Archivo de septiembre, 2022

¿Es el momento de terminar la relación? Aprende a identificar las señales de tu cuerpo

Cuando pensaba que 2020 iba a ser el año de más rupturas de parejas, llega 2022 y se carga todas las estadísticas.

Tengo sensaciones encontradas, en mi círculo de amigos las bodas van unas detrás de otras, pero entre los famosos y conocidos, no pinta bien la cosa.

terminar relación pareja ruptura

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Sin llegar a meterme en los motivos particulares de cada caso, creo que es muy normal, estando en una relación, que alguna vez pase por tu cabeza el «¿Es esta persona para mí?«.

De la misma manera que te planteas si hiciste bien en optar por tu carrera universitaria o si no deberías haber cambiado de trabajo cuando apareció aquel mail con una oferta de entrevista.

Por experiencia, la respuesta a esa pregunta no es algo de ese momento (a no ser que lo tengas muy claro).

Pero, ante la duda, y poniéndome un poco mística, hay que escuchar al cuerpo.

Cuando ni yo misma sabía que esa persona me estaba afectando negativamente, mi organismo me estaba lanzando señales de alarma de lo que estaba sucediendo.

Te puede interesar leer: Las señales de que tu nuevo ‘crush’ es tóxico que deberías aprender a identificar

En mi caso llevaba unos días rara, acostándome con el pulso acelerado, agobiada. No sabía la razón, pero me costaba dormir y me despertaba sobresaltada. Como si me persiguiera un tren.

La idea de vernos ya no era emocionante, me daba pereza saber que seguramente volvería a haber una discusión o que tendría que disculparme por enésima vez.

Pensar en quedar con él me hacía sentir estresada, mal.

El revoloteo constante en la boca de mi estómago no era amor ni mariposas, a eso se le llama ansiedad.

Y si se le suma que lloraba frecuentemente, no todo el rato, pero bastante más a menudo de lo normal.

En resumen, ya no estaba tan contenta como antes. Los síntomas parecían claros.

El virus era mi relación con una persona que me estaba infectando de malestar.

La prueba definitiva de que aquello no iba bien fue cuando puse fin a la historia. La tristeza estaba ahí, pero ante todo me sentía tranquila por primera vez en mucho tiempo, aliviada.

Era como si me hubieran quitado un peso enorme que me atenazaba el pecho y podía volver a respirar.

Mi consejo, si es tu caso, es que además de seguir el consejo de tu amiga, la que siempre te da los mejores consejos, también le prestes atención a tus sensaciones.

Piensa que expresan todo de lo que no eres consciente. Ellas nunca se equivocan.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Algunos estereotipos que quiero romper sobre escribir un blog de sexualidad

Hace cinco años empecé a escribir este espacio y, al principio, no tenía muy claro que fuera para mí.

Tenía sexo, sí, como todo el mundo, pero no sentía que en aquel momento tuviera mucho que aportar al respecto.

juguete sexual

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero el blog hizo su magia. La de ponerme en contacto con gente que sabía muchísimo de esto. Y ahí empezó la marcha.

La magia de atreverme a frecuentar sitios, con la excusa de que eran para artículo, que de otra manera no me habría atrevido a pisar.

Mi experiencia en un local swinger es el mejor ejemplo…

De llevarme a clases, a charlas, a presentaciones, a probar, a leer a escuchar eso de lo que todo el mundo estaba hablando y sobre lo que quería opinar.

Arrastro el típico tópico, para personas de la generación de mis padres, de que hablo de lo que no se debería hablar.

Acerca de algo que todavía se vive con vergüenza o malestar y que, incluso, puede influirme en ser rechazada, en un futuro, por una empresa donde quiera trabajar.

(Sinceramente, si hablar de este tema con naturalidad me convierte en menos valiosa, no es un entorno de trabajo en el que quiera estar)

Y, aunque ha sido una manera de abrirme sexualmente y abrir también la mentalidad de lectores sobre este tema -o eso quiero pensar-, está el gran estereotipo que, como divulgadora pero también otras profesionales que hablan de esto, nos encontramos, el de nuestra vida sexual.

Quizás uno de mis clichés favoritos es que se da por hecho que tenemos una vida sexual increíble.

Que nos pasamos el día de orgía en orgía y que follamos hasta llevar a nuestros amantes al éxtasis.

Y, por supuesto, que estamos disponibles para tener sexo, o hablar de ello, con cualquier persona.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Mara Mariño (@meetingmara)

Un sinfín de mitos que muestran que esta profesión es un caldo de cultivo para el acoso sexual online, ya que hay quien la relaciona erróneamente con la ninfomanía.

