Archivo de abril, 2019

Cinco consejos para las que no llegan al orgasmo durante el sexo oral

Si estás leyendo este artículo, permíteme decirte, de mujer a mujer, que yo he estado ahí, en pleno momento pasional pensando «Pero, ¿por qué no pasa? ¿Qué falla en mi cuerpo?».

GTRES

Así que, en primer lugar, tranquila. No pasa nada raro en tu entrepierna a no ser que te hayan salido tentáculos (en cuyo caso, sí que te recomiendo que veas a un ginecólogo con urgencia).

Pero para todo lo demás, calma. Que el sexo es un mundo, es algo que todas sabemos, pero nuestra cabeza, que también lo es, puede llegar a afectarle.

Antes que nada, para que la experiencia sea lo más placentera posible, préstale atención al ambiente. Intenta que no te pille pendiente del reloj porque sabes que tu hermana está a punto de llegar de la universidad y que tengas toda la calma del mundo para dedicarle tu atención a lo que tiene que ir, el momento.

Si te hace sentir más predispuesta, baja la persiana, o súbela al máximo si lo que realmente te gusta es ver la cara de quien practica la acción. Encuentra algo que funcione, que te haga sentir a gusto y dentro del momento que estás viviendo.

Otro punto clave, dentro de esa atmósfera que has creado, es la comodidad. No solo con la persona, que será un detalle fundamental a tener en cuenta a la hora de que te excites, sino también contigo misma.

Encuentra una postura en la que estés relajada y no sientas la necesidad de interrumpir con «¿Me puedes pasar este cojín?» o «Espera, que pongo esta pierna por encima». Colócate de manera que te olvides de todo tu cuerpo a excepción de la zona que se va a convertir en protagonista.

En pleno relajamiento físico, el mental tiene la misma importancia. No vas a llegar nunca al orgasmo si te encuentras pensando en que se te han acabado los yogures y tienes que ir al supermercado a comprar, que la lavadora ya ha terminado el ciclo corto de lavado, que aún no te has puesto con el trabajo de Sociología o que está llevándote mucho tiempo y que se va a dar cuenta.

Corta y desconecta la mente por lo sano. Bloquea tu cerebro y vive el aquí y el ahora (y tu «aquí y ahora» incluye a una persona entre tus piernas queriendo darte placer, ¿qué puede haber mejor que eso?).

Por supuesto que, si necesitas interrumpir para comentar algo que mejore la experiencia, puedes hacerlo. La comunicación es fundamental si sientes que hay cosas que podrían funcionar mejor (tú sabes mejor que nadie qué te gusta y qué no). Así que deja las vergüenzas fuera de la cama, o del mueble en el que estés apoyada, y habla.

Indica si necesitas más o menos intensidad, qué zona es la mejor para trabajar o si prefieres que, además de la lengua, participen uno o dos dedos. Si el placer es sinfonía, tú eres la directora, y, tu pareja, instrumentista.

Aunque quizás, el mejor consejo es que disfrutes de cada minuto, desde que pierdes las bragas hasta que deslizas la mano por su cabeza pensando «Qué suerte la mía». O incluso hacer más intensa la experiencia contrayendo tus músculos vaginales durante el cunnilingus. ¡Felices orgasmos!

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué nos enamoramos de los maltratadores?

En mi vida seriéfila, las últimas ficciones a las que me he enganchado han sido You y Dirty John. Dos series muy diferentes entre sí, pero con un denominador común: relaciones tóxicas que terminan con la vida de la protagonista femenina en juego en manos de su agresor.

FACEBOOK DIRTY JOHN

No solo llegan en el momento justo, estamos más sensibilizados con este asunto como nunca anteriormente, sino que su éxito también se puede achacar a que sacan a la luz los entresijos de este tipo de relaciones.

Para todas las personas que no han tenido una pareja del estilo (ojalá seáis todas), son varias las preguntas que surgen cuando ves tramas al respecto. Las dos principales: «¿cómo ha podido pasar?» o «¿por qué no se dio cuenta antes?».

Puede parecer difícil de entender cuando, en la serie, ves claramente que esa persona no es trigo limpio, pero en la vida real, y como les sucede a las protagonistas, esa información está escondida. Y esa es la clave de su engaño, que no les conoces así.

