¿Sabes cuando tienes la mala suerte de que en el supermercado te ponen pescado malo, vas después a quejarte y te dicen, con sorpresa, que hasta ese momento nadie había protestado por la calidad? En la cama pasa lo mismo.
Las personas se dividen en dos grupos: las que señalamos cuando algo no nos gusta en la cama y las que se callan por miedo, vergüenza, timidez o falta de confianza y dejan que esa persona crea que está yendo por el buen camino.
Esto crea una especie de situación de pescadilla que se muerde la cola (por aquello de volver al símil de la pescadería del principio). Tú no dices nada, por lo que esa persona no sabe que igual está haciendo algo mal, lo que hace que continúe haciéndolo (o no haciéndolo) y luego le toque a otra que, seguramente, tampoco diga nada.
Esta situación puede prolongarse infinitas veces hasta que llegue (si tiene la suerte de llegar) a una persona que se lo diga, lo que hará que reciba la noticia con sorpresa e incluso hasta con enfado de que nunca nadie se hubiera manifestado al respecto anteriormente.
Amante no se nace, amante se hace. Nadie viene al mundo sabiendo como complacer en la cama, es una mezcla entre curiosidad personal, ensayo y error…
Pero lo que más ayuda, o al menos en mi caso, es, y aunque no sea un trago agradable de primeras, decirlo. Parar los pies cuando después de pedirle que te estimule el clítoris ves que su lengua va por el gemelo. Sé de casos de amigos que han preferido callarse pasar sin sexo oral porque sus compañeras de cama les deslizaban los dientes inconscientemente cada vez que les hacían una felación.
Y digo yo, ¿no es mejor dedicar cinco minutos explicando cómo nos gusta, cómo se hacen las cosas bien, que callarnos y dejar, no solo que esa persona siga en su error sino sin recibir todo el placer que podríamos?
Personalmente, he sido de las maestras pacientes, de las que cortan el momento y, con toda la delicadeza del mundo (ya que no olvidemos que no es algo que la otra persona desconozca a propósito), he dicho cómo, cuándo y dónde me gustaba, si tenía que presionar, dejar de presionar, meter o sacar.
Piensa que si te encuentras en una situación así, él o ella no es culpable de no saber, pero tú sí que eres culpable de no enseñar y de perpetuar su desconocimiento si no le sacas del error.
El saber no ocupa lugar, pero puede ser la diferencia entre alcanzar o no un orgasmo.
Duquesa Doslabios.