Es habitual que completos desconocidos nos aborden preguntándonos, sin ningún tipo de filtro, qué hacemos en la cama, pidiendo detalles sobre nuestros gustos e incluso lanzando propuestas íntimas sin haber cruzado ni un «hola».

Te puede interesar leer: Tenemos que hablar del acoso que están recibiendo las sexólogas en redes sociales

Lo cierto es que hay quien se espera un día a día parecido a la Home de una web de pornografía: hoy trío, mañana lésbico, pasado cockzilla

Pero, como tú, me tomo el café en pijama, no con un conjunto de cuero y cadenas, hago cola en Correos y lo de correrme, bueno, depende con quién.

No niego que escribir tanto sobre el tema me haya vuelto más atrevida, sí, pero también más crítica y exigente.

Mi conclusión, después de cinco años con este trabajo, es que le damos al sexo mucha y muy poca importancia al mismo tiempo.

Mucha porque parece que, si hay oportunidad de echar un polvo de por medio, todo lo demás desaparece.

Poca porque encontrar con quien hacerlo se ha convertido en algo sencillo. Y suele ser una experiencia tan mediocre en la mayoría de casos -sobre todo para las mujeres- que la gracia se ha perdido.

Y es algo que le explicaba hace unos días a un amigo. Que precisamente por tener el tema ‘tan sobado’ empezaba a valorar otras cosas: las conexiones, desprenderme de los roles que me han tocado, la reciprocidad, el detalle

El descubrimiento más excitante que he hecho es el de que el sexo no empieza en la cama, sino en una conversación con la otra persona.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Ni el amor ‘de la vida’ de Iñigo, ni el ‘amor perfecto’ de Risto

Dos de las parejas más mediáticas del país estallan el mismo día, y aunque los motivos no pueden ser más distintos, hay algo que comparten Iñigo Onieva y Risto Mejide.

Los mitos del amor romántico se cuelan en sus mensajes públicos.

amor pareja

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

El de Iñigo, más fantasioso, viene en la confesión que hizo a través de su historia de Instagram en forma de carta.

«Tamara es la mujer de mi vida», afirmaba el empresario. Una manera de buscar un ramalazo de cariño entre sus seguidores, como ensalzando los sentimientos hacia la marquesa.

Ese amor que, por lo que hemos aprendido, es superior a todos los demás, diferenciándose de cualquier relación pasada.

Y no voy a entrar en si se pueden compatibilizar el amor con otros vínculos paralelos, porque eso entra en el pacto de fidelidad de cada pareja (aunque sabiendo lo católica que es Tamara, me sorprendería que no fuera una relación monógama).

Pero sí en señalar la intención de dar lástima y reafirmar sus sentimientos en el nombre de ese amor, único e incomparable.

El amor, sea el que sea -de pareja, entre familiares o amigos-, merece ante todo respeto y empatía.

El respeto de ir con la sinceridad por delante y no vender una moto de unas fechas que no cuadran, a la cara de la persona que quieres y a la de la prensa.

Y la empatía de, una vez reconocido el error, y buscando la otra persona espacio, acatar la separación porque se entiende que necesita poner distancia de por medio.

Si Tamara fuera mi amiga le diría que el amor de la vida es el que se va a tener, en todo caso, a sí misma.

Porque los demás amores que experimente hacia sus parejas, le irán acompañando en diferentes etapas, ni será solo uno ni serán para siempre.

No existe la necesidad de ponerle una categoría vitalicia cuando los sentimientos volverán a nacerle en un futuro y (espero) por alguien mejor que el empresario.

Lo que comienza, siempre tiene un final. Ya sea a lo largo de la vida o cuando acaba esta, que es una lección que Risto sí tiene aprendida.

Aunque de él me rechina que se refiera a los años compartidos con Laura como que «no han sido perfectos y aún así, o igual por eso, seguramente hayan sido los mejores de mi vida».

La perfección en el amor no existe porque, quienes protagonizamos las relaciones románticas, los seres humanos, estamos lejos de ser inmaculados.

De hecho, es en cuanto empiezan a darse discusiones que saltan las señales de alarma. El «esto no debería ser así», «si es amor ¿por qué no es como en las películas?»

Las cosas buenas y las malas en la relación de pareja no es que sumen, como él mismo dice, es que son lo normal.

Te puede interesar leer: Estas películas de Disney te han enseñado una idea del amor equivocada

No podemos seguir arrancando relaciones con esta expectativa de perfección, la de que, por estar enamorados, todo va a encajar y fluir como por arte de magia.

En su lugar, deberíamos formar una pareja con mentalidad de equipo.

Con el objetivo de hacer piña, incluso siendo diferentes y pensando distinto, ante los problemas que surjan y celebrar los triunfos compartidos.

