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Balanitis: «A mi hijo le pica el pene»

Hace unos días publicamos una entrada sobre la vulvovaginitis, una enfermedad muy frecuente en las niñas antes de la pubertad y que en muchos casos se manifiesta con picor en el área genital o al hacer pis. Esta enfermedad tiene su equivalente en niños, con alguna que otra característica especial, y lleva por nombre balanitis. Como sucede en las niñas, se manifiesta como escozor al orinar junto con eritema/inflamación de la parte más distal del pene -el glande-, por lo que no es raro que los niños se quejen al grito de «¡¡Papááá, me escuece al hacer pis!!».

En este post te contamos en qué consiste la balanitis y como podéis prevenirla y tratarla.

La anatomía del pene

Antes de meternos en faena merece la pena recordar cuál es la anatomía del pene ya que si la entendemos nos resultará muy sencillo deducir por qué se produce esta enfermedad y cómo podemos prevenirla.

Básicamente el pene se compone de tres partes: 1) el cuerpo, que es la parte que está pegada al pubis; 2) el glande, que es la punta del pene; y 3) el prepucio, la piel retráctil que forma un repliegue y cubre el glande. Me he tomado la libertad de no poner un dibujo explicativo, pero si sentís curiosidad podéis buscarlo en Google.

El caso es que al nacer, en la gran mayoría de niños, el prepucio es estrecho y no permite que al retraerlo el glande quede expuesto. O lo que es lo mismo, casi todos los recién nacidos nacen con cierto grado de fimosis, la cual es fisiológica y desaparece con el tiempo sin hacer nada. Además, también es frecuente que el prepucio se encuentre adherido al glande, aunque no exista fimosis, lo que tampoco permite que este sea retraído en su totalidad sin forzarlo.

Tanto la fimosis fisiológica de los niños pequeños como las adherencias prepuciales son clave a la hora de que un niño desarrolle una balanitis, pero también lo es el hecho frecuente de que a muchos padres y madres les da «cosa» tocar dicho apéndice corporal de su hijo pequeño, cuya finalidad es mantenerlo limpio y aseado. En aquellos niños que han sido circuncidados la balanitis casi no existe, precisamente porque limpiar la zona es más sencillo y el glande ya está expuesto al aire.

NOTA: antes de seguir, aclarar que no es necesario dar ningún «tirón» al prepucio de ningún niño para solucionar una fimosis. Esto ya se explicó en un post sobre la fimosis que os hemos dejado enlazado más arriba.

¿Qué es una balanitis?

Pero vamos a lo que vamos. Una balanitis es la inflamación del glande y la piel que lo cubre (el prepucio). De hecho, «bálano» proviene del griego «bellota», forma que aparenta a simple vista la cabeza del pene. Si a eso le añades «-itis» que significa inflamación, pues ya está todo explicado. Así de simples somos los médicos.

Es una enfermedad muy frecuente en niños pequeños no circuncidados y representa el problema urológico más frecuente de la infancia. Sobre todo ocurre entre los dos y los cinco años y, como veremos posteriormente, suele deberse a una falta de higiene de la zona.

Inflamación vs. Infección

La inmensa mayoría de las balanitis tienen un origen infeccioso por sobrecrecimiento de las bacterias que habitualmente tenemos en la piel. El glande de un niño casi nunca está expuesto «al aire», sobre todo cuando todavía tiene adherencias o fimosis, lo que hace que ese repliegue de piel sea difícil de limpiar y acumule células muertas y demás detritus (basura en lenguaje médico), los cuales ya de por sí pueden generar inflamación. Además, esto supone un caldo de cultivo perfecto para las bacterias a las que hacíamos referencia.

Pero no solo los niños con fimosis o adherencias padecen balanitis. Si el prepucio de un niño se retrae con facilidad, pero no limpiamos la zona de manera habitual, volvemos a encontrarnos con la situación ideal para que se produzca una balanitis.

¿Qué síntomas produce una balanitis?

Los síntomas de una balanitis son muy fáciles de deducir si nos imaginamos la punta del pene de un niño inflamada.

Por un lado se pondrá roja y a la exploración los médicos observaremos que presenta eritema y, en muchos casos, apreciaremos la salida de un exudado (como si fuera pus) desde el prepucio. Esto último no es lo más frecuente, pero se acaba observando en los estadíos más avanzados de la enfermedad.

Y por el otro, como sucedía con las niñas en las vulvovaginitis, no es plato de buen gusto hacer pis si el glande está inflamado. Por este motivo es frecuente que se quejen al orinar (disuria). Sin embargo, este síntoma no debe hacernos pensar que sí o sí el niño tiene una infección de orina, ya que en estos casos la exploración del pene no muestra alteraciones (no está inflamado).

