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Consejos antes del alta de un recién nacido

Tras el nacimiento de un bebé y su estancia durante unos días en el hospital con la madre, llega el momento de que ambos se vayan a casa. Si una cosa he aprendido como madre y pediatra es la gran cantidad de dudas y preguntas que surgen en ese momento antes de abandonar el hospital. Es verdad que los padres primerizos suelen tener más dudas que los que ya han tenido otros hijos, pero siempre hay alguna preguntita que les ronda por la cabeza antes del alta.

En este post he intentado agrupar las respuestas a todas esas preguntas que, aunque parezcan dudas banales, los padres las suelen vivir como algo importante, y no es para menos. Espero que este texto te sirva para que el aterrizaje en vuestro domicilio con vuestro recién nacido sea calmado y podáis afrontar esa nueva etapa de la vida desde la seguridad de saber que lo estáis haciendo bien.

Planificar las siguientes visitas al pediatra

Un recién nacido sano suele irse de alta del hospital a la vez que su madre, por norma general a las 48 o 72 horas de vida. El alta suele coincidir con el alta de la madre por parte del servicio de Ginecología.

Por norma general, las siguientes visitas al pediatra, en caso de que vuestro hijo sea un niño sano, son siempre las mismas.

La primera visita suele realizarse con la enfermera del Centro de Salud en torno a la semana de vida. Esta primera visita sirve para asegurar que todo está en orden, pesar al recién nacido y comprobar que ha empezado a coger peso así como valorar el color de la piel para comprobar si el bebé se ha puesto ictérico (coloración amarilla por un aumento de la bilirubina). Además, en esta primera visita con la enfermera, se resuelven dudas sobre la alimentación del recién nacido que hayan podido surgir o cualquier otro aspecto. En el caso de que esté todo en orden, la enfermera os emplazará para la siguiente visita, ya con el pediatra. En el caso de que se detecte alguna alteración, la enfermera suele avisar al pediatra para que valore en ese momento al niño.

La primera visita con el pediatra, que será la segunda visita al Centro de Salud en el caso de un niño sano, se realiza hacia los 15 días de vida. En esta primera visita con el pediatra se realiza una exploración completa del bebé para evaluar si hay alguna alteración o si todo está en orden. Además, se da información a los padres sobre qué cosas deben hacer a continuación, como cuándo empezar con la vitamina D (como ya os explicamos en este otro post (link) debe mantenerse durante el primer año de vida) o las vacunas que recibirá el niño próximamente. También se programarán las siguientes visitas del «niño sano», como las llamamos nosotros.

Es totalmente recomendable que en estas dos visitas hagáis todas las preguntas que creáis oportunas para que no os vayáis con dudas a casa.

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La alimentación del recién nacido

Esta es una de las partes fundamentales del alta del hospital. Los pediatras debemos ofrecer la información necesaria para que seáis capaces de alimentar en casa a vuestros hijos de forma adecuada.

En el caso de las madres que opten por la lactancia materna debemos recalcar que ésta es «a demanda» y cómo con el paso de los días la madre irá produciendo cada vez más leche para cubrir las necesidades del bebé. Te recomiendo que entres en nuestra sección Consejos sobre Lactancia Materna (link) en donde tenemos varias entradas que te pueden ayudar en caso de haber optado por esta forma de alimentación para tu hijo.

En el caso de que la decisión haya sido por la lactancia artificial, los pediatras debemos resolver las dudas sobre cómo se prepara un biberón y qué cantidad debéis ofrecer según la edad y peso de vuestros hijos. Si éste ha sido el caso, puedes leer más en esta otra entrada de nuestro blog (link).

Como os decía, la alimentación de un recién nacido es fundamental por lo que es muy importante que preguntéis al pediatra antes del alta todas las dudas que tengáis.

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El cuidado del cordón umbilical

Este punto suele ser uno de los que más ansiedad genera a los padres. Dudan si lo harán bien o si serán capaces de limpiar el cordón hasta su caída de forma adecuada.

