Archivo de noviembre, 2021

Tú vales todo (aunque haya quien no lo sepa ver)

Hoy te escribo a ti. Directamente a ti, quién seas, en dónde estés.

Te escribo porque hay algo que debes leer en la pantalla para que cale el mensaje en tu cabeza.

Lo vales todo.

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Y aunque necesitas recordártelo a diario, quiero que sea tu pensamiento de hoy.

Hoy, que quizás vas a trompicones con un corazón dolorido y las ilusiones hechas añicos.

«Ahí estás otra vez, si es que pareces tonta», parece gritarte el cerebro.

«Mira que te dije que esto podía pasar si dejabas a ese descerebrado de corazón al mando, que terminarían por hacerte daño».

Porque llega una altura de la vida, en la que la opresión en el pecho con forma de persona es ya un mal conocido.

Han sido pocas las veces este año que no la has sentido.

Así que aquí estás de nuevo, rota y entera al mismo tiempo.

Con el camino por delante, listo para recorrerlo en solitario tras tomar la más difícil de las decisiones.

Ponerte a ti por delante.

Algo que haces como mecanismo de autodefensa, pero también como reivindicación de tu persona.

Porque tú eres la primera que debe cuidarse y salir de algo que hace daño.

Pero también porque sabes lo que vales.

Y si digo que lo vales todo es porque contigo todo es precisamente lo que van a tener.

Todo, con sus cuatro letras, sus dos sílabas y esas oes tan abiertas como la que lleva amor (y dolor, irónicamente). No sabes darte a medias.

En concordancia de fase, te juraste hacerte responsable de lo que te implicara y no quedarte con menos, no ir donde no se te busca, no seguir a quien no quiere compañía.

Tus necesidades afectivas básicas siempre superarán a cualquier persona emocionalmente inaccesible.

Porque es el momento de dejar ir a quien no tiene problema en que te vayas.

Porque hay quien no está listo para tu amor (ni para ningún otro).

Porque tú no estás para perder el tiempo.

Porque no crees en las señales confusas.

Porque puede que seas la persona apropiada para alguien, pero no es esa.

Pero sobre todo porque debes tratarte como alguien que te quiere de verdad.

Mereces todo. Mereces ir sin frenos, sin marchas puestas, pisando el acelerador, disfrutando cada momento y siendo quien eres.

Dejando que las cosas sucedan de manera espontánea, natural, riéndote a carcajadas sin el miedo de si el chiste será malinterpretado, escribiendo un mensaje romántico de 500 palabras si te pones, muriéndote de ganas de ver a la otra persona que tampoco puede esperar a comerte.

Alguien que vuele contigo a la velocidad de la luz.

Alimentando a besos, soñando con los ojos abiertos con que eso va a ser algo más que otra historia que contar a las amigas cuando llegue al final.

Y si no puede ser así, que no sea. Porque no sabes (ni quieres) hacerlo de otra manera.

Duquesa Doslabios.

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Alimentar el mapa erótico: la forma de actualizar tus fantasías sexuales

Tus fantasías sexuales no son eternas. Al igual que tus metas, tienes que ir actualizándolas a lo largo de tu vida.

Lo que te encantaba a los 20 años no suele ser lo mismo que te seduce a los 30.

SKYN

En eso consiste el mapa erótico, en aquellas historias que nutren nuestro imaginario sexual.

El ir cumpliéndolas o ir descubriendo cosas nuevas consiguen que las etapas íntimas vayan cambiando.

Pero configurar este mapa no es algo que caiga del cielo. Se debe trabajar.

Y no hay nadie más que tú que pueda decidir qué aparece y qué no.

He dicho varias veces que disfrutar de la sexualidad es tarea de la propia persona, y el mapa erótico es el ejemplo perfecto.

Incluso si consideras que la imaginación no es algo que te sobre precisamente, vengo a darte algunas ideas que a mí me han funcionado.

Tu mapa erótico puede empezar por la fantasía de cumplir con un desconocido ese polvazo que te ha contado tu amiga que echó con su novio.

Puede ser la escena de una película que siempre te haya excitado y quieras poner en práctica.

También probar todo tipo de fetiches a ver si hay alguno con el que hasta ahora no te habías atrevido (y resulta que te encanta).