¿Cómo se trata una balanitis?

Aunque en esta enfermedad intervienen bacterias, la gran mayoría de las casos se resuelven con una adecuada higiene local y lavados con suero fisiológico. Estos lavados lo que buscan es limpiar el espacio interior que se forma entre el glande y el prepucio para retirar los detritus que antes hemos mencionado.

En ocasiones, cuando la inflamación es muy importante, puede aplicarse una crema con corticoides bajo prescripción médica. Los corticoides son un potente antiinflamatorio que en estos casos pueden ser de gran ayuda. Su aplicación debe realizarse «por dentro», es decir, se retrae de forma suave el prepucio sin forzarlo y se aplica la crema allí donde hay inflamación.

Con estas dos medidas suele ser suficiente para que se resuelva una balanitis. En el caso de que se observara mucho exudado o que no mejoraran con las medidas higiénicas habría que valorar asociar un antibiótico tópico.

¿Cómo limpiar el pene de un niño?

Llegados a este punto, muchos os habréis dado cuenta de que la higiene adecuada y regular del pene de vuestros hijos es fundamental para evitar que se produzca una balanitis, y así es.

Para ello, es muy conveniente que cada pocos días retraigáis SIN FORZAR el prepucio de vuestros hijos para lavarlo en el baño. En aquellos que no tengan fimosis el prepucio bajará hasta el final exponiendo la «bellota»; si el niño todavía es pequeño lo podéis limpiar vosotros y si ya tiene cierta autonomía lo puede hacer él bajo vuestra supervisión.

Lo que debéis evitar a toda costa es forzar la bajada del prepucio cuando un niño tiene adherencias o fimosis. Esa tracción excesiva puede ser la causante de la propia inflamación que se produce en una balanitis.

Por otro lado, que un niño tenga fimosis (y por tanto mayor propensión a tener balanitis) no justifica que haya que circuncidarle de manera preventiva. Esta técnica quirúrgica que elimina el prepucio se reserva para aquellos niños que mantienen la fimosis hacia los tres o cuatro años y en aquellos que presentan balanitis de forma muy frecuente a pesar de una higiene adecuada.

Balanitis en niños mayores

Debido a la poca autonomía que tienen los niños pequeños, la balanitis es frecuente en estas edades. Cuando aparece en niños mayores, hay que pensar que algo está ocurriendo.

Lo más habitual es que se deba a que al niño se le olvida limpiarse la zona cuando va al baño o cuando se ducha, así que no está de más que se lo recordéis de vez en cuando o preguntéis si lo han hecho.

Sin embargo, no debemos perder de vista que en niños mayores también es habitual que el pene se inflame por masturbación muy frecuente. La gran mayoría lo negará por pudor, como es lógico, pero el mero hecho de preguntárselo y explicarles que eso puede ser debido a que se estén tocando todo el rato, es más que suficiente para poner fin al problema.

Por último, mencionar que la balanitis puede ser la manifestación de un caso de abuso sexual/malos tratos, sobre todo en aquellos casos en los que la historia que cuenta el niño no acaba de encajar.


En resumen, la balanitis es la inflamación del glande y del prepucio. Es habitual en niños pequeños no circuncidados y, en general, se debe a la falta de higiene de la zona. La inflamación local y las molestias al orinar son los síntomas más frecuentes. Cuando aparece, suele ser suficiente realizar el lavado de la zona con suero fisiológico y vigilar la evolución.

NOTA: os habréis fijado que hemos elegido para el título del post la palabra «pene», pero podríamos haber usado otros muchos sinónimos. Como sucede con los genitales externos de las niñas, la imaginación de los padres y la madres no tiene límites para dar nombre a esta zona corporal. Os dejamos algunos ejemplos que hemos oído en consulta en más de una ocasión y que el gran Leonardo Dantes recogió en uno de sus éxitos «El miembro viril»: colita, bellota, chorra, falo, verga, banano, minga, pececillo, picha… ¡Pero qué rico es el castellano!

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Bibliografía:

Fimosis en niños: ¿hace falta dar el famoso tirón?

Una de las grandes preguntas que hacen los padres en la consulta cuando sus hijos son pequeños es si deben realizar algún cuidado especial con el pene de sus bebés, de hecho, en alguna ocasión, nos sueltan frases del estilo: «¿Y qué tenemos que hacer con eso?». En parte se debe a que los genitales son un tabú del que poco se habla en la sociedad en la que vivimos, pero también porque antiguamente se solía dar un tirón a los bebés de menos de un año para conseguir eliminar la fimosis del lactante que, como veremos en este post, es habitual y mejora con la edad sin hacer (casi) nada en la gran mayoría de los casos.