Recordad que las recomendaciones actuales son la limpieza diaria del cordón con agua y jabón y mantenerlo seco y al aire el resto del día. Si os interesa saber más podéis consultar esta entrada del blog (link). Os dejo aquí abajo un video explicativo para que no os queden dudas.

El aseo del recién nacido

Ésta es otra de las grandes dudas de los padres antes del alta. En general, el primer baño de un recién nacido se realiza a las 24 horas de vida. Posteriormente, la frecuencia del baño dependerá de las preferencias de los padres y de cómo de sucio se encuentre el bebé cada día.

Podéis optar por un baño diario o hacerlo cada más días. No hay ningún inconveniente en ninguno de los dos casos. Tampoco pasa nada por que el cordón umbilical se sumerja, de hecho, como hemos dicho, hay que lavarlo con agua y jabón. Eso sí, después del baño hay que secarlo bien para que no esté húmedo.

Respecto al aseo de un recién nacido, no necesitan cremas especiales, incluso no es necesario ponérselas todos los días. Dependerá de la piel de cada niño y de sus propias necesidades. Si optas por ponerle crema a tu bebé, elige siempre aquellas que no contengan irritantes.

Por últimos, es recomendable que esperéis unas semanas antes de cortar las uñas por primera vez ya que si lo hacéis muy pronto corréis el peligro de recortar algo de piel  además de la uña. La consecuencia de esto sería una herida, con el consecuente riesgo de que se infecte.

Si queres saber más sobre el aseo de un recién nacido, consulta este link.

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Elige ropa cómoda para el bebé

Hasta que no tienes que cuidar a un niño 24 horas al día/7 días a la semana, no te das cuanta de lo engorroso que puede ser tener que vestir y desvestir a un recién nacido. Son niños que no colaboran en ese proceso y, vete tu a saber por qué, son capaces de sacar la pierna que ya habías metido en unas mallas mientras metes la contraria o revolverse cual cocodrilo cuando lo capturan.

Ten en cuenta que, durante los primeros meses de vida de un niño, se le cambian unos 5-6 pañales al día por lo que la ropa que han de llevar debe ser lo más cómoda posible, tanto para ellos como para que te sea más fácil cambiarlos.

Vale. Si quieres ponerle esa primera puesta para salir del hospital o hacer unas fotos bonitas no hay problema, pero en casa procura que estén con ropa cómoda que te sea fácil de poner o quitar. En general estas prendas suelen ser un body y unas calzas. Ah!! y mucho mejor con corchetes y que se abrochen delante.

También, en referencia a la ropa, los niños crecen muy rápido durante los primeros meses de vida por lo que es mejor comprar un talla que le quede algo grande (y por tanto le dure unos meses) que justo la que en ese mismo momento le queda perfecta y no le durará mas de unos días o, a lo sumo, unas semanas.

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Paseos por la calle

Un niño recién nacido puede salir a la calle. No hace falta tenerlo en cuarentena en casa hasta que se haga mayor. Eso sí, elige las horas centrales del día si es invierno o a primera o última hora en caso del verano. La ropa que debéis poner al niño para estos paseos debe ser la adecuada a la estación en la que os encontréis, más abrigado en invierno y menos en verano.

Recordad que al recién nacido no le debe dar el sol directo, aunque sí es adecuado que reciba algo de luminosidad.

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Recuerda, los niños menores de un año deben dormir BOCA ARRIBA

Ésta medida es un factor protector para la muerte súbita del lactante. Se recomienda que los niños mantengan esta postura hasta el año de vida. Y al decir boca arriba me refiero a boca arriba, por lo que no vale tampoco ponerlos de medio lado. Además, se recomienda que los niños menores de un año duerman en la misma habitación que sus padres con el mismo objetivo.

Recordad también que la cuna debe estar libre de objetos y el colchón ser firme. Podéis leer más sobre la muerte súbita del lactante en esta entrada (link).

Aprende a descansar

Con la llegada de un nuevo bebé, las rutinas de la casa cambian. Da igual que seas primeriza o que éste sea tu segundo o tercer hijo, la verdad es que un recién nacido exige un esfuerzo físico y mental que, en la gran mayoría de los casos, no nos imaginamos.

