Archivo de febrero, 2022

‘El problema del ghosting es que no sabemos el porqué y gastamos nuestra energía buscándolo’

Todas, absolutamente todas, tenemos una amiga coach sin saberlo. Esa persona que siempre te da los mejores consejos y comparte un punto de vista que parece digno de charla de Ted Talk.

Y aunque no le quito importancia a tu bestie, hay ocasiones en las que te va a venir mejor una opinión profesional como la de Vanesa Rizo, que es Coaching Emocional (puedes contactar con ella en Merakiva.es).

PEXELS

Algunas de las consultas más frecuentes que atiende esta experta sobre sus clientes tratan sobre la dificultad a la hora de comprometerse o encontrar el amor, las altas expectativas en la pareja… ¿Te suenan?

Los conflictos amorosos en general son la especialidad de Vanesa, que recuerda que el coaching nos ayuda a conseguir nuestra mejor versión.

«Cuando nos queremos, damos lo mejor que tenemos. Somos capaces de mejorar cualquier relación y más en el ámbito sentimental, que es donde más trabas y bloqueos solemos tener», afirma la experta.

Pero, ¿cuál es el trabajo de una coaching emocional? El objetivo es el de «sanar heridas emocionales pasadas, nuestra niña interior, trabajar el perdón, desarrollar la inteligencia emocional para poder enfrentarnos a  situaciones complicadas…».

Es más, ella misma se aplica las lecciones para su propia vida amorosa: «Intento aplicarme todos los consejos y lo consigo en la mayoría de las ocasiones. Suelo trabajar mucho la empatía con la otra persona, de ese modo todo funciona mucho mejor».  

¿Podrías darnos un consejo básico de coaching para nosotras mismas?
¡Querernos mucho! Me especialicé en Autoestima porque después de mucho estudiar y ver casos diferentes, entendí que la base es quererse  y valorarse. Así que como tip básico os diría que, desde hoy, empecéis a tener en cuenta vuestros valores a la hora de actuar, vuestras necesidades, vuestras emociones y sobre todo, que os conozcáis, aceptéis y cuidéis mucho. 

Los problemas a la hora de comprometerse, la dificultad de encontrar el amor,  nuestras altas expectativas en una pareja… ¿cómo abordar estas situaciones desde  el coaching?
El coaching enfocado al amor, desde las emociones, te enseña a valorarte tú y a empatizar con los demás, a entender que la vida no deja de ser buena si no se está en pareja, que no pasa nada si vives soltera, que las expectativas son ilusiones que nos creamos que solo nos limitan y hacen daño. Para cambiar estos patrones y creencias, en mi caso trabajo con ejercicios de PNL (programación neurolingüistica) y desde el trabajo cognitivo conductual.

En el taller ‘Sanando el Amor’, me centro en un intensivo de todos estos patrones, para dar un cambio a esas mentalidades autodestructivas, y este es el taller más potente y el que más interés despierta, puesto que como te digo, el amor es la “herida” de la gran mayoría. 

Te puede interesar: Te va a hacer ‘ghosting’ y no lo digo yo, lo dicen estas señales

¿Qué consejos le das a tus clientes para superar una experiencia negativa -como una ruptura o el ghosting– desde el coaching?
¡El ghosting es todo un mundo! Si lo analizas, las personas necesitamos un porqué de todo. Y el problema de algunas rupturas, y sobre todo del ghosting, es que no sabemos el porqué. Surge de repente, sin explicación alguna, lo que hace que toda nuestra energía la gastemos buscando ese motivo que nadie nos dio para que todo terminara. Para afrontar este tipo de situaciones, concentramos la energía en el «¿para qué?», en lugar de en el «¿por qué?», de este modo, sacamos respuesta del presente y el futuro inmediato, y dejamos de perder tiempo y energía en el pasado. 

¿Qué malos hábitos personales podemos cambiar para que mejores nuestras  relaciones de pareja?
El primer hábito que debemos cambiar es dejar nuestra vida en el momento que comenzamos una relación. Cuando conocemos a alguien e iniciamos una relación, centramos la mayoría de nuestra energía e invertimos la mayoría de nuestro tiempo en ella, olvidándonos del resto de nuestra vida, de nuestros hobbies, necesidades, vida social, etc. El primer hábito a cambiar es este, seguir siendo TÚ, fiel a ti y a tus valores, haciendo lo que te gusta y motiva, y compartiendo todo esto con la persona que has elegido tener a tu  lado. Desde ahí, podemos vivir en paz y no en dependencia, como viven la mayoría de las parejas. 

¿Cuál es el motivo o la razón por la que te contactan la mayoría de tus clientas  buscando un servicio de ‘coaching del corazón’?
La mayoría, como te decía anteriormente, suelen contactar conmigo por problemas sentimentales. Yo lo dividiría en tres sectores.  

En el primero se encontrarían las personas que suelen tener problemas para encontrar  pareja puesto que se centran únicamente en esto, y ya sabes, lo que se busca con  ansiedad, nunca llega. Se olvidan de ellas para buscar la felicidad fuera y esto nunca sale  bien, lo que crea frustración, que en muchos casos deriva en ansiedad y falta de  autoestima, creyéndose culpables o no válidas al no encontrar esa pareja. 