(Nadie se enamora de un hombre que en la primera cita te coge el móvil para consultar tus movimientos bancarios, te suelta un «puta», te dice que tus amigos son unos cabrones o te sigue por la calle porque no se fía de que le hayas dado la dirección correcta de tu casa.)

Los abusos, las manipulaciones o las mentiras son cosas que no vienen en el momento en el que os estáis conociendo. Es más, cuando un Joe o un John como los de la serie, llegan a tu vida son personas carismáticas, amables, cercanas, divertidas hasta la irreverencia, detallistas, muy románticas y con una química digna de encender una ciudad.

Con esa carta de presentación camuflan el resto de cosas. ¿Os suena la frase «El amor es ciego«? Así funciona en estos casos.

Obviamente no lo ves, al igual que no sabrías decir si un huevo está caducado sin abrirlo, si por fuera parece en perfecto estado. Lo siguiente de lo que te das cuenta es de que la relación avanza a un ritmo acelerado, como ninguna de las que has tenido anteriormente.

Aunque, ¿cómo no iba a hacerlo? Como te repite por activa y por pasiva, nunca ha sentido por nadie lo que siente por ti. A las pocas citas dice que te quiere, sugiere dar más pasos y llega incluso a declararse. Cuando por fin muestran su cara, estás dentro y enredada.

En ese momento el principal problema suele ser que estás tan cegada que te niegas a creerlo o que socialmente, se han normalizado tanto ciertos comportamientos, que le buscas explicaciones lógicas (quiere saber dónde estoy porque se preocupa de que esté a salvo, etc). No ves que sea poco saludable ni que tu libertad esté empezando a disminuir.

Pero la señal de alarma es inequívoca, como rehabilitada de una relación tóxica te aseguro que, en el momento que justificas los hechos, estás totalmente manipulada.

Además del engaño que hábilmente se ha orquestado sobre ti, entran en juego el resto de cosas que has ido absorbiendo a lo largo de tu vida: los mitos románticos de que tienes que luchar por amor, esa dichosa presión social de estar en una relación perfecta…

Una serie de cosas que lo único que logran es que te sientas culpable de que todo no sea tan maravilloso como Disney te había prometido estos años.

Esos son los motivos por los que caemos, las razones que explotan para crear la trampa, para engañar, para tener una nueva presa. E independientemente de la posición que ocupemos, si estamos dentro, si vemos que lo está padeciendo una amiga, una hija o una hermana, recordar que la única culpa de una relación de este tipo, en la que hay manipulaciones, la tiene la persona que engaña, que miente, que enturbia y que daña, no quien se ha visto envuelta en ella.

Duquesa Doslabios.

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De tiempos y relaciones de pareja

Llevo algunos años con mi pareja. Igual nunca lo había escrito abiertamente, pero es el periodo que llevamos juntos. En ese tiempo hemos hecho avances a nuestros ojos, pero aún no hemos dado ninguno de los pasos que, socialmente, se consideran como progresos del compromiso entre ambos.

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Mientras tanto, uno de mis mejores amigos, a los tres meses de conocer a su novia, le pidió la mano. Nueve más tarde se casaron. Es curioso como cada vez que sale esa pareja, en algún tema de conversación, siempre sale rápido la pregunta de «¿No era un poco pronto?». Y, en el caso de mi relación, «¿No vais un poco tarde?».

Ahí es cuando te das cuenta de que da igual la manera en la que tú lo veas desde dentro, de puertas para afuera siempre parecerá que no estás siguiendo el ritmo oficial de estar en pareja. Como si hubiera una autoridad competente elegida democráticamente que es la que decide cuál es el mejor momento para ir avanzando.

Hablando con mi amiga casada, (siendo la mujer de uno de mis mejores amigos, no podría considerarla de otra manera), antes de la boda me comentaba que más de una persona le había mostrado sus recelos por la rapidez de la celebración.

Pero, como dice ella: «Cuando sabes que es el hombre de tu vida, ¿para qué esperar más?». Su opinión, en ese aspecto, es bastante distinta de la mía, que va más bien por los derroteros de: «Si lo sabes, ¿qué prisa hay?».

