si el sexo es aburrido?

Nunca vas a encontrar a nadie que en la cama tenga el mismo gusto que tú.

Habrá personas con quien tengas mucha química, otras con quien las preferencias sean muy parecidas, pero dar con una ‘media naranja sexual’ es tan irreal como esperar encontrarla en la vida real.

pareja sexo cama

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Y es una de las cosas que más nos cuesta entender y posteriormente negociar, ya que lo tomamos como motivo de incompatibilidad y señal inequívoca de que no puede funcionar.

Pero vamos por partes: ahora que ya has identificado que vuestros gustos no parecen aproximarse lo más mínimo o que la insatisfacción empieza a abrirse camino, el primer paso es sacar el tema (y preferiblemente en un contexto que no sea sexual).

Tener la conversación al respecto no es fácil, porque es un tema privado muy personal que no sabes cómo lleva tu acompañante.

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Además puede despertar vergüenza, timidez y otro tipo de reacciones que hagan que se cierre en banda.

Una aproximación asertiva puede ir desde «Me gusta cuando hacemos esto, pero querría probar esto o esto», «No quiero que hagas cosas que no quieres, pero me gustaría que nuestra vida sexual fuera más dinámica y estas son mis ideas» o «Necesito que hablemos de esto y que mejoremos en este aspecto porque siento que desde hace un tiempo el sexo es algo aburrido/estoy insatisfecha/o con nuestra vida íntima y es algo que valoro en la relación».

El segundo punto es escuchar, saber en qué situación está tu pareja y cómo se siente sobre el sexo y sobre lo que le comentas. De esta manera, identificarás en qué punto está y qué puedes aportar que le ayude a abrirse íntimamente.

Puede ir desde que necesita seguridad emocional o quizás un erotismo a vuestra medida (y no el que ves en las películas).

Porque el tercer punto es llegar a la conversación de lo que os excita y cómo podéis trasladar eso a la relación física, teniendo en cuenta las preferencias del otro.

Un trabajo en equipo

Todos tenemos límites y aprovechar que se ha puesto el tema sobre la mesa, es una buena ocasión para marcarlos.

Pero si los límites son no tener la conversación o no tomarse en serio las emociones por la insatisfacción en la cama, el problema ya no es solo el sexo.

Sí, se puede cambiar una visa íntima monótona en el momento en el que las dos personas están dispuestas a trabajar por ello.

Para hacerlo, hay que ir con calma, pasito a pasito, de la mano, dejando claro que el ritmo lo marcará quien necesite más margen de maniobra y haciendo saber que se puede parar o reconducir si hace falta en cualquier momento.

Decir en alto que se tienen nervios o incluso contar por qué aterra el cambio son otras buenas estrategias. A veces decirlo basta sacarlo del pecho para que se pase el miedo.

Mi recomendación es ‘desde abajo’, por lo que gusta a ambas personas y luego, poco a poco, probar un juguete, una práctica nueva, ver una película excitante…

Es clave comprender que la curiosidad sexual no tiene que ser un deber, algo que se hace por otra persona, sino descubrir sus beneficios.

En el sexo podemos explorar sin prejuicios, alejarnos de lo que somos en el día a día y reinventarnos, ir a por nuestro placer y hacernos sentir bien.

Como cierre, recordar que el sexo tiene que ser divertido para todos los participantes, si solo lo es para una persona, tan buen sexo no es.

Mara Mariño

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La relación entre la ideología política y tu vida sexual

Ayer vivía el final de las elecciones con una expectación que solo las noches de Eurovisión consiguen. Y, por primera vez, con una pareja con una ideología política similar.

Por lo general, en mis otras relaciones, he tenido muchos puntos en común, pero no el de la política.

Algo que, en teoría, es un indicador de cómo se disfruta la vida íntima.

pareja cama

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Un estudio realizado hace unos años entre Match.com y la Universidad de Binghamton confirmaba este interesante dato, usando como muestra una población norteamericana de 5.000 personas.

A las mujeres que más fácil les resultaba llegar al orgasmo era a aquellas que se identificaban con una ideología de izquierdas.

No estamos en Estados Unidos, pero es fácil ver qué causas podrían llevar a que ese estudio tuviera los mismos resultados en España.

Según los investigadores, vivir la sexualidad como algo natural -y no convertirlo en un tabú-, es uno de los factores que hacen que las mujeres votantes de partidos progresistas puedan presumir de conocerse mejor sexualmente.

