Archivo de diciembre, 2021

Cuidado con meterse objetos que no están diseñados para el ano

Cada vez tenemos la mente más abierta y nos atrevemos a experimentar en la cama.

Es algo que demuestra cualquier catálogo de series en streaming, el boom de tiendas eróticas o que ya podamos hablar del Satisfyer sin sonrojarnos.

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Otra evidencia de esto se encuentra en los hospitales. Nos sirve como ejemplo el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido, que llevó la cuenta de objetos atascados en el ano de sus pacientes.

Según el Daily Mail, la cantidad en 2020 duplicó todos los que habían tenido que extraer en la década anterior.

Así que sí, ya podemos decir que el sexo anal está dejando de ser tabú.

El problema es que en plenas ganas de experimentar, dé por introducirse lo primero que venga a la mano.

Ese es un error muy grave, ya que solo los juguetes anales están diseñados para usar en esa zona con seguridad.

Es más, tanto los plugs como los estimuladores de próstata vienen con un tope que siempre queda fuera del recto.

Ese apéndice que se usa para tirar, evita que se pierda el juguete por dentro del intestino grueso, lo que puede producir lesiones graves o incluso la muerte.

Más curiosa que el perfil de paciente que suele ir a urgencias con algo atascado (el 85% son hombres de 20 años o de 50), son los objetos que se usan.

Cepillos de dientes, latas de spray, juguetes infantiles y huevos son los más frecuentes. El problema viene porque esos objetos tan cotidianos e inocentes fuera del año, son un auténtico peligro.

Al quedarse atascados en el intestino pueden llegar a perforarlo. Esto significa que las bacterias puedan llegar a otras partes del cuerpo causando una infección.

Así que, mejor tomar nota de estos casos y usar solo para el sexo anal los artículos pensados para multiplicar el placer del ano sin riesgos.

Si todavía hay alguien que no se encuentra preparado para ir a una tienda erótica y pedir un juguete anal, no hay problema.

Las webs online son igual de efectivas y hacen un envío discreto, no tiene por qué enterarse nadie de la familia.

Duquesa Doslabios.
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Si tiene los ojos cerrados durante el sexo, ¿está pensando en otra persona?

En varios foros encuentro esta pregunta, la prueba de que a veces entra un miedo irracional en el momento que nos sentimos más expuestos.

Pero, ¿tiene sentido que nos preocupemos por esto?

Voy a ponerme del lado de quien duda, de quien ve a su pareja retorcida de placer -con los ojos fuertemente cerrados-, y se plantea que por su cabeza pase alguien que no sea él (o ella).

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Y es que tener sexo con una persona que queremos es algo tan íntimo, que todas nuestras inseguridades tienen vía libre.

Si se estará fijando en la celulitis, en esa zona con pelo que pocas veces ha visto una cuchilla o si le parecerá alguna parte del cuerpo pequeña, son pensamientos intrusivos que pueden llegar a paralizarnos.

Sin embargo, tener o no contacto visual depende de muchas cosas. Por lo pronto, es el mejor método para centrarse en las sensaciones.

Con el sentido de la vista privado, parece más sencillo prestarle atención a los demás.

Al oído, al gusto, al olfato, pero sobre todo al tacto. Especialmente si es el que se da en el piso de abajo.

Sin mirar, no hay distracciones. Evitas cruzar la vista con la lámpara del techo y recordar que aún no has comprado la bombilla. Solo está una agradable oscuridad y el contacto incendiario que te despierta por dentro.

Por otro lado, abrirlos y mantener los ojos clavados, es algo también ligado a la intimidad.

Una concesión de verse en ese momento tan vulnerable y encontrarlo lleno de erotismo. También la forma de recordarle a la pareja qué es lo que tanto nos gusta de ella, dándole impulso a su autoestima.

Pero y aún en el caso de que esos párpados bajados significaran que hay una fantasía detrás, ¿es de verdad para alarmarse?

Dejarse llevar por una idea que nos excita, funciona de maravilla en la cama.