Porque de esa manera, el tiempo que estemos con cada persona, que podrá ser unos meses o años, será un tiempo sano, realista y más feliz.

Sin el agobio de no estar a la altura del amor eterno e impoluto que vemos en la ficción, porque eso sí que es una ilusión #toelrrato.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

‘El tamaño del pene no está relacionado con la capacidad de sentir placer’

Creo que casi todos los chicos con los que he estado se sentían inseguros con su tamaño.

Al menos, con los que hablé del tema, me lo confirmaron.

tamaño pene

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Y lo más curioso es que en ningún caso, tenían de qué preocuparse: se movían en la media.

Pero para ellos no era suficiente y compartían la obsesión por tener entre las piernas una máquina tuneladora que me dejara como el túnel del Metro.

A mí, sinceramente, centímetros de más o de menos, es algo que me da igual. Mientras haya química entre los dos y sepa dónde tengo ubicado el clítoris (y cómo estimularlo), el pene no me preocupa.

Por mucho que he compartido ese punto de vista, la rayada sigue ahí. Pero claro, ¿cómo no tenerla cuando crecemos rodeados con una pasión desmedida hacia el pene?

No faltan en las series o películas referencias a quienes la tienen grande y se convierten en objeto de deseo, mientras los que tienen menos pequeño, son objeto de burla.

Así que he hablado con los sexólogos Andrés Suro y Anel Martínez para arrojar un poco de luz sobre las preocupaciones fálicas.

Ambos trabajan para MYHIXEL, el método natural para controlar la eyaculación, así que son conscientes de que el miedo de ‘no dar la talla’ puede ser una de las razones por las que la erección se pierde.

«La autoestima juega un papel importante en nuestra sexualidad. No estar satisfechos con nuestro cuerpo puede ocasionar pensamientos intrusivos y tener estos pensamientos en la cama, puede ocasionar disfunciones sexuales tales como eyaculación precoz, un gatillazo, disfunción eréctil, disforia corporal…», afirman.

Pero lo cierto es que la vagina no tiene terminaciones nerviosas. Es un canal de salida de bebés, necesitamos que sea a prueba de bombas.

Lo que sí las tiene es el clítoris, de ahí que para nosotras sea prioritario que el placer femenino se centre más en el órgano de placer que en meterla.

Además, en el caso de los hombres, da igual el tamaño que se tenga porque la satisfacción en la relación sexual está asegurada.

«El tamaño del pene no está relacionado con la capacidad de sentir placer. No importa el largo o grosor que se tenga, puesto que el pene tiene alrededor de cuatro mil terminaciones nerviosas», declaran los sexólogos.

El problema, según ellos, viene cuando se tiene algún dolor o malestar que pueda afectar en los encuentros sexuales. Pero careciendo de eso ¿por qué agobiarse tanto por medirlo?

Para romper con los estereotipos de que la masculinidad está relacionada con el tamaño, los expertos recomiendan educación sexual.

«Desde edad temprana tanto del núcleo familiar como en la esfera de instituciones educativas. Debemos entender que la masculinidad no tiene nada que ver con tu performance en la cama, con el tamaño del pene o la virilidad. Dentro de esta educación sexual, se debe hacer hincapié en que el porno son más bien vídeos con contenido erótico de género cinematográfico de ciencia ficción», explican.

Autoestima sexual para aceptar (y querer) tu tamaño

Y la pregunta del millón, ¿cómo se puede trabajar en la autoestima sexual más allá del tamaño del pene?

La lista de los sexólogos incluye:

Apreciar tu cuerpo: no existen los cuerpos perfectos, así que no juzgues negativamente el tuyo. En vez de eso, cuida tu imagen íntima mediante la higiene y la actividad física.
● Proponer nuevas prácticas en tus encuentros: lo que repercute positivamente en la confianza. Experimenta y explora, tanto individualmente como en pareja.
Pedir ayuda a profesionales: acudir a un especialista en sexología te puede ayudar a combatir miedos e inseguridades que dificulten una buena autoestima sexual.

Y, ante todo, huir de los ‘remedios’ que circulan por internet que prometen resultados milagrosos.

«La gran mayoría de técnicas que circulan en internet no tienen un efecto permanente en el pene, solo momentáneo. Otras no llegan a producir ningún aumento significativo», explican.

Además, muchas de ellas no son prácticas seguras: «Pueden tener consecuencias negativas permanentes para el pene y su correcto funcionamiento».

«Incluso las intervenciones quirúrgicas suelen tener efectos secundarios que reducen el placer sentido durante los encuentros. En cualquier caso, lo que te recomendamos es que acudas a un urólogo para recibir asesoramiento o que cuentes con un equipo de especialistas en Sexología para potenciar tu autoestima sexual y que el tamaño del pene deje de ser un problema», recomiendan los sexólogos.

