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¿Debería hablar en inglés a mi hijo si no soy bilingüe?

Desde hace tiempo hemos observado como cada vez más padres y madres se dirigen a sus hijos en inglés en su día a día pese a no ser su lengua materna. Nosotros lo hemos notado tanto en la consulta, cuando atendemos a un niño por una determinada dolencia, como cuando bajamos al parque con nuestros propios hijos. Vemos como los padres gritan a sus hijos mientras juegan «Pablo, take the ball!!» o les dicen después de que les miremos los oídos «Don´t cry, the doctor is good» .

Esta moda de hablar a nuestros hijos en otro idioma sin que seamos bilingües lleva entre nosotros desde hace años. En parte se debe a la globalización en la que vivimos, donde el saber inglés (o cualquier otro idioma) te puede abrir las puertas a un mejor trabajo o simplemente muchos contenidos que se encuentran en Internet en idiomas diferentes al español.

Si a esto le unimos que aprender un idioma cuando eres niño es más fácil, parece que la ecuación se cierra sola: cuanto más ingles reciba o escuche mi hijo desde pequeño, mejor y más rápido lo aprenderá. Y con este argumento muchos padres se lanzan a hablar a sus hijos en inglés aún sin ser bilingües.

Pero quizá deberíamos plantearnos si ésta es la mejor forma de que nuestros hijos aprendan otro idioma, más allá de que nuestro conocimiento del conocimiento de esa lengua sea bueno (o incluso muy bueno).

Este es un tema que a nosotros nos preocupa dado que somos padres de dos niños pequeños y creemos firmemente que el aprendizaje de un idioma enriquece a las personas y, muy seguramente, te prepara para afrontar retos y problemas en el futuro de una manera mejor. Sin embargo, poco o nada podemos aportar nosotros desde el conocimiento que tenemos como pediatras al tema, más allá de que sabemos que por debajo de los siete años, los niños tienen una gran facilidad para aprender un idioma.

Así que, antes de lanzarnos a hablarlo con nuestros hijos quisimos profundizar un poco más sobre si esta forma de enseñar un idioma es adecuada. Tenemos la suerte de contar con dos amigos que viven en Berlín, tienen un hijo en común y, además, uno de ellos es filólogo y da clases de español en Alemania. Pensamos que podíamos hacer un post en común para tratar el tema y que conozcáis cuál es la opinión de un experto sobre si una persona no bilingüe debería hablar en su lengua no materna a sus hijos. Os anticipamos que no, no es la mejor opción…

Antes de exponeros sus opiniones, es de justicia presentarlo. Se llama Jorge Corrales y estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, formación que completó con un master en Lingüística aplicada a la Enseñanza de Español como Lengua Extranjera. Actualmente vive en Berlín desde hace 6 años y allí trabaja como profesor de español en la Universidad Técnica de Berlín, la Universidad Humboldt y para el Instituto Cervantes. Habla tres idiomas, español como lengua materna junto con inglés y alemán. Nos cuenta que el inglés lo aprendió en Copenhague gracias a la inmersión lingüística durante un año con una beca Erasmus, sin embargo, reconoce que el alemán lo aprendió de una forma más caótica con «un curso en una escuela, que no podía compatibilizar con el trabajo, por los que pasé por un periplo de profesores particulares, tándems, trabajo autodidacta y sobre todo charlas con mis propios alumnos». Cómo os podéis imaginar y dado su bagaje, cuenta con la formación y la experiencia suficiente como para poder darnos la opinión de un experto sobre si es adecuado o no que los padres hablemos en otro idioma a nuestros hijos si no somos nativos.

El aprendizaje de un idioma desde pequeños: ¿es necesario?

Como ya hemos apuntado en la introducción, una de las cuestiones que se hace un padre cuando tiene un hijo es si debe iniciar a su hijo en el aprendizaje de otro idioma distinto a su lengua materna desde pequeños. Cuando preguntamos a Jorge por si cree imprescindible que los niños aprendan un segundo idioma, nos contesta «no sé si necesario es la palabra adecuada, pero en el mundo que vivimos, existen tantas interrelaciones en otras lenguas que es difícil convivir sabiendo solo una de ellas«.  Añade que «internet ha abierto un mundo nuevo en el que fácilmente podemos encontrarnos con nuevas lenguas y nuevas formas de comunicarnos. Ya no vivimos en la época en la que escuchar otro idioma era exótico, todos nos enfrentamos en nuestro día a día con otras lenguas. Nuestros hijos, en un futuro se irán enfrentando más y más a otros lenguajes, otras culturas, y por tanto para ellos será necesario saber cómo enfrentarse a esos problemas«. Parece claro por tanto que el aprendizaje de uno (o varios idiomas) es importante para los niños del futuro ya que con ellos pondrán resolver situaciones a las que se enfrenten en el mundo globalizado en el que ya vivimos.

