Archivo de octubre, 2022

Maltrato en pareja: por qué se recurre a la violencia, cómo detectarlo… Esta psicóloga resuelve las dudas más frecuentes

‘Esa historia algo tóxica’ es como, a día de hoy, sigo refiriéndome a lo que mi psicóloga llamó «relación de maltrato».

Una especie de salvoconducto que me permite hablar de ello sin que mi mente reproduzca algunas escenas.

pareja maltrato

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Supongo que no había comprendido que aquel mote le quitaba peso (o más bien gravedad) a la situación.

Era mi particular mecanismo de defensa.

Y ha sido entrevistando a Isabel Zanón, psicóloga feminista (@isabelpsicofem en Instagram), que he entendido mejor este apaño de mi cerebro sobre la forma de expresarme sobre esa historia.

Para la psicóloga, usar «tóxico» nos supone una alternativa sencilla.

«Nombrar la violencia es como mínimo, incómodo. Sin embargo, cuando hablamos de toxicidad en lugar de nombrar la palabra violencia, estamos olvidando el contexto y relegando el problema a una ‘cosa de pareja’, a la esfera privada, lo cual es peligroso», afirma.

Hablar con ella es reabrir mi personalísima caja de Pandora y resolverme las dudas que, ocho años después de haber vivido esa relación, aún me acompañan.

¿Podría haberme defendido? ¿Podría él haberse tratado? ¿Por qué a mí? ¿Por qué él? ¿Por qué todos los casos que conozco son tan parecidos que casi parecen calcados unos de otros?

Sobre la última pregunta, Isabel me explica que esa semejanza tiene su razón en las formas del patriarcado, que «mutan a medida que lo hacen las personas, su estilo de vida y sus códigos sociales».

«Si hablamos de violencia, estaremos poniendo el foco en que hay una estructura, una jerarquía de poder en que una parte ejerce ese poder (el hombre) y la otra se somete (la mujer)», explica.

No son solo el control y los celos las conductas violentas, también se encuentran «las que tienen por objetivo aislar socialmente, las humillaciones en público o en privado, la descalificación, el acoso, la indiferencia afectiva o la manipulación, así como las amenazas. También solemos encontrarnos con unos inicios de relación muy positivos, casi abrumadores».

Me ha rondado la cabeza en varias ocasiones la pregunta de cómo se llega a ese punto. Cuando algo hace ‘clic’ y empiezas a tratar mal a tus parejas.

La clave, como me explica la experta, está en los agentes socializadores, individuos, grupos como la familia o instituciones como el colegio, por poner unos ejemplos.

«Los agentes socializadores de estos hombres que maltratan son muchos: hombres sexistas a su alrededor, carecen de referentes más igualitarios con las mujeres o que asuman que es importante hacer autocrítica sin ponerse a la defensiva, la pornografía es otro importante agente socializador, el grupo de iguales, que a menudo también tiene muy normalizado e incluso romantizado el sexismo y conductas como la dominación, el control o la humillación», aclara Isabel.

«Aprenden de distintos canales y amparados por un sistema violento en muchos más aspectos: vivimos en una sociedad en la que la violencia no tiene demasiadas repercusiones porque se normaliza y se legitima como forma de resolver conflictos y mantener privilegios».

¿Es cierto que el maltrato suele estar relacionado con las inseguridades y personalidades muy narcisistas? Es decir, ¿hay predisposición a que este tipo de personas se conviertan en maltratadoras?
Hay muchos factores de riesgo para que un joven o adulto ejerza violencia contra las mujeres: se ha estudiado que la baja autoestima puede ser uno. También el ponerse siempre por delante en tanto que a los niños se les educa para ser cuidados y pensar en ellos, lo cual no quiere decir que esté mal. El problema es que a nosotras en lugar de en el YO se nos educa en los OTROS y por eso nos ponemos casi sistemáticamente en segundo lugar. A ellos no se les educa en la empatía y a nosotras se nos educa en la sobreempatía: se espera de nosotras que seamos comprensivas incluso con quienes no nos tratan bien. Otros factores de riesgo podrían ser el bajo control de impulsos, las creencias sexistas, las creencias de amor romántico…

Los rasgos narcisistas tienen que ver con sentirse por encima o mejores que otras personas, pero en realidad beben de una autoestima bastante baja. No tienen problema en violar las normas o en saltarse los límites de otras personas con tal de dominar y conseguir una imagen exterior positiva. Son habituales los comportamientos que buscan humillar y crear confusión psicológica.
Sin embargo, no hay un solo perfil de maltratador igual que no hay un solo perfil de mujer que recibe violencia. De hecho, es importante huir de esas visiones estereotipadas que a menudo solo hacen que si nos topamos con un chico con carisma y de maneras tranquilas o con una chica de modales bruscos y con la rabia a flor de piel descartaremos automáticamente que puedan estar en una relación de violencia por el simple hecho de no entrar en el ‘perfil’.

Te puede interesar leer: Síndrome de Wendy: cuando en vez de su novia te sientes su madre

¿Yendo a terapia pueden cambiar su forma de relacionarse (y por tanto de dañar a sus parejas)?
Opino que sí, pero es muy complicado. Seguramente solo será efectiva una terapia específica y solo suelen acudir a esta por orden judicial, cuando la violencia que han ejercido ha sido tan grave y explícita que se han tenido que tomar medidas judiciales. Y a menudo por desgracia, ya es bastante tarde. El primer paso que tienen que dar es reconocer la violencia y entender que nada la justifica. Que una cosa es tener conflictos en pareja y otra muy diferente responder con violencia, maltrato y trato desigual. Hace falta un trabajo profundo en cómo se ven y viven las relaciones, no es solo una cuestión de trabajar en la empatía, la rabia o la resolución de conflictos.

Además de ser específicas, estas terapias deben durar lo suficiente y en ocasiones no se ponen los recursos adecuados para que así sea. Muchas de estas personas no son capaces de hacer ningún tipo de autocrítica, se ceñirán a su versión de los hechos y en caso de acudir a terapia, podría ser que lo hicieran como una forma de defender su imagen pública o incluso como medio para recuperar a la pareja.

¿De alguna manera pueden los amigos y familiares detectar que se encuentran ante un maltratador?
No es sencillo, pero sí pueden. A menudo se comenta que todas las mujeres conocemos a alguna mujer que está recibiendo violencia, pero curiosamente nadie conoce a ningún hombre que la ejerza. Esto no es prueba de que ellas mientan o exageren. Es prueba de que el sistema social normaliza y ampara la violencia. Por eso es importante que el entorno deje de mirar a otro lado, esté más atento y pueda hablar con la persona en cuestión. Porque es responsabilidad de todo el mundo.

