Archivo de julio, 2019

¿Qué hacer cuando en la cama te encuentras con un ‘empujacabezas’?

Por mucho que pueda gustarme practicar el sexo oral (siempre con la protección adecuada), hay algo que hace que la experiencia se convierta en una pesadilla: toparme con un ‘empujacabezas’.

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El ‘empujacabezas’ es ese chaval, hombre o señor, aquí la edad es lo de menos, que, en pleno arranque pasional donde el magreo está en el máximo exponente, coloca su mano sobre tu cabeza (porque suele ser sobre la cabeza) y empieza a presionarla para que baje en dirección a su entrepierna.

Cuando eres tú quien está notando que te están redirigiendo a la bragueta, el corte de rollo suele ser inmediato. A no ser que forme parte de un juego de poderes, a nadie le gusta que le impongan lo que tiene que hacer. Y menos en la cama.

Enfrentarse al ‘empujacabezas’ es relativamente sencillo siempre y cuando recuerdes que no está en su mano lo que puede pasar, sino en la tuya.

En una sociedad en la que el sexo es libertad y, sobre todo, igualdad, mi mejor recomendación es parar la acción (a fin de cuentas ya has perdido el interés cuando te empujaba la cabeza) y hablar.

Pregúntale si es consciente de lo que está haciendo y, sobre todo, por qué lo está haciendo, eso le desarmará. Al final el ‘empujacabezas’ no nace, no lleva en el cromosoma Y la información genética que le hace dirigir a las mujeres a su entrepierna, al igual que tampoco va en ese cromosoma una pasión desmesurada por el fútbol.

Toparse con un espécimen de este estilo hace que te preguntes de dónde viene, cuál es su origen.

Aunque quizás no lo sepa, es un hijo más de la pornografía. Se está limitando a repetir un comportamiento que ha visto decenas de veces en las películas y que, según la ficción, da un buen resultado.

Lo que tiene que entender, de ahí la importancia de que habléis, es que tú eres libre de bajar cuando consideres. Es tu decisión y debe ser respetada. El sexo oral no puede convertirse en algo que se hace mediante la fuerza, que es la sensación que nos da al sentir la presión en la cabeza.

Otro motivo por el que puede ser que lo haga es que, directamente, no sepa abordar el sexo oral y termine recurriendo a lo fácil para él, un acto violento que nos hace sentir forzadas.

Y como la clave de todo en esta vida es el diálogo, si por un casual, tú que me lees, eres un ‘empujacabezas’, mi consejo es que esperes a que salga de nosotras (que en algún momento saldrá), en vez de buscarlo con tanta urgencia.

Si por lo que sea te das cuenta de que por su parte no sale nunca, mientras que por la tuya, el pilón es un sitio de paso habitual, te doy el mismo consejo que encuentras unas líneas más arriba: hablar.

Imagínate que tu madre hace croquetas. Las pone en el plato y te empieza a empujar la cabeza hacia ellas. Da igual lo mucho que te gusten o la gran cantidad de amor que le profeses a tu madre.

Tu reacción no sería otra más que responderle con incomodidad que qué hace. No es que no me gusten las croquetas, pero déjame comerlas a mi ritmo, ¿no? Que me las sé meter sola en la boca.

Duquesa Doslabios.

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«Las fotonovelas son una combinación entre los relatos eróticos y el porno común»

Las películas, las novelas, los relatos, las revistas… La pornografía se ha hecho con todas y cada una de ellas llevándolas a su terreno. No son las únicas. Existen géneros híbridos, igual de morbosos, que despiertan a partes iguales nuestra imaginación y nuestro deseo.

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Para Diego Duron, el fundador de Fotonovelasxxx.com, el atractivo de este formato reside en su erótica oculta: «En contar la historia más a fondo. La historia y la parte gráfica se complementan. Se puede ver la escena a todo color, pero también qué hay detrás de ella, como los diálogos o los pensamientos».

Eso es algo que, en su opinión, diferencia la foto novela de la pornografía convencional. «Yo pienso que las fotonovelas son como una combinación entre los relatos eróticos y el porno común, cogen lo mejor de ambas partes y lo combinan de la mejor manera posible», dice.

Y es que el valor añadido del erotismo que hay más allá del mero intercambio sexual es algo que pesa fuerte en la foto novela erótica.

«Tratamos de hacer darle al público un poco más de fantasía, de juego de diálogos, miradas, seducción, etc… No estamos en contra del porno explícito, pero sí pensamos que debe haber un balance entre la historia y el sexo. Que ambas partes sean importantes y que no se deje de lado una u otra», dice Diego asegurando que es lo que hace falta para destacar frente a las películas porno de las grandes productoras.

El trabajo del fotonovelista no se limita a buscar escenas de películas ya existentes, sino crear toda una historia a su alrededor: «Las fotonovelas son únicas porque hacen que el usuario se meta en la piel de los protagonistas, que la fantasía sea más viva ya que te mete en la historia».

Una característica en la que siente que también superan a la novela erótica, ya que según Diego: «No les puedes dar un rostro o un cuerpo a los protagonistas, algo que le quita un poco de encanto».

Convertirse en fotonovelista de erotismo está al alcance de cualquiera: «Nosotros le damos la oportunidad a todo el mundo de mostrar su trabajo. Aunque pedimos un cierto nivel de material, no somos muy exigentes, pero tampoco publicamos cualquier cosa».