Tenemos que tener también en cuenta que en nuestro país los partidos progresistas son quienes tienen una postura más bienvenida ante la educación sexual.

Sumándole el empoderamiento femenino y la igualdad en todos los aspectos, queda claro por qué el sexo es mejor si simpatizas con esta ideología.

(De hecho, escribí un artículo hace tiempo de cómo ser feminista podía revolucionar positivamente tu vida sexual).

Lo curioso del estudio es que los participantes con ideología más conservadora, afirmaron tener una mayor satisfacción en su vida íntima.

La razón que dan los expertos detrás del estudio es que al ser conservadores, en cuanto daban con ‘lo que funciona’ en la cama, lo repiten una y otra vez, en vez de buscar nuevas vías o salirse de aquello que da buenos resultados.

Compatibilidad y política

Con estas visiones tan opuestas, podría parecer que tener diferencias políticas es un motivo de peso como para no ir más allá.

Como decía al principio, lo que tenían de nuevo estas elecciones era compartirlas con alguien cuya visión de cómo debería ser el Gobierno se asemeja mucho a la mía.

Y es la mejor prueba de que se puede estar (y muy feliz) incluso con alguien que piensa de manera distinta.

Es algo que también aparecía en el estudio, ya que apenas el 20% de los participantes votó que necesitaba que su pareja compartiera sus opiniones políticas.

Que la relación funcione a pesar de estas diferencias significa que hay muchos más puentes que fortalecen la unión y que se pueden trabajar las distancias ideológicas.

Pero, sobre todo, porque la política no debería ser lo que nos define y separa.

Hoy, mejor que ningún otro día, cabe recordar que merece mucho más la pena trabajar en lo que tenemos en común, que escuchar opiniones distintas puede enriquecernos y que además sienta las bases de discusiones sanas.

Si las relaciones de pareja funcionan pese a la política, porque hay algo más grande detrás que las une -que es el amor-, igual la política también puede funcionar pese a las diferencias.

Porque hay algo más grande detrás que une a los partidos, que debería ser la responsabilidad hacia los 47 millones de españoles.

Mara Mariño

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Estuve con un entrenador y mi relación con la comida se volvió tóxica

Ayer me compré un paquete de galletas. Me apetecían. Y me las tomé dos días después de haber cenado hamburguesa con patatas.

Algo que no tendría por qué tener nada de especial con la diferencia de que, hace unos años, habría sido incapaz de hacerlo por lo que pudiera decirme mi novio de aquel entonces.

relación comida mujer

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Abracé el mundo del deporte gracias a la recomendación de una psicóloga y me aficioné más a él cuando empecé con mi ex, entrenador personal.

El ejercicio y la alimentación saludable eran los otros dos miembros de la relación.

Al ser su profesión, para mí se convirtió en lo más normal del mundo adaptar mis hábitos a su estilo de vida.

El cheat meal (la comida basura) solo podía ser el sábado, el destino vacacional preferiblemente con gimnasio, en la cesta de la compra no entraban snacks de ningún tipo y, cuando llegaba el verano, era el momento de pesar con báscula todo.

En varias ocasiones me encontraba pensando que tenía mucha suerte de tener una pareja tan preocupada por la salud.

En otras, solo sentía el enfado por la merienda: un sandwich de pavo cambiando el pan por hojas de lechuga, porque ya había consumido las calorías que me correspondían ese día.

Hace unos años, no me parecía extraño que me quitara la bandeja de frutos secos de la que estaba picoteando porque ya había «comido suficiente».

Tampoco que el día de mi cumpleaños, como estábamos en déficit calórico, solo pudiera tomarme un trocito de una versión más saludable de una tarta (ni una tarta ‘normal’ podría tomar…).

O que en Navidad solo tuviera la mañana del 25 de diciembre para tomar una porción de roscón y pasar el resto de las celebraciones sin tocar los polvorones o turrón, que son de las cosas que más me gustan.

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La culpabilidad que me producía escuchar algunos comentarios por su parte, me llevaba a que si comía algún dulce que por un casual había sobrado de un cheat meal anterior, me organizara para sustituirlo antes de que volviera a casa para que no se percatara.

Pero lo peor eran los 3 meses previos al verano, cuando con la cinta métrica tomaba medidas de nuestros cuerpos y llevábamos la cuenta de los centímetros que decrecían los contornos de la cintura o los muslos.

