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A mi hija le ha empezado a crecer el pecho

Muchas madres consultan aterradas al pediatra cuando a sus hijas les comienza a crecer el pecho, sobre todo cuando esto ocurre antes de lo que ellas esperaban y piensan que es «demasiado pronto». No en vano, el desarrollo de las mamas es el primer signo del inicio de la pubertad en las niñas y tras este primer cambio sucederán otros que desembocarán de forma inevitable en la primera menstruación.

El inicio del desarrollo de las mamas es un tema al que prestamos mucha atención los pediatras ya que cuando se produce a una edad «adecuada» se considera algo normal, es decir, podemos prever que el desarrollo puberal de la niña ocurrirá dentro de unos límites temporales que consideramos normales. Sin embargo, cuando se adelanta respecto a lo que consideramos «normal», debemos investigar qué está pasando para descartar una serie de enfermedades que pueden dar lugar a esta situación.

En este post os explicamos en qué momento consideramos normal que comience el desarrollo de las mamas como primer signo de pubertad en las niñas, además de repasar conceptos sobre la pubertad precoz y sus implicaciones.

¿Por qué se desarrollan las mamas?

La glándula mamaria está presente tanto en niñas como en niños desde el nacimiento; sin embargo, durante toda la etapa infantil y hasta el inicio de la pubertad esta glándula no está desarrollada, lo que da lugar a la imagen que todos tenemos en mente de una niña pequeña sin pecho.

Para que las mamas se desarrollen hacen falta estrógenos, es decir, hormonas femeninas. Cuando estas aparecen, las niña empieza a desarrollar el pecho, fenómeno al que nos referimos de forma técnica como «telarquia». Como os podéis imaginar no es lo mismo que esto ocurra en una niña de cuatro años, que en una niña de once o, incluso, en un niño. Lo que hay que tener claro es que si hay desarrollo mamario se están secretando hormonas femeninas y por tanto habrá que discernir si esto se debe a un proceso madurativo normal (la pubertad) o no.

El desarrollo «normal» de las mamas

La pubertad es un proceso complejo durante el cual se producen una serie de cambios físicos con los que una niña pequeña desarrolla su potencial reproductivo, desarrolla los caracteres sexuales secundarios (mamas, vello púbico, genitales externos…) y crece hasta alcanzar la talla adulta; un proceso «normal» por el que antes o después todas las mujeres deben pasar. Este periodo suele acompañarse de cambios psicológicos y emocionales a los que los padres soléis tener incluso más miedo que a los cambios físicos.

El primer signo de pubertad en las niñas se corresponde con el inicio del desarrollo mamario, lo que normalmente ocurre entre los ocho y los trece años de edad, aunque lo más habitual es que ocurra entre los diez años y medio y los once. Al observar que una niña empieza a desarrollar el pecho podríamos afirmar que se ha puesto en marcha la «máquina» hormonal que dará lugar a los cambios a los que antes hacía referencia.

El inicio del desarrollo mamario se nota como un «botón» o bulto por debajo del pezón, en ocasiones doloroso, o mejor dicho, con un aumento de sensibilidad. Este hecho habría que diferenciarlo del falso aumento de pecho que se ve con frecuencia en niñas con sobrepeso y obesidad, ya que en este caso lo que da apariencia de mama es tejido graso y no un aumento real de esta glándula.

Tras el inicio del desarrollo del pecho aparecen de forma progresiva el resto de caracteres sexuales secundarios (como el vello en el pubis) y se incrementa la velocidad de crecimiento. De forma técnica, cuando aparece la «telarquia» puberal, los pediatras decimos que la niña ha pasado de estadío Tanner I a Tanner II, una clasificación que utilizamos para referirnos a en qué momento del desarrollo puberal están los niños. Os dejo una foto aquí abajo para que la conozcáis.

Estadíos de Tanner: el inicio de la pubertad en las niñas lo marca el inicio del desarrollo del pecho mientras que en los niños lo hace el aumento de tamaño testicular.

Del inicio del desarrollo del pecho a la primera menstruación

La ciencia, la observación y la estadística nos ha permitido saber que al cabo de unos dos años desde el inicio del desarrollo mamario acontece la primera menstruación («menarquia» por su nombre técnico) que en general ocurre cuando las niñas están en estadío IV de Tanner.