A fin de cuentas, el pene no va a cambiar con el paso del tiempo, «el tamaño y la forma se mantienen», dicen los expertos.

Así que, ya que va a acompañar a su portador el resto de su vida, ¿no es mejor aprender a quererlo tal y como es, con su atractivo sexual, pero sobre todo no convertirle en el único responsable de cada encuentro, sino entender que el placer va más allá de los genitales y aprender a disfrutar de todo el cuerpo con prácticas más allá de la penetración?

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Por qué te enganchas tanto a quien pasa de ti (según la psicología)

Que levante la mano quien nunca ha estado detrás de una persona que parecía dar señales intermitentes.

Hoy le interesas, mañana te ignora por WhatsApp, pasado vuelve a la carga, al día siguiente hace como si no existieras y, de repente, te propone quedar y veros.

chico móvil

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Estas idas y venidas son lo que se podría considerar por los expertos en psicología un refuerzo intermitente.

Aunque en el mundo de las citas le hemos puesto un sinfín de nombres en inglés porque siempre queda más guay (o eso pensamos).

Es lo que explica los fenómenos de benching (estar en el banquillo), breadscrumbing (dar pequeñas muestras de afecto o atención que, a modo de miguitas de pan, animan a ‘seguir sus pasos’) y, por supuesto, el famoso ghosting.

El rey de los desplantes consiste en que la otra persona desaparece de tu vida de un día para otro, sin dar ninguna explicación, y después vuelve como si nada.

En definitiva, son todos los comportamientos que reproduce alguien que no se va del todo, pero tampoco se quiere quedar a intentar tener algo más.

Te puede interesar: Más allá del ‘ghosting’, maneras (malas) de ligar que deberían estar prohibidas

Y, aunque nos cueste admitirlo -porque cada vez tenemos más herramientas para afrontar estas situaciones-, tendemos a engancharnos a quien nos trata así.

No es que seamos masoquistas cuando a la quinta vez que nos hacen lo mismo, sigamos ahí, a la espera de una sexta.

Es que biológicamente esa intermitencia nos genera adicción.

Todo viene al experimento que hizo Skinner (el psicólogo, no el director de los Simpson) con unas ratas.

Estas tenían que pulsar una palanca y, en ocasiones recibían comida y en otras no, pero era de manera aleatoria.

Así que los roedores se veían pegados a la palanca pulsándolo una y otra vez a ver si había suerte, por lo que el nuevo elemento condicionó su comportamiento.

¿Te suena familiar?

La golosina, en nuestro caso, sería que te va a prestar atención, dar conversación, dedicarte un rato para quedar…

Por eso, en cuanto el trato cambia y entramos en una fase más fría o distante por su parte, quedamos a la espera y estamos con una predisposición positiva si vuelve a tratarnos de esa forma, sin perder la esperanza.

Siempre confiando en que, en alguna de las ocasiones que respondemos su historia y nos quedamos en ‘Visto’, contestará. Porque hemos aprendido que ya ha sucedido en el pasado, solo que no sabemos cuándo.

La promesa de que ya hemos tenido ese interés en algún momento -y puede volver cuando menos lo esperemos- es el mejor incentivo.

Pero, a diferencia de las ratas, tenemos algo que nos distingue.

Los pobres animalitos de Skinner estaban en una jaula. Destinados a participar cada día en sus experimentos psicológicos.

Su única opción era la de pulsar la palanca bajo la atenta mirada del experto, sin ninguna otra alternativa que la de esperar su premio.

Tú no.

Lo que te mereces es una persona que se quede porque se quiere quedar, que te muestre un interés constante, que te respete, que valide tus emociones, que te dé estabilidad mental, cariño constante y no ande descolocándote con idas y venidas.

Tienes la libertad de, ahora que te sabes la teoría y puedes identificar cuando te están haciendo caso a momentos, decidir que te vas, que ‘sales’ del experimento y te quedas donde (o con quien) el buen trato no cambie a la velocidad de un parpadeo.

Puede que hayas caído en el ‘condicionamiento’ de tu crush, pero ponerle fin es tu elección.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Lo que de verdad hace que una noche sea memorable

Me hace gracia del porno que, según la mayoría de películas, un encuentro inolvidable pasa por ser golpeada contra el cabecero de la cama, como si fueras un tornillo y buscaran dejarte clavada a la pared.

Pero para mí, el polvo ideal, se encuentra muy alejado de eso.

pareja cama

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

A diferencia del juego de percusión, de quien se piensa que tu vagina funciona como un tambor, le doy importancia a la conexión entre las pieles.

No la que se queda solo en los genitales, la que va mucho más allá.