Es más, precisamente lo bueno que tiene la imaginación es que está solo en la cabeza y se puede usar como gatillo para disparar aún más las ganas.

Por placer, para concentrarse, para excitarse más… ¿Qué más da el motivo si el resultado es que esa persona disfrute en mayor medida de la experiencia compartida?

Duquesa Doslabios.
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¿Es normal que con la regla cueste más llegar al orgasmo?

Te afecta al humor, a la talla de pantalón, a las horas de sueño, a las ganas de comer… ¿Cómo no iba a afectarte la regla a la hora de tener orgasmos?

Lo bueno de conocerme al dedillo mi ciclo menstrual es que sé en qué etapa del mes llegar al orgasmo me va a resultar más complicado.

La que coincide con la semana previa a que baje la regla.

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La ovulación es el momento estrella del ciclo cuando hablamos de la facilidad a la hora de correrse.

Con los estrógenos por las nubes, el flujo vaginal aumenta. Esa lubricación natural hace que el sexo sea estupendo.

Pero después de haber ovulado, el nivel de estrógenos baja y sube la progesterona.

La vagina no produce flujo, por lo que está más ‘seca’ y puede ser difícil disfrutar de la penetración.

Al sentir molestias o incomodidad, es complicado llegar al clímax. Lo que no sucede si en vez de coito se opta por otro tipo de práctica.

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En cuanto a la menstruación, pueden pasar dos cosas si se decide tener relaciones en esos días del mes.

O bien un sexo maravilloso en pleno día de sangrado abundante, ya que la sangre hace las veces de lubricante.

O un polvo menos espectacular y algo desagradable. Esto se debe a que justo coincide en el momento en el que no hay apenas sangrado.

En ese momento los estrógenos no son lo bastante abundantes como para que hay un flujo normal.

Además de que el lubricante puede ser una buena solución para tener a mano siempre, queda prohibido estresarse.

Y, por mucho que el ciclo pueda afectar, hay muchos factores que nos ayudan o nos frenan en el camino al orgasmo.

Así que mi sugerencia es dejar de darle vueltas si hay veces que no nos sale y pensar en disfrutar más de la travesía que del final.

Duquesa Doslabios.
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¿Qué significa que diga que sus exnovias están locas?

Hay momentos cuando conoces a alguien en los que sabes que el tema de conversación va a ser definitorio.

Un speech sobre su ideología política o su punto de vista -tan diferente al tuyo- del aborto, son cosas que van a hacer que termines de formar la imagen de tu acompañante.

Y no tienen por qué encajarte, lo que puede significar que es el momento de que le pongas punto y final o, ¿por qué no?, que te limites a que sea algo meramente físico, porque no quieres conectar más allá.

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Hablar sobre las exparejas entra en la lista de temas más delicados que el cristal.

Puedes sacar tantas lecturas de lo que dice de las personas con las que ha estado…

Por lo pronto, si no deja de hablar de él (o ella), te llega la sospecha de que es probable que no haya pasado página.

Que lo vuestro vaya a ser algo de un mes pero nada más.

Que al principio todo será estupendo, pero luego empezará a flaquear y terminará diciendo que no puede seguir porque no siente que esté en ese punto en el que tú sí que estás.

No tiene por qué pasar en todos los casos. Quizás justo mientras os vais conociendo, por su parte, lo va superando.

Pero mantente en alerta por si se da lo contrario.

Sobre todo presta atención a cuando lo que diga de sus exs no sea del todo bueno. O directamente si es malo y punto.

Quédate con esos comentarios sutiles, si te dice que no le dejaba en paz, que se enfadaba por cualquier cosa, que le tenía machacado, que era posesiva y celosa, que estaba loca de la cabeza…

Que le hacía unas broncas espectaculares o que a día de hoy, sigue obsesionada con volver juntos.

Piensa que lo que está haciendo es posicionarte para que empatices con él. Vas a conocer solo su versión, no vas a poder hablar con ninguna de ellas.