Y la otra parte, son personas que han tenido experiencias negativas en el amor: infidelidades, malos tratos, etc, y ya viven desde esa desconfianza y patrones tóxicos el resto de sus relaciones, sin permitirse disfrutar, sentir o dejarse llevar. 

Y por último, el otro tercio, son personas que viven sus relaciones desde la dependencia, la obsesión, las inseguridades y la posesión, por lo tanto, están inmersas en relaciones tóxicas y dolorosas de las cuales no saben como salir o no saben como hacer para cambiar.

Puedes contactar con Vanesa Rizo a través de su Instagram (@vanesa_merakiva) o en su página web (merakiva.es).

Mara Mariño

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

¿Te vienes a una clase de Shibari? Descubro el arte erótico de atar con cuerdas

Me fascinan las cuerdas, las esposas, las cintas, los lazos… Todo lo que caiga en mi mano que me sirva para atrapar a quien me acompañe en la cama, corre el riesgo de ser utilizado.

Pero atar no es solo rodear a quien queda a tu disposición, se puede convertir en algo bonito y de alta carga erótica.

O, al menos, eso es lo que aprendo en un taller de introducción al Shibari, en uno de los locales de Amantis.

pierna atada shibari

UNSPLASH

El sexólogo que dirige el taller nos define el Shibari como «el arte erótico de la comunicación con cuerdas. Se crea algo artístico, no es te ato y ya está».

La principal diferencia entre esta técnica y el bondage, es que el segundo consiste solo en atar por atar, busca solo mantener a la otra persona inmovilizada sin que importe el instrumento que se utilice para ello.

Bloquear a la otra persona es también uno de los objetivos del Shibari, por supuesto (y que quede a nuestra total disposición).

La diferencia es que los cabos deben quedar de una manera estética, por lo que es importante que se vean simétricos sin enredarse entre sí ni entrecruzarse (el término ‘peinar las cuerdas’ es el que se usa para describir que queden bien puestas).

Pero, ¿por qué las cuerdas? ¿De qué material?

En el taller nos remontan a los orígenes de la práctica: «En Japón las cuerdas son un espacio sagrado, se utilizan las de yute porque son agradables al tacto, no se deforman cuando se mojan y son fáciles de deshacer».

La mejor prueba es cuando su compañera -inmovilizada por el pecho, la espalda y las manos-, queda liberada en pocos segundos en cuanto el extremo empieza a deslizarse de vuelta.

Cuando toca que tu pareja del taller te ate, es el momento de experimentar lo excitante del Shibari, de sentir esa parálisis cediendo el control a alguien (de ahí que en el mundo occidental se haya englobado esa práctica dentro del BDSM) y confiando en esa persona.

Pero también por la cuerda, que es un juguete al tacto. Se puede pasar por la piel, el cuello, los genitales

Y la persona que ata puede buscar el contacto acercándose, abrazando, besando, buscando con la mirada o haciendo todo lo contrario si quiere transmitir un mensaje diferente.

Esto último de jugar, mirar y centrarse más en las sensaciones y en el proceso del atado, recibe el nombre de Muganawa.

La fina línea entre el dolor y el placer (o la vergüenza y la excitación), es también clave en el Shibari. En otro taller de Sex Academy precisamente explicaron que el cerebro producía dopaminas en todas esas situaciones.

Como nos cuentan, hay quienes dicen que es una práctica derivada del Hojujutsu, el arte marcial que consiste en capturar con cuerdas al enemigo e inmovilizarlo (con la diferencia de que se añade el lado erótico, claro).

El desatado puede ser igual de excitante que la forma de atar: ir desenvolviendo a la otra persona poco a poco, cambiándole de postura, tocándole…

A la hora de atar por primera vez, acudir previamente por una clase impartida por un experto es fundamental.

El lazo es lo que guía, pero hay que saber por dónde pasar la cuerda para que, del roce, no se desgaste.

También hay zonas del cuerpo ‘prohibidas’ cuando se trata del Shibari. El cuello, las articulaciones o todas aquellas partes por las que pasen venas, nunca deberían ser atadas porque pueden comprometer la seguridad.

Y hablando de seguridad, ya seamos principiantes o expertos en materia, José siempre recomienda tener a mano unas tijeras de punta redonda. Si la persona atada se cae y se le desliza un nudo o se pone nerviosa -y no reaccionamos a tiempo quitando el nudo-, lo mejor es ‘cortar’ los nudos por lo sano.

Como nos recuerda, las cuerdas son reemplazables, la pareja no.

Mara Mariño

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Amiga, piérdele la vergüenza a hacérselo ‘por detrás’

Ayer en una entrevista, me preguntaban si el tema del sexo anal para los hombres seguía siendo tabú.

Y sí, es tabú para ellos, en primer lugar, pero también para nosotras, sus parejas.

PEXELS

Hablándolo con amigas, hay más de una que, solo de pensar en acercarse ahí, le entran los sudores.

Que por un lado lo entiendo. Sabemos cuál es la función del esfínter y no es precisamente la más higiénica del mundo.

Pero por otro, a todas nos han metido un dedo en la vagina -sin lavarse las manos antes- después de que él ha ido en metro, ha estado tomando algo con los amigos o ha estado en el gimnasio.