Cuanto más bajaran las cifras, más me motivaba él a seguir por mucho que mis niveles de ansiedad eran inversamente proporcionales.

Hace unos días, hablándolo con una amiga, me contó una experiencia parecida tras haber estado, como yo, varios años en una relación con un entrenador personal.

Lo que ambas teníamos en común era la liberación de comer, a día de hoy, como se nos viniera en gana sin ningún remordimiento ni un novio que vigilara con lupa nuestro menú.

Nuestra relación con la comida empezó a mejorar al poco de que las parejas terminaran y por eso hoy vivo con una curiosa satisfacción de que si algo me apetece -sea el día de la semana que sea, haya entrenado o no, sea verano o invierno-, pueda comerlo sin restricciones externas.

El policía de la nevera

La pregunta que me hice al conocer las similitudes con la historia de mi amiga fue si más mujeres en relaciones con entrenadores personales habrían terminado teniendo esa relación tan negativa con la comida (y sus cuerpos).

No hay datos como para poder hablar de un patrón que puede nutrirse inconscientemente de la violencia estética que sufrimos las mujeres.

Además, hay entrenadores que no tienen ningún problema en tener como parejas a personas que no comparten sus hábitos.

Pero sí que encontré foros donde mujeres denunciaban el control de sus novios (sin estar ligados al sector fitness) en la dieta y preguntaban cómo cambiar la situación.

Además hablamos de casos en los que además es claro el body shaming o incluso tácticas más radicales como que les tiren la comida más calórica o la escondan para que no se la coman, situaciones que sí podrían definirse como abuso.

En mi caso, siento que, sencillamente, lo tenía normalizado y no había caído en lo disfuncional que era.

Así como el efecto tan negativo que tenía en mi salud mental no poder disfrutar de alimentos en ciertos momentos de mi vida hasta salir de la relación.

Pienso que si volviera a ese momento, habiendo identificado el problema y la incomodidad que me generaba al respecto, lo hablaría con mi pareja y, quiero pensar, se habría solucionado.

Le diría que soy una adulta funcional que es libre de elegir lo que come, cuándo, cómo y dónde y él debe respetar esa decisión. Que no soy una modelo de fitness ni él un policía asignado a controlar mi dieta.

Que a veces solo quiero un Kinder Bueno.

Mara Mariño

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El ‘fexting’, la forma de discutir con tu pareja que deberías evitar

Creo que podemos estar de acuerdo en que, a través de una pantalla, todo es peor: leer un libro, intentar conocer a alguien, pero sobre todo discutir con tu pareja.

Lo que no sabía -pese a ser toda una experta en la materia de discutir y de discutir por mensaje-, es que se conoce como fexting (fighting over text), aunque en castellano lo llamamos «tener una movida por WhatsApp».

mujer con teléfono

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Sí, admito que en varias ocasiones, y con diferentes parejas, he caído en la rutina de estar mandando mensajes cada vez más y más enfadada.

En el momento en el que la tecnología nos da la opción de estar en contacto en cualquier momento del día, resistir las ganas de posponer una discusión a cuando se esté en persona, es todo un reto.

Y sobre todo si, como yo, eres de mecha corta y en cuanto te enfadas necesitas soltar el rebote y no dejarlo en reposo.

Pero según los expertos (y como habrás podido comprobar) ponerte al teclado a decirle a tu pareja lo mal que te ha sentado cierta cosa, es la peor de las ideas.

No solo no soluciona nada, sino que encima te sientes peor conforme se desarrolla la conversación. Terminas teniendo que solucionarlo en persona.

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Esto se debe a que no es una manera efectiva de mantener un diálogo. Los fallos en la comunicación se dan por todas partes.

Desde que el enfado se cuela en el mensaje y al no ver cómo afecta a la otra persona sentimos más frustración al hecho de que puede que pillemos a quien recibe los mensajes haciendo otra cosa y no sea capaz de contestar en el momento (provocándonos que nos están ignorando aunque no sea el caso).

El chorreo de sentimientos negativos se traducen en una serie de mayúsculas o exclamaciones -la versión digital de ‘estoy subiendo la voz’- que cuestan de digerir.

En conclusión: todo por mensaje se magnifica y se pierde información lingüística del lenguaje corporal y paralenguaje (cómo se comunica el mensaje a través del tono, volumen, etc).

Menos fexting, más llamadas

En un mundo ideal, si quieres discutir con tu pareja y en ese momento es imposible, deberías ser capaz de aparcar el mosqueo hasta que se dé la ocasión de hablarlo en persona.