La piel de dos manos enredándose, de unos dedos recorriendo la cara interna del brazo, bajando por la axila, persiguiendo una cosquilla o un escalofrío.

La misma piel que va, poco a poco, descendiendo por el costado, redondeado un pecho como si lo estuviera sitiando y avisándole de que se aproxima una batalla de cuerpos, deslizándose por el vientre, acariciando el ombligo y yendo, de arriba a abajo, por los muslos.

Es inolvidable un encuentro cuando los besos se vuelven mandones, reclamando el protagonismo. Y dejan una huella invisible a la vista pero no al recuerdo.

Tanto que al día siguiente te parece que todavía puedes sentirlos. Como si la piel recordara la marca de los labios con un cosquilleo. En todas partes, por supuesto.

No soy capaz de olvidar las noches donde la boca ha caído en picado por mi cuerpo hasta hacerme perder, por unos segundos, el conocimiento.

Gracias, desde aquí, a todos los poetas de la lengua castellana que me han comido el verso.

Aunque, si pienso en las más memorables, no todas han venido necesariamente acompañadas de un orgasmo, pero sí de la sensación de seguridad que me han transmitido.

De estar, aunque acabáramos de conocernos, donde quería estar y con quien quería; conjugando el verbo desear en compañía: «yo te deseo», «tú me deseas», «nosotros nos deseamos».

Con alguien que no dudaba en sacarse el preservativo logrando que me pareciera sexy que se preocupara por la salud de los dos.

Y, aunque quizás menos sensual, me quedo también con la ternura del after sex.

Porque sí, independientemente de si hay sentimientos de por medio, el cariño es siempre de agradecer después de compartir un momento íntimo.

Son memorables quienes se han desprendido de esa idea de que, por ser solo algo físico, no podíamos darnos afecto al terminar.

Especialmente si encima me llega el ofrecimiento de una tarta que ha comprado para la ocasión, porque sabe que soy más de dulce y quería tener un detalle.

Con tan buen sabor de boca, es imposible no recordar la noche como un absoluto éxito.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

En una cita, ¿es feminista dividir la cuenta a la mitad?

Desde pequeña mis padres me han educado en que persiguiera la independencia. Que si acudía a una cita, pagara mi parte de la cena, mis copas en el bar, mi entrada del cine…

Que no necesitara que un hombre (o mujer) me invitara porque tenía mi propio dinero para hacerlo.

pareja dividir cuenta

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Esto me lo llevé a mi terreno y, lo más igualitario, me parecía dividir los gastos al 50%. Asumir la mitad cada uno me parecía un plan más que justo. Estaba cómoda con ello.

Las diferencias que pudiera haber si él se pedía una copa de más, se podían solucionar si tenía en cuenta que yo siempre tomaba más postre.

Y, una rápida encuesta en Instagram, me reveló que mis seguidoras opinaban de la misma manera.

Por lo general, nos sentimos a gusto haciendo las cuentas a la romana: dividiendo la cantidad entre los comensales o asistente.

Pero no puedo dejar de preguntarme si, sintiendo que así estamos enarbolando la bandera del feminismo, no nos estaremos tirando piedras sobre nuestro propio tejado.

Me explico: en España, la brecha salarial de 2021 fue del 18,7%. Esto significa que las mujeres ganamos -de media- 5.175 euros anuales menos que los hombres.

Y no es una cantidad que podamos olvidar cuando quedamos. Porque lo personal es lo político. Y también lo monetario si vives en una sociedad donde la desventaja toca a la mitad de la población.

De la misma manera, hay otro hecho, que se nos impone biológicamente, a tener en cuenta

Todos los meses tenemos la regla, lo que implica que las más afortunadas, solo necesitan invertir en productos de higiene femenina: compresas, tampones, renovar su copa menstrual o comprar una braga absorbente.

Las que tenemos dolores intensos, tenemos que sumarle a eso las dosis de paracetamol e ibuprofeno que nunca faltan en casa.

Mi opinión es que, por mucho que defienda el feminismo -la igualdad de condiciones y derechos entre el hombre y la mujer-, me planteo hasta qué punto nuestras citas son feministas con lo del 50-50.

Más que nada porque, si ya de por sí nosotras tenemos ese gasto, que influye directamente sobre nuestra renta, y ellos tienen esa superioridad salarial, ¿no tendría mucho más sentido dividirse la cuenta de manera proporcional?

Te puede interesar leer: Rompamos con la (mala) costumbre de las citas a la hora de cenar

No hace falta sacar la calculadora para que uno de los dos pague un poco más, se puede traducir en la mitad de las entradas del cine y las palomitas, o la cena a la mitad y que se encargue de las copas de después.

Hay maneras nada complicadas y lógicas de ponerlas en práctica.