Así que como muchas ni se plantean acercarse a esa parte de sus novios más que para darles un cachete, vengo a contar por qué hay que tirarse a la piscina del anal.

Lo primero es perderle el repelús. La higiene es tan sencilla como para que pase por el baño antes y se dé con agua y con jabón.

Pero, sobre todo, superar el estereotipo de que, si le gusta por detrás, es que puede que sea homosexual -cuando lo que hace eso es que le gusten los hombres y no recibir placer a través del ano-.

Te puede interesar: ¿Qué hacer cuando hay un pequeño sangrado después de tener sexo anal?

El sexo va de liberarse, de sentirse a gusto en la piel y con los deseos que se nos cruzan por la cabeza (y por el culo).

Así que dejar los prejuicios fuera de la habitación nos acerca a la persona que tenemos enfrente.

Lo que hacemos en la cama -por delante, por detrás, por arriba, por abajo, a él o a nosotras- no es ni sucio ni algo de lo que sentir vergüenza.

Si empezamos con esos pensamientos, la asociación negativa corre de nuestra cuenta y vamos mal, de culo (el chiste estaba en bandeja).

Esta, como cada práctica, puedes llevarla a tu terreno. No tienes que usar un arnés con dildo realista para hacer pegging si no te ves con eso puesto.

Usa otro tipo de artículos si no estás preparada. Prueba con qué te sientes más cómoda: si con un dedo, un juguete, la boca…

Vívelo como que asumes un rol nuevo entre las sábanas, no como que estás haciendo una «tarea» porque a él le gusta (esa idea va a hacer que te dé mucha más pereza y lo hagas a disgusto).

Métete en el papel, aprovecha que mandas tú, domina la situación, pregunta si así está bien o si quiere más. Pero sobre todo, disfrútalo.

Puede excitarte visualmente, puedes pedirle que te toque o puedes aprovechar y añadir otro juguete a la ecuación. Hagas lo que hagas, tienes que pasártelo bien.

Porque perderle el miedo va también de ver la situación tal cual es: tú haciendo algo que hace que tu pareja se retuerza del gusto y descubriéndole de otra manera.

Cuando le observas desde distintos ángulos, le escuchas haciendo otros sonidos y se desbloquean nuevas expresiones faciales de placer, es un nuevo mundo.

Precisamente, por tratarse de algo que ponemos en práctica menos a menudo, y por hacerlo con alguien en quien confías (sabe que en cuanto diga para, vas a hacerlo), llegas a un nuevo nivel de intimidad  y disfrute con tu pareja.

Pero, ¿y si le hago daño? Bueno amiga, para eso está el lubricante.

Mara Mariño

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Si es tu pareja, ¿necesita tu consentimiento?

Te planteo una pregunta: el que era mi novio de aquel momento, estaba tumbado en la cama. Yo me encontraba recostada a su lado.

Estábamos viendo la reposición de una famosa serie de televisión cuando me dijo que si se la podía chupar.

Una pareja sentada en la cama consentimiento

PEXELS

En aquel momento, con toda la pereza del mundo de estar en la postura perfecta sin ganas de nada que no fuera seguir tumbada, le dije que no me apetecía.

Se incorporó y empezó a decirme que cómo podía ser tan egoísta. Que si me lo pedía era porque lo «necesitaba», porque «estaba pasando un mal momento», porque aquello le haría «pensar en otra cosa».

Si como pareja suya, no era capaz de ver todo eso, si no lo hacía por «el amor que sentía», es que no era «una buena novia».

Bajé la cabeza y se la chupé.

Y ahora la pregunta: ¿consentí a tener sexo?

Accedí, sí, pero de manera coaccionada, sin ninguna gana de hacerlo.

Solo por la presión de su discurso y por haber pulsado una tecla que siempre funcionaba conmigo, la de la culpabilidad de querer ser la mejor pareja.

Accedí y ahora me arrepiento. Porque así no debería ser poner en práctica algo placentero, con un chantaje emocional, haciendo a la otra (o al otro) sentir mal.

Accedí, pero mi consentimiento interno -que no el que puse en práctica- no estaba de acuerdo con mis acciones.

En aquel momento tenía que haber visto que, una persona que recurre a la manipulación para conseguir algo (lo que sea), no era buena para mí.

Pero llegamos a una pareja todavía con muchas cosas que desaprender. La primera es que estar con alguien nos abre la puerta a una barra libre de sexo. Cuando y donde quieras puedes pasar por la estación de sus piernas a recargar o descargar, lo que prefieras.

Y nosotras todavía arrastramos la culpabilidad de que, si nuestra pareja no está satisfecha, puede irse a otro lugar -que es otra persona- a conseguir eso que no podemos darle.

Lo que deberíamos tener claro, en su lugar, es que si esa es la razón por la que alguien se va de nuestra vida, no es la persona que queremos a nuestro lado. Mejor solas que forzadas a follar.

Estar en pareja implica que haya sexo siempre y cuando las dos personas quieran tenerlo por voluntad propia. Si uno de los miembros no está de acuerdo por lo que sea (dolor, sueño, cansancio o que no le apetece y punto), debe ser respetado.