Lo que la neurociencia ha demostrado es que los niños por debajo de los 7 años de edad tienen mucha facilidad para aprender un idioma. Es lo que muchos llaman una ventana de oportunidad. Sin embargo, » una lengua (incluso la materna) siempre es complicada de aprender. Los miles de códigos, excepciones, matices que tiene una lengua no es comparable a nada que aprendamos en nuestra vida» nos  dice Jorge aunque reconoce que «si comparamos adultos y niños, un adulto tiene más dificultades para aprender un idioma. Hay muchos estudios que debaten el porqué, muchas teorías, pero en mi experiencia yo me quedo con un detalle que en mi opinión es diferencial: un niño está aprendiendo constantemente, 24 horas al día, 7 días a la semana. Que un niño con uno o dos años pueda verbalizar sus sentimientos, es un milagro, pero hay que tener en cuenta que lleva un año aprendiendo sin pausa a hacerlo. Nos estudian, nos entienden y nos copian. Al contrario, un adulto dedica unas horas a la semana a aprender y lo hace como un complemento, no es vital para él, solo una forma más para comunicarse». Este detalle vendría a dar explicación de por qué nos referimos muchas veces cuando decimos que los niños son «esponjas». Como bien sabéis, aprenden de todo lo que les rodea y el aprender una lengua no es una excepción.

Jorge también nos dice que el querer enseñar un segundo idioma a un hijo «no es una modernez en absoluto. Los padres siempre hemos querido dar las mejores herramientas a nuestros hijos. Hace años, todos los padres querían que sus hijos fueran a la escuela para tener un futuro mejor, ahora se busca un futuro mejor en los idiomas. Si hablas más idiomas, mejores armas tendrás para vivir como adulto».

Con todo esto, parece evidente que el querer enseñar a vuestros hijos un segundo idioma desde pequeños es adecuado. Les servirá en el futuro, y lo que es mejor, no les costará aprenderlo tanto como a los adultos. Lo que nos tenemos que plantear es si enseñárselo nosotros mismos es lo más adecuado.

La importancia de cómo enseñar un idioma

Donde Jorge pone el foco es en el método que utilicemos, «ahí radica la importancia, no todas las formas de enseñar una lengua ayudan a nuestros hijos en su futuro. A veces, el afán de los padres por dotarles de herramientas produce efectos negativos en ellos. Desde hace un tiempo, muchos padres se dedican a enseñar una lengua que no es su lengua materna. Digámoslo claro, muchos padres enseñan inglés como segundo idioma a sus hijos sin ser ellos bilingües. Desde mi punto de vista es un tremendo error, no por si el padre habla mejor o peor esa lengua (muchos padres se ofenden cuando hablo de este tema, porque creen que estoy menospreciando su nivel de idiomas), ese no es el punto. El problema es que, si un no nativo enseña un lengua, le está robando a los niños una posibilidad preciosa: la de aprender otra cultura«.

Además añade que «está comprobado que una lengua no solo es lo que verbalizamos, también es todo acto comunicativo que lo acompaña. Un dato que se me quedó grabado durante mis años de estudio, es que de todo lo que un ser humano transmite en la comunicación, solo un 10% es verbal, el resto, un 90%, es no verbal. La gestualización, la entonación, los movimientos, la cercanía del hablante y cientos de pequeños códigos más, tienen que ver con la cultura de la lengua que aprendemos. Los niños tienen la habilidad de copiarlo todo, todos esos códigos, y cuando digo todo es todo. Un niño no racionaliza la lengua, simplemente copia la forma de transmitir información, pero si esa información viene de una persona que no conoce la lengua, va a copiar erróneamente todos esos códigos. Es decir, le vamos a dar un 10% de esa lengua y le vamos a robar el otro 90%. Y digo robar, porque una vez que esos códigos se han adquirido ya no pueden ser renovados«.

Con todo esto, Jorge nos quiere trasmitir que si enseñamos a nuestros hijos una lengua de la que no somos bilingües, se la estaremos enseñando con unos códigos erróneos para comunicarse. Cierto es que sabrán utilizar las palabras y construir frases, pero no lo harán de forma correcta, como lo haría un niño o un adulto que es nativo de esa lengua.