Independientemente de si creemos que esta persona puede o no cambiar, lo ético sería no legitimar a alguien que no trata bien a otras personas. Es posible detectarlo viendo cómo se comporta con su pareja, aunque no siempre lo mostrará en público. Pero a menudo, se escapan gestos de una parte o de la otra que delatan la verdadera naturaleza de la relación: dominación-sumisión.
Es posible prestar atención a cómo habla sobre la relación o sobre su pareja. También es importante observar cómo se comporta su pareja cuando él está cerca y en general, qué estado de ánimo muestra.

¿Hay alguna manera de que la víctima se pueda defender de estas estrategias de control?
Es difícil porque algunas de las secuelas de la violencia de género son que la mujer se inhiba, desconfíe de ella misma (incluso de sus propios sentimientos), disminución de la autoestima, desvalimiento, confusión, culpa y dudas sobre las propias capacidades y sobre todo, una gran dependencia emocional. Lo primero es tener identificadas esas estrategias de control y ponerles nombre. Darles la importancia que tienen. Poner cuanta más distancia mejor, para que sea más difícil volver a entrar en el laberinto.
Hacer uso de la autodefensa feminista, que nos da algunas pistas de cómo defendernos de la violencia.

Por ejemplo, necesitaremos mucho entrenamiento en conectar con nuestra propia intuición, con nuestras sensaciones de malestar y con nuestra voz. Será importante también conocer y reconocer nuestros derechos. Por último, necesitaremos también una red de apoyo, por pequeña que sea, que entienda que lo habitual es normalizar la violencia, también la recibida. Esta red de apoyo, cuando sea conocedora de lo que ocurre, debe estar siempre disponible y armarse de paciencia, para derribar los muros de la vergüenza que normalmente sentirá la víctima; especialmente, si sufre recaídas. En estos casos se necesita una red que no la juzgue en ningún sentido.

¿De qué manera el apoyo es vital tanto para la víctima como para el agresor que quiere cambiar su comportamiento?
Por el mismo motivo por el que el iceberg de la violencia no tiene razón de ser sin la base, que es la estructura social, entre la que se cuentan las otras personas, las redes de cada cual. Y es que el posmachismo resta importancia y niega la existencia o magnitud de la violencia contra las mujeres. El apoyo ha de ir dirigido a romper el aislamiento, a tender puentes, a paliar las secuelas y a ofrecer espacios seguros donde procesar lo vivido e integrar nuevas maneras de relacionarse desde el buen trato.

¿Cómo puede la educación prevenir que nuestro hijo (o hija) se convierta en maltratador?
Con mucha prevención para no llegar tarde. Es importante que los niños aprendan a relacionarse con niñas viendo a hombres
igualitarios relacionarse con mujeres no sumisas. Y es que la violencia en pareja solo puede ser ejercida por quien está en una posición de poder. Claro que hay mujeres que tratan mal a sus parejas, pueden hacer uso de conductas de control, humillación, etcétera. Y esto es intolerable porque no se daña a quien se quiere.

Sin embargo, tanto la estructura social (que legitima la superioridad y dominación de los hombres) como los datos, avalan que son ellos quienes ejercen esa violencia efectiva. Las relaciones de maltrato en la pareja han sido identificadas por el feminismo, pero no es un problema que debamos resolver las mujeres, es un problema que deben resolver los hombres. Y esto empieza por educar a los niños cuando son pequeños. Recordemos que sin agresor, no hay violencia.

¿Cómo gestionar que tu ex, que te ha maltratado, vuelva a contactarte diciendo que ha cambiado?
Tapándote los oídos y observando. Observando cómo se comporta, lo que hace y también observando cómo estás tú, tus emociones y tu cuerpo. A menudo lo que nos dicen, así como lo que nos cuenta nuestra cabeza, hay que contrastarlo con el cuerpo, que no engaña. Recordemos que hay algo llamado ilusión de control, que nosotras mismas podemos sentir (estemos en una relación de pareja de violencia o solo insatisfactoria): y es que los mitos románticos nos predisponen para aguantar, insistir y quedarnos en relaciones que no nos aportan porque nos quedamos atadas a la idea de ‘cambio’ y ‘potencial’ de la pareja.

Creo que es importante gestionarlo contándolo en el entorno, pero también trabajando mucho en nuestra autonomía y en construirnos una vida que nos encante. Es más difícil que nos convenzan cuando llevamos una vida rica y basada en nuestros valores. Si no estamos seguras de poder aguantar sin que nos vuelvan a arrastrar, no esperemos a tocar fondo: hay que pedir ayuda profesional.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Algunos consejos de ‘sexting’ para personas a las que les cuesta escribir

A estas alturas de nuestra relación deberías saber lo mucho que me gusta escribir. Para trabajar aquí, para emocionar cuando una amiga me pide un brindis en su boda y para excitar, por supuesto.

No hay mayor superpoder o sensación de control que saber que con tus palabras puedes excitar a alguien sin tocarlo.

Y es que, como el microondas, los mensajes subidos de tono tienen un único objetivo: calentar.

Para calentar hay que ir a ese órgano sexual por excelencia, el cerebro. Pero ¿cómo estimularlo?

sexting chico teléfono móvil

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Una de las formas más sencillas es atemperarlo mediante recuerdos.

Narrar historias que ya han pasado, hace que la otra persona las vuelva a vivir dándole una puerta de escape de su presente. Ejemplo: «Recuerdo cuando cogiste mi juguete morado y lo colocaste sobre mi clítoris. Tuvimos que meternos en casa porque se había asomado gente a la terraza de enfrente»

Pero, ¿para qué quedarse en la realidad pudiendo inventar una fantasía?

Te puede interesar leer: Relato erótico sobre sexo oral

«No nos conocemos, pero vengo de la Tierra Media. Soy una elfa guerrera, capitana de los ejércitos de mi raza, y necesito tu ayuda. ¿Me acompañas en esta aventura?».

O jugar a crear situaciones hipotéticas: «¿Qué harías si apareciera en tu casa llevando solo una gabardina y nada debajo de ella?»

Es clave, cuando nos comunicamos a través de la palabra, que las descripciones vengan acompañadas con todo lujo de detalles.

Contar con los cinco sentidos logra que el cerebro pueda reproducir la historia: «Has vuelto de salir a correr. Puedo oler tu sudor y eso me anima a levantarme para frenar la gota que ha empezado a bajarte por el cuello y saborear la sal de tu pecho».

«¿En qué piensas cuando escuchas mis gemidos?», «¿Podrías describir mi sabor?»

Para que la otra persona se sienta aún más involucrada puedes jugar con la interacción: «Quiero saber cómo te gustaría que siguiera/¿qué quieres que haga con mis manos?»