Te puede interesar: Consentir a tener sexo no es consentir todo tipo de sexo

Que haya sexo en pareja no implica tampoco acceder a cualquier tipo de sexo. No todas las prácticas se pueden realizar sin tener antes una conversación primero asegurándonos de que no cruzan los límites de nadie.

Así que quédate con esto: si ignora tus negativas, si te coacciona, si te manipula, si se enfada si no lo haces, si te amenaza, si te resignas, no estás teniendo sexo con tu pareja. Te está violando tu pareja.

Mara Mariño

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Las 20 mentiras sobre el sexo que todos hemos escuchado

El sexo es como un idioma: se aprende practicándolo.

Y si repetir una y otra vez no es lo único que se necesita para mejorar, sí que ha hecho que descubriera la cantidad de mitos que me he llegado a creer desde que empecé hasta hoy.

PEXELS

1 – Que era virgen y solo me podría ‘quitar’ la virginidad un hombre.

2 – Que mi vagina siempre debe oler a rosas o estar recién lavada con agua y con jabón. Que el pene igual. Que ese olor particular, que empapa la habitación, es algo sucio.

3 – Que si no hay penetración en algún momento, no cuenta como tener sexo. No, ni aunque te haya follado con la boca o con los dedos.

4 – Que sin penetración, no podía llegar al orgasmo en pareja.

5 – Que todo acaba en cuanto él se corre, porque no se puede seguir. Que solo queda limpiarse con el papel y ponerse a otra cosa.

6 – Que si no hay amor, no se puede tener sexo. Que hay que esperar a tener una conexión emocional más profunda porque solo con atracción física no basta. O es de guarras.

7 – Que si te dejas dar por detrás, también. Que él nunca se queda con la que tiene sexo anal.

8 – Que en el sexo lésbico no hay que usar protección porque no hay riesgo de quedarte embarazada. Que no hay anticonceptivos para la vulva.

9 – Que si solo haces sexo oral, no hay riesgo de que te contagies de nada.

10 – Que el tamaño del pene importa. Y la duración también.

11 – Que para dar placer a una vagina, tienes que hacer mete-saca. Muy rápido, como si inflaras una rueda de bicicleta con una bomba de aire.

12 – Que son ellos los que siempre tienen más ganas. Que a nosotras nos apetece (o nos gusta) menos.

13 – Que la píldora anticonceptiva es tu mejor amiga. Que vas a tener una vida sexual increíble y no va a afectar a tu libido para nada. Y si afecta, tienes que comportarte como si nada.

14 – Que es como en el porno.

15 – Que si ya has dicho que sí, no puedes decir que no si de repente, o por lo que sea, cambias de idea. Que no le puedes dejar ‘a medias’.

16 – Que el sexo en el agua es una pasada. Que ya sea en la ducha, piscina o bañera, el líquido ayuda a que todo sea más fluido.

17 – Que es algo muy limpio y aséptico cuando en realidad terminas en una mezcla de flujos, semen, sudor y babas (y siempre pringarás tus sábanas).

18 – Que la vagina siempre está preparada para tener sexo. Que no cambia ni la facilidad a la hora de lubricar ni su posición según el momento del mes.

19 – Que usar juguetes sexuales significa que no estás satisfecha con tu pareja. Que no vas a poder volver a disfrutar del sexo sin ellos. Que son para pervertidas.

20 – Que lo que hace que seas un buen amante son las ganas, en vez de la comunicación, la reciprocidad o la confianza.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Qué esperar de un local ‘swinger’ cuando todo lo que te han contado da miedo

¿Sabes cuando te prometes que este año empezarás con la dieta, que vas a dejar de fumar o que llamarás más a tus padres? Yo me propuse que, si volvía a quedarme soltera, iría a un local de intercambio de parejas.

LELO

Y no se me ocurrió mejor compañía que uno de mis mejores amigos, que tenía la misma fantasía.

Ambos teníamos claro que ir fingiendo que éramos pareja, iba a salirnos más a cuenta que por separado solo por el precio de la entrada (en serio, cuando veáis sus tarifas, descubriréis que el mundo swinger no es nada barato).

Así que nos emperifollamos -uno de mis entrevistados me había comentado que la imagen es importante de cara a atraer a los demás- y nos plantamos en esa puerta, donde tan solo un pequeño letrero con el nombre escrito revelaba que estábamos en el sitio correcto.

Te puede interesar: “Necesitamos que a las parejas liberales no nos miren mal”

Mi primera idea que habría carteles luminosos del tipo «Sexo aquí», «Tríos, cuartetos y orgías de todo tipo» o «Welcome to intercambio de parejas». Pero no aparecían por ningún lado. Un mito menos.

No os penséis que mi amigo y yo lo tuvimos claro desde el primer momento. Pasé esa semana pensando que me iba a rajar justo antes de ir.

En mi cabeza, un local swinger era un sitio donde podía pasarte cualquier cosa. No sé por qué tenía el miedo de que alguien me encerrara en un baño, de camino a hacer pis, pensándose que buscaba tema.

Pero la chica de la entrada, que nos hizo un tour por el local al ser nuestra primera vez, nos aclaró desde el primer minuto que aquello iba sobre el consentimiento.

Que nadie podía tocarte de ninguna forma sin antes preguntarte o hacerte alguna señal (y de la misma forma, se podía responder si sí o no).