Pero en donde hay un problema siempre hay una solución. Jorge nos dice que «la mejor manera de aprender otro idioma es de una persona que tenga ese idioma como lengua materna». Lamentablemente, esto a muchos padres les parece una actitud snob y como dice Jorge «no es raro escuchar el famoso comentario “a mí, con que se entienda, me vale”. Sin embargo, «el problema es que entenderse, no significa comprenderse. Jamás podremos integrarnos en otra cultura, si no podemos comprenderla. La mayoría de rechazos, problemas culturales, etc… vienen precedidos de un problema lingüístico. Si alguien quiere hablar mi idioma, pero rompe con todos los códigos de mi lengua, va a suponer un sobreesfuerzo a nuestro cerebro y eso va a suponer un rechazo o al menos un cansancio. Por eso, como padre, yo puedo generar un futuro problema a mi hijo si le enseño por mis propios medios una lengua que no me es propia «.

Un ejemplo sería un niño español que ha aprendido inglés de boca de sus padres no nativos y se va de vacaciones a Londres. Seguramente baje al parque a jugar con otros niños ingleses y no sería raro que intentara comunicarse con el inglés que ha aprendido de sus padres. Les pediría la pelota para jugar con ellos: «The ball, please!!». Esa frase iría cargada con un 10% de cultura inglesa, pero con un 90% de cultura española. Como todos sabéis, los españoles hablamos con un tono de voz muy alto, robamos la palabra en una conversación, somos muy cercanos al hablar, nos reímos a carcajadas… códigos que hemos aprendido porque forman parte de nuestra cultura. Sin embargo, los ingleses no son así y pensarán que ese niño que pide la pelota con toda su buena intención es un maleducado que solo sabe pedir las cosas a gritos. ¿Y sabéis de quién será la culpa?: del que decidió enseñarle un idioma sin conocerlo correctamente.

¿Es realmente posible buscar una forma barata para que nuestros hijos aprendan un idioma de forma correcta?

Todo esto está muy bien y parece claro que la mejor forma de aprender un idioma es a través de un nativo. Cuando le preguntamos a Jorge sobre si cree que es factible, y sobre todo barato, nos puntualiza que «enseñar un idioma siempre supone un esfuerzo, tanto económico como de tiempo, pero por suerte Internet nos ha abierto las fronteras de todo el mundo y hoy en día es mucho más fácil contactar con una persona que habla otro idioma para aprender de ellos».

Algún ejemplo de ello sería contratar a un “canguro” de nacionalidad inglesa, una buena forma de solucionar dos problemas a la vez: los padres pueden disponer de su tiempo y a la vez nuestro hijo estaría en contacto con otra lengua. A esto se podría añadir el contactar con personas a través de Internet para obtener un tiempo de charla en ese idioma. O llevar a nuestros hijos a un colegio bilingüe con profesores nativos (opción que puede resultar muy cara). Jorge reconoce que «es un tema candente y espero que en el futuro se vayan creando nuevas formas de resolver este tema».

El hijo de Jorge tiene la suerte de tener un montón de profesores particulares nativos que le pueden enseñar alemán de una forma más que correcta simplemente con bajar al parque o ir a la escuela, cosa que dista mucho de lo que la mayoría de los que leéis este post tenéis a vuestro alcance. Le insistimos y le preguntamos sobre si no cree que es suficiente con que de pequeños empiecen a hacer oído y se aprendan unas palabras o unas canciones en la guardería. Nos contesta con otra pregunta: «¿Qué es hablar una segunda lengua?», nos afirma que «estrictamente es aprender otro código para comunicarse y por tanto, ¿para qué vamos a aprender unas palabras o unas canciones, si no tenemos a nadie con quién comunicarnos en ese idioma?. Si mi profesora me enseña unas palabras en ingles pero luego se comunica conmigo en español, no sirve de nada«.

Jorge nos pone un ejemplo: «Me gusta mucho una escena de Never let me go de Ishiguro. Sin hacer mucho spoiler, unos jóvenes se preparan para vivir en sociedad y aprenden como ir a comprar a una tienda. Hacen una pequeña simulación con un guión, la repiten una y otra vez hasta que la memorizan. Cuando por fin van a la tienda, una tienda real, no simulada, comienzan a recitar el guión que han aprendido, pero al poco el tendero les saca de su guión y no saben cómo actuar. Con los niños pasa igual, les enseñamos que pelota se dice “ball” en inglés, se lo repetimos mil veces, lo aprenden, pero cuando se acerca un niño inglés y les dice “The ball, please” no saben a qué se refiere, porque la idea que se han formado en su cabeza de la palabra pelota no es real, es una idea que les hemos transmitido hablantes de lengua no materna.  Entonces, ¿qué sentido tiene enseñarles la palabra “ball” ficticiamente, si luego no van a poder usarla en un contexto real?»