Por tanto, si dijimos que es normal que el pecho se empiece a desarrollar entre los ocho y los trece años, también consideraremos normal que la primera menstruación ocurra entre los diez y los quince años, aunque lo habitual es que se produzca entre los doce y trece años.

Seguramente a muchas os parecerá que tener la primera menstruación a los diez años es muy pronto (al fin y al cabo, una niña de diez años está en 5º de primaria), pero desde el punto de vista médico es normal y no constituye ningún tipo de enfermedad, ya que estas niñas alcanzarán su talla diana al acabar la pubertad (la talla que les toca por la carga genética de sus padres) si no hay otros factores externos que lo impidan.

Otro dato importante que es interesante conocer es que el inicio de la pubertad está influido hasta en un 70% por la genética de los padres. Es decir, es habitual que las madres y padres que «desarrollaron pronto» tengan hijos que lo hagan más o menos a la misma edad, para que estéis prevenidos…

Sin embargo, consideramos que una niña tiene una pubertad precoz cuando inicia el desarrollo de las mamas antes de los ocho años. En estos casos debéis consultar con el pediatra para que valore qué puede estar ocurriendo.

¿Qué es la pubertad precoz?

Habíamos dicho que lo normal es que el inicio de la pubertad en las niñas ocurra entre los ocho y los trece años. Este límite es meramente estadístico, ya que hace referencia a que el 95% de las mujeres inicia la pubertad dentro de esos límites etarios. Por el contrario, cuando una niña inicia el desarrollo del pecho (y por tanto la pubertad) por debajo de los ocho años nos referimos a esta situación como pubertad precoz.

Limites de la pubertad «normal»; como se puede ver es un concepto estadístico. Extraído de Marshall, WA, Tanner, JM. Arch Dis Child. 1969; 44: 291

Iniciar el desarrollo del pecho antes de los ocho años, y por tanto la pubertad, puede dar lugar a una talla baja en la edad adulta (al haber tenido menos tiempo para crecer siendo niña), además de tener consecuencias a nivel psicológico como rechazo de la propia imagen al no aceptar los cambios que suceden en los meses siguientes, tendencia al aislamiento social y la depresión. Por ello, toda niña que inicia el desarrollo antes de los ocho años debe ser derivada de forma preferente al endocrino pediátrico para que evalúe la necesidad de frenar la pubertad hasta que la niña entre en una edad que se considera normal.

Las causas que pueden dar lugar a una pubertad precoz son muchas (aunque raras) y no vamos a entrar a describir todas ellas; solo mencionaremos lo que se conoce como «pubertad precoz idiopática», aquella que se produce por una activación del eje hormonal que inicia la pubertad antes de lo debido sin una causa clara y que a menudo se observa en niñas adoptadas y en aquellas que sufren obesidad. El resto de pubertades precoces pueden ser debidas a síndromes raros, tumores y una larga lista que no merece la pena enumerar… Dependiendo de la enfermedad por la que se ha producido el inicio de la pubertad, el tratamiento será uno u otro.

Desarrollo de las mamas a destiempo que no se considera patológico

Antes de acabar me gustaría mencionar dos situaciones habituales que no se consideran patológicas y que tienen que ver con el desarrollo del pecho.

La primera de ellas es los recién nacidos. Es habitual que tanto niñas como niños nazcan con los pechos un poco desarrollados. Esta situación es normal y se produce por las hormonas femeninas de la madre que atravesaron la placenta durante el embarazo. A veces es tan exagerado que que hasta el bebé puede producir leche. Lo habitual es que desparezcan al cabo de unas semanas.

Y la segunda son los varones. El inicio de la pubertad en los niños lo marca el aumento del volumen testicular por encima de los 4 ml y se debe a las hormonas masculinas, los andrógenos, en general entre los nueve y los catorce años. Durante la pubertad de los niños es frecuente que también se desarrolle algo de pecho, ya que durante este periodo se produce una pequeña cantidad de hormonas femeninas (obviamente no tanto como en las niñas) pero es habitual que produzcan un botón mamario doloroso. Como decía, es una situación normal y que desaparece al acabar la pubertad.