«Eso sí, los sentimientos se quedan en la puerta, esto es solo sexo«, nos recordó

Al poco, estábamos con una copa en la mano analizando el territorio. Otra idea preconcebida que me había montado es que este tipo de sitios están frecuentados por señores mayores con pinta extraña.

Solo encontramos uno, el resto eran parejas de todas las edades (en su mayoría jóvenes), algún grupito de tres amigos y una pandilla de cincuentañeros que, nada más entrar, se estaban montando una orgía.

Y, por cómo hablaban entre ellos un rato después, eran habituales del local.

Además de la macrosala donde estaban teniendo sexo, había una pista de baile con barra de pole dance, un jacuzzi, cuartos con una mirilla en la puerta, cuartos sin puerta, cuartos con puertas semitransparentes y una zona solo de parejas.

En esa parte del local estaba mi sala favorita: el cuarto oscuro. Un sitio en el que jugabas a una especie de ‘tinieblas’ sexual donde el objetivo también era pillar, solo que no del brazo, sino más bien de la entrepierna.

Mi amigo y yo empezamos por la pista de baile, tomándonos nuestras bebidas, para luego hacer incursiones por el resto de sitios y curiosear.

Quizás lo que más choca, en un primer momento, es que la gente está teniendo sexo a la vista como si nada (lo de unirse ya es decisión tuya).

Como un par de mirones, íbamos cambiando de show cada rato, viendo todo tipo de cuerpos y prácticas.

Aunque en la zona del jacuzzi la gente iba desnuda o con toalla, lo cierto es que en el resto del local lo habitual es ir con ropa.

La sensación que me dio, pasados los primeros 20 minutos de shock (por eso para mí es recomendable ir con alguien de confianza) es que teníamos el sexo demasiado sobrevalorado, en el sentido de que aquello de ver a parejas y grupitos disfrutando, nos parecía ya lo más normal del mundo.

Y respecto a la seguridad, hubo una parte de la noche en la que mi amigo se retiró con una chica que había conocido tras nuestro paso por el cuarto oscuro.

En aquel rato que deambulé sola, iba con la tranquilidad de que no iba a pasarme nada -que yo no quisiera que pasara-. Sí, pude hacer pis y además los baños estaban limpísimos.

Me hizo sentir con confianza saber que había ido acompañada de alguien con quien, si salía mal la cosa, lo recordaría entre risas y como una anécdota en nuestra amistad.

Pero lo cierto es que lo disfrutamos y nos quedamos con ganas de más, en todos los sentidos.

Una vez roto el hielo, me dieron ganas de probarlo en pareja solo por el hecho de vivir esa excitación de ver a menos de un metro de ti gente que está follando en vivo y en directo.

Al final, que te animes o no a hacer algo con la persona con la que vas o a quien conozcas ahí, es cosa tuya.

Pero, lo importante: ¿hice algo en el cuarto oscuro? Bueno, eso es material para otro artículo…

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Dedicado a los amores imposibles de mi vida

Asumimos -mejor o peor- las rupturas, las separaciones, el punto final de la relación y el cierre de una historia de amor, la lista de ensayos sentimentales que, por un tiempo, fueron acierto.

Pero hay algo peor que amar y haber fracasado a medio camino del intento, no haberle dado una oportunidad.

PEXELS

Hoy, 16 de febrero, es el día en el que toca homenajearlas a ellas, a las historias que nunca se pusieron de acuerdo en el bucle espacio-tiempo, en la franja horaria, en el país o en el momento.

Las historias que, aún no sucediendo, dolieron, porque tenían todo el potencial de hacerlo: la química, las ganas y los protagonistas, pero les faltaron el resto de elementos que las ponen en marcha.

Somos nuestros fracasos amorosos porque hablan de nosotros y lo que hemos vivido. Nos recuerdan cómo y cuánto hemos querido.

Pero somos también las veces que nacieron sentimientos sin que llegaran a materializarse sobre la piel de otra persona.

Hablo de aquel amor platónico del gimnasio al que siempre mirabas de lejos, la compañera de clase a la que sigues la pista en redes y nunca supiste cómo romper el hielo para invitarla a salir.

La persona eternamente emparejada que parece no estar soltera nunca, pese a que te has prometido varias veces que, la próxima vez que no esté con nadie, te la llevarás a una cita.

O a quién siempre habías querido conocer, pero eras tú quien siempre tenía pareja y tampoco llegó a darse la ocasión de que coincidierais.

Hablo del amor de verano que caducó el 31 de agosto del que no has podido olvidarte años después (quién sabe por qué).

O de ese flechazo en el metro de Madrid cuando, antes de bajarse, te sonrió con los ojos. También del que parece tener siempre inaccesibilidad emocional y no se permitió abrir la puerta a lo que pudiera pasar.

Es la historia del amigo de tu ex por el que siempre tuviste curiosidad secretamente y queda vetado por una cuestión de principios.

De quien resulta incorrecto a secas. Es la madre de José del Canto del Loco y Carolina de M-Clan, porque es menor de edad.

O de quien siempre te da un «no» porque no te corresponde, que solo pasó en tu cabeza, porque nunca se interesó por ti en ese sentido. Quien te dejó en leído y no volvió a escribir nunca.

