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5 motivos de consulta por los que no hace falta ir a Urgencias

Ambulancia

Fuente: Unsplash

En muchas ocasiones nuestro amigos y familiares nos consultan por algún síntoma que tienen sus hijos y por los que dudan si acudir a Urgencias.

Por definición, la urgencia médica es aquella situación médica que no pone en peligro la vida del niño de forma inmediata y que puede ser evaluada en las siguientes horas. Distinta es la emergencia médica, en la que la evaluación debe ser lo más precoz posible.

Más allá de estas definiciones, los pediatras vemos cómo en muchas ocasiones las familias acuden con sus hijos a Urgencias o sin cita al Centro de Salud pensando que lo que tiene su hijo es una urgencia y debe ser resuelto en ese mismo momento.

Como es comprensible, cualquiera quiere poner solución lo antes posible a un problema (sea médico o no), pero en el caso de la pediatría, muchos de esos motivos de consulta se resuelven solos con unos mínimos autocuidados sin la necesidad de una evaluación médica inmediata, la cual se puede posponer si la situación clínica persiste pasados unos días.

En el post de hoy os contamos cinco situaciones por las que no hace falta acudir a Urgencias (ya se del hospital o del centro de salud), ya que pueden ser evaluadas con cita por el pediatra de cabecera en los siguientes días.

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Carta abierta sobre la fimosis y sus posibles consecuencias

Hace unas semanas recibimos un mail de un seguidor que, a modo de desahogo, nos quería contar cuál fue su experiencia con el famosos tirón que en otra época era casi un obligatorio en los controles rutinarios de salud infantil. Nos ha parecido muy adecuado compartirlo con vosotros ya que nos parece que plasma de forma muy real cuales pueden ser las consecuencias de algo que para muchos es una práctica que no tiene mayor importancia. El mail era el siguiente:

Hola, acabo de leer vuestro artículo sobre fimosis en niños. He ido a dejar un comentario, pero creo que no se ha publicado. Solo quería daros las gracias por publicar este tipo de artículos, ojalá hubiesen existido hace años.

De pequeño tuve fimosis y me dolía mucho. Incluso haciendo «tirones» suaves no podía soportarlo. En las revisiones médicas del colegio, con todos mis amigos delante, tenía que exponerme con todos mirando y forzarme a hacer el tirón acabando siempre en lágrimas, tanto por dolor como por vergüenza.

Entre los seis y los ocho años, mis padres me llevaron al urólogo y este decidió probar un método para evitar el quirófano: el tirón, pero a lo bestia. Como yo ya sabía que me dolería, me puse hecho una furia. Pataleaba, lloraba, gritaba… Era imposible quedarme quieto, así que el médico llamó a tres celadores para que me sujetasen: uno de los hombros, otro de la cintura y otro de los pies. El urólogo empezó a darme tirones, golpes secos, y el dolor fue insoportable y lo peor de todo es que no fue efectivo.

Crecí con miedo a que cualquier persona se acercase a mis genitales. Huía de las mujeres porque todo lo que rodease mi vida sexual, me asustaba. A los dieciocho años me operaron de fimosis y pensé que al fin se habrían acabado mis problemas y tendría valor… pero no fue así.

A los veinticinco años fui consciente de que tenía un problema. Llevaba casi veinte años de mi vida machacándome a mí mismo, con pensamientos autodestructivos (imaginaos lo que significa sentirse incapacitado sexualmente, en un entorno de pubertad masculina).

Dos años, muchas sesiones de psicología y una mujer comprensiva hicieron falta para darme mi primer beso y tener mis primeras relaciones sexuales con veintisiete años. Mis padres, con toda la buena intención del mundo, hicieron lo que pensaban que era mejor y aún le siguen dando vueltas. La psicóloga lo trató como un caso de trauma por abuso infantil: retener a un niño contra su voluntad entre cuatro personas y provocarle dolor en sus genitales.

Hablándolo con ella, el proceso traumático que viví me llevó a una depresión en mi edad adolescente: baja autoestima, ansiedad social, insomnio, dolores de cabeza constantes, cambios de humor muy radicales, hermetismo…. Sin ser yo consciente de ello (ni mis padres), logré superarla y más adelante fue cuando decidí acudir a una psicóloga con pleno apoyo de mi familia que me enseñó a aprender conductas sociales que yo no tenía.

Yo sigo teniendo ese miedo, aunque ahora soy capaz de superarlo, pero me cuesta horrores tener la confianza necesaria para mantener relaciones sexuales.

Me alegra leer este tipo de artículos. No somos conscientes de que un niño puede soportarlo casi todo a nivel físico, pero, a nivel intelectual y emocional, es mucho más frágil.

De nuevo, gracias por vuestra labor.


Creemos que no hace falta más que añadir. Damos las gracias a esta persona anónima por habernos permitido publicar y difundir su correo. Desde aquí esperamos que sirva a otros profesionales para que prácticas como la del tirón no se vuelvan a repetir nunca.

Si queréis leer la entrada sobre la fimosis a la que hace referencia, podéis hacerlo en este LINK.

Fimosis en niños: ¿hace falta dar el famoso tirón?