Y, aunque soy partidaria de limitarlo a los mensajes (porque para mí, no hay nada como un buen texto erótico), también puedes añadir una foto.

No, tiene por qué ser un selfie de tus genitales. ¿Has pensado en otras partes de tu cuerpo o un objeto o lugar que vayas a utilizar en el relato? Cualquier cosa puede funcionar.

«Te voy a mandar una foto para que des rienda suelta a la imaginación», «¿Tienes curiosidad por ver qué llevo ahora mismo?» o «Quiero que te imagines que la mano que sale en la foto es la tuya».

Para terminar, acompañar la historia con notas de voz es otra manera de despertar las ganas.

Mi mejor amiga y yo tenemos competición de las voces más sexys del mundo. Esas que excitan hasta cuando dicen «declaración de la renta».

Así que si sientes más confianza con las notas de voz, solo necesitas darle a ‘grabar’ aplicándote los mismos consejos.

No importa el formato, lo que importa es disfrutar del juego.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Síndrome de Wendy: cuando en vez de su novia te sientes su madre

Tengo una amiga que, estando en una relación, estaba pendiente de limpiar y recoger todo lo que iba manchando su pareja, de que nunca faltara en la nevera lo que a él le gustaba.

Hasta empezó a dedicar sus horas libres a arrancar un proyecto laboral de su novio para que este pudiera ‘cumplir sus sueños’.

Esa amiga cayó en el Síndrome de Wendy. Y la amiga soy yo.

pareja discusión

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Veía la película de Peter Pan con la misma cercanía con la que veía mi día a día. Como hermana mayor, estar pendiente del pequeño de la casa siempre ha sido lo más natural del mundo.

Querer protegerle y ayudarle en todo lo que estuviera en mi mano era mi forma de mostrarle mi cariño.

Podía sentirme identificada con Wendy, que vigilaba que sus hermanos pequeños estuvieran siempre a salvo y cómodos y lo hacía extensible a Peter Pan.

Años más tarde, aquello salía a la luz en mi relación de pareja. Yo estaba convirtiéndome en su madre sin darme cuenta.

Nadie me había dicho que tenía que asumirlo, como tal. No me habían sentado en una sala a aleccionarme sobre cómo debía hacer para que no le faltara de nada.

Pero al verle tan ‘dejado’, directamente asumí el rol de cuidadora sin tener una conversación al respecto ni plantearme si era lo que quería hacer.

También me limitaba a repetir lo que llevaba viendo hacer toda la vida: a mi madre en modo multitasking encargándose de todo lo que implicara la gestión de la casa y el cuidado de sus tres hijos, mi hermano, mi padre y yo.

No sé cómo llegué al punto de estallar por hartarme de la situación, cuál fue la gota que colmó el vaso, pero aquello terminó reventando.

Te puede interesar leer: ‘El amor no pasa la mopa él solo’

Porque llegó un momento en el que vi que era yo quien estaba asumiendo más carga de trabajo y encima estaba poniendo su autorrealización laboral por encima de la mía.

El Síndrome de Wendy campaba a sus anchas en nuestra relación. Yo sentía que para ser valorada en la relación debía comportarme de esa manera.

Mi espontaneidad a la hora de que no me estresara el desorden o aceptar que tenía que ayudarle, porque parecía que solo no podía sacar su proyecto adelante, dejaba de lado mis propias necesidades.

Para mí, amor era sacrificio de mi tiempo, de mis sueños. Para él, comodidad y ser el protagonista de la historia.

Así pues, aunque esa relación no terminó funcionando, me ha servido para darme cuenta de que ese síndrome no puede venirse conmigo.

Porque una relación es entre dos personas independientes que deciden empezar un camino juntas en igualdad de condiciones.

Y claro que habrá veces en que uno tenga que tirar más, pero el compromiso y la implicación a la hora de hacer las tareas, debe ser 50-50.

Necesitamos ser individuos capaces de poner una lavadora, pero también de perseguir nuestros sueños sin que alguien nos lleve de la mano para hacerlo.

Valorar a la pareja no debe ser recibir el apoyo en forma de todas esas cosas tediosas que no se quieren hacer (pero que son necesarias).

Contar con una figura maternal que te cuida y te permite que disfrutes haciéndose cargo de esas responsabilidades.

Peter Pan necesita crecer y ser autónomo para que Wendy pueda ser feliz volviendo a dedicarse a sí misma.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Formas de dar el primer paso cuando tienes ganas de…

Cuando quiero tener sexo no me escondo.

Soy obvia hasta el punto de que mi ‘ritual’ muchas veces es preguntar si quieres follar.

¿Para qué perder el tiempo?

pareja sexo ganas

PIXABAY

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero claro, que mi libido esté ‘estirando’ en ese momento para la que se viene, no significa que la otra persona esté en el mismo punto.

Decir «¿follamos?» no siempre funciona como un interruptor que automáticamente cambia el humor y despierta el deseo a la persona que tengo delante.

Así que para esos casos, es hora de que abra mi repertorio de maniobras que dejan entrever que quiero tener sexo pero sin resultar tan directa -y quizás fría-.

Todo encuentro sexual empieza antes de tocarnos, por eso insinuarse es también un arte.

El de dejar salir tu calentón y a la vez transmitírselo a la otra persona para llevártela al huerto, a la cama, a la encimera, al suelo o a la terraza, a la vista de todo el vecindario.

Así que, como el arte, puede ser romántico, sutil, inocente o de alto impacto.

Puedes empezar por, si vais a quedar, mandar mensajes a lo largo del día que vayan subiendo la temperatura. Decir lo que le espera, en qué fantaseas mientras mandas ese mail o qué tiene que hacer al llegar es una manera buenísima de ir generando expectación.

En vivo y en directo puedes optar por expresiones sugerentes. El contacto visual acompañado de morderse el labio o acariciar partes de su cuerpo, como los brazos o la pierna, dejan claro las intenciones sin resultar chocantes.

Decir que le deseas puede ser otra forma de abrir la puerta. Además, puedes comentarlo en un momento inesperado, cuando está terminando de fregar los platos o en medio del capítulo de la serie. Para quienes tienen deseo reactivo, sentir que otra persona les tiene ganas, es el mejor detonador.

Te puede interesar leer: Si que te ‘busquen’ te despierta las ganas, eres del club del deseo reactivo

Saliendo de las sutilezas y entrando en la parte que me gusta a mí, la de ir a saco, tienes la opción de que te encuentre sin ropa. El juego de las miguitas de pan con prendas es un aliciente estupendo. Aunque también que te pongas por encima una bata o kimono y debajo no lleves nada. Hay gente elegante que le gusta acompañar ese momento de frases interesantes del tipo «¿Te atreves a descubrir qué hay aquí debajo?». Yo soy más de «Si hoy no es Navidad ni tu cumpleaños, ¿por qué te han traído estas peras de regalos?» Y bamba, tiras la prenda al suelo. Humor y sexo son mis dos cosas favoritas.