De esta manera, estamos introduciendo el concepto ‘equidad’ en el plano sentimental, que no es otra cosa que distribuir el gasto de manera proporcional a las condiciones de cada persona.

Como cuando invitas a tu amiga a los cafés porque sabes que ahora está en el paro, buscando otro trabajo, y no le va bien tener gastos añadidos.

Y a quien no le convenza porque quiere reivindicar su autonomía y busca una igualdad matemática, siempre tiene la opción del 50%.

Pero que sea consciente de que, si es la mujer de la relación, es algo que le está empobreciendo, mientras que a él le favorece que la división sea de esa manera.

Me encanta que hayamos avanzado y tengamos la libertad de decidir, de trabajar, de pagar… Pero que no implique que ponerla en práctica nos empodere psicológicamente y nos empobrezca económicamente si, socialmente, seguimos en desventaja.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Sí, puedes tener un orgasmo y no sentir placer

¿Hay algún momento de nuestra vida donde pasen cosas más curiosas que en el sexo? Tengo mis dudas…

Objetos inesperados, posturas que solo se limitan por la imaginación, sonidos que nunca habías escuchado y sensaciones que, hasta ese momento, desconocías.

Resumen: en la cama y fuera de ella puede pasar de todo.

pareja cama placer

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero -claro que tenía que haber un pero-, aunque sea algo que practicamos por puro placer, no siempre lo conseguimos.

A mí me ha pasado que, justo cuando todas las señales de mi cuerpo indicaban que estaba a punto de caramelo, cuando parecía preparada para tener un orgasmo espectacular, se ha quedado en nada.

Me ha recorrido un pequeño temblorcillo y fin. Hasta ahí. Como cuando pones cava en una copa y parece que estás desbordando, pero luego apenas llega el líquido a la mitad.

Además, sabía que había terminado todo porque, si seguía tocando, mi cuerpo respondía raro. Con ese espasmo incómodo que parece decir «Ya. Se acabó. No doy más».

La primera vez que me pasó, me quedé helada. «¿Pero dónde está?». Casi me daban ganas de buscar entre las sábanas o mirar debajo de la cama.

¿Es posible que se me haya perdido un orgasmo? Lo cierto es que sí, no todos los orgasmos son iguales y el caso que he relatado, es más común de lo que parece.

Porque podemos alcanzar el clímax sin que el placer le acompañe.

Te puede interesar leer: Si que te ‘busquen’ te despierta las ganas, eres del club del deseo reactivo

La práctica llevada a cabo es algo que tiene poca relevancia, da igual si sucede durante la penetración, sexo oral…

Desde Lelo, la marca de juguetería erótica, desvelan el misterio de los orgasmos poco placenteros: es una falta de entendimiento entre la excitación del cuerpo y la mente.

Lo que significa que, de la misma manera, nos puede pasar sin estar en compañía de nadie durante una sesión de masturbación -especialmente si es durante el teletrabajo, porque la cabeza puede seguir ‘conectada’ al ordenador dándole vueltas al mail sin contestar-.

También puede que haya motivos físicos o psicológicos de por medio (que pueden necesitar que lo abordes con un profesional).

O, directamente, una falta de deseo porque una de las dos personas está más predispuesta que la otra.

En mi caso, siendo algo tan puntual, tiendo más a pensar que mi cabeza no estaba donde tenía que estar.

Por eso, en vez de agobio, me ha servido como reflexión, la de que el orgasmo no puede ser el fin último.

Porque puede darse o no. Y, si se da, quizás no es tan placentero como esperábamos. Entonces podemos seguir obsesionándonos con perseguirlo como si fuera el único premio…

O empezar a disfrutar de una relación sexual desde el momento que comienza en nuestra cabeza, con la anticipación de que va a llegar un encuentro con otra persona, y hasta que nos vestimos de nuevo.

Porque el placer está en todo: en la piel, en el olor, en el sabor, en el sonido, en él apoyado contra la pared mirándote desde arriba… En el orgasmo también, claro, pero no dejemos que lo monopolice todo.

El sexo es demasiado grande como para limitarlo a esos 11 segundos.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Guapas, blancas y deseables

Voy a empezar el artículo de hoy con un acertijo, ¿qué tienen Luz Estelar de The Boys, Galadriel de Los Anillos de Poder y Ariel del nuevo remake de La Sirenita en común?

Además de ser mujeres, las tres han sido duramente criticadas en internet por su apariencia física.

Y, en su mayoría, los grupos de detractores estaban compuestos por hombres.

Erin Moriarty Luz Estelar

@erinelairmoriarty

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Para Erin Moriarty tocó el reproche de que no era lo «bastante sexual» en esta nueva temporada de la serie de Prime Video.