Por eso digo que hay que aprender a descansar. Intenta aprovechar los ratos del día en los que el bebé se está echando una siesta para dormir un rato y, en la medida de lo posible, delega parte del cuidado del niño en tu pareja o en un familiar cercano.

Recuerdo con nuestro primer hijo cómo después de darle el pecho, el padre del niño se iba a pasear con él a la calle y volvían pasadas un par de horas… El bebé ni se había inmutado con el traqueteo del carro y yo había podido descansar y cargar un poco las pilas. Es importante que busques esos momentos para ti, para que no caigas en un círculo vicioso en el que parezca que solo estás para atender al bebé y que acaba agotando a cualquiera. La p/maternidad es una cosa de dos: del bebé y de quién lo cuida, y ambos deben estar descansados para poder disfrutar de esta experiencia.

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Visitas al bebé

Esto hay que tenerlo muy claro: los únicos beneficiados de una vista al bebé son las personas que vienen a visitarlo. El bebé no necesita visitas.

Dicho esto, no quiere decir que al bebé no se le pueda ir a visitar, sino que las visitas deben estar planificadas y contar con el visto bueno de los padres. Como ya te he dicho, cuidar a un bebé exige tiempo y dedicación, y si tienes que decir a alguien «mejor ven en otro momento»,  no te cortes. Es mejor eso que tener que recibir a una visita que no te apetece nada.

Si quieres saber más sobre el tema puedes leer esta entrada de nuestro blog (link).


Espero que este post te haya ayudado a perder el miedo de la llegada del recién nacido a casa. La incertidumbre de qué pasará la hemos vivido todos los que somos padres pero con el tiempo se va diluyendo. Como último consejo, no os vayáis del hospital con dudas, preguntad todo aquello que no tengáis claro y que queréis que os expliquen, que los pediatras estamos justo para ello.

¿Por qué los padres tienen tanto miedo a la fiebre?

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Fuente: Pixabay

Si hiciéramos una encuesta en la sala de espera de un Servicio de Urgencias de Pediatría cualquiera sobre los temores de los padres con un hijo enfermo, la fiebre estaría en el top 3, si no el primero, con toda seguridad. Cuando un niño tiene fiebre, a sus padres se les enciende una alarma interior que les hace pensar que su hijo está muy enfermo o que algo malo le puede pasar.

Hoy en el blog hablaremos de la fiebre en los niños pero sobre todo de ese temor que tienen los padres a que a sus hijos les pase «algo malo» cuando les sube la temperatura. Hablaremos desde nuestra experiencia como pediatras tras haber visto a miles de niños con fiebre con padres preocupados, pero también desde nuestro punto de vista personal después de haber pasado muchas noches sin dormir vigilando el estado general de nuestros hijos cuando tienen fiebre.

La incertidumbre de la fiebre

No es la primera vez que decimos que la fiebre es uno más de todos los posibles síntomas asociados a una infección, como también pueden ser los mocos de un catarro o la diarrea de una gastroenteritis.

Sin embargo, la fiebre causa pavor a muchos padres. Yo siempre digo a mis pacientes que la fiebre no me preocupa, que lo que me preocupa es que esa fiebre se pueda deber a una apendicitis, a una meningitis o a una neumonía, es decir, me preocupa la enfermedad que provoca la fiebre, pero que la fiebre en sí, los que es la simple elevación de la temperatura corporal, no me preocupa en absoluto.

Muchos padres lo entienden porque se dan cuenta que lo importante cuando un niño tiene fiebre es descubrir por qué la tiene, o en otras ocasiones, descartar enfermedades graves que podrían provocarla. Esto es así porque lo que debe hacer el pediatra al ver a un niño con fiebre es descartar enfermedades para asegurarse que algo grave no es el causante de la fiebre. Por ejemplo, siempre que atendemos a un niño con fiebre y dolor abdominal, realizamos una exploración física en la que tocamos la tripa para descartar esa apendicitis o, si el paciente se queja de dolor de cabeza, miramos si el cuello está rígido para desechar la posibilidad de una meningitis.

