La intimidad sin que afecte al sexo o por qué no creo en la ‘teoría del váter’

Aviso, voy a ponerme escatológica. Mi consejo es que, si estas cosas te producen repelús, dejes de leer ahora.

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La primera vez que me tiré un pedo delante de mi pareja fue casi al principio de nuestra relación, cuando estábamos a punto de quedarnos dormidos.

Y aunque solo estábamos él y yo en aquella cama de matrimonio, cuando el olor empezó a salir del edredón, me hice la despistada sin admitir -cuando era más que obvio-, que yo era la culpable.

A día de hoy, aquella anécdota (y, sobre todo, que intentara escurrir el bulto) sigue haciéndonos mucha gracia.

Quizás esa ha sido una de las claves de que duremos, más que tanto, tan bien. Que, desde que empezamos, todo lo relativo a olores y excrementos solo nos ha servido para hacernos bromas.

Es por eso que me parece tan chocante la ‘teoría del váter’, esa que sostiene que, o mantienes una parcela separada de tu pareja cada vez que necesite usar el váter para defecar -o cualquier otro tipo de intimidad-, o mandas tu relación por el mismo sitio donde se sienta él (o ella).

Según esta teoría, incluso dejarle pasar a cepillarse los dientes cuando estás en plena faena es equivalente a cargarse la libido y dejar de verle el atractivo sexual a la otra persona.

Y yo me pregunto, ¿si de verdad viéramos a Emily Ratajkowski o Zac Efron en el baño dejarían de encantarnos?

Es bastante simplista pensar que todo el atractivo por una persona se resume en verla cagar, depilarse o sacarse la copa menstrual.

¿No es mejor que, en caso de necesidad, tengamos y tenga nuestra pareja la confianza de poder hacer lo que quiera?

Más que nada porque la vida es larga -por suerte- y habrá algún momento, en todos esos años en pareja, en que te veas en medio de las fiestas de su pueblo con una indigestión histórica (culpa de aquellos chupitos de vino caliente con barquillos) y necesites urgentemente vaciar la carga.

En el instante en el que evacuas a pocos metros de tu pareja, que vigila que nadie se acerque al descampado, sabes -si tienes una relación en la que se tiende a relativizar- que se convertirá en algo anecdótico que contar en la sobremesa de la cena con los amigos.

E igual que os reíais la primera, seguirá haciendo mucha gracia la vigésima vez que salga la historieta.

Para mí, esa es la auténtica magia el amor. Que te da igual que a tu pareja le huelan los pies, que deje sucio el calzoncillo o que le cuelgue un moco de la nariz, hay algo mucho más fuerte que todo eso que consigue que le sigas viendo atractivo, que le sigas deseando, que te siga excitando.

Y, en nuestro caso, entrar a escondidas cuando el otro está ocupando el baño, jugar a olernos la axila después de venir del gimnasio o hacer bromas con una pelusilla del ombligo consigue que vivamos despreocupemos de lo que son cosas normales de nuestro cuerpo en ciertos momentos.

Preferimos verle el lado divertido, darnos una buena ducha y terminar las bromas en la cama. Así, no hay nada que te corte el rollo. Ni siquiera si se escapa algún pedo.

Duquesa Doslabios.

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1 comentario

  1. SENTADO EN LA TAZA DE V<TER SE FOLLA MUY BIEN ¿NUNCA LO HA HECHO?

    08 septiembre 2020 | 14:22

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