Esperamos que después de leer este texto estéis preparados para dar a vuestros hijos los cuidados que necesitan. ¡¡Vamos con ello!!

¿Qué es la fimosis y qué podemos esperar de su evolución?

La fimosis es el estrechamiento de la piel que recubre el glande, es decir, el prepucio. Esta estrechez da lugar a que sea difícil que el glande se quede al descubierto con la retracción del prepucio.

La fimosis es una condición normal en los recién nacidos, de hecho, cerca del 90% lo presentan al nacer, por lo que no debe considerarse una enfermedad en este momento. Además, los niños pequeños suelen presentar adherencias entre el glande y el prepucio, lo que hace más difícil todavía la retracción de la piel.

Por otro lado, en la gran mayoría de los niños, la fimosis se resuelve de forma espontánea sin hacer nada. En torno a los 4-5 años, solo un 10% la presenta y al llegar a la adolescencia se ha resuelto en el 99% de los niños. Se cree que la fimosis desaparece por varios mecanismos. Primero, porque la piel del prepucio se va ablandando con el paso de los años y, segundo, porque las erecciones espontáneas, frecuentes en esta edad, junto con el crecimiento del pene van desprendiendo poco a poco las adherencias permitiendo que el glande quede expuesto al retraer de forma suave la piel del prepucio.

Por tanto, si véis que el pene de vuestro bebé tiene el prepucio muy estrecho o te han dicho directamente que tiene fimosis, tranquilidad, es algo normal que se resuelve solo en la gran mayoría de los casos sin hacer nada.

¿Y por qué es importante la fimosis?

Algunos estaréis pensando que si la fimosis es algo normal y habitual, tampoco habría que darle tanta importancia. Sin embargo, existen varios motivos por lo que los pediatras valoramos si los niños tienen fimosis durante su desarrollo.

Cuando no se puede retraer la piel del prepucio, es difícil realizar la higiene local, lo que puede dar lugar a una irritación e inflamación de la zona que se conoce como balantitis.

Por otro lado, si la fimosis no se resuelve antes de la edad adulta, esta puede dar lugar a relaciones sexuales no satisfactorias al condicionar dolor durante las mismas.

Por último, en aquellos niños en los que la estrechez existe pero no es lo suficientemente importante como para que el glande no quede expuesto al realizar una retracción prepucial, cabe la posibilidad de que, en una de esas veces, el prepucio consiga llevarse hasta el final pero no consiga volver de nuevo a sus situación inicial. Esto es lo que se conoce como parafimosis. Es una urgencia médica que debe resolverse siempre que se presente.

¿Qué deben hacer los padres con el pene de sus hijos si tiene fimosis?

Aunque hemos dicho que no hay que hacer «nada» para solucionar la fimosis de un niño, esto es una verdad a medias.

Lo que se debe hacer es lavar todos los días la zona con agua y jabón para mantenerla limpia y aseada. Para ello, los padres, deben realizar una tracción suave del prepucio sin llegar a forzar la estrechez en ningún momento, ya que esto podría empeorar la fimosis que presenta el niño.

¿Y hace falta dar el famoso «tirón» como se hacía antes?

Muchos estareis pensando que antiguamente la solución era dar un tirón al prepucio con la intención de dilatar la estrechez de forma artificial dejando por fin al aire el glande. Y dicho así, no parece una mala idea.

Sin embargo, esa retracción forzada, además de ser muy dolorosa, puede dar lugar a desgarros en la piel del prepucio que al cicatrizar empeoren la fimosis inicial. Es lo que se conoce como fimosis cicatricial.

Por tanto, y teniendo en cuenta que la evolución natural de la fimosis es resolverse sola, lo prudente es esperar durante los primeros años de vida a ver qué pasa antes valorar si el niño necesita algún tratamiento.

¿Cuándo hay que tratar la fimosis?

Si al llegar a los 3 o 4 años, el niño sigue teniendo fimosis, es el momento de plantearse si la estrechez es lo suficientemente importante como para que al llegar a la adolescencia no se haya resuelto.

En estos casos, se emplea con buenos resultados un tratamiento tópico con una crema con corticoides de baja potencia como primera opción, antes de que el cirujano infantil plantee la necesidad de una intervención quirúrgica. Si a pesar de este tratamiento persiste la fimosis, la solución definitiva es la intervención quirúrgica, como podéis leer en este link de la Sociedad Española de Cirugía Infantil.


En resumen, a todos los niños se les debe realizar una tracción suave del prepucio para poder realizar una higiene local de la zona de forma periódica como parte de sus cuidados habituales. Al llegar a los 3-4 años, si la fimosis persiste, el pediatra valorará si se debe tomar alguna medida para solucionarla antes de llegar a la edad adulta.

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