La historia de quien te hizo el match en Tinder, te robó las noches llenándolas de conversación y luego te dio plantón. Quien tenía otra orientación sexual.

Es ese chico que descubriste en Instagram. Quien no se quiso mojar porque decía que era demasiado complicado por ser compañeros de trabajo (y quizás sí que lo era).

Son todas las historias que llevamos clavadas, las que soñamos que fueran realidad -porque desde nuestro corazón lo fueron- y las vivimos como tal.

Las «yo quiero» que recibieron un «no puedo».

O, al menos, que no pueden ser de momento.

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Así es un taller de iniciación al BDSM desde dentro

Mi relación con el BDSM se remonta al principio de mi vida sexual sin saberlo.

No, no tenía ni idea que había objetos que se relacionaban con esa práctica o que, adoptar un rol u otro, me estaba identificando con una sumisa o una dominante (o, en mi caso, pudiendo hacer ambas cosas, una switch).

PEXELS

Ha sido algo que he aprendido hace unos días tras el taller sobre Iniciación al BDSM que impartió la formadora de Sex Academy Irene Negri (@sexeducando en Instagram), en una de las tiendas de Amantis (@amantisoficial).

Como la psicóloga y sexóloga, llegué al BDSM por casualidad. Y, al descubrir que me gustaba, pensé que no eran normal y algo raro podía estar pasándome.

¿Cómo era posible que pudiera disfrutar del dolor físico en el que se supone que es el momento más placentero para el cuerpo? Se me había cruzado un cable.

Peor no, la propia Irene comentó que las dos caras del BDSM tienen mucho sentido desde un punto de vista biológico. «Todas las personas sentimos placer en dañar, solo que a este juego, se juega con reglas», comentó en el taller.

En cuanto a mi placer por este tipo de ‘torturas’, la experta explicó que tanto el dolor como el placer se producen desde el sistema límbico. Las neuronas liberan dopamina cuando se da cualquiera de esos momentos, por lo que juntar ambos, eleva el placer.

Quizás la principal diferencia entre lo que yo hacía y una manera más ‘profesional’ de ejecutarlo, es la asignación de roles, que es algo tan sencillo como imaginar que te gustaría hacer o que te hicieran.

En esta distribución de poder -siempre pautada- se da una desigualdad, que es lo que produce el morbo de la dinámica en primer lugar.

Lo que Irene nos asegura es que «el BDSM no tiene por qué corresponder con el mundo real. No le vamos a dar con la fusta a la gente por la calle».

Es igual de importante dar con una persona con deseos o necesidades parecidas, confiar en esa persona y también conocer los propios límites. Hasta dónde nos vemos capaces de llegar.

Lo principal es la seguridad, hacer las cosas con sensatez y dentro del ambiente de la sesión.

El consenso del acuerdo no tiene por qué ser un folio con cada práctica perfectamente descrita y detallada (aunque si lo prefieres, puedes hacerlo así, sobre todo si es tu primera vez con alguien).

Ya sea en un papel o mediante una conversación, ambas partes se comprometen a cumplir lo acordado.

Y hablando de acuerdos, la palabra de seguridad es de las primeras cosas que relacionamos con el BDSM, pero, como Irene explica, igual es mejor plantearnos las indicaciones como un semáforo.

Verde si vamos bien, amarillo si hay que ir con cuidado o rojo si queremos detener la práctica de forma inmediata.

Aunque después del taller nos enseñó una colección de juguetes que iban desde una mordaza a un collar con una anilla para inmovilizar, pasando por una vela o látigos (floggers), no es imprescindible tenerlos en casa.

«El BDSM implica utilizar la creatividad. Se puede tener un arsenal de juguetes o no», reflexionó Irene.

Un cinturón cualquiera, el antifaz de dormir o la cuchara de madera de la cocina pueden ser, con un poco de imaginación, grandes aliados.

Mas allá del dolor, el placer, los juguetes o los roles, la conclusión con la que me quedo del taller es que el BDSM no solo va de «que te entregues sabiendo que alguien te va a sostener«.

También «implica autocuidarse y cuidar a la persona con la que estás«, resumió Irene.

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

Cómo quiero que me quieran

Mal, me han querido mal. Me han querido de la peor manera. De la más egoísta, controladora y violenta.

Me han querido de forma que dolía cada segundo de ese -erróneamente llamado- amor.

Me han querido como nunca quiero que vuelvan a quererme.

PEXELS

Lo he pensado, le he dado vueltas. Y claro que quiero cariño de vuelta.

Pero distinto, del que no haya ningún parecido con la realidad pasada.

Quiero que me quieran a lo grande, a lo fuerte y alocada. Cada vez que esté con ropa de fiesta y en chándal.

Quiero un amor tranquilo como una taza de caldo de mi madre, de ese al que puedo volver a refugiarme cuando la cosa se pone fea ahí fuera. Del que calienta por dentro, como si te abrigaran el corazón.

Quiero un amor libre, libre de escribir cuando quiera, de quedar cuando me apetezca, de salir a bailar a la discoteca, perrear hasta el suelo y decirle que he llegado bien a casa, que me lo he pasado genial, que he pensado en él y que tengo ganas de verle al día siguiente.

