Archivo de octubre, 2018

El sexo no entiende de cerebro

¿De qué entiende el sexo? Para mí está claro: el sexo entiende de deseo, de urgencia, de ganas de romper la ropa, de sacarla por la cabeza, de tirarla al suelo sin miramientos. El sexo entiende el idioma de las prendas en el suelo.

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El sexo entiende de carne, de carne de la buena. Cruda y cogida con las manos o con la boca, sin más cubiertos que los dedos. Entiende de labios, de orejas, de cuello, de piernas, de espalda y hasta de pies. Porque no hace ascos, porque es sexo.

El sexo entiende de miradas, de gestos, de gemidos, de olores, de sabores. Entiende, no tanto hablando, sino de silencios. El sexo es el único lenguaje que no necesita más lengua que la que todos compartimos, la sin hueso.

El sexo no entiende de fronteras, no hace ascos al baño, a la cama, al espacio que hay entre la mesa y el sofá. Lo mismo le sirve el cine, que la parte de atrás del coche.

No excluye a nada ni a nadie, puesto que, como seres humanos, todos hemos nacido con la sexualidad puesta, única, perenne, inmutable, diversiforme y original, como una huella dactilar.

El sexo entiende de tanto que poco es lo que se le escapa, pero si en algo podemos estar de acuerdo es que una de las cosas que se quedan fuera es el cerebro.

Así que imagina que esa fuera precisamente la causa que hiciera que no pudieras vivirlo con normalidad, ¿no te parecería un sinsentido?

Imagina no poder hablar de ello porque vives en una sociedad que se comporta como si no existiera esa parte de ti. Imagina no poder tener intimidad, algo tan simple como que no se llame a tu puerta antes de entrar.

Quizás te parece algo impensable teniendo en cuenta que es algo que entiende de sentidos más que de capacidades.

Así que hoy, en este miércoles de otoño en el que seguramente te pille leyéndome en el ordenador de la oficina, en el móvil mientras desconectas de la clase de la universidad o de camino a tu clase de yoga, párate y piensa en cómo sería tu sexualidad tal y como la he descrito, como la tienen tantas personas con parálisis cerebral.

Quiero aprovechar el Día Mundial de la Parálisis Cerebral para hacer un llamamiento, para animar a las personas con este o cualquier otro trastorno, del tipo que sea, a que se conozcan, que sepan lo que les guste y lo puedan expresar. Y que el resto estemos ahí para escucharlo atentamente.

Porque una diversidad funcional no es algo que defina a una persona aunque sea algo que le acompañe. Estamos todos aquí por igual compartiendo el mismo derecho a la sexualidad.

El sexo es natural, no cometamos la antinaturalidad de no poder hablar de ello o de mirar hacia otro lado.

Duquesa Doslabios.

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Motivos para hacer el ‘pretzel’ con tu pareja (y no me refiero a la receta)

Has alcanzado un nuevo nivel de curiosidad entre las sábanas cuando te metes a Internet en busca de posturas que consigan darte sensaciones nuevas.

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Ese fue mi caso cuando descubrí el ‘pretzel, y no, no es el famoso pan alemán al pretzel que me refiero, sino al que puedes hacer en compañía fuera de la cocina (o dentro, vaya, que eso ya es cosa tuya).

El pretzel forma parte de las posturas que parecen complicadas y dignas de una película erótica pero que luego en realidad puedes imitar en casa.

Por lo visto hay dos maneras de realizarlo. Por un lado está el pretzel para las personas que quieran respetar el kamasutra, el clásico que consiste en que la mujer se tumbe medio de lado y pase una pierna por encima de su pareja que está de rodillas enfrente.

Sin embargo si pones pretzel en el buscador de una página de pornografía, la postura que sale consiste en que la mujer se coloque boca arriba y se doble sobre sí misma echando las piernas hacia atrás y sujetándolas con los brazos. Como si quisieras hacer la posición fetal pero al revés. Y os hago saber que de las dos variantes, esta última es mi favorita.

Independientemente de cuál quieras probar, ambas comparten cinco razones por las que el pretzel se debería convertir en tu próximo movimiento estrella para sorprender a tu pareja:

  1. Porque la penetración es profunda: si lo tuyo es el contacto, con esta postura consigues llegar hasta el fondo.
  2. Porque produce sensaciones intensas por el rozamiento de la postura.
  3. Porque es cómoda para ambos: no requiere cargar peso ni estar colocado de manera extraña
  4. Porque no necesitas ser flexible como una yogui: tu pareja puede sujetarte las piernas
  5. Porque te miras a los ojos: que lo sexual no quite lo romántico en el caso de que quieras hacerlo con sentimiento.

No la meto en el ranking porque solo favorece a uno de los dos miembros, pero es también ideal para poder alcanzarte el clítoris (y todas sabemos en qué se traduce eso, en un billete directo a Villaorgasmo sin paradas).

Ahora solo te queda probarla. Y, por supuesto, contármelo en los comentarios.

Duquesa Doslabios.

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