Esto que parece tan sencillo, descartar la posibilidad de una enfermedad grave, en ocasiones no es tan fácil como parece. Cuando un niño tiene fiebre, sobre todo un niño pequeño, es muy probable que en las primeras horas de el proceso febril, incluso durante los 2 o 3 primeros días, el niño solo presente fiebre sin otros síntomas acompañantes. Esto nos pone a los pediatras ante una posición que manejamos habitualmente que se conoce como «Fiebre sin foco», lo que traducido a un lenguaje sencillo querría decir «tu hijo tiene fiebre pero todavía no sabemos a qué se debe». Debido a que el 90% de los procesos febriles en niños están causados por virus, la gran mayoría de esas veces en las que no sabemos por qué el niño tiene fiebre se acabará curando solo.

Pero al otro lado de la mesa de la consulta están unos padres recibiendo un mensaje que simple y llanamente lo que les pide es que tengan paciencia para que la enfermedad siga su curso y nos aporte datos nuevos con los que poder hacer un diagnóstico más ajustado. Y esa paciencia que «recetamos» es en ocasiones muy difícil de conseguir. Cuando un niño tiene fiebre los minutos se convierten en horas y las horas en días y estar en casa con un niño con fiebre sin saber a qué se debe acaba minando la seguridad y la confianza de cualquier padre.

Seguramente ese es uno de los motivos por los que muchos padres tienen miedo a la fiebre, el no saber a qué se debe y el tener que esperar ante la incertidumbre de la posibilidad de que todo se deba a la remota posibilidad de una enfermedad grave cuando un virus banal y tontorrón es casi siempre el causante de la fiebre en los niños.

La fiebre no hace daño

El otra gran motivo por el que los padres tienen miedo a la fiebre es porque piensan que la fiebre, o mejor dicho, la «fiebre alta» o la «fiebre que no baja» es mala y puede provocar daños irreparables en sus hijos, uno de los mitos más asociados a la fiebre. Sin embargo, se equivocan.

La fiebre no es ni mala ni buena, solo es un síntoma más de infección. Por esto mismo, la «fiebre alta» no es peor que la fiebre de bajo grado ni significa que la infección que provoca la fiebre sea más grave. La «fiebre que no baja» tampoco debe ser más preocupante que la que responde bien a los antitérmicos porque la respuesta a los mismos no nos da mayor información sobre la causa o la gravedad del proceso.

A pesar de todo, muchos padres creen que la fiebre puede provocar daños en el cerebro o que si no bajan a toda costa la temperatura de sus hijos es muy probable que convulsionen. Está más que demostrado que la fiebre asociada a una infección no hace daño al cerebro. Por otro lado, las convulsiones febriles ocurren en niños que están predispuestos a convulsionar y, como solemos decir, que convulsionen no depende de que bajemos esa fiebre si no de que el niño tenga «mala suerte» y le toque pertenecer al 5% de niños que ha convulsionado alguna vez al tener fiebre. Así que no hace falta alternar antitérmicos, ya que con ello no vamos a conseguir un mejor control de la infección que provoca la fiebre.

Lo que si que ocurre con la fiebre es que es muy incomoda. Lo habitual es que el cuerpo reaccione a la elevación de la temperatura con unos cambios fisiológicos como son la elevación de la frecuencia cardiaca o la respiración agitada. Todos esos cambios generan malestar y es muy normal que un niño cuando tiene fiebre no quiera jugar, no quiera comer o le duela la cabeza. Por eso, cuando damos un antitérmico a un niño lo hacemos para tratar el malestar que provoca la fiebre y no tanto por bajar la temperatura del niño. Si el niño mejora con eso, ya habremos ganado mucho.

Lo que sí nos da «miedo» a los pediatras

Cuando explico la fiebre a los padres en Urgencias siempre les digo lo mismo: prefiero mil veces ver a un niño con 40ºC de temperatura que entra corriendo en la consulta y salta a la camilla que a uno con 38ºC pero que tiene mal aspecto.