Si te sientes con la autoestima por las nubes y sabes que la visión de tu cuerpo es un estimulante instantáneo, puedes ponerte algo sexy y pasearte cerca de la otra persona como si nada. O, aprovechando el subidón de confianza, marcarte una aparición más teatral para impresionarle.

Y, para terminar, la propuesta más evidente (que además no suele fallar) es la de ir a por su entrepierna. Primero tocando de manera suave, como si fuera un roce casual, y luego aumentando la intensidad.

La conclusión, después de todas estas opciones, es que tires por lo que más te apetezca y sientas en ese momento. Algo que te parezca sexy pero siempre respetando sus límites.

Si ni con esto te queda muy claro por donde tirar, otra alternativa es imitar lo que hace la otra persona, porque sabes que es su forma de transmitir su deseo y es una indirecta que va a pillar al momento.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Esta artista convierte tus genitales en esculturas para que te mires (y aceptes) como eres

Conocí a Ona Ortiz en el Salón Erótico de Barcelona sin saberlo. De repente me encontraba en un rincón del evento observando esculturas de vulvas que eran obra suya.

Fue más tarde, en un networking, cuando nos pusimos cara y pude saber quién se encontraba detrás de aquellas piezas que me habían dejado intrigada.

modelo vulva 3d

GENCOSMIC

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Su trabajo está tan ligado a su historia personal, que arte y artista van de la mano.

Y es que a una edad muy temprana sufrió las consecuencias de las limitaciones en cuanto a aceptar el cuerpo humano que aún nos rodean.

«A los 11 años viví la mutilación genital por una falta de conocimiento y referencias del cuerpo humano y sus posibles variantes. Al tomar consciencia de lo que había vivido, y como estaba repercutiendo en mis relaciones, sentí que debía hacer algo para aportar a la sociedad y cambiar sus expectativas», empieza contándome.

Así fue cómo llegó a la idea de Gencosmic, moldeando genitales de clientas y clientes y haciendo la escultura en tres dimensiones, convirtiéndolos en auténticas obras de arte.

Un trabajo que además de permitir que las personas se vean ‘cara a cara’ con sus genitales y puedan ‘tenerse’ entre las manos, busca hacer del mundo un lugar con la mirada más inclusiva normalizando las diferencias entre los individuos.

Hay violencia en las noticias, en las películas, en los videojuegos, pero no somos capaces de coger un espejo y observar nuestra vulva. ¿Qué opinas de esta incongruencia?
Vivimos y crecemos en una sociedad heteropatriarcal. Nadie nos ha enseñado a través del amor y el juego a descubrir nuestro cuerpo. Más bien al contrario. Los adultos, cuando escuchan hablar a les chiquis decir que han jugado a «médicos» se horrorizan al instante. Palabras como: caca, mal, sucio, no tocar… afloran de sus bocas. Eso crea un cierre emocional de la criatura, que en un principio, quería compartir esa experiencia, con una persona adulta de confianza. Viven el rechazo desde una edad muy temprana en una etapa de puro descubrimiento. El día que seamos capaces de aprender de les pequeñes, podremos liberarnos del peso cultural que cargan nuestros genitales.

¿Por qué crees que es importante que, como defiendes a través de Gencosmic, seamos capaces de mirar ‘cara a cara’ nuestros genitales?
Son una parte muy escondida de nosotres mismes. Únicamente expuestos/compartidos en caso de medicalización o sexualidad. Posicionarte delante de tus propios genitales, observarlos sin más, poder apreciar tus detalles, pliegues y relieves, nos hace transportarnos a un momento de descubrimiento del propio cuerpo. Volvemos a ser niñes explorándonos, la simple observación libre de juicios. Retomamos ese momento que muches no tuvimos. Restablecemos un vínculo con nuestro propio cuerpo y tomamos consciencia.

¿Hay alguna clienta cuya reacción te haya emocionado de alguna manera tras recibir la obra?
Desde el momento del encuentro para hacer la toma de impresión, cosas mágicas suceden. Es aquí donde entiendo la conexión entre los genitales, el corazón y las emociones. En el momento que la persona «abre sus piernas», abre también su corazón. Aquí confluyen emociones que se manifiestan, memorias escondidas, traumas, tabús… Sostengo y canalizo ese momento de escucha, apreciando la vulnerabilidad y dándole la bienvenida. Ninguna sesión me deja indiferente. Me acerco a los genitales desde un punto de vista transparente, ni sexual ni médica, convirtiéndose en una terapia de cuidados.

Haces también packs educativos para escuelas, ¿es porque te habría gustado ver algo así en tu centro escolar cuando eras pequeña?
En mi época en la escuela, la educación sexual era inexistente. Limitada a la educación reproductiva que habla del pene y del útero. Pero, ¿la vulva dónde estaba? ¿Y qué pasa con eso de ser mujer u hombre? ¿Y la intersexualidad? Tenía tantas preguntas por hacer y tanto miedo… Mi lectura de ese día de clase fue: sexo = pene + (preservativo, sí o no) + introducir en vagina. Hoy entiendo que no fue un día de educación sexual, sino un día de explicación reproductiva. Lo veo completamente fuera de lugar si no hay un acompañamiento antes, durante y después de una charla como esa, también. Creo que fue tarde, ya había abortado en aquel entonces, otro super melón del que hablar.

Te puede interesar leer: Sí, mi educación sexual fue algo traumática y el colegio tuvo la culpa

Si desde una edad temprana hubiera visto genitales diferentes, con la misma naturalidad que alguien ve una mano, quizás no hubiera integrado que mi cuerpo era deforme y necesitaba ser operado.

Utilizo el cofre pedagógico con niñes de hasta 6 años, es allí donde elles juegan con estos elementos de silicona, de distintas formas y colores. Me gusta sentarme y estirarme en el suelo, ponerme a la misma altura y responder a todas las preguntas que me hacen, siempre utilizando su vocabulario. Aquí entienden que es la puerta por la que llegaron al mundo, y, que de igual modo que no existen dos caras iguales, tampoco existen dos genitales iguales. Aprovecho estos momentos, para hablar del consentimiento, del conocimiento del propio cuerpo, preparar y aceptar el cambio del cuerpo que vivirán en la adolescencia.