Morfydd Clark, quien se ha puesto las orejas de la elfa guerrera, ha sido acusada de no ser lo suficientemente guapa como para interpretar a la criatura mitológica de la obra de Tolkien (y ni siquiera de ser lo bastante femenina «como una mujer real»).

Y en cuanto a Halle Bailey, el despedazamiento ha ido por el color de su piel. Los haters no podían concebir que la nueva sirenita de Disney fuera negra.

Pero hay algo más que Luz Estelar, Galadriel y Ariel tienen en común.

Ninguna de las tres existe: tanto la superheroína, como la elfa y la sirena son personajes fantásticos, no criaturas reales.

A diferencia de sus actrices, que son seres de carne y hueso.

Seres con sentimientos que deben gestionar que, en sus últimos proyectos, no han sido examinadas por su trabajo o su talento, sino única y exclusivamente por su físico.

Además, sus representaciones en la pantalla generan tanta indignación solo en un sector muy concreto de la población, el masculino.

Son ‘culpables’ de no ajustarse a la idea de belleza de quienes critican sus apariencias. ‘Culpables’ de no ser más sensuales, más guapas, más caucásicas…

La conclusión es clara: es un problema tanto de hipersexualización como de racismo por parte de los espectadores, no de las actrices, por supuesto.

Pero son ellas quienes siempre padecen el problema, no sus compañeros de reparto varones.

Como hablaba con un amigo, casi hace que sintamos envidia de Ian McKellen interpretando a Gandalf, a quien no se le exige ser guapo ni estar en forma para ser respetado por el papel que interpreta en las películas de El Señor de los Anillos.

El poderoso mago no necesita nada más que sus poderes para ser admirado y temido a partes iguales. En eso consiste el privilegio masculino.

En que nosotras sí necesitamos algo más, la juventud y la belleza deben estar de nuestra parte.

Nosotras no somos suficiente siendo fuertes, valientes, no basta con echar rayos por las manos, ni luchar de forma ágil: tenemos que estar buenas.

Ser aceptables para la mirada masculina es pasar la ‘criba’ de ser deseadas.

Cuando la ‘follabilidad’ es el fin último, nuestra identidad desaparece y nos quedamos relegadas a la carcasa, lo que se ve por fuera.

El mensaje que, como mujeres, recibimos de este acoso y derribo sobre el físico de las estrellas de la pequeña y gran pantalla, no da lugar a dudas: da igual lo que logres, lo que consigas, da igual que venzas a un ejército, salves a tu crush de morir ahogado en el mar o defiendas el bien por encima de todo.

Si no te desean, no tienes nada, no eres nadie.

Ya me lo comentaba la sexóloga Ana Lombardía en una entrevista hace un tiempo: «A las mujeres se les valora por su capacidad de resultar atractivas a los hombres, el resto suele ser secundario».

Con una diferencia, quizás la más importante: nuestra reacción a sus quejas.

Esto es algo que, quizás hace unos años, se pasaba por alto. Pero las cosas han cambiado lo suficiente como para que el chorreo de críticas sea una señal de alarma y nos movilice en su contra.

Porque, por primera vez, no somos nosotras las que debemos cambiar.

Las quejas ya no bastan como para tirar por tierra las decisiones de las productoras y estas opten por tunear a las actrices adaptándolas al gusto del consumidor.

Han perdido fuelle. Y nosotras lo hemos ganado, en la pantalla y fuera de ella.

Las intérpretes se han quedado igual y, por el camino, han recibido el apoyo no solo de los equipos detrás de cada producción, sino de personas que, por la red, han alzado la voz en su defensa señalando que es una injusticia machista.

Las mujeres podemos ser quienes queramos y hacer lo que queramos. Parecer atractivas mientras tanto, no es una preocupación ni una imposición que nos sintamos obligadas a cumplir.

Porque somos mucho más que nuestro aspecto.

Aunque quizás es eso lo que pesa y la verdadera razón que esconden las protestas. Que reclamamos un protagonismo que no está relacionado con el físico.

Pero es que ya no estamos solo para hacer bonito.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

‘La mayoría de mujeres de occidente tenemos un suelo pélvico estresado y muy tenso’

La primera vez que oí hablar del suelo pélvico fue cuando me interesé por unas bolas chinas en una tienda erótica.

Por lo que me contaron, o empezabas a ejercitarlo a partir de cierta edad, o se terminaría descolgando flácido, como cuando sacas un bizcocho antes de tiempo del horno.

suelo pélvico

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Aquello me generó bastante agobio. ¿Por qué nadie me había hablado antes de la existencia de esta zona de mi cuerpo?

Y lo segundo, ¿cómo podía evitar llegar a ese punto, cuyas consecuencias no conocía, pero me imaginaba que serían terribles?