Coge esas respuestas con pinzas y cuestiónate todo. Cuestiónate por qué ella se tenía que enfadar tanto con él, cómo había llegado al punto de ser celosa, qué tanto daño le hizo tu pretendiente para que él considere que estaba desquiciada.

En vez de ponernos del bando de quien nos cuenta su versión, empaticemos más con la mujer que no está presente. Hagamos piña con ella, aunque sea mentalmente.

No hagas lo que hace él, no invalides las emociones de sus anteriores parejas por mucho que sea lo más fácil o porque él te parece muy atractivo.

Nosotras también hemos sido la ex de alguien y sabemos que para llegar a los enfados, los comportamientos desesperados o los abusos han tenido que hacernos mucho daño.

Desacreditar y mentir son dos cosas que hacen las personas manipuladoras cuando buscan esconder la verdad y enredar a alguien nuevo. Desconfía de quien hable así.

Además consigue que si la exnovia intenta ponerse en contacto contigo o prevenirte, no escuches sus palabras y pienses que forma parte de que está haciendo una de sus escenas.

Porque amiga, si te dice que todas sus ex novias están locas, ten cuidado.

Lo probable es que el loco de quien tienes que protegerte sea él.

Duquesa Doslabios.
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De los hombres que cuidan a las mujeres

Una vez una pareja me arropó en la cama. Con todo el cuidado del mundo, fue colocando cada parte del edredón alrededor de mi cuerpo, dejándome envuelta como un burrito.

Entre la sensación de comodidad y verle hacer algo tan sencillo, pero tan lleno de cariño como es arropar -que solemos relacionar con los padres-, me puse a llorar.

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Me sentí tan atendida como nunca antes. No era un gesto extraordinario por sí solo, a la inversa había pasado otras veces. Lo increíble para mí era que él lo hubiera hecho siendo un hombre.

Porque, por desgracia, si eres hombre y cuidas a tu pareja, si te preocupas por ella, eres un «calzonazos».

Por desgracia, si eres hombre y cuidas a tu amiga, te encargas de que llegue sana y salva a casa un día que está borracha, escuchas su historia cuando te cuenta un drama, eres un «pagafantas».

Parece que lo raro es pensar en las mujeres como iguales, en seres que merecen el mismo amor, cariño y atención.

Y, si se hace, se ridiculiza hasta el punto de que un hombre no se sienta bien dispensando ese tipo de trato y reciba esos apelativos.

Porque socialmente, ese es un trato poco viril, femenino incluso (históricamente, son los cuidados nuestra parcela). Porque no hay nada menos masculino que no ver a las mujeres solo como un agujero donde meterla.

Así que quiero más igualdad para que haya más que, como aquella pareja que tuve, sepan atender y disfruten haciéndolo.

Hombres que vengan a tu casa en mitad de la noche porque la vacuna te ha dado reacción y quieren estar ahí para lo que puedas necesitar, que te den un masaje en el cuello porque llevas todo el día con el ordenador, que te digan que se encargan de la cena mientras tú vuelves de spinning o el plan con amigas…

Pero también que te escuchen cuando has tenido un problema con tu madre, que te aconsejan y te digan que no estás sola, que te den un abrazo de esos que entonan más que cualquier Coca Cola.

Que te peinen el pelo no porque necesites cepillarlo, sino porque saben que te encanta. Que se coman tu lista de reproducción de Spotify con anuncios -aunque no les apasionen ni las canciones ni escucharlas con tanta pausa publicitaria-.

Que dejen que le pongas mascarilla facial, porque saben que para ti es divertida la idea de hacer skincare juntos.

Que sepan qué día quieres un beso de afecto y el de cuando buscas sexo. Que te lean como un libro abierto porque prestan atención a lo que dices y saben el significado de ese ceño fruncido.

Que no te hagan sentir mal por estar de bajón hormonal, que te abracen el doble de fuerte y traigan galletas de chocolate a casa.