De entre sus artistas, destaca dos autores de habla española hay varios autores que tienen mucha imaginación, algo imprescindible ya que los ingredientes, según él, son los siguientes: «Una buena narrativa, buenos diálogos, una historia consistente y, sobre todo buenos personajes. En una historia erótica los protagonistas deben tener personalidad, pero también ser atractivos físicamente».

Solo hay que leer un par de obras para descubrir que es un producto creado en su mayoría, para un público masculino con muchos tópicos machistas heredados de las películas X. El creador de la web es consciente y confía en poder girar las tornas en un futuro cercano.

«Estamos pensando en convertir una serie erótica que se supone fue creada para mujeres en fotonovela. Sería bastante bueno darle un enfoque femenino a este tipo de material», admite.

«Desafortunadamente, casi en su totalidad, los autores son hombres y eso ha hecho que sea cada vez más complicado encontrar cosas que podrían gustarle a las mujeres. Lo único que hace falta es que se interesen en esto y comiencen a escribir, ya que desde el punto de vista masculino a veces no se sabe a ciencia cierta qué es lo que a ellas les gusta», dice Diego.

¿La clave del cambio? En nuestras manos, afirma: «Hay muy pocas mujeres interesadas en crear porno, no solo en las fotonovelas sino en todo el porno en general. Para que el mercado erótico cambie, las mujeres deben comenzar a crear el material que a ellas les gustaría ver».

«El porno siempre ha sido un mercado egoísta donde lo único que buscamos todos es satisfacer nuestros deseos. Nos hemos enfocado durante mucho tiempo en crear películas solo para nosotros dejando a las mujeres de lado. Lo único que nos hace falta es una opinión femenina que nos guíe para poder incluir, cada vez más, el lado femenino de la fantasía erótica», dice Diego.

Y, mi opinión coincide con la suya. No basta con pedir material que nos gustaría, que nos excitaría o con el que nos sentiríamos realmente identificadas. Tenemos que empezar a crearlo nosotras mismas.

Duquesa Doslabios.

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Los genitales huelen (y no pasa nada)

Si me preguntas cuál de los cinco sentidos relaciono en mayor medida con el sexo, tengo clara la respuesta: el tacto. En segundo lugar la vista, en tercero el oído y en cuarto el gusto. El olfato quedaría fuera del podio.

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Y me preocupa, porque para que la experiencia sea plena, también debería ejercitar el órgano olfativo, la nariz. Esa parte que queda relegada a un segundo plano y a la que, me temo, le presto muy poca importancia.

Sé que no soy la única. Es como si nuestras narices fueran siempre entre algodones. Nos empeñamos en camuflar todos los olores que nos rodean, y así tenemos el olfato, muy poco desarrollado.

Los anuncios de ambientadores que nos hacen tener la casa oliendo a bosque, a mar o a flores, el desodorante que dura 48 horas y es resistente al agua, las compresas perfumadas y ahora, hasta los calcetines vienen con olor añadido.

El cuerpo también ha pasado por un lavado de nariz. Nos hemos desacostumbrado al olor del cuerpo con todo lo que ello implica. Y basta que sintamos el más mínimo efluvio para que nos entren los agobios por no saber reconocerlo o que llegue incluso a ser motivo de repulsa.

De hecho, tengo un caso muy a mano. Una de mis mejores amigas se niega a que su pareja, con la que lleva más de seis años, le practiquen sexo oral porque siente que su flujo «huele muy fuerte».

Nunca nadie se lo ha dicho, simplemente tiene una vergüenza tan grande de su propio cuerpo que se ha construido una barrera que le impide llevar una sexualidad plena (y disfrutarla, dicho sea de paso, que seis años sin que te hagan un solo cunnilingus se hacen muy largos).

Lo que me gustaría decirle a mi amiga es que los cuerpos huelen, la vida huele, y, los genitales son parte de nuestro cuerpo, el espacio que habitamos. No huelen a rosas, sino diferente y de manera única en función de cada persona. Pero huelen a una cosa en la que estaremos de acuerdo: a placer.

Por mucho que la publicidad insista en que seamos algo aséptico, no podemos desligarnos de la esencia que emanamos.

Y aunque no hay que confundir el olor natural de los genitales con el olor a suciedad, más propio de una infección o de, sencillamente, falta de higiene, no podemos olvidarnos de las feromonas.

Son una parte fundamental del intercambio sexual. De hecho, esas fantásticas sustancias se secretan a través de dos zonas en particular, las axilas (a través del sudor) y los genitales.

Aunque a diferencia de otro tipo de sustancias, estas no huelen, se evaporan en el aire. Por lo que una limpieza extrema, así como productos de higiene con perfumes muy intensos, hace que sea más difícil captarlas.

Aceptar los olores, limitarse al agua y al jabón en vez de pulverizar la mitad del bote de desodorante en la entrepierna, no solo nos liberará en la cama permitiéndonos disfrutar sin inseguridades, sino que nuestras feromonas multiplicarán el placer.

Empecemos a trabajarlo como el resto de sentidos y a dedicarle la atención que se merece. Porque, sinceramente, pocas cosas son comparables al perfume natural de un cuello en crudo.

¿Te atreves a oler y a que te huelan?

Duquesa Doslabios.

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