La neura se me fue pasando porque otras cosas más urgentes llegaron a mi vida (hola, volverme autónoma), pero el desconocimiento seguía ahí.

Así que hablar con Juncal Alzugaray del tema, que es fisioterapeuta especializada en suelo pélvico (es la fundadora de PelviClub.com), ha sido clave para conocer el mío un poco más.

Y, ya de paso relajarme al respecto de que me voy a levantar un día arrastrándolo por el suelo de lo mucho que ha descendido como si fuera un globo medio desinflado.

Lo primero que me comenta la experta es que no solo es el canal de parto. El suelo pélvico «trabaja en equipo con la faja abdominal para sujetar nuestras vísceras abdominopélvicas. Es quien se encarga de sacar para afuera nuestra sangre menstrual, nuestra orina y nuestras heces. Pero tampoco podemos olvidar su función sexual».

Ah, ¿que mi vida sexual está sujeta a algo de lo que apenas sabía nada? Como Juncal afirma «El estado del suelo pélvico repercute directamente sobre la sensibilidad, sobre la lubricación, la elasticidad… Y eso es crucial para todo lo demás.»

«Imagínate que una siente que no lubrica, que le duele el coito o que tiene tal hipersensibilidad en el clítoris que le produce dolor. Esa persona no va a querer comenzar cualquier relación sexual, ni siquiera una mirada, no vaya a ser que se desencadene todo ese infierno. Cualquier disconfort en nuestro suelo pélvico va a tener incidencia directa sobre nuestra salud sexual», dice.

Pero, ¿hasta qué punto es real ese mito de que tenemos que trabajarlo como quien entrena pectorales en el gimnasio para contrarrestar la espalda de la silla del ordenador?

A diferencia de lo que se cree, que lo tenemos débil, Juncal me confirma que en nuestro caso, es todo lo contrario.

«La gran mayoría de las mujeres de occidente tenemos un suelo pélvico estresado y muy tenso».

La copa menstrual, ¿amiga o enemiga?

Y aquí es donde entra la copa menstrual. Es un poco como la pescadilla que se muerde la cola. Sin un suelo pélvico sano, la copa se nos escurriría de la vagina.

Pero, al mismo tiempo, llevarla puesta demasiado tiempo, puede pasarle factura.

«Es importante darle un respiro a nuestro canal vaginal y no utilizar la copa 24 horas al día durante los días que sangramos. La vagina no está preparada para tener todo el rato algo insertado, se cansa, se congestiona y a la larga, puede que se contracture».

Además, la copa menstrual debe adaptarse a nosotras y no al revés. Por eso Juncal recomienda «elegir una copa menstrual adecuada a nuestra anatomía y al estado de nuestra musculatura».

Te puede interesar leer: La copa menstrual que se vacía está muy bien, pero…

«Mi recomendación general es que no busquemos ni la más dura, ni la más blanda. Y, a poder ser, una que no sea muy larga. Pero eso es algo muy personal también… Sobre todo, una con la que nos sintamos cómodas».

Sí, aquí es donde las bragas menstruales, otro método que recomiendo, puede apañarte en los días de sangrado.

El mito por excelencia sobre el suelo pélvico es que solo debemos ponernos a trabajarlo tras el embarazo, pero la experta aconseja familiarizarnos con él mucho antes.

«Tenemos que conocer y reconocer esa parte de nuestro cuerpo, porque vivimos muy desconectadas. Tanto tiempo privándonos de nuestro placer ha hecho que desenchufemos esa parte de nuestra anatomía casi a nivel cerebral. Luego ya vendrá el trabajo, si es que hay que hacerlo. Pero integremos el suelo pélvico desde peques, por favor».

Solo de esa forma que propone, volviéndolo algo más de nuestra vida desde el comienzo de ella, conseguiremos que sea algo tan normal como es hablar de la próstata, por ejemplo.

Una razón que, según Juncal, se debe a la gran desigualdad que todavía existe entre hombres y mujeres: «Nuestros cuerpos solo importan como meros objetos bajo la mirada del ‘otro’. Nadie nos ha hablado de pequeñas, de adolescentes de que podemos ser dueñas de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad, de nuestro disfrute. Nadie nos ha dicho que podemos llevar el timón. Nos han llevado a pensar que nuestro cuerpo no nos pertenece».

«Por eso no se nombra, por eso no lo nombran. ¿Te imaginas qué pasaría si fuéramos las amas y señoras de nuestro disfrute? Buah, sueño con un mundo así. Hablemos más de nuestros suelos pélvicos y hablemos más de nuestra sexualidad… Cambiemos el mundo», propone.

¿Te sumas a su revolucionaria invitación?

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).