Un amor estable, sin idas y venidas ni subidas ni bajadas, que para eso está la montaña rusa del día a día, la ansiedad de la pandemia o la cita médica que llevo postergando.

Un amor fácil, sin dramas, historias, reproches, búsquedas de defectos constantes, prejuicios, traiciones o engaños. Uno transparente como el agua, donde tenga tanta importancia perfeccionar la sinceridad que la manera de follarnos.

Lo quiero a medida, con paseos largos porque la jornada de teletrabajo se hace pesada. Con un táper de pasta en la nevera que me has cocinado porque sabes que voy hasta el cuello.

Un amor de cuidadoen el que te doy un beso en la frente para comprobar si tienes fiebre y me acercas el ibuprofeno porque, del dolor de la regla, no puedo moverme.

Puesta a pedir, quiero un amor de estar durante media hora eligiendo la serie de Netflix para quedarnos dormidos a los cinco minutos. Un amor simple de cada día, del lunes por la mañana al domingo por la noche, lleno de momentos pequeños como prepararte un café porque sé que así te cuesta menos salir de la cama.

Quiero un amor sin frenos por el miedo al compromiso, que avance a su ritmo. Un amor en el que mando saludos para tus padres y tú te quedas durante la sobremesa con los míos.

Ese por el que nos seguiríamos a cualquier parte del mundo. Y donde no me sueltas la mano cuando despega el avión, porque sabes que me da miedo.

En el que hablamos de todo lo que nos hace sentir mal pero de lo que nos hace sentir genial. Donde nos consolamos y nos celebramos cada derrota o victoria como si fuera propia, en el que me llenas de orgullo, te acerco un pañuelo porque necesitabas desahogarte de un momento duro de tu vida o te acompaño al médico porque para ti es más fácil que vaya contigo.

Quiero el amor que me hace sentir que regreso a casa conforme recorto la distancia y me acerco a ti por la calle. En el que te plantas con una galleta en mi portal y me dices que lo sientes, que estabas equivocado.

En el que ganamos mucho más por disculparnos, que estando enfadados. Un amor que sigue porque, creemos que son discusiones, cuando en realidad hablamos.

Un amor que es conexión. Conversaciones por WhatsApp hasta las dos de la mañana. Abrazos infinitos porque ninguno de los dos se quiere marchar. Escupir la pasta de dientes por todas partes porque te pones a bailar. Oler tu ropa a escondidas. Hacerte eso una vez más. Espontaneidad y magia. Amistad.

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).

De adicto al porno a ‘coach’ sexual que ayuda a los hombres, la historia de Gonzalo

A lo mejor no te conozco, pero hay una cosa segura que sé sobre ti: has visto porno. Y puede que tú no me conozcas, pero hay una cosa segura que sabes sobre mí: yo también.

Es difícil no dar, en algún momento de tu vida, con la industria de la pornografía. Ya sea por amigos, curiosidad o porque te la encuentras de forma casual como publicidad, darás con ella.

O ella contigo, más bien.

PEXELS

El porno viene siendo la forma más fácil de darte un rato placentero contigo. Pulsas play y miras. El único esfuerzo que pones de tu parte es mover la mano.

El vídeo te lo da todo hecho: una mujer escultural, un punto de vista de las escenas que te hacen sentir como si tú mismo estuvieras teniendo sexo con ella y una dinámica tan excitante que consigue hacer que te corras en pocos minutos.

Visto así, ¿cuál es el problema?

Gonzalo Salinas, el autor del libro Venciendo la Adicción al Porno: 7 Pasos para tener una vida Sexual Sana (que por cierto tenéis en Amazon por si os pica la curiosidad), sabe que lo que hay detrás del cine porno no es tan bonito ni tan inocente como parece.

Como exadicto a consumir este tipo de películas, el escritor me comenta que, lo que resulta más sorprendente, es la falta de aceptación de que existe un problema.

En la actualidad, Gonzalo trabaja como coach sexual trabajando con hombres que, como él, han tenido esta relación de enganche a la pornografía impidiéndoles disfrutar de una vida sexual placentera en pareja.

«Es frecuente escuchar a muchos hombres decir ‘Yo consumo de vez en cuando pero no soy adicto’, pero cuando invitas a dichos hombres a intentar dejar el porno, allí se dan cuenta que les es casi imposible», afirma.

«Esta adicción comienza como un divertimento, pero poco a poco va afectando el sistema de recompensa cerebral (que regula la dopamina, la hormona de la recompensa y de la motivación), y cada vez el cerebro va a pedir más y más. El porno hace que la persona genere una adicción química a la dopamina«.

¿Cuál es el primer síntoma que debería alertarnos?
La perdida de la voluntad ante el porno y, como factores secundarios, todos los síntomas negativos en lo, físico, lo psicológico y lo emocional. Ocurre de manera tan lenta que, cuando el hombre se da cuenta, ya lleva 10 o 15 años consumiendo porno, los cableados cerebrales sinápticos son bastante sólidos y sanar cuesta mucho mas.

¿Cómo afecta en la pareja consumir porno?
La dopamina es un neurotransmisor que participa en los procesos sexuales humanos, especialmente en la estimulación sexual. Cuando la adiccion al porno atrofia el sistema de recompensa cerebral atrofia muchos procesos en donde la dopamina esta implicada, como por ejemplo la erección o el limite corporal del placer que determina el tiempo de eyaculación. Si en la pareja el hombre no puede tener o sostener una erección, o presenta un cuadro de eyaculación precoz, le va a afectar su vida sexual.