Le preguntamos también sobre si cree adecuado que, por lo menos, los dibujos o películas que vean los niños en la tele sean en otro idioma. Para ser justos, estarán en el idioma original del dibujo y por tanto, todos esos códigos de los que nos ha hablado, estarían trasmitidos de una forma correcta. En su opinión, «el tema de los vídeos y audios en una otro idioma siempre es tema muy polémico. Hay estudios que demuestran que no sirven para nada, porque al no producirse una interacción, no se registra tan bien en nuestro cerebro como hablar con otra persona. Ahora, no creo que sea contraproducente, al contrario, pero tendría que ir acompañado de conversaciones con personas en ese idioma». Quizá nuestros hijos no se conviertan en bilingües por ver a la Paw Patrol en vez de a la Patrulla Canina, pero al menos es mejor que si les cantamos nosotros el famoso «Head, shoulders, knees and toes…».

La experiencia de un padre que habla varios idiomas y vive en el extranjero con un hijo pequeño

Para terminar con este post, hemos querido conocer cómo actúan Jorge y su pareja (también española) con su hijo de 2 años en su día a día, ya que nos pueden servir de ejemplo de todo estos conceptos de los que os hemos hablado. Ellos se enfrentan a diario a un hijo que, por un lado está aprendiendo alemán de todo lo que le rodea (en la escuela, en el parque, con los amigos, en las tiendas de su ciudad…) pero que en casa tiene a unos padres que solo hablan español como lengua materna. Ellos podrían optar por hablar con él en alemán para enseñarle más, pero no es así.

Nos cuenta Jorge que ellos siempre hablan en español a su hijo, a pesar de que hablan un alemán más que correcto. «Somos seguidores de la idea de “una persona, un idioma”, es decir cada adulto va a utilizar solo su lengua materna, sin mezclar con otras que no le son propias» y añade «mucha gente cree que es para no generar confusión en el pequeño, pero eso es solo parcial, también lo hacemos porque es beneficioso para el niño: si yo me comunico con mi hijo en mi lengua única y exclusivamente, le voy a dar el máximo de códigos posibles sobre mi lengua materna, mi cultura y la forma de socializar de esa cultura«. Nos confiesa que a todo eso se añade un factor afectivo muy importante, «como dice un amigo español que vive en Alemania “si ya es difícil ser padre, no quiero imaginarme como será ser padre en un idioma que no es el tuyo”. Sentencia que «un padre o una madre tiene que cumplir con su papel, no con el de profesor. Comprender, ayudar, apoyar, solucionar problemas… todo eso se vuelve una carga más pesada si tenemos que hacerlo en una lengua que no es nuestra lengua materna».

Pero,  ¿cómo actuará su hijo?, ¿mezclará los dos idiomas, corregirá a sus padres?. No sin cierta emoción Jorge nos dice que «¡Por supuesto que nuestro hijo nos corrige! Aún creo que no sé pronunciar correctamente la mitad de los nombres de sus amigos de la escuela, pero eso no es un problema. Él conoce los dos contextos lingüísticos y sabe cómo son realmente, pero también sabe que yo no hablo alemán correctamente y que me equivoco. Por eso él nos habla a nosotros solo en español (salvo si se traba con una palabra muy difícil, que entonces nos la dice en alemán, para que le recordemos como es en español) porque sabe que es nuestro contexto y cómo funciona. Pero lo fascinante no es eso, lo fascinante es que es capaz de diferenciar si una persona habla español o alemán sin escucharle hablar. Nuestra forma de movernos, de sonreír, de gesticular, nos delata». Porque como ya os hemos ido trasmitiendo a lo largo de este post, hablar un idioma no es solo saberse bien el vocabulario y la gramática de una lengua, es conocer una cultura.

A modo de colofón, a Jorge, parafraseando a un experto que trabaja en el Instituto Cervantes de Berlín, le gustaría hacer una analogía: «la lengua es como una orquesta, tenemos la parte verbal que sería un instrumento, pero contamos con otros tantos instrumentos que serían la entonación, los gestos, el volumen, el timbre, etc… Imaginaos una sinfonía grandiosa, en la que tocan todos los instrumentos, eso sería un hablante de lengua materna. Ahora, imaginad que vosotros queréis enseñarles a vuestros hijos esa composición, pero solo tenéis un instrumento, por ejemplo, la guitarra ¿Se puede tocar la Quinta Sinfonía a la guitarra? Seguro que sí, pero al tocar esa melodía, nuestro hijo va a pensar que esa es la melodía original y se va a perder todo lo demás. Creo que todo padre busca siempre lo mejor para su hijo y en este caso, lo mejor es que habléis a vuestro hijo en vuestra lengua materna«.