Que te canten para animarte y te abrochen el botón del cuello de la camisa porque, aunque saben que llegas, si te lo hace otra persona, es más sencillo.

Que te quieran cada día y lo demuestren cuidándote.

Y esos son los que queremos en nuestra vida y a los que querremos a lo largo de ella. Los que merecemos.

Duquesa Doslabios.
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Así es cómo mi colegio permitía el abuso sexual hacia las alumnas

Creo que no hay una sola vez de las que un desconocido me ha metido mano en público en la que no me haya planteado si podría haber hecho algo para evitarlo.

Pero nunca si él podría haber hecho algo para evitarlo. Como decidir no tocarme en contra de mi voluntad, por ejemplo

Aunque fueron ellos los que tomaron la decisión de ir a por mi culo o pasarme la mano entre las piernas sin preguntarme, sin que yo quisiera, en mi cabeza le seguía dando vueltas a mi responsabilidad.

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¿Puedes culparme de verlo así? Piensa que fui a un colegio de monjas donde el uniforme era obligatorio. Y el de las niñas, por supuesto, era una falda de tablas.

Desde primaria hasta el último curso de secundaria corrías el riesgo de que alguno de tus compañeros tuviera la ocurrencia de levantarte la falda.

Y daba igual que fueras a quejarte a los profesores. El «son cosas de niños» le quitaba peso a su abuso.

Nosotras, en cambio, sentíamos la vergüenza por parte doble. Primero porque nos habían dejado, literalmente, en bragas.

Segundo porque era delante de toda la clase.

Y con una sensación de injusticia e impotencia de ver que nadie te ayuda, que nadie se lo toma en serio y que te toca aceptar algo desagradable. Eso se convierte en el día a día.

Dejaba el mismo sabor amargo que termina por convertirse en familiar cuando un grupo de desconocidos te grita obscenidades o pasa por delante de ti un hombre trajeado recién salido de trabajar, e invadiendo tu espacio personal, te dice que te lo quiere comer.

Pero tú te callas, porque por mucha vergüenza que pases, eso es más seguro que responder y que pueda reaccionar con violencia.

Para los profesores era una «trastada» sin ninguna maldad. Para nosotras el suplicio de que nuestra intimidad se viera expuesta.

Y ya ni te cuento de la pesadilla en que se convirtió cuando entramos en los años en los que nos venía la regla. Que pudieran ver las alas de la compresa era el culmen de la humillación.

Así que la solución del centro escolar, ante la creciente oleada de «subefaldas», fue la de aconsejarnos a las alumnas llevar pantalones cortos por encima de las bragas.

Si no queríamos quedarnos en ropa interior, teníamos que cambiar nosotras nuestra manera de vestirnos todos los días.

No se quedaba ahí. Quienes no llevaban este tipo de shorts y su ropa interior quedaba a la vista, eran consideradas unas «guarras».

Porque aún con la alternativa de los pantalones, preferían no llevarlos. Señal de que les gustaba que se lo hicieran y realmente querían quedarse en bragas.

Mi colegio nunca se planteó coger a los chicos de cada curso y enseñarles que lo que estaban haciendo estaba mal. Que debían respetarnos.

Lo que lograron fue que ellos pasaran todos sus años escolares aprendiendo que podían invadir la intimidad de sus compañeras mujeres sin que pasara nada.

Y nosotras la misma cantidad de años aprendiendo que era nuestra responsabilidad protegernos. Porque de no hacerlo el castigo sería ser humilladas con el estigma de disfrutar de aquel abuso.

Cuando cada día de los primeros años de tu vida aplicas el mensaje de que solo tú eres responsable de un abuso, ¿cómo no llegar a la edad adulta sintiéndonos nosotras culpables de que nos fuercen, nos silben, nos besen, nos violen o nos maten?

Y ¿cómo esperar que ellos respeten nuestro cuerpo, sin que nosotras les dejemos, cuando llevan accediendo a él desde siempre?

Duquesa Doslabios.
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