Pero lo bonito de su relación, así como lo bonito de la mía, es que ni su argumento invalida pensamiento ni el mío convierte en menos aceptable el suyo. Que mi amigo se decidiera a dar ese paso, con esa prisa y esa boda organizada en menos de un año, solo me ha confirmado que las personas tenemos diferentes tiempos.

Y que no solo tiene nada de malo, sino que el hecho de que sean distintos nos permite disfrutar de sus particularidades (y, como podremos coincidir todos, en la variedad está el gusto).

Porque haber ido a su boda, una boda llena de gente joven, de amigos, ha sido un disfrute enorme como también lo fue acudir a una celebración de primos, una pareja que casi ronda los 40, llena de niños.

Lo importante, al final, es que cada uno siga los tiempos de ese reloj interno y personal, único e intransferible, que nos va marcando nuestro ritmo. Que vayamos pasando por las diferentes fases cuando lo sintamos y queramos.

Al final, ya te prometas a los pocos meses o lleves años sin dar el paso, hay algo en lo que ambas estamos de acuerdo: el amor es un pilar fundamental de nuestra vida, y eso ni lo cambia ni lo determina el matrimonio.

Duquesa Doslabios.

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¿No llegas al orgasmo? Antes de mirarle a él, mírate a ti

Son ya varias las amigas que, desde que he empezado a escribir este espacio, me han preguntado cómo masturbarse.

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Lo cual, por un lado, me hace ilusión, porque para mí, no hay nada mejor que compartir lo bueno de la vida con nuestras amistades. Así como les digo cuando una crema o un restaurante me ha gustado especialmente.

Pero por el otro me preocupa, ya que, en el caso de ambas, se aburren durante el sexo. Mi primera pregunta a ambas es siempre la misma: «¿Pero tú cuando tienes sexo te corres?»

No hablo de llegar al orgasmo necesariamente con la penetración, sino de alcanzar el clímax de cualquier manera. Incluso por una misma.

¿Adivinaríais su respuesta? En ambos casos, negativa. Os hablo de mujeres de 25 y 27 años que han crecido en una supuesta sociedad abierta en cuanto a sexualidad pero que, a la hora de la verdad, no saben ni por dónde empezar.

En el colegio nadie te enseña a masturbarte, es una mezcla de curiosidad y experimentación que puede tener un recorrido en función de la gente que te rodea. Por lo general, salen esas amigas siempre listas a recordar lo vergonzoso que es y que ellas nunca se tocarían debajo de las sábanas.

Si eso, algún compañero avispadillo (y algo salido, todo hay que decirlo), te vendrá con la pregunta de «¿Tú te haces dedos?». Que a esas edades suena casi tan vergonzoso como si te preguntara si te sacas los mocos de la nariz y luego te los comes.

Desde pequeñas, de una manera o de otra, muchas coincidimos en que el ambiente para desarrollar la sexualidad no es el más halagüeño, pero es que es ahí donde tenemos que empezar.

No podemos pretender que nuestra sea una media naranja sexual que nos enseñe todo lo que desconocemos de nuestro cuerpo. No es la responsabilidad de los hombres, es la nuestra en primer lugar. Y, en el caso de dar con alguien que no sepa cómo gestionarlo, enseñarle.

Para mí, consistió en un aprendizaje a ciegas, casi instintivo, de sensaciones y un buen libro en el que una escena erótica cuya página memorizaba, acelerara mi imaginación despertando el resto del cuerpo.

Lo demás viene rodado. Quizás es menos interesante para la mayoría (recordemos que el 70% necesitamos estimulación directa del clítoris) practicar con un dedo dentro de la vagina como si fuera una especie de penetración algo más incómoda por la postura.

Sin embargo, alcanzarse el clítoris es tan sencillo que solo necesitas un dedo y moverlo de lado a lado, de arriba a abajo, en círculos o como sientas que más lo disfrutas. Como si de una carrera de fondo se tratara, seguir con un buen ritmo hace que aumenten las sensaciones.

Llegará un punto en el que, con el cuerpo a punto de estallar, el placer sea tan intenso que, lo que viene a continuación, es dejarlo escapar. Eso es el orgasmo.

Como todo en esta vida, la práctica hace al maestro, así que, de repetir, experimentar, agregar objetos cambiar la pose, la mano o el capítulo del libro por una imagen de Whatsapp nos ayudará a conocer por dónde va nuestro placer.

Duquesa Doslabios.

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