Fuentes de fantasías eróticas son también los libros, hacerse con juguetes nuevos…

Y si lo que se te da bien es tirar de imaginación, montarte historias en la cabeza será tu primer campo de experimentación.

Fantasear con que sucede algo con la compañera de trabajo, ir en el ascensor y pensar qué pasaría si entrara ese vecino que te gusta…

De la misma manera, es posible hacer el ejercicio con gente desconocida.

¿De esas personas que compartes espacio en el vagón, ¿cuántas tendrán sexo esta noche? ¿Cuántas lo tuvieron ayer?

Todo sirve para estimular tu mayor órgano sexual: tu cerebro.

Duquesa Doslabios.

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Decimos que ‘si tocan a una, nos tocan a todas’ porque ya lo han hecho

«Me gusta ser mujer», proclama una famosa marca de compresas en sus anuncios.

Entonces ¿por qué hay tantas ocasiones que no quiero serlo?

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¿Por qué lo vivo como si en la lotería de la genética me hubiera tocado estar con el equipo perdedor, el XX en vez del triunfante XY?

¿Por qué en vez tener siempre la felicidad que muestran las actrices en la pantalla para mí es una carga?

Porque ser mujer tiene de idílico más bien poco.

Porque no hay nada satisfactorio en saber que, el hecho de que llegues a casa esta noche, no depende nunca de ti. De tu voluntad.

Ni por mucho que tu madre te diga «Ten cuidado al salir, hija».

Ni aunque sigas al pie de la letra el manual de la «chica buena» que sutilmente nos vende la sociedad machista.

Esa que no bebe, no lleva ropa corta, no sale de fiesta, no coge el atajo por las callejuelas para llegar a casa antes…

Porque algo puede pasarte siempre, a los 8 años, a los 16, a los 50, haciendo running por un parque a mediodía, en el autobús cualquier día de enero camino a la oficina, llevando tu chandal más viejo paseando a tu perro.

Porque si me duele tanto leer noticias de agresiones sexuales es porque sé lo que es.

Porque quizás no todos los hombres las cometan, pero sí todas las mujeres tienen un caso que contar.

Porque vamos cada día de la mano del miedo, sabiendo que lo menos grave que te puede pasar es que él (o ellos) se quede contento con agredir y te deje seguir viviendo.

Porque decimos que «si nos tocan a una nos tocan a todas» y realmente se siente de esa manera.

Así de profundo y visceral. Como si te hubiera pasado también a ti.

Porque ya lo han hecho. Porque ya nos han tocado, insultado, agredido o acosado en algún momento.

Y eso es lo que no puede seguir pasando. No queremos ser más del equipo perdedor.

Duquesa Doslabios.

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Razones por las que puedes llorar después del sexo (incluso si ha sido bueno)

El sexo es una montaña rusa.

Estás arriba, te pones bocabajo, sientes que tu cuerpo cobra vida propia y no puedes controlarte en pleno orgasmo…

Calvin Klein

A nivel psicológico sucede lo mismo.

El batiburrillo de emociones va desde la sensación de intimidad y conexión más extrema -por la atmósfera creada con otra persona- a la barra libre de hormonas que producen sensación de euforia.

Así contado, el sexo puede parecer hasta complicado.

Y a eso le tenemos que sumar que cada uno lo vive de manera diferente.

Hay quien ríe después de un orgasmo y quien se arranca a llorar de manera incontrolable.

Quizás el motivo más famoso por el que puede darse el llanto es la disforia poscoital. Pero no es el único.

Nuestra reacción depende de muchos factores.

Si nuestras sensaciones no son las de siempre o notamos que no estamos respondiendo con normalidad, podemos sentir frustración y que eso termine en un mar de lágrimas.

El pico de tensión por la excitación sexual también se puede ver contrarrestado por un buen llanto que ayuda a volver a un estado de relajamiento.

No es tan raro como pensamos, pero sí un buen momento para parar a reflexionar sobre la razón que hay detrás.

Después de echar las lágrimas que hagan falta hay que preguntarse qué ha pasado.

Si solo ha sido una llorera por la situación o hay algo más complejo detrás.

También si es por un malestar físico o emocional, en qué pensábamos al empezar a llorar (el desencadenante) o si está relacionado con haber sentido abuso o miedo en algún momento.