Por otro lado, la adicción al porno genera consecuencias como imposibilidad de conectar emocionalmente con la pareja, ansiedad crónica, cuadros depresivos, distorsión de la imagen masculina y femenina en el sexo, falsas expectativas sexuales, entre muchas otras cosas.

El que tiene sexo como lo ve en el porno, termina por convertirse en el peor amante del mundo

¿Cuándo se dio cuenta del problema?
Desarrolle un síntoma que ya esta tipificado en la literatura científica que se llama Porn Induced Erectile Dysfunction (PIED por sus siglas en ingles), es decir disfunción eréctil causada por el porno. Era capaz de tener una erección viendo porno, pero no con una mujer de carne y hueso. Fue una experiencia devastadora. Para sanar tuve que trabajar durante más de dos meses con una maestra de Tantra que me hacia Lingam Massage, apelando a mi neuroplasticidad cerebral, y volver a despertar la sensibilidad en mi pene. Recuperé mi erección después de noventa y tres días de trabajo arduo.

¿Cómo tratarlo?
Existen varios pasos para salir de esta adicción y diferentes metodologías. Pero lo más importante es tener una estrategia donde contemples varios factores: reconocer que hay un problema y comprometerse a solucionarlo, transformar el medio ambiente, transformar el cuerpo con actividades que muevan la energía, implementar un proceso de creación consciente, redirigir la energía sexual, tener un protocolo para evitar la recaída, tener una comunidad de soporte, atender las necesidades emocionales profundas y aprender a vivir la vida intencionalmente.

¿Cuál es el apoyo que puede prestar la pareja en esta situación?
Sacar el tema suele ser difícil. Cuando la mujer les dice que no les gusta que consuman porno (he visto muchos de estos casos), los hombres llegan hasta a molestarse con su pareja aduciendo que «es normal», «que todo el mundo lo hace», sin conocer las verdaderas consecuencias del consumo de porno. Además, es tema del porno esta socialmente tan cubierto de vergüenza y de culpa que muy rara vez se habla del tema y cuando se habla suele ser cuando la adicción esta avanzada. Cuando alguien está pasando por una adicción al porno, el apoyo de su pareja es fundamental y de hecho acelera el proceso de recuperación.

¿Qué hace del porno algo tan adictivo?
La adicción bioquímica a la dopamina. El hombre adicto ha creado una nueva forma de masturbarse viendo porno: abre 10 pantallas al mismo tiempo, busca sus actrices y categorías favoritas, avanza las escena hasta la parte más hardcore y crea una secuencia en donde el ‘crear el ambiente buscando la escena perfecta’, es tan importante como masturbarse con el porno. Cada actriz nueva teniendo sexo es un nuevo rush de dopamina y el hombre queda en estado de euforia por largos períodos de tiempo. Además, suelen estirar el tiempo sin eyacular (edging) para alcanzar a ver todas sus escenas. De nuevo, hay muchísimo otros factores que juegan un papel aquí.

Te puede interesar: ¿Es ético el porno con el que te masturbas?

¿Se puede consumir de manera ‘sana’?
El cerebro por su maleabilidad responde a cualquier programación que tú le hagas. Si quieres programar tu cerebro a estimularte con el porno, entonces consume porno. Pero si quieres programar tu cerebro a tener prácticas sanas en el sexo, entonces implementa esas prácticas en tu vida sexual. El porno está constantemente llevando tu conciencia fuera de tu cuerpo y hacia el pasado. No es posible experimentar placer sexual fuera de tu estado total de presencia, aquí y ahora. Y además, desde la dimensión espiritual, tu atención consciente perpetúa la industria del porno. Aquello a lo que le damos atención crece, es una transferencia de fuerza vital creadora.

¿Qué le dirías a una persona que está empezando a ver porno?
Que aprenda cuáles son las consecuencias del consumo. Esto no es una recriminación moral. Respeto la soberanía de cada individuo para que haga lo que le de la gana con su energía sexual, siempre y cuando respete al otro. Sin embargo, el que comienza a consumir porno, no sabe dónde le puede llevar, ya que es una practica altamente adictiva. Y, por supuesto, le recomendaría que utilice esa energía en mejorar su vida sexual: el sexo te da la posibilidad de entrar a un espacio elevado de amor y disfrute, en donde los amantes entrenados, presentes y conscientes de su práctica, pueden desvanecer momentáneamente su identidad individual, fundiéndose en una sola conciencia, disfrutando del éxtasis total. El porno representa un secuestro a esa hermosa posibilidad.

Para despedir la entrevista, Gonzalo me recuerda que, cuando ves porno, solo buscas una cosa: masturbarte. Cuando ves porno, la industria que está detrás busca hacer dinero.

«Saben todos los problemas que causa pero lo que mueve al mercado es el dinero. Ellos saben que siempre vendrá una ‘nueva starlet‘ que cumpla 18 años y que todas son piezas reemplazables en la industria», dice el escritor y coach.

Mara Mariño.

(Y, si quieres, puedes seguirme en Instagram,  Twitter y Facebook).