Pero si es algo que aún tienes pendiente trabajar o es algo que no puede esperar, la solución no es correr al teclado.

Siempre es mucho mejor hacer una llamada telefónica.

Por mensaje tiendes a soltar todo lo que se te pasa por la cabeza y, al no tener que interrumpir tu discurso para escuchar a la otra persona, los mensajes se solapan y te pierdes entre tanta notificación.

Eso, vía llamada, es más difícil que suceda. Además, escuchar la voz de la otra persona acorta esa distancia física y es un puente tendido hacia la resolución del conflicto.

Para terminar, quiero recordarte que discutir es un punto muy vulnerable para todos los participantes.

Las emociones están a flor de piel y pueden llegar a penetrarse en tu discurso.

No hace falta que te diga que cualquier expresión de enfado o ira va a alejarte más y más de llegar a un punto de encuentro, así como utilizar apelativos ofensivos y hablar de manera pasivo-agresiva.

Lo que sí te ayuda a expresarte y que te entiendan es hablar desde cómo te han hecho sentir las circunstancias que os han llevado a discutir.

No es un «es que tú has hecho/dicho» sino un «es que yo me he sentido así».

Y sobre todo, si quieres progresar con tu pareja, no caigas en el fexting y llama.

Mara Mariño

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Para hacer un trío de forma ética deberías…

Una de las preguntas que más recibo por redes sociales es «Hola Mara, mi pareja y yo queremos hacer un trío, ¿cómo empezamos?».

Y, una vez se ha llegado a ese punto, que para muchas personas es el más difícil por la gestión emocional y la comunicación que conlleva, diría que el primer paso es procurar que sea una experiencia lo más ética posible.

trío ético

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Ni qué app descargaros ni qué local swinger es el mejor para encontrar personas del mundo liberal, uno de los factores más olvidados de los tríos (cuartetos, etc) es cuidar el factor humano.

Algo que merece la pena refrescar, sobre todo si tenemos en cuenta que hay ocasiones en las que, estos encuentros, se convierten en una búsqueda del tesoro fetichista.

Si queremos probar la experiencia de tener una relación sexual distinta, con más participantes que normalmente, no digo que la tercera persona no nos parezca atractiva, pero que no sea solo dar con alguien a quien se erotiza.

Hay una diferencia entre querer compartiros en pareja con alguien más y usar el trío como una excusa para que alguien cumpla su fantasía.

Se trata de vivir la experiencia de tener sexo con otra persona, priorizando el disfrute de práctica como algo completo entre tres personas adultas, y no tratar a nadie como un juguete sexual.

Ni tampoco como un/a participante de segunda porque no pertenece a la relación principal. Independientemente de los vínculos afectivos, en la cama no debería haber jerarquías, sino igualdad de condiciones y placer.

Porque, aunque solo sea para un rato de disfrute, todos merecemos un trato respetuoso.

Pasa lo mismo con el cariño, otro factor que habría que contemplar para que el trío fuera lo más ético posible.

No necesitas convertir a esa persona en tu pareja ni darle el mismo nivel de afecto, pero como puede ser un poco intimidante entrar como tercer elemento, el cariño es la vaselina que facilita la participación.

Protección, límites… ¡Y el taxi!

Si esa persona se ha desplazado o se ha hecho tarde, interésate por cómo va a volver a casa o si se quiere quedar hasta que sea una hora menos intempestiva.

Pero si, por lo que sea, no os apetece que pase la noche, pero ha venido a propósito, ofrécete a participar económicamente en la vuelta.

Hacer un trío de forma ética pasa por convertir la sinceridad en la base del encuentro. Lo que incluye decir si tienes/tenéis alguna ITS y, sobre todo, usar protección.

Es también cuidar de los demás no hacer prácticas de riesgo.

Para terminar, el hecho de que vaya a ser una experiencia puntual, ni que haya accedido a participar, no significa que tengas barra libre de lo que sea que te hayas planteado esa noche.

Sentarse previamente y decir en voz alta cuáles son los límites y expectativas es un buen punto de partida.

En caso de que no haya habido esa conversación, siempre se puede ir chequeando («¿Te apetece que pasemos a…?», «¿Te gustaría que mi novio hiciera…?»).

Y, por supuesto, no someter a esa persona a ningún tipo de presión.

¿Dirías que cumplís o cumpliríais los requisitos para que fuera un trío ético?