En conclusión, el desarrollo de las mamas constituye el primer signo del inicio de la pubertad en las niñas. Este se considera normal cuando aparece después de los ocho años y precede en unos dos años a la primera menstruación. En el caso de que aparezca por debajo de esa edad debéis consultar con el pediatra para que evalúe a qué se puede deber ese adelantado.

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Bibliografía:

¿Para qué sirven los percentiles?

Cuando tienes un hijo pequeño y vas a la revisión del pediatra, después de medirlo y pesarlo, éste siempre te salta con frases como: «va muy bien de percentiles» o «se nos esta quedando pequeño, ha bajado de percentil». Pero, ¿sabéis los padres realmente para qué sirven los percentiles?, ¿sabéis realmente interpretarlos? Cuando empezamos con este blog, una de las cosas que me prometí fue no escribir nunca sobre los percentiles. Yo siempre los he considerado una herramienta más para valorar a un niño, como el otoscopio y el fonendo, y que yo sepa, de momento, somos nosotros los que usamos estas herramientas y no los padres.

Sin embargo, una gran mayoría de pediatras acaban comentando a los padres el percentil de peso y talla en el que se encuentran sus hijos y, en muchas ocasiones, le he tenido que explicar a familiares y amigos que un percentil 10 de peso, aunque sea «bajo», no tiene por qué ser malo o que un percentil 97 no significa que el niño esté «gordo». Además, parece que a muchos padres les gusta presumir del percentil de sus hijos como si fuera una competición entre progenitores orgullos por ver quién está en el «mejor percentil», cuando tal cosa no tiene ni pies ni cabeza.

Con esta entrada intentaremos explicaros de forma sencilla qué es un percentil y para qué sirve, pero recordad, es el pediatra el que debe hacer una interpretación de los mismos junto con la historia clínica del niño y su exploración física completa para valorar si esos percentiles son los adecuados para ese niño concreto o están alterados.

¿Qué es un percentil?

En pediatría existen un montón de parámetros que podemos medir como son el peso y la talla de un niño, pero también otros tantos como el coeficiente intelectual, el azúcar en sangre o la tensión arterial. El valor de estas medidas carece de sentido si no lo comparamos con el del resto de los niños de sus edad para poder decir si el valor concreto que hemos obtenido es alto, medio o bajo. En este sentido, los percentiles son una herramienta fundamental para valorar el crecimiento de un niño.

Los percentiles no son más que una medida estadística relativa que pone en relación la medición concreta en un niño, como podrían ser el peso o la talla, con las medidas de esa misma variable en el resto de la población con la misma edad y sexo. Siendo más exactos, el percentil indica qué porcentaje de mediciones son iguales o menores que el valor concreto que hemos obtenido.

Con un par de ejemplos se entiende más fácil. Si un niño es un percentil 80 de talla significa que el 80% de niños de su edad mide lo mismo que él o menos. Si una niña es un percentil 30 de peso significaría que el 30% de niñas de su edad pesa lo misma que ella o menos.

¿Qué importancia tienen los percentiles?

De manera muy resumida, los percentiles nos sirven para dos cosas.

Por un lado para comparar el peso y la talla de un niño con el resto de niños de su edad en un momento concreto. De esta forma podríamos decir «este niño está en la media de peso para su edad» o «es de los que más pesa de su clase», o también «es de los más altos de su clase» o «de los más bajitos», dependiendo de si su percentil de peso o talla es alto o bajo.

En este sentido, esa comparación con otros niños de forma aislada en un momento dado no tiene mucho valor ya que lo importante es conocer cómo crece y se desarrolla un niño a lo largo del tiempo. Por fortuna, los percentiles también nos informan del crecimiento de un niño a lo largo de la infancia, de tal forma que podemos evaluar como ha ido creciendo con el paso de los meses o los años y evaluar si lo hace siempre por la misma curva de percentil o cambia a mediad que pasa el tiempo.

La relación de los perecentiles de peso y talla

Otro aspecto muy importante a tener en cuenta de los percentiles es que no deben valorarse de manera aislada, ya que lo importante es la relación entre ellos mismos.

En general, los pediatras primero valoramos el percentil de talla de un niño para decidir si es de los más altos de su edad o de los más bajitos para luego evaluar el percentil de peso en relación al de la talla y decidir si el peso que tiene el niño está acorde con su talla.