Una de las grandes preguntas que hacen los padres en la consulta cuando sus hijos son pequeños es si deben realizar algún cuidado especial con el pene de sus bebés, de hecho, en alguna ocasión, nos sueltan frases del estilo: «¿Y qué tenemos que hacer con eso?». En parte se debe a que los genitales son un tabú del que poco se habla en la sociedad en la que vivimos, pero también porque antiguamente se solía dar un tirón a los bebés de menos de un año para conseguir eliminar la fimosis del lactante que, como veremos en este post, es habitual y mejora con la edad sin hacer (casi) nada en la gran mayoría de los casos.

Esperamos que después de leer este texto estéis preparados para dar a vuestros hijos los cuidados que necesitan. ¡¡Vamos con ello!!

¿Qué es la fimosis y qué podemos esperar de su evolución?

La fimosis es el estrechamiento de la piel que recubre el glande, es decir, el prepucio. Esta estrechez da lugar a que sea difícil que el glande se quede al descubierto con la retracción del prepucio.

La fimosis es una condición normal en los recién nacidos, de hecho, cerca del 90% lo presentan al nacer, por lo que no debe considerarse una enfermedad en este momento. Además, los niños pequeños suelen presentar adherencias entre el glande y el prepucio, lo que hace más difícil todavía la retracción de la piel.

Por otro lado, en la gran mayoría de los niños, la fimosis se resuelve de forma espontánea sin hacer nada. En torno a los 4-5 años, solo un 10% la presenta y al llegar a la adolescencia se ha resuelto en el 99% de los niños. Se cree que la fimosis desaparece por varios mecanismos. Primero, porque la piel del prepucio se va ablandando con el paso de los años y, segundo, porque las erecciones espontáneas, frecuentes en esta edad, junto con el crecimiento del pene van desprendiendo poco a poco las adherencias permitiendo que el glande quede expuesto al retraer de forma suave la piel del prepucio.

Por tanto, si véis que el pene de vuestro bebé tiene el prepucio muy estrecho o te han dicho directamente que tiene fimosis, tranquilidad, es algo normal que se resuelve solo en la gran mayoría de los casos sin hacer nada.

¿Y por qué es importante la fimosis?

Algunos estaréis pensando que si la fimosis es algo normal y habitual, tampoco habría que darle tanta importancia. Sin embargo, existen varios motivos por lo que los pediatras valoramos si los niños tienen fimosis durante su desarrollo.

Cuando no se puede retraer la piel del prepucio, es difícil realizar la higiene local, lo que puede dar lugar a una irritación e inflamación de la zona que se conoce como balantitis.

Por otro lado, si la fimosis no se resuelve antes de la edad adulta, esta puede dar lugar a relaciones sexuales no satisfactorias al condicionar dolor durante las mismas.

Por último, en aquellos niños en los que la estrechez existe pero no es lo suficientemente importante como para que el glande no quede expuesto al realizar una retracción prepucial, cabe la posibilidad de que, en una de esas veces, el prepucio consiga llevarse hasta el final pero no consiga volver de nuevo a sus situación inicial. Esto es lo que se conoce como parafimosis. Es una urgencia médica que debe resolverse siempre que se presente.

¿Qué deben hacer los padres con el pene de sus hijos si tiene fimosis?

Aunque hemos dicho que no hay que hacer «nada» para solucionar la fimosis de un niño, esto es una verdad a medias.

Lo que se debe hacer es lavar todos los días la zona con agua y jabón para mantenerla limpia y aseada. Para ello, los padres, deben realizar una tracción suave del prepucio sin llegar a forzar la estrechez en ningún momento, ya que esto podría empeorar la fimosis que presenta el niño.

¿Y hace falta dar el famoso «tirón» como se hacía antes?

Muchos estareis pensando que antiguamente la solución era dar un tirón al prepucio con la intención de dilatar la estrechez de forma artificial dejando por fin al aire el glande. Y dicho así, no parece una mala idea.

Sin embargo, esa retracción forzada, además de ser muy dolorosa, puede dar lugar a desgarros en la piel del prepucio que al cicatrizar empeoren la fimosis inicial. Es lo que se conoce como fimosis cicatricial.

Por tanto, y teniendo en cuenta que la evolución natural de la fimosis es resolverse sola, lo prudente es esperar durante los primeros años de vida a ver qué pasa antes valorar si el niño necesita algún tratamiento.

¿Cuándo hay que tratar la fimosis?

Si al llegar a los 3 o 4 años, el niño sigue teniendo fimosis, es el momento de plantearse si la estrechez es lo suficientemente importante como para que al llegar a la adolescencia no se haya resuelto.

En estos casos, se emplea con buenos resultados un tratamiento tópico con una crema con corticoides de baja potencia como primera opción, antes de que el cirujano infantil plantee la necesidad de una intervención quirúrgica. Si a pesar de este tratamiento persiste la fimosis, la solución definitiva es la intervención quirúrgica, como podéis leer en este link de la Sociedad Española de Cirugía Infantil.


En resumen, a todos los niños se les debe realizar una tracción suave del prepucio para poder realizar una higiene local de la zona de forma periódica como parte de sus cuidados habituales. Al llegar a los 3-4 años, si la fimosis persiste, el pediatra valorará si se debe tomar alguna medida para solucionarla antes de llegar a la edad adulta.

El copyright de la imagen de cabecera del este post pertenece a mulan bajo una licencia CC BY-SA 2.0