¿A quién le recomendarías hacerse un retrato o escultura de sus genitales?
Le recomiendo vivir esta experiencia a toda persona con ganas de mirarse hacia dentro. Analizar el pasado, observar el presente y reformular su futuro. Especialmente a aquelles que han vivido situaciones traumáticas, ligadas o no a sus genitales, hipersexualizades, para restablecer una conexión de autoayuda y compasión con el cuerpo y sus experiencias. Abrirse al mundo de las emociones, reinventarse.

¿Crees que podremos llegar al punto de normalizar el hecho de ir a visitar a amigos o familiares y que tengan a modo decorativo estas obras en 3D por casa como quien tiene hoy en día un jarrón bonito o unas velas?
¡Qué buena pregunta! Este proyecto forma parte de mi sanación. Yo no me tengo expuesta en un lugar de acogida en mi casa, sino en mi altar, este espacio íntimo, mío, al que me dirijo con la intención de darme tiempo y escucha. Quizás el día donde ese acto sea normalizado será el indicador de que seremos liberades de toda esa información genética que se repite y repite desde nuestes ancestres. Hoy, visto el punto emocional en el que nos encontramos, yo podría malinterpretarlo tal y como malinterpreto los cuadros con cabezas de ciervos y jabalíes en los comedores de los cazadores (no les entiendo, pero les respeto). Pero, linda paradoja, ellos exponen sus triunfos. ¿Seremos nosotres capaces de exponer los nuestros?

 ¿Qué te gustaría conseguir con tu proyecto?
Un año más tarde, después de mucho trabajo y esfuerzo no remunerado, puedo decir que estoy en un buen camino en cuanto al proyecto conlleva. Gencosmic (gente, género y genética unidos por el cosmos) va tomando la forma que había deseado y sus ramificaciones van creciendo. Conformando una parte individual de autoayuda (los productos, retratos y esculturas) y de impacto social (exposición, talleres grupales, charlas y el cofre pedagógico) que van retroalimentándose unas acciones con las otras. Así llego a tener un alcance a todo público. Querría conseguir un mundo con una mirada inclusiva, donde pudiéramos compartir nuestras vulnerabilidades, creando redes de apoyo les unes a les otres. Un mundo donde habrá lugar de acogida para las emociones, donde danzaremos con el miedo, acompañades para así plantarle cara y poder superar nuestros factores limitantes.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

No, no existen diferentes tipos de orgasmos, existen infinitas formas de llegar a él

«Solo hay un tipo de orgasmo», dice la sexóloga y escritora Valérie Tasso. «Es como el dolor. Lo que hay son infinitas maneras de sentir un orgasmo».

De esta manera, en el último evento de Lelo en Madrid, la experta desmiente lo que, a día de hoy, muchas creíamos sobre el clímax (y sí, me incluyo).

Me refiero al mito de que somos binarias a la hora de corrernos: o team clítoris o team vagina.

pareja placer

LELO

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Esta división entre nosotras recuerda un poco, como la sexóloga explica, a la manera que tenía Freud de ver la sexualidad femenina.

Si eras ‘inmadura’, el placer te llegaría a través del clítoris. Pero solo las mujeres ‘maduras’ lograrían un orgasmo sin necesidad de estimularlo.

Bastaría con introducirles algo en la vagina (y con «algo» me refiero a un pene, por supuesto). Una excusa genial para justificar que el coito fuera imprescindible, ¿no crees?

Todo esto viene por el nuevo lanzamiento de la marca sueca, que viene a ser como el Apple de los juguetes sexuales.

Sus productos no son solo herramientas de placer, sino un indicador de hacia dónde identifican que, socialmente, nuestra sexualidad va virando.

Y, el caso de su última creación, Lelo Dot, es una especie de varita que termina en una punta fina que vibra en elipsis. Un explorador de puntos erógenos más allá de los que solemos visitar con mayor frecuencia.

El mensaje detrás está claro, acercarnos más que nunca ya seamos un ella, un él o un elle.

Los nuevos juguetes se centran en lo que nos une, no en lo que nos diferencia, que son los genitales -pese a que estén hechos del mismo tejido eréctil, como también recuerda Valérie-.

Y si algo compartimos son los puntos erógenos. Esos que nos espabilan, nos erizan la piel sin que sepamos por qué y se reparten de manera aleatoria por cada cuerpo, salpicándonos de inesperadas vetas de placer.

Que también «lo que para uno es erógeno, para otro puede ser erróneo», afirma la sexóloga.

Como ejemplo, la parte interior de los codos o las rodillas son sitios tan inesperados como disfrutables, pero pierden protagonismo cuando todo lo que vemos en las estanterías de cualquier sex shop, está pensado para los genitales.

Te puede interesar leer: Sí, hay una forma correcta de guardar tus juguetes sexuales

El resultado es que no nos esforzamos en descubrirlos. Nos quedamos en los que están más ‘a mano’, literalmente hablando.

Somos un poco como el hámster que sabe que, pulsando la palanca, siempre va a recibir un premio. Si el clítoris o el pene son sinónimos de orgasmo, ¿para qué buscar otros?

Hasta hace poco, los juguetes se dividían en dos categorías: para meter o para meterla.

Sin embargo, parece que por fin nos alejamos de la penetración cuando se nos anima a jugar, a descubrir, a conocernos como quizás nunca habíamos tenido oportunidad de hacerlo.

Los nuevos juguetes dicen que tu sexualidad es única y es tan importante descubrirla como convertirla en protagonista absoluta (y no considerarla un calentamiento o mal llamado «preliminar»).

Hay un solo tipo de orgasmo, pero casi dos metros cuadrados de piel, llena de terminaciones nerviosas, repartidos por la piel del cuerpo.

Y si la mueva generación de juguetes sexuales nos invita a dar con ellas quizás es el momento de hacerles caso.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

¿Los afrodisíacos funcionan? Mi experiencia después de probarlos

Voy a empezar confesando que soy un poco incrédula cuando se trata de sustancias que te hacen despertar mágicamente el apetito sexual, lo que en teoría consiguen los afrodisíacos.

Tomar ostras, u otros alimentos que dicen que ayudan, no me ha terminado de afectar lo suficiente como para darlos por buenos (y eso que hay incluso un menú realfooding que mejora el sexo).

Mi concepto de alimento que sube la temperatura -y de verdad me produce deseo sexual- es que me diga que, si quiero, me prepara unas croquetas para que tenga en el congelador cuando me apetezcan.

pareja cama deseo sexual

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

La cosa es que no le veía mucho sentido a usar un producto específico para eso.

O sea, creo que mi deseo sexual es bastante común: a veces menos, a veces más, si veo Outlander por las nubes, si tengo mucho lío en el trabajo lo pienso menos… Lo normal.

Pero como la curiosidad es la que mata al gato (o en este caso a la gata, que soy de Madrid como los churros de San Ginés), pensé «Bueno, ¿y por qué no?»