Como ya hemos apuntado, lo que importa cuando un niño tiene fiebre es su estado general y no el grado de temperatura que marca el termómetro. Las infecciones graves, además de provocar fiebre, provocan otros síntomas como mal color o manchitas en la piel, decaimiento muy llamativo, dificultad respiratoria… y esos son los niños que «asustan» de verdad. Un niño con 40ºC de fiebre que corre y salta es muy probable que tenga un virus y el tiempo y su inmunidad harán su trabajo y tras unos pocos días el niño estará como una rosa. Por el contrario, si un niño con «fiebre baja» y mal aspecto no es atendido a tiempo puede que la infección que padece se acabe complicando.

Por todo ello, los pediatras siempre insistimos mucho a los padres en los signos de alarma que deben vigilar:  si su hijo empeora el estado general, presenta dificultad respiratoria o le salen manchitas en la piel… tiene que acudir a Urgencias a que valoremos qué está ocurriendo. Ya habrá tiempo después de decidir si el niño está realmente mal o solo es la impresión equivocada de los padres.

La desesperanza de los padres ante un niño con fiebre

Solo cuando tienes hijos puedes entender la desesperanza y ese temor que tienen los padres cuando sus hijos tienen fiebre. Cuando no los tienes no valoras todo el esmero, dedicación y cuidado que un padre o una madre dedica a su hijo cuando está enfermo. A los pediatras, cuando vemos a un niño con fiebre en la Urgencia, nos suelen bastar unos 5 o 10 minutos para decir a los padres lo que tiene el niño y lo que ellos tienen que hacer en casa. Pero tras esa consulta, esos padres se tiene que enfrentar a unos días que se hacen interminables mirando a sus hijos en casa esperando a que la infección remita.

Como os decía, solo siendo padre o madre se es capaz de entender lo que viven los padres con un niño enfermo: noches en blanco al lado de su cama comprobando si todo sigue bien, días y días haciendo piruetas en el trabajo para poder dejar al niño en casa y no llevarlo a la guardería, favores de familiares que te echan una mano para que no falte de nada en la nevera y, sobre todo, sobren besos y palabras de ánimo. Todo ello, minuto a minuto, hora a hora, día a día, acaba generando un desgaste y un cansancio que hace que muchos padres pierdan la confianza en que lo que le pasa a su hijo se va a curar sin ningún tratamiento especial en unos días. Sobre todo teniendo en cuenta que durante los primeros años de escolarización de los niños estos procesos que provocan fiebre se repiten constantemente. Pero la cordura debe imponerse siempre: que unos padres estén cansados por la enésima fiebre de un hijo y la ya incontable noche sin dormir no significa que el niño tenga algo más grave ni que el tratamiento deba ser distinto.

Las fiebres al final se acaban yendo y el cansancio acumulado de los padres se compensa con besos y abrazos. Porque, nos guste o no, la fiebre de los niños pone a prueba a cualquier padre y solo enfrentándonos a ella de una manera segura y sosegada seremos capaces de vencer nuestros miedos sobre la salud de nuestros hijos.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

Si te ha gustado lo que has leído, hemos publicado un libro con explicaciones sencillas y amenas sobre las cuestiones de salud más importantes de la infancia. Podéis adquirirlo en puntos de venta habituales o a través de los siguientes enlaces:

Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:

Dermatitis del pañal

Una de las grandes preocupaciones de las madres y padres de niños pequeños es el cuidado de la zona del pañal. Por experiencia personal o porque al hijo de alguna amiga o familiar le ha pasado, saben que en menos que canta un gallo el culito de un bebé se puede poner más rojo que la bandera de Japón.

En este post encontrarás información sobre qué es la dermatitis del pañal, cómo evitarla y cómo tratarla.

¿Qué es la dermatitis del pañal?

El nombre de «dermatitis del pañal» hace referencia a las diferentes lesiones que pueden aparecer en la piel como consecuencia de una dermatitis irritativa potenciada por el contacto de la heces y la orina con la piel bajo el pañal. Ésta da lugar a que la piel se inflame adquiriendo un color rojizo.

