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"Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros"

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Jefatura del Estado, políticos, mesías y nosotros

Jefatura del Estado

El caso «Urdangarín» es aprovechado por muchos medios que quieren que reine Don Juan (?), que seamos una República o que no seamos nada y que todo se derrumbe como sus grupos empresariales, para titular con declaraciones de imputados (Torres y cía.) como si fueran certezas absolutas. Cualquier imputado tiene el derecho procesal a mentir y a falsear la realidad, hasta donde le convenga y le dicte su conciencia, y a veces esto constituye un chantaje para los nombrados en esas declaraciones.

Se da una imagen decadente del Jefe del Estado, que no se corresponde con la realidad. La verdad es que es una persona mayor que, en los últimos tiempos, esta teniendo una mala racha con problemas de salud. ¡Nada más! Su afán de servicio y la eficacia de su gestión en la esfera política, para mí, están fuera de toda duda.

La Jefatura del Estado es una institución vital, que en España ha jugado y juega un papel esencial. En países más avanzados democráticamente que el nuestro, los medios la cuidan con mimo. ¡Aqui no!

Los políticos

Desde la liberalización del suelo en 1996, que dío lugar a la mayor burbúja de la historia de esta país (la inmobiliaria) se generó una clase extractiva (como dice Cesár Molinas) que ha establecido, en prácticamente todos los partidos políticos, un mecanismo de financiación de los mismos basado en la corrupción y la defraudación fiscal. El triángulo formado por políticos sin escrúpulos (no todos), constructores-promotores especulativos y cajas de ahorros dirigidas por otros políticos inexpertos en finanzas es la base del sistema. Si a eso le añadimos unos mecanismos de control (Banco de España, Tribunal de Cuentas, etc.) ineficientes y una fiscalía y judicatura nombrada casi a dedo, o sin casi, pues tenemos lo que hay. Habrá que hacer limpieza del tipo «generala» y «borrón y cuenta nueva». Casi nadie irá a la cárcel, de estoy estoy seguro, pero es más que deseable que los corruptos se vayan a sus casas, al menos, o a Canadá, o a Andorra, o a Suiza, o a donde quieran, ¡pero que se larguen ya!

Lo peor con muchos políticos de hoy, no todos pues los hay extraordinarios, es que en general no están bien preparados para ejercer su imprescindible trabajo. La «cosa ésta» del Estado, cuando todo iba bien, nos parecía adecuado que la gestionará casi cualquiera, pues es un asunto engorroso. Y no, es algo que nos atañe y cuesta mucho dinero a todos. Es indispensable que lo hagan los mejores, sin llegar a los excesos platónicos, y que sepan muy bien lo que hacen y cómo lo hacen los que lo hacen con aquellos.

Esta claro que nos faltan líderes carismáticos, con «autoritas», con empuje y determinación, con visión de futuro y del Estado y con capacidad para generar ilusión sin engaños. Nos sobran, sin embargo, los pusilánimes, los aplaudidores del cabeza de lista sin ideas, los reidores, los manicuros, los whatsapperos, los crucigrameros, los sudokeros y los dormilones.

Los mesiánicos

Para los grandes males que acechan a Cataluña (crisis económica e institucional y corrupción, entre otros), patada a seguir y grandes remedios: la independencia. ¡Ahí es ná! o Déu n’hi do!, como dicen muchos de sus habitantes. Y ello desde una posición política, la de Artur Mas, de tan extrema debilidad que requiere que su partido (conservador) se alíe con otro en el extremo opuesto de la diagonal (de izquierdas).

Nadie en el mundo entiende esta pretensión mesiánica (la de Artur Mas & Co), de querer salvar a todo «su pueblo» sin que la mayoría se lo haya pedido, lo quiera y sin plantearse ni siquiera preguntarle su opinión a la otra parte, el resto de españoles. Y sin explicarnos a todos las consecuencias de lo que propone, y sin un debate serio y sosegado sobre sus necesidades y las soluciones para atenderlas.

No se puede entender a España sin Cataluña ni a esta sin aquella, pues ambas son la misma cosa y de la misma naturaleza, y tienen la misma esencia.

La sociedad civil

La dureza de los tiempos que estamos viviendo en España está despertando a la sociedad civil (a todos nosotros) que ya sabe que la mejor manera de afrontar sus problemas es la reinvindicación de sus derechos, la exigencia de responsabilidades y de un comportamiento ético a los políticos, que les representa, y todo ello ejerciendo también sus obligaciones: interesarse por lo público, lo suyo.

Después de estos últimos años, hemos visto como la necesidad imponía recortes y ajustes que los políticos se apuntan como suyos, en el sentido positivo del logro de objetivos fijados por la UE y los mercados, pero a costa de nosotros, en el sentido negativo de recortes, apreturas de cintura y el terrible paro.

Mientras todo iba aparentemente bien, parecía que el Estado era una cuestión que llevaban «otros», los políticos, a quienes elegíamos de vez en cuando para resolver «ese asunto». Hoy, somos cada vez más conscientes de que el Estado somos todos nosotros y que necesitamos estar encima de los temas para que los políticos hagan bien su trabajo, no conculquen nuestros derechos y podamos así construir un mundo mejor y sostenible.

¡No lo olvidemos cuando todo vuelva a ir bien! ¡A ver si lo conseguimos!