Como os podéis imaginar, un niño en percentil 90 de talla y percentil 90 de peso no es un niño «gordo», en todo caso sería un niño alto con un peso adecuado a su altura, lo que vendría siendo «grande», pero nunca gordo. De la misma forma, un niño en el percentil 10 de talla y percentil 10 de peso no es un niño «delgado», seria un niño de poca estatura con un peso acorde a la misma. Por el contrario, un niño con un percentil 10 de talla y percentil 97 de peso, sería un niño bajito con un peso muy por encima de lo que le corresponde a su altura. ¿Entendéis esa relación que os estoy comentando?

El aspecto evolutivo de los percentiles

Además de esta relación entre los percentiles en un momento concreto,  otro aspecto fundamental que interesa al pediatra es si los percentiles se han modificado con el paso del tiempo.

Por ejemplo, un niño que desde el nacimiento es un percentil 10 de peso y talla y siempre crece por el mismo percentil, no debería preocuparnos por ser «pequeño», ya que si siempre ha crecido en esos percentiles será porque le ha tocado ser así por mucho que parezca bajito y delgado respecto a los niños de su edad. Por el contrario, un niño que siempre crecía en el percentil 50 de peso y talla y con el paso de los meses pasa a ser un percentil 10 de peso significa que ha dejado de coger peso como venía haciendo habitualmente. En este último caso, el pediatra deberá estar ojo avizor para avaluar si ha sido algo transitorio o puede deberse a una enfermedad.

Lo que está claro es que a todos los padres y madres de este mundo nos gustaría tener los hijos más guapos, fuertes y sanos y en este sentido los percentiles puden reflejar que nuestro hijo está creciendo de forma adecuada. Sin embargo, y como os he explicando a lo largo de este post, tener un percentil alto o bajo no quiere decir que vuestro hijo esté más o menos sano.

¿Deberían conocer los padres los percentiles de sus hijo?

Y llegamos al quid de la cuestión. Esta es una pregunta que me hago desde hace tiempo y cada vez estoy más convencida de que la respuesta es que no. En mi opinión, a unos padres que acuden a consulta para ver como está creciendo su hijo les debería bastar con una explicación simple como «está bien y está creciendo como lo hace habitualmente» o «ha adelgazado mucho desde la última visita y me gustaría verlo en unas semanas», más allá del valor concreto del percentil o la gráfica de los mismo.

Por ello creo que los padres no deberían conocer el percentil de los niños sin una buena explicación por parte del pediatra que pueda llevar a errores de interpretación y, por tanto, a preocupaciones sin motivo. Quizá poco a poco podamos ir desterrando esa práctica tan habitual de dar en un papel el peso y la talla de los niño con el percetil al lado en cada visita como si fuera el permiso de circulación del coche o la ITV.

Cómo elegir un juguete para un niño pequeño

Elegir un juguete para un niño puede ser un reto para los padres. En ocasiones nos devanamos los sesos pensando cuál será el mejor juguete para nuestros hijos y si realmente ese objeto que hemos elegido le aporta algo al niño. Porque una cosa es segura, todos los niños juegan a lo largo de su infancia. De hecho, el juego favorece el desarrollo neurológico de los niños ya que les permite adquirir nuevas habilidades e investigar en el mundo en que vivimos.

En la sociedad actual en la que vivimos, cargada de tecnología y cachivaches electrónicos, puede resultar muy difícil elegir un juguete que realmente aporte y refuerce algún aspecto del desarrollo cerebral de nuestros hijos. Sin embargo, un juguete no tecnológico, lo que sería un juguete tradicional, no tiene por qué ser peor que uno moderno. Además, un buen juguete es aquél que potencia la relación del niño con los adultos ya que gracias a él obtiene una reciprocidad durante el juego que potencia la propia actividad, cosa que los juguetes electrónicos no lo suelen conseguir.

Con este post queremos revisar cuáles son los conceptos básicos sobre el juego en la infancia de tal forma que os permitan elegir un juguete adecuado para vuestros hijos. Aunque este post está pensado para niños pequeños, los principios que establece serían aplicables a toda la infancia.

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La importancia del juego

El juego es toda actividad que un niño realiza fuera de su rutina diaria. Esta actividad no tiene un fin en sí misma ya que el niño no juega para conseguir un objetivo en concreto. En este sentido, si preguntáramos a un niño pequeño que por qué juega, seguramente no sabría que contestarnos.