Mara Mariño

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¿Y si lo deseable en una pareja es que tenga ‘beige flags’?

Hace poco me decía una amiga que le gustaba quedar conmigo porque no hacíamos cosas ‘locas’ como con el resto de sus amigos, sino que hacía cosas de ‘adulta’. No me llamó aburrida, pero por la descripción sonaba justo a eso.

Yo soy lo que en el panorama de citas actual se consideraría una beige flag andante.

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Permite que te introduzca este nuevo concepto, porque la diferencia entre red flag y green flag ya te la sabes, ¿no?

Mientras que las green flags son cualidades positivas que apreciamos en alguien, las red flags son todo lo contrario, señales de alarma o indicativos de que mejor salir de ahí cuanto antes.

La beige flag es la neutralidad y, por lo que se ve en el caso de quienes cuentan las beige flags que se han encontrado en otras personas, cosas como que conduzcas muy despacio, que prefieras una agenda en papel antes que la del móvil, que te lleves una silla y una sombrilla a la playa o que te encanten los Crocs.

En definitiva, es algo que no molesta, pero que está ahí. Y tampoco es lo más emocionante del mundo.

Y yo, como buena defensora de este tipo de banderas, he de decir que las considero las nuevas green flags porque son la prueba de que estamos ante una persona normal.

Me explico. Socialmente relacionamos el enamoramiento con idas y venidas, subidas y bajadas por el chute hormonal.

Además, según las series y películas, relacionamos amor con aventura y expectación, con una persona que nos tiene la cabeza descolocada y no sabemos por dónde va a salir hoy: si vendrá a casa con un ramo de flores o ignorará los mensajes mientras sufrimos por esa frialdad.

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Pero eso al final es una muestra de que se está teniendo un amor sin ningún tipo de estabilidad ni evolución, que nos mantiene en un estado ansioso e inseguro.

En cambio una persona estable, rutinaria, se mueve en la tranquilidad y es eso lo que busca y transmite en su vida, por lo que la relación no va a ser una montaña rusa, sino un apacible paseo.

Es más, cuando vivimos con alguien de serenidad tendemos a pensar que se ha apagado la llama o que la relación no da más, cuando es en esa calma que se puede construir la confianza en quien sabemos que no nos va a fallar y por tanto el vínculo se fortalece.

Mi conclusión es que mientras sigamos viendo que las personas normales son las que se deben evitar, caeremos de cabeza en quienes llevan las red flags, que son el auténtico peligro.

Y encima nos creeremos que eso es amor de verdad.

Mara Mariño

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¿Hablar mal de tu ex te ayuda a pasar página?

Me he ido de compras, he jugado a videojuegos, he estado en la cama con la persiana bajada llorando mientras escuchaba en bucle Lana del Rey y me he ido a echar un billar con un chico que me gustaba.

Cuatro situaciones que tienen en común el mismo motivo: estaba en pleno proceso sentimental de pasar página.

mujer triste relación pareja

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Si cada relación es un mundo, con cada ruptura (o manera de superarla) pasa lo mismo. Sí, hasta cuando no ha llevado la etiqueta de ‘noviazgo’.

Porque todo se resume en qué hacer con esos sentimientos que tenía hacia alguien que ya no está en mi vida.

Ahora que hemos normalizado ir a terapia o buscar soluciones asertivas por nuestra cuenta, sabemos la teoría de sobra.

Estar con amigas, arroparse en la familia, pasear, moverse, mantener actividad, distraerse…

Pero, ¿y si un hábito cuestionable nos fuera de maravilla para cerrar el capítulo emocional?

Hablo de echar pestes, poner verde, de hablar mal.

Quiero reivindicar que puedas estar con alguien que te escucha, con quien puedes decir en alto todo lo que no te gustaba.

Las dificultades de la relación, los momentos complicados, lo que te hizo sentir mal, lo mucho que te dolió todo…

Los beneficios de ‘rajar’ de tu ex

Lo considero algo sano que muchas veces nos negamos por considerarlo incorrecto. «¿Qué clase de persona soy hablando mal de otra?», pensamos.

Pues una normal a la que le viene de maravilla ese ejercicio para procesar sus emociones actuales. No necesitas ser un modelo de comportamiento si el cuerpo te pide soltarlo todo en alto.

Ya llegará el momento de ser una expareja ejemplar.

Pero también te ayuda a ser consciente de las cosas viendo lo que, quizás en plena melancolía de haber terminado el vínculo con esa persona, no eras capaz de identificar.