Mi lado más racional me decía que igual esto era un poco el timo de la estampita y lo que funcionaba era el efecto placebo.

Pero justamente por no tener una libido baja sentía que no tenía ningún tipo de expectativa -ni me llevaría decepción- con el funcionamiento del afrodisíaco.

En el mercado hay un montón de ellos, pero yo tenía claro que iba a experimentar lo justo.

El que escogí era bastante natural, de hecho, aparte de agua, lo que tenía era extracto de damiana y L-arginina.

Por lo que me informé, estos dos ingredientes son conocidos por mejorar la satisfacción sexual y aumentan el aporte de sangre a los tejidos genitales (entre muchos otros beneficios que me interesaban menos para esto).

Yo lo que quería era testearlos entre las sábanas.

El efecto no es instantáneo, no es como tomarte un café, que a los 10 minutos ya estás como una moto.

Y tampoco te convierte en una fiera en la cama ni vas a tener encuentros que podrás considerar epifanías sexuales.

La constancia es la clave, fue mi primer descubrimiento. Después de tomar la dosis durante unos días, estaba más ‘despierta’.

En mi caso, fue algo que ayudó a reactivarme. Era como que en más situaciones o momentos me entraban ganas de tener sexo.

Luego también es verdad que, cuanto más sexo tienes, más sexo te apetece, por lo que va genial para hacernos reconectar en pareja si llevamos una temporada con los deseos descoordinados.

Te puede interesar leer: La disritmia sexual: cuando vuestras ganas no coinciden

La conclusión es que como experimento está bien, aunque creo que no se debe usar como apaño si hay problemas más graves detrás (que quizás necesitan otras soluciones o ayuda profesional).

Para un momento puntual, a modo de empujoncito, cumple su función.

Es más, que lo usara en una etapa normal de mi vida, hizo que reflexionara de que es también normal que a veces no nos apetezca.

Saber cómo lidiar con esa frustración o falta de libido de nuestra pareja, sin que suponga un mundo para la relación, es también un aprendizaje.

Pero que vaya, que introducirlo como impulso de vez en cuando, también está genial. Y si lo que funcionó fue el efecto placebo, ¿por qué no aprovecharlo si nos lleva a querer entrechocarnos la piel más a menudo?

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Así es el exclusivo club ‘solo para mujeres’ que busca visibilizar la bisexualidad

El descubrimiento de mi bisexualidad fue pasar de cero a cien. Más que nada porque ni sabía que era bisexual, solo que me apetecía hacer un trío por la excusa de tocar a otra mujer.

Además, tampoco es que tuviera amigas que se sintieran atraídas por experimentar con las que pudiera hablar del tema.

mujeres club exclusivo

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Mi alternativa era irme a un bar lésbico, donde sentía que podía ser considerada una ‘impostora’ por no tener muy claro ni mi propia orientación sexual.

Si añado que la mayoría de mis relaciones han sido con hombres, y la única vía factible de llegar a otras mujeres era o a través de experiencias a tres bandas o de visitar un club swinger, siento que me perdí muchas oportunidades de conocerme en el plano sexual.

La visibilidad LGTBIQA+ ha avanzado, y eso significa que hubo otra mujer que, como yo, se dio cuenta de que no existían muchas alternativas para nosotras, lo que suponía que había dado con un nicho sin explotar.

La diferencia es que Geneviève LeJeune se puso las pilas y creó Skirt Club, un club exclusivo para mujeres que diera la oportunidad de divertirse y explorar sin sentirse juzgadas.

«Quería encontrar a mujeres como yo, con curiosidad sobre otras mujeres y aprender de mi sexualidad. En ese momento había mucho estigma relacionado con la bisexualidad y no tenía muchas amigas con las que hablar del tema. Estaba buscando una comunidad con la que pudiera compartir esto y con la que sentirme identificada», me explica la fundadora del club.

Y es que, no es fácil explorar la sexualidad cuando va más allá de la heterosexualidad, que es lo que aún a día de hoy, se considera ‘normal’.

La propia cómica Hannah Gadsby reflexiona en su monólogo Nanette sobre que las lesbianas prácticamente no existían en la Tasmania de los 90, ya que tenían que irse de la ciudad porque podía ser encarcelada por homosexual.

Parte de sus chistes tiran por que si bien luego su presencia empezó a ser más evidente, tampoco se les hacía mucho caso.

Es algo sobre lo que también reflexionó el psicólogo José Alberto Medina en un artículo que publicaba hace unos días.

Nos han educado tanto en los binomios que fuera de la heterosexualidad, de que te gusten u hombres o mujeres exclusivamente, parece que no existe nada.

Por esa razón, «el club es una comunidad para mujeres bisexuales y bicuriosas y mujeres trans con vulva», explica Geneviève sobre su red global compuesta por más de 18.000 socias.

«Cuando te apuntas al club te creas un perfil similar a Facebook y puedes hacer amigas de cualquier parte. Además organizamos eventos para socializar y algunos tienen opción de jugar», comenta.

¿Por qué un club ‘Solo para mujeres’?

Sobre la estricta política de admisión, Geneviève tiene muy claro que su elección es clave para crear una zona de confort (que se encuentra fuera de la zona de confort del día a día).

«Los hombres tienden a dominar el espacio u organizarlo para su propio beneficio. A las mujeres no se nos da la oportunidad de considerar qué deseamos realmente. Muy a menudo ni siquiera ponemos nuestro placer como prioridad», opina la fundadora del club.

Por esa razón, ellos están excluidos: «Estamos diseñados para mujeres por mujeres. Hemos puesto nuestra felicidad por delante. Esto crea una sensación de seguridad y nos permite relajarnos, dejarnos llevar y conectar con nuestros cuerpos».

Claro que es común encontrar clubs swingers o clubs exclusivamente de ambiente para hombres, pero una iniciativa como la de Skirt Club es toda una novedad.

Sobre todo porque, por lo que comenta de los eventos, hay espectáculos de burlesque, invitadas especiales, cócteles exclusivos, champán y mucho glamour… Todo lejos de cámaras, otro elemento prohibido en sus fiestas.

«Creo que las mujeres se merecen un poco de lujo, un espacio bonito que nos permita sentirnos sexuales y nos anime a abrirnos. Mi impresión es que la mayoría de mujeres querrían tener una primera experiencia con otra mujer. Estamos más predispuestas que los hombres a probar con personas de nuestro mismo sexo. Somos tan suaves y sensuales… Es algo muy tentador», comenta Geneviève.

«Para nosotras, es más fácil explorar de una manera emocional y sensual con otras mujeres que con hombres», remata.