El juego facilita el desarrollo neurológico del niño ya que potencia diferentes parcelas cerebrales como son la actividad física, el lenguaje, las relaciones sociales, la solución de problemas o el control de emociones… Por ello, el juego es una actividad esencial a través de la cual el niño conoce el mundo que le rodea y le permite adquirir nuevas habilidades.

«El juego es una actividad esencial en la primera infancia que contribuye al desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños» (Dr. Jeffrey Goldstein)

Los juguetes serían todos aquellos objetos que invitan a que el niño juegue. No es necesario que estos objetos sean juguetes comprados ya que cualquier objeto fabricado en casa o encontrado en la naturaleza puede cumplir este papel.  Es tan válido como juguete un sonajero como un palo o unas hojas de un árbol, siempre que el niño los utilice para jugar. Además, cuando un niño juega con juguetes de calidad y adecuados a su desarrollo neurológico, la actividad del juego suele ser más prolongada. Los juguetes juegan un papel tan importante en el desarrollo cerebral del niño que algún estudio ha demostrado que los niños a los que se les ofrecen juguetes variados adaptados a su edad y desarrollo neurológico presentan un coeficiente intelectual a los 3 años mayor que los que no tienen esa posibilidad.

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Los juguetes potencian el juego y hacen que éste sea más duradero.

Habilidades que potencian los juguetes tradicionales

Como decíamos, los juguetes potencian el juego y gracias a ellos, los niños pueden desarrollar nuevas habilidades. Clásicamente se ha catalogado a los juguetes tradicionales según las parcelas del desarrollo cerebral que potencian. Es importante conocerlas para que, a la hora de elegir un juguete para un niño, no caigamos en la repetición y ofrezcamos a nuestros hijos una variedad suficiente que potencie diferentes aspectos del desarrollo cerebral.

  1. Juego manipultativo o motor fino: con este tipo de juego, el niño potencia la destreza a y la motilidad fina. Suele ser un tipo de juego que aparece desde muy pequeños. Juguetes de este tipo serían los bloques de construcción, los juegos con piezas para encajar o los puzzles.
  2. Juego fisico o motor grueso: en contraposición al anterior, potencian las habilidades físicas del niño. Buenos ejemplos de estos juguetes serían las pelotas o balones y los triciclos.
  3. Juego simbólico o referencial: con este tipo de juego, los niños comienzan a interpretar roles y simulan la vida real y, además, desarrollan la imaginación. Ejemplos de este tipo serían las muñecas, los coches, una cocinita o un set de café.
  4. Juego artístico: suelen ser juguetes que potencian la creatividad del niño así como su imaginación, como por ejemplo la plastilina, las pinturas, los instrumentos musicales…
  5. Juego conceptual o lingüísticos: con ellos el niños debe realizar una serie de procesos mentales para resolver enigmas o problemas además de interpretar situaciones. Algunos ejemplos son los libros, los juegos de cartas, los juegos de mesa o de resolución de enigmas.

No existe ningún juguete que solo potencie una sola parcela ya que la mayoría de ellos actúan en varias de ellas a la vez. Por ejemplo, un set de pinturas servirá por un lado para potenciar el área artística pero también, si el niño es pequeño, influirá en el motor fino. De forma similar, un puzzle puede servir para potenciar el motor fino pero también interviene en la solución de problemas o enigmas.

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Unos bloques de construcción potencian la motricidad fina de los niños pequeños.

Una cosa hay que tener presente a la hora de elegir un juguete, ya que se considera que los juguetes de mayor calidad son aquellos que, además de potenciar una o varias de estas parcelas, facilitan una interacción del niño con sus padres o cuidadores. Por ejemplo, una pelota es interesante para potenciar la actividad física y el motor grueso, pero cuando un niño juega con su padre al balón, además consigue una interacción social que hace mucho más valioso al juego.

Qué hay que tener en cuenta a la hora de elegir un juguete

Si hemos entendido que el juego es una activada fundamental que potencia el desarrollo neurológico del niño, no nos debería resultar muy difícil elegir un buen juguete. Este texto que leéis no pretende ser una guía completa con indicaciones milimétricas para elegir un juguete, solo pretende ofreceros una serie de herramientas para que la elección de un juguete sea lo más adecuada posible.