La dermatitis del pañal es habitual en bebés entre los 3 y los 15 meses, aunque también puede aparecer en niños más mayores que no son continentes (incluso adultos).

¿Cómo se produce?

La dermatitis del pañal se produce por el contacto de la piel con sustancias irritantes como la orina y las heces durante un tiempo prolongado.

Debido a que los pañales generan un ambiente cerrado, la orina suele macerar la piel. Este es el primer paso para que se produzca la dermatitis del pañal. Sobre esa piel macerada, las heces rompen las capas más superficiales de la piel y, junto a la orina, el pH de la misma se eleva, lo que acaba produciendo la inflamación a la que nos hemos referido.

A esta inflación hay que añadir el contacto con los componentes plásticos del pañal así como con los perfumes y productos químicos de los productos de limpieza para bebés, los cuales no favorecen la regeneración de la piel.

¿Cómo son las lesiones?

Las lesiones típicas de esta dermatitis consisten en zonas rojizas en las partes que están más expuestas al contacto con el pañal, por lo que es menos frecuente en las partes más profundas de los pliegues. En ocasiones el eritema que se produce es tan pronunciado que aparecen erosiones y heridas en la piel.

El niño suele estar incomodo, sobre todo cuando se orina o realiza deposición así como cuando le cambiamos el pañal y tocamos el área afectada.

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Lesiones avanzadas de dermatitis del pañal

¿Cuál es el tratamiento?

Si tenemos claro por qué se producen las lesiones de la dermatitis del pañal podremos poner una serie de mecanismos en marcha para tratarla.

En el caso de que las lesiones no sean muy severas, suele ser suficiente con realizar cambios frecuentes de pañal intentando que la orina y las heces estén el menor tiempo posible en contacto con la piel. Otra medida eficaz es dejar a los niños «con el culo al aire» ya que si no hay pañal, la piel se suele regenerar mucho antes. Esta última medida es difícil de realizar durante periodos prolongados, pero siempre puedes tener al niño en el cambiador unos minutos tras cada cambio de pañal.

Además de estas medidas, suele estar indicado utilizar una crema que se conoce como barrera o «pasta al agua». Estas cremas son muy espesas teniendo en muchos casos un aspecto más de ungüento o de plasta. Son ideales para crear una barrera entre la piel y el pañal, evitando que se siga irritando por el contacto con éste y con las heces u orina. Esta barrera, al aislar la piel de los irritantes, permitirá su regeneración. Debes utilizarla en cada cambio del pañal si tu hijo tiene una dermatitis del pañal como si pintaras toda la zona, así que no escatimes en crema. Las mejores cremas barrera son las que contienen Zinc, ya que este compuesto ayuda a que la piel se regenere y baje la inflamación.

En el caso de lesiones severas suele aplicarse una crema de corticoides, ya que éstos actúan como antiinflamatorios. En estos casos debes pedir consejo primero a tu pediatra.

Dependiendo de la intensidad de las lesiones, las dermatitis del pañal, suelen estar resueltas en 1 o 2 semanas.

En algunas ocasiones, las heridas o las erosiones de la dermatitis del pañal se sobreinfectan por bacterias que todos tenemos en la piel. En estos casos, además de las medidas antes indicadas utilizaremos una crema o pomada con antibiótico.

¿Y es lo mismo la candidiasis del pañal?

Muchos padres asocian la dermatitis del pañal con la candidiasis del pañal y no les falta parte de razón.

La candidiasis del pañal consiste en una sobreinfeción por el hongo Cándida albicans de las lesiones de la dermatitis del pañal. Es muy frecuente, tanto que en muchas ocasiones el diagnóstico se realiza de forma simultánea a la dermatitis del pañal.

Las lesiones de la piel son muy similares aunque suelen aparecer unas manchitas satélites a las zonas rojizas principales que las delatan.

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Lesiones típicas redondeadas satélites de candidiasis del pañal.

A diferencia de lo que piensa mucha gente, la Candidiasis del pañal no se produce por falta de higiene, al contrario, se debe a los hongos que viven en nuestra piel de manera habitual que aprovechan las lesiones de la dermatitis del pañal para provocar la sobreinfección. El tratamiento de la candidiasis del pañal consiste en añadir una crema antifúngica al tratamiento anteriormente señalado. Suelen resolverse en unos 10 días.