Londres, Nueva York, San Francisco, Los Angeles o Berlín son algunas de las ciudades donde el club ha tenido fiesta física, Barcelona será la próxima parada el día 22 de octubre.

Sobre la reacción de las participantes, la fundadora dice que es una «alegría que finalmente tengamos nuestro propio espacio privado. Durante siglos los hombres han tenido los clubs de ‘Solo hombres’ y ahora nosotras tenemos los nuestros».

¿Su objetivo con la expansión de Skirt Club por todo el mundo? «Normalizar la bisexualidad. Ha habido mucha vergüenza y estigma sobre ella durante demasiado tiempo y es algo que ha alejado a las mujeres de disfrutar su sexualidad y su placer. Es una desigualdad y debe cambiar.»

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Se nos ha colado la violencia en la cama

Conocí a un chico en Tinder con el que tenía muchas cosas en común y una atracción de otro planeta.

Terminamos en su casa y al poco, estaba inmersa en una práctica sexual súper violenta.

Además de sentirme en peligro todo el tiempo (era la primera vez que teníamos sexo y no entendía que hubiera derivado en algo que, para mí, hace falta más confianza) volví a mi casa con la idea de no volver a verle.

agarrar mano

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Él me escribió al día siguiente, que lo había pasado genial y repetíamos cuando yo quisiera. Aquello fue la prueba de que habíamos vivido dos experiencias completamente diferentes.

Para él, la violencia estaba tan integrada con su forma de sentir placer que ni se planteaba que para mí pudiera haber sido distinto, hasta el punto de encontrarme incómoda por percibirlo como una situación de riesgo.

Y no, él ni es raro ni está enfermo, simplemente su sexualidad está condicionada por ejercer la violencia contra su pareja.

Porque en este caso no hablo del BDSM, cuando este tipo de experiencias de dominación y sumisión forman parte de la experiencia y llevan un consentimiento que se habla (y acepta) previamente por ambas partes.

Hablo de tener un encuentro convencional y rutinario en el que este trato brusco donde los golpes, bofetones, inmovilizaciones y un lenguaje humillante aparecen por sorpresa.

Aquello me ha llevado a preguntarme por qué las tenemos normalizadas en la cama, fuera de las prácticas eróticas relacionadas con la violencia física (infligida) del sadismo y (recibida) del masoquismo.

Agarrar del cuello hasta provocar cierta asfixia, golpear o tirar del pelo son algunos comportamientos normales del sexo para muchas personas.

De hecho, está tan extendido incluir un poco de dureza que, si no aparece, incluso definimos al encuentro como ‘vainilla’, como que no es lo bastante satisfactorio, que se queda flojo

No es raro que esta sea la conducta que se reproduce en la cama si tenemos en cuenta que es la misma que se ve en las películas pornográficas, donde cualquier extremo se convierte en lo normal para los espectadores de tanto verlo.

Te puede interesar leer: De verdad que hay gente que se piensa que el sexo tiene que ser como el porno

No es ya solo que se reproduzca lo mismo que se ve en la pantalla, porque siendo el primer contacto que tenemos con el sexo y el más frecuente a edades tempranas, pensamos que es así como debe ser.

Si no que se construye la estimulación alrededor de eso. Y, cuando cada vez que te masturbas, hay una mujer sufriendo una agonía, es raro que consigas que te guste tanto si la ves disfrutando en vez de pasándolo mal.

Cuanto más duro, más placentero.

En el caso de las mujeres, es habitual que conectemos sexo con violencia si hemos estado en una relación abusiva.

Cuando la intimidad con la otra persona se ha construido alrededor de prácticas en las que había violencia, pasa lo mismo que crecer viendo porno: sin ellas en la cama, no concibes el sexo.

La parte positiva es que es posible romper con todo esto (lo que llamamos ‘deconstrucción’) e intentar, una vez descubierta la razón de por qué nos gusta, probar a que el disfrute no venga de ahí.

Todos merecemos tener un encuentro sexual divertido y placentero, pero sobre todo, seguro. Y, ante la duda, mejor plantearse si podemos hacerlo mejor sin necesidad de herir a nadie (a no ser que lo hayamos consensuado primero)

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Mayor inteligencia emocional, compasión, apoyo… Así es la ‘nueva masculinidad’

Uno de los comentarios que más recibo en Instagram por parte de hombres (que si aún no me sigues, este es mi perfil), es que se sienten perseguidos.

Casi como que no pueden ser ellos mismos y sienten que están siendo juzgados todo el tiempo incluso por cosas que no han hecho.

masculinidad hombres

PEXELS

Y es que la masculinidad está en el punto de mira, más que nada porque al ir en línea con la sociedad machista en la que vivimos, parece que ser un ‘machote’ ahora está mal visto.

Todo está en continuo cambio: los iPhones, las series de la tierra media, el feminismo y, por supuesto, la masculinidad. De ahí que se anime a revisarse la propia.

Ahora Jason Momoa puede aparecer con un bolso rosa en la alfombra roja y Billy Porter se puso un vestido para los Oscar, pero  no son las únicas pruebas de que lo que antes era ‘ser un hombre’ es un concepto que ha empezado a desvanecerse.

Es más, de lo que se habla últimamente es de las nuevas masculinidades y, sobre este tema, José Alberto Medina Martín, psicólogo -al que entrevisté hace unos meses aquí-, explica por qué se han puesto tan de moda últimamente.

«Las nuevas masculinidades son constructos sociales que se oponen a la masculinidad hegemónica», afirma.

La pirámide de esta masculinidad la corona quien «más poder tiene y demuestra, más fuerza posee y ejerce, y más conquistas sexuales cosecha», ya que los pilares son el poder, la posesión, el capital erótico, la autoridad, la fuerza y el dominio tanto del género opuesto como del espacio público.

En cambio, las nuevas masculinidades apuestan por «la apertura emocional, la cooperación, una comunicación asertiva, la escucha activa y otra serie de valores».

Y si tiene tanta importancia es, como recuerda José Alberto, porque «yo soy lo que mi masculinidad dice de mí. Lo uso como etiqueta para transitar mi espacio, mi vida».

Si la ‘antigua’ masculinidad es algo a lo que le estamos cogiendo manía es por cómo se ha construido «como antítesis de lo femenino», explica el psicólogo.

Se basa «en la violentación, en cualquiera de sus formas (humillación, mofa, agresión, discriminación, vacío, etc) de otras identidades masculinas que cuestionan dicho modelo o que están lejos de él. Ser hombre es no ser mujer y sus derivados (marica, travelo, etc)».