Uno de los aspectos más importantes a la hora de elegir un juguete es conocer bien al niño al que va destinado. Debemos investigar en qué punto del desarrollo neurológico está ya que no es lo mismo, por ejemplo, regalar un juguete a un niño de 1 año que ya camina que a uno que no lo hace. Teniendo esto en cuenta, la elección de un juguete debe hacerse pensando en qué habilidad concreta puede estimular, de tal forma que se potencie lo que el niño ya es capaz de hacer pero también le permita adquirir una nueva habilidad.

Por ejemplo, si le regalamos unos bloques de construcciones a un niño que está empezando a apilar cosas, permitiremos que juegue a hacer construcciones; si le regalamos una pelota a un niño que ha comenzado a caminar, potenciaremos las habilidades motoras gruesas al invitarle a que de patadas al balón; o por ejemplo, si le ofrecemos una cocinita a un niño que ya muestra interés por el juego referencial, le estaremos dando la oportunidad de que desarrolle la imaginación y monte un restaurante y nos prepare una cena imaginaria. La elección de un juguete no debería ser algo muy complicado si nos basamos en qué puede hacer el niño en ese momento (desarrollo neurológico) y qué queremos potenciar (nuevas habilidades).

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Las cocinitas son uno de los mejores ejemplos de juego figurado o referencial.

Otro aspecto importante es elegir juguetes que sean evolutivos, es decir, que al niño le estimulen durante varias etapas de su desarrollo neurológico. Y diréis, seguro que eso es complicado y caro, pero nada más lejos de la realidad. Un juguete evolutivo podría ser un simple bloque de madera que al niño le sirve en una primera etapa para hacer una construcción pero unos meses después lo utiliza como si fuera un vasito para dar de beber a un muñeco. O por ejemplo, el típico juego de vías de tren puede servir en un primer momento para que el niño juegue a empujar esos trenes por las vías y más adelante sea él el que quiera montar el circuito con las diferentes piezas del mismo.

Aunque existen estudios que han relacionado la elección de un tipo de juguetes concretos dependiendo del sexo del niño, es importante que los adultos ofrezcamos a los niños una amplia gama de variedad de juguetes independientemente del genero. Si un niño prefiere jugar con coches que con muñecas, que sea porque él lo ha decidido y no porque no tuvo la posibilidad de tener ambos tipos de juguetes a su alcance.

La importancia de jugar con los niños

Cuando los adultos nos ponemos a jugar con los niños, estamos realizando una actividad de un valor incalculable. Por un lado, el niño obtiene la experiencia propia que le ofrece el juego y que puede potenciar una habilidad en concreto y, en segundo lugar y quizá más importante, la reciprocidad de jugar con alguien del que puede aprender e intercambiar experiencias. De hecho, está demostrado que los niños que juegan con un adulto desarrollan antes el lenguaje y mejoran sus relaciones sociales.

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Cuando un niño juega con un adulto obtiene una doble experiencia: el juego en si y la relación recíproca con el adulto.

No debéis perder la oportunidad de pasar un rato con vuestros hijos jugando en el suelo haciendo una construcción o dando patadas a una pelota, porque no hay mejor juguete que un padre o una madre jugando un rato con su hijo.

«Puedes descubrir más sobre una persona jugando con él durante una hora que en un año entero de conversaciones» (Platón)

Juguetes electrónicos, ¿son mejores que los tradicionales?

Seguro que estáis pensando que todo esto que os estoy contando está muy bien, pero que en la televisión lo único que anuncia son juguetes de última generación con mil luces y sonidos, y que si esto es así es porque seguramente son el no va más en estimulación para los niños. Vivimos en un mundo rodeado de tecnología por lo que no nos debería extrañar que muchos de los juguetes que se venden hoy en día hayan incorporado parte de esa tecnología al juguete. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿son realmente estos juguetes tecnológicos mejores que los juguetes tradicionales? La respuesta es clara y contundente: No, no lo son.

