Hay muchos días felices en la vida de una mujer, pero en ninguno me quité tanta presión como el día que descubrí que era clitoriana (no, ni siquiera cuando terminé la Selectividad).
La clitoriana, sin duda, nace, no se hace. Desde que empiezan a formarse sus órganos genitales, su manera de conseguir orgasmos es una u otra. O bien será estimulación indirecta del clítoris (lo que se puede llamar «vaginales») o por estimulación directa.
Cuando empecé a tener consciencia de mi sexualidad, lo de conseguir orgasmos con estimulación directa del clítoris me parecía lo más natural, rápido y práctico del mundo. De hecho, cuando tuve mi primera experiencia sexual no entendía a qué venía tanto alboroto. Entre que era la primera vez también de él y que el pobre no habría encontrado el clítoris ni con un Tom Tom en la mesilla de su cuarto, fue una experiencia normal.
Normal no por «normalidad respecto a norma o regla» sino por «característica habitual» que se empezó a dar en todos mis encuentros sexuales.
Me llamaba la atención que ninguna de mis parejas parecía tener conocimiento, o interés, de cómo funcionaba aquello de la estimulación femenina. De esa manera, el sexo se convirtió para mí en algo placentero, sí, ya que el sexo es mucho más que alcanzar el orgasmo, pero no tan satisfactorio como me habría gustado.
Me quedó claro que si quería disfrutar teniendo sexo con alguien sería yo la que debía hacerse cargo. Así pasó, que la primera vez que deslicé la mano entre las piernas, el chico se quedó paralizado, como si en vez de juguetear con un clítoris estuviera pasándome una araña venenosa entre los dedos.
«¿Pero qué haces?» me preguntó algo asustado. Cuando le expliqué la situación se encargó (por primera vez) de que ambos lo pasáramos bien. Sin embargo no he tenido la misma reacción con el resto de parejas. Más de uno se ha quedado dolido, y hasta un poco enfadado, diciéndome que sentía que su pene no era suficiente para mí.
Pero es que es así, biológicamente el pene apaña para la reproducción, pero el pene NO ES SUFICIENTE cuando necesitas estimulación directa del clítoris. A no ser, claro, que se trate de un pene con una protuberancia que justo te roce esa zona.
Vivimos en una mentira propiciada por películas y pornografía que nos hace creer solo con que te la metan ya estás tocando las estrellas cuando casi el 70 por ciento de las mujeres no son capaces de alcanzar el orgasmo sólo con la penetración, afirmó en su libro Máaas la sexóloga norteamericana Lou Paget.
Entonces ¿qué pasa con ese casi 70%? ¿Dónde están? ¿Por qué cuando saco el tema con mis amigas soy la única que dice abiertamente «soy clitoriana»? ¿Por qué la mayoría de mis parejas han actuado sorprendidas cuando he hecho la misma revelación afirmando que era la primera vez que se topaban con «una como yo»?
Porque el resto de tus exnovias, o, al menos la mayoría, fingían. Porque es más sencillo dedicarle 30 segundos a la articulación de cuatro gemidos acompañados de respiración acelerada dejándole convencido de que ha hecho un buen trabajo entre tus piernas que dedicarle media hora de conversación al hecho de que para llegar al orgasmo necesitas más dedicación a tu estimulación. Que no significa que él lo haga mal, sino que, por mucho placer que podamos sentir en una penetración, sin la estimulación directa del clítoris no vamos a llegar al orgasmo ni aún con todas las sacudidas del mundo.
Si nosotras mismas no aceptamos en un primer lugar que el placer se puede obtener de maneras diferentes y si luego no somos capaces de comunicarlo a nuestra pareja, seguiremos tomando como veraz la imagen del placer femenino que nos estamos tragando hasta ahora.
Está en nuestras manos (literalmente).
Duquesa Doslabios.