Que a día de hoy sea algo que nos sigue pesando es porque «nuestros padres y abuelos no han tenido un contexto amable que les diese la libertad para cuestionar estas cosas. Por poner unos ejemplos, la paternidad se ejerce desde la demostración y no desde el cariño, la intimidad o la ternura, no hay una conexión emocional con los amigos, las relaciones de pareja son desiguales donde ambas partes siguen perdiendo de formas muy específicas (tanto heterosexuales como homosexuales), etc», explica José Alberto.

Entonces, puesta a imaginarme cómo sería el mundo si los hombres se plantearan su masculinidad, y se alejaran de esa identidad tan violenta, queda claro que la sociedad sería más inclusiva y respetuosa, «libre de sesgos machistas«, añade José Alberto.

«No tendríamos expectativas impuestas y autoimpuestas, dispondríamos de libertad para escoger trabajos sin que se cuestione que sean o no más femeninos (limpiador) o masculinos (directora de una empresa)».

Además los hombres contarían con «repertorio para resolver conflictos y un mayor desarrollo de la inteligencia emocional. Supongo que vamos encaminados a conseguirlo, tiempo al tiempo», apunta, positivo, el experto.

¿Cómo cambiar la propia masculinidad?

«Propongo trabajar la identidad del hombre, que antes de hombre, es humano. La identidad masculina aún predominante sigue basándose en esos estándares que son tóxicos: comunicación violenta, dificultad para resolver conflictos interpersonales, vivir la intimidad con pánico, complacencia con otros hombres que consideran más poderosos por miedo a ser cuestionados…», afirma el psicólogo.

Sus consejos para trabajar en ello pasan por «mejorar la asertividad, el cuestionamiento sin juzgarnos, la compasión, la capacidad de pensar a largo plazo viendo los beneficios de modificar su forma de ver el mundo (terapia), todo lo que tiene que ver con las emociones (regulación, identificación, discriminación, etc) y sobre todo ganar autonomía».

Como matiza José Alberto, autonomía no es lo mismo que aislamiento: «Hace falta tener la autonomía bien trabajada, y más en el caso de los hombres. Masculinidad y soledad van muy dadas de la mano y se necesita coraje, y que se valide dicho coraje, porque si encima que nos cuesta horrores mostrarnos vulnerables en este cambio, si no se nos apoya o incluso se hace mofa, pues vamos listos».

hombre abrazo

PEXELS

En el sexo también la masculinidad clásica está haciendo de las suyas. Ya que «se comprende la intimidad únicamente como mantener prácticas sexuales», reflexiona.

«El único placer que cuenta es el suyo, porque se valora al hombre en la sociedad, y dentro de las mismas relaciones sentimentales, en función del placer que puede dar a una mujer. Esto lo hace para sentirse bien él realmente, es un vehículo, no un propósito nacido del querer a la persona», explica Jose Alberto.

La penetración es la práctica que resume esto, o, en palabras del experto: «Aquellas donde el pene esté en primera línea de batalla».

«Y no, esto no es una metáfora. Muchos hombres viven las relaciones sexuales con ansiedad porque una parte muy grande de su identidad gira en torno a su rendimiento sexual, como si fuera un examen y no una oportunidad de descubrimiento, placer y exploración. La penetración es la práctica por excelencia, y más allá de ello, no hay sexo. Es una concepción muy mecánica».

Estereotipos de género y orientación sexual

Sobre si la ‘vieja’ masculinidad afecta a los hombres homosexuales y bisexuales cuando se relacionan con otros hombres y tienen un interés sexual o romántico, José Alberto analiza que tendemos a dicotomizar y dividir entre dos lados.

«Lo de verdad, que exista y se reproduzca. Lo de mentira, que deje de existir. Y si no, que al menos no se note. De ahí toda la homofobia interiorizada, que también la vivimos los hombres bisexuales», explica.

«Hay estereotipos de género aún siendo los sujetos del mismo sexo. En prácticas sexuales nos encontramos con algo muy habitual: el activo, el que penetra, el que hace, y el pasivo el penetrado, el que se deja hacer», explica.

«Seguimos jugando con la dominación y sumisión como sinónimos de lo masculino y femenino. Con buena dosis de coitocentrismo. Porque no hay más sexo, no lo concebimos. Y que nos gusten ambas cosas no, siempre hay algo que te gusta más».

A la hora de tener acercamientos interpersonales el problema es el mismo. Según el psicólogo, el estereotipo es «Que no sabemos, porque ‘no somos hombres de verdad’, pero queremos. Y, en el caso de hombres homosexuales, que no les gustan las mujeres, ¿cómo procedo? ¿Le doy una rosa? ¿Le digo que está muy guapo? ¿O mejor le demuestro que soy un tiaco y le suelto ‘bro me molan tus zapas’?».

«Hombres bisexuales y homosexuales hemos sido socializados como heterosexuales y como hombres, sin más. Arrastramos el machismo, lo interiorizamos y lidiamos con la homofobia. Siempre en ese intento impuesto de acercarnos a lo que debemos ser. Es muy doloroso».

Nadal y el club de las ‘nuevas’ masculinidades

En vías de la deconstrucción, cabe preguntarse qué hacer si los hombres del entorno siguen estancados en esa masculinidad del ‘macho’. Para José Alberto la respuesta está clara: «No respondas con sobresalto».

«Estás en un proceso donde muy posiblemente te señalen como blandito o que haces tonterías. Pero da una respuesta desde toda la calma que puedas en ese momento. Si reaccionas a voz de pronto le estás dando la atención de la cual siempre se han estado alimentando», sugiere.

«Tampoco está en tu deber recriminar y convertir estos comportamientos machistas. Estás en tu derecho de alejarte. Señala lo que puedas, rodéate de un círculo que te apoye y te escuche», recomienda el experto.

Te puede interesar leer: ‘Los hombres feministas somos menos, pero cada vez somos más’

Entre los diálogos de las masculinidades, se habla de un tiempo a esta parte de masculinidad híbrida, «que tiene que ver con nuevos modelos de masculinidad sin perder los privilegios. Porque la sociedad no sigue leyendo como hombres, más allá de nuestros comportamientos», explica José Alberto.

«Como dice Foucoult tenemos impresos unos mandatos de género, pues qué mínimo que empleemos esta ventaja para una labor prosocial, sin invadir los espacios de lucha feminista. A ver si ahora vamos a dejar de usurpar el espacio público y decirle a las mujeres que se queden en casa a cuidar y ser buena madre y vamos a usurpar los espacios de reflexión y actuación feministas», reflexiona.

«Lo típico de ‘¿un hombre me dice cómo ser buena feminista?’ Pues en eso se puede convertir la nueva masculinidad. Así que mucha perspectiva de género y mucho trabajo personal para que esto de lo nuevo no sea ‘pero ahora lloro en público’. Un abrazo, Nadal», dice el psicólogo.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).