Muchos estudios han demostrado que los juguetes que incorporan tecnología no permiten que el niño experimente y tenga un juego libre. Muchos de ellos incluyen botones de luz y grabaciones de voz de las que el niño es un mero espectador. Este tipo de juguetes no permite que el niño interactúe con el juguete más allá de darle a un botón para ver lo que pasa después. Tampoco potencian la imaginación del niño ya que son juguetes repetitivos con un patrón que no realiza acciones nuevas. Además, mientras un niño juega con un juguete electrónico suele ocurrir que deja de interactuar con los adultos que hay a su alrededor, lo que conlleva a que se pierda esa reciprocidad que antes mencionábamos cuando un adulto interviene en el juego.

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Los juguetes electrónicos en muchas ocasiones sobreestiman al niño que se convierte en un mero espectador de luces y sonidos, además no han demostrado ser mejores que ls juguetes tradicionales.

Además, los juguetes electrónicos suelen ser más caros que los tradicionales, sin que esto signifique que realmente sean mejores y en ningún caso han demostrado potenciar en mayor medida las habilidades neurológicas que os comentaba al principio respeto a un juguete tradicional. Que no te engañe el marketing y los anuncios, los juguetes tradicionales tienen muchas más posibilidades que la gran mayoría de los juguetes modernos.

Los mejores juguetes son aquellos que cumplen tres propósitos: están diseñados para enseñar o potenciar una habilidad concreta, hacen divertido el aprendizaje y atraen al niño a realizar algo de forma activa mas que ser un simple espectador de algo que ocurre. Los juegetes electrónicos no suelen encajar en esta definición.

No quiero perder la oportunidad de señalar que, además, los juguetes electrónicos o aplicaciones infantiles para tablets o smartphones potencian el sedentarismo infantil, lo que a la larga se traduce en falta de actividad física y muy probablemente en obesidad y sobrepeso. Como ya habréis leído en muchos sitios, los menores de dos años no deberían tener contacto con pantallas y a partir de esa edad no se recomienda más de una hora al día y siempre bajo la supervisión de un adulto.

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Los juegos de balón potencian la motricidad gruesa de los niños además de aumentar si actividad física, a diferencia de los juguetes electrónicos.

Consejos finales para elegir un juguete

Después de todo lo que has leído estarás dándole vueltas a si ese juguete que está por casa es adecuado o cómo vas a elegir algo para regalar a tu sobrina en su próximo cumpleaños. Si me permites, antes de terminar, me gustaría dejarte una serie de consejos que te pueden resultar útiles para cuando tengas que elegir un juguete:

  1. Los juguetes deben facilitar el juego y la interacción del niño con sus cuidadores.
  2. Debemos ofrecer al niño diferentes tipos de juguetes para cubrir las diferentes áreas del desarrollo neurológico: motor fino, motor grueso, artístico, lenguaje/conceptual y referencial.
  3. Elige juguetes que permitan al niño usar su imaginación.
  4. Elige juguetes por los que el niño muestra interés y le permiten explorar su entorno.
  5. Busca juguetes que sean evolutivos y permitan al niño jugar con ellos a lo largo de toda la infancia.
  6. La elección de un buen juguete no debe hacerse en base a su precio. A veces el juguete más simple es mucho mejor que uno complejo.
  7. Es mucho más importante la calidad de un juguete que el tener muchos juguetes.
  8. Ten siempre en cuenta que los juguetes no deben ser nunca un sustituto del juego compartido con los adultos.
  9. Los juguetes electrónicos no son indispensables ni han demostrado que potencien en mayor medida el desarrollo neurológico de los niños.

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El mejor juguete es un adulto jugando con un niño.


Espero que este artículo te ayude a entender un poco mejor el papel del juego en la infancia y cómo elegir un juguete para tu hijo o para un familiar cercano. Recuerda que el mejor juguete que puede tener un niño es a un padre o una madre a su lado jugando con él. Recuerda también que es mejor tener unos pocos juguetes de buena calidad que muchos que realmente no sirvan para nada.

Si te ha interesado el tema te dejo por aquí algunos artículos en los que me he basado para realizar este post (están en inglés):

  • Selecting Appropriate Toys for Young Children in the Digital Era, de la Academia Americana de Pediatría (link).
  • Play in Children´s Development, Health and Well-Beeing, de TIE (Toy Industries of Europe, link).
  • Tips for Choosing Toys for Toddlers, de «Zero to Three» (link).