Y, por supuesto, de relajar la tensión de la carga emocional negativa que llevabas a tus espaldas.

¿Hay alguna sensación comparable a lo bien que te sientes después de desahogarte de todo lo que te molestaba? Ni ir a un spa, no tengo pruebas pero tampoco dudas.

Antes de que te plantees si es sano hacer algo de este estilo, déjame decirte que la forma sana es la forma que te sirva para seguir adelante dejando eso archivado.

Y no se me ocurre un mejor ejemplo de quien últimamente ha hecho esto que Shakira, cuando decir las cosas en alto te ayudan a dejarlas atrás, es una razón más que convincente para probarlo, ¿no?

Aunque hay una fina línea entre hacerlo como parte de un momento de transición en el que estás digiriendo las cosas y quedarte en esa fase de manera indefinida.

Puedes identificar que se ha convertido en un problema si no hablas de otra cosa más que de la ruptura o lo mal que te hizo sentir o es lo único en que piensas.

Una buena razón para salir de ese bucle, creas o no en manifestar o en leyes de atracción, lo que tienes por seguro es que tu energía está puesta en alguien que no eres tú.

Y deberías dedicártela a ti.

Mara Mariño

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Estar en relaciones de parejas largas me han enseñado que el sexo…

Fluctúa, porque hay ocasiones en las que se da de manera seguida y otras en las que disminuye de manera drástica.

Y que además es casi imposible prevenir cuándo van a darse las distintas temporadas.

Pareja cama sexo

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Puede ir desde un periodo de vacaciones alejados de todo, donde solo apetece estar desnudos, a un momento de estrés laboral cuando la libido cae en picado.

A diferencia de los encuentros esporádicos con alguien, donde por norma general, cada polvo se vive con la máxima intensidad, fruto de la tensión sexual y la novedad, en las relaciones largas existen los polvos perezosos.

Sí, sabrás a cuáles me refiero si te has despertado de una siesta, aún con sueño, y querías un orgasmo pero sin la parafernalia del sexo.

Uno de esos casuales, fáciles, sin florituras ni adornos, un mete-saca rapidito o tocaros sin más.

El placer de vaguear por partida doble.

En pareja también tienes que aprender a lidiar con la frustración del rechazo. Porque llevando tiempo juntos, eres capaz de entender que no tiene por qué apetecerle y que no tiene nada que ver contigo.

No tomártelo como algo personal, no dejar que afecte a tu autoestima y buscar una alternativa por tu cuenta si lo que quieres es un rato de intimidad, es la manera más sana de asumirlo.

Sobre todo porque tu vida sexual no depende única y de manera exclusiva de tu pareja. Gran parte será en su compañía, cierto, pero al final debes responsabilizarte tú de tu placer cuando se dan esas situaciones.

Y se darán, créeme.

Lo de que estando juntos es mucho más fácil encontrar momentos es una verdad a medias.

Cada uno tiene su vida y su organización de la jornada, pero más allá de eso, el pico de deseo suele aparecer en momentos diferentes del día.

En resumen, coincidir no es el pan de cada día.

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Además, al igual que adquieres el compromiso de trabajar en la relación teniendo conversaciones largas y asertivas sobre algo que queréis mejorar, el enfoque en la vida sexual debe ir por el mismo camino.

Ambas personas deben implicarse activamente y escuchar los deseos y gustos del otro.

Salir de la rutina, encontrar momentos de calidad y probar cosas nuevas son consejos que pueden (y deben servir) a la relación de cara al público y a lo que suceda en la intimidad.

Aunque quizá una de las cosas que más me ha sorprendido es que, el hacerlo a escondidas, o de manera más discreta, no se termina cuando te independizas de casa de tus padres.

Si no que continúa en la edad adulta cuando tienes visitas o cuando entran niños en la ecuación.

Si me tengo que quedar con mi enseñanza favorita después de analizar mis relaciones de pareja más largas, diría la confianza absoluta.

Esa de desnudarte delante de alguien y saber que da igual en qué momento de la regla estés, si por lo que sea has decidido dejar de depilarte -algo muy válido, dicho sea de paso-, o si la pedicura está descascarillada vas a parecerle igual de deseable.

Pero también la seguridad de que puedes experimentar todo lo que se te ocurra y más sabiendo que es con alguien a quien conoces tanto que, con tan solo una mirada, sabe si quieres seguir o necesitas parar.

Mara Mariño

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