¿Cómo puedo prevenir la dermatitis del pañal?

Si has estado atento, te será muy fácil poner en marcha las medidas adecuadas para prevenir la dermatitis del pañal:

  • Mira frecuentemente el pañal de tu hijo para detectar cuando se ha hecho pis o caca. Cámbiale cuando lo veas sucio.
  • En recién nacidos la piel es más sensible por lo que debes cambiar el pañal más frecuentemente. Lo mismo ocurre en los niños con diarrea.
  • Emplea productos de higiene para bebé que no contengan perfumes ni sustancias irritantes. En ocasiones es mejor la limpieza con agua y jabón que con una toallita.
  • Cuando limpies hazlo siempre con suavidad, evitando frotar mucho la piel.

¿Son mejores los pañales de tela a los de plástico?

Muchos padres nos preguntan sobre si los pañales de tela son mejores que los pañales de plástico. Ambas opciones son igual de buenas para proteger a vuestros hijos de la dermatitis del pañal, de hecho no existe ningún estudio de calidad que haya demostrado la superioridad de uno frente a otro en este aspecto.

Otra cosa bien distinta son las preferencias personales de cada familia en cuanto al impacto económico de unos y otros, la producción de plásticos, consumo de agua y electricidad, limpieza de los pañales de tela… Si quieres saber más sobre este tema te recomiendo que leas esta entrada del blog Marujismo de Diana Oliver, la cual evalúa desde un aspecto no médico y desde su experiencia personal las ventajas e inconvenientes de los pañales de tela.


En el caso de que tengas interés por otras enfermedades frecuentes de la piel de los niños puedes consultar esta entrada de nuestro blog.

El copyright de las imágenes de esta entrada pertenecen a DermNet NZ bajo una licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 (New Zealand).

El primer año de guardería, un reto para la paciencia de los padres

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Fuente: Pixabay

Antes de empezar y para que no os asustéis, el sistema inmune de vuestros hijos saldrá airoso de la inmensa mayoría de infecciones a las que se va a enfrentar en el primer año de guardería. Otra cosa será vuestra paciencia… Pero para eso estamos aquí, para mostraros lo que va a pasar en este periodo de la vida de vuestros hijos lleno de fiebres, catarros, gastroenteritis y manchas en la piel.

La gran mayoría de los niños acaba acudiendo a la guardería antes de entrar al colegio «de los mayores». Dependiendo de la exigencia laboral de los padres, el apoyo de los abuelos o, simplemente, de los deseos de esos padres de descansar de sus hijos unas horas al día, algunos lo harán desde los 6 meses de edad y otros con 1 o 2 años de vida. Al final, todos tendrán que pasar por ese trance que supone entrar en contacto con otros niños y la posibilidad de contagiarse de múltiples infecciones.

Este hecho, el que un niño se ponga malo muchas veces durante el primer año de guardería es tan común que hasta se le ha bautizado con un nombre: el síndrome de la guardería, y hace referencia a la impresión que tienen los padres de que sus hijos están siempre enfermos.

¿Cuántas veces se pone enfermo un niño en su primer año de guardería?

Aunque parezca mentira, un niño que acude a la guardería por primera vez se contagia de media de unos 10-12 procesos infecciosos. La gran mayoría (90-95%) están provocados por virus y entre ellas, las infecciones de las vías respiratorias altas -también llamadas catarros– son las que vemos con más frecuencia.

Enfermedades como la gastroenteritis, la bronquiolitis, la gripe, la otitis y la faringitis son otras infecciones que suelen pillarse con mucha frecuencia los niños que acuden a guardería. La gran mayoría de estas infecciones se curarán solas con el paso del tiempo aplicando un tratamiento sintomático y sin tomar antibiótico. Además de estas infecciones con nombres vulgares, existen otras con nombre propio como la varicela, el pie-mano-boca o el megaloeritema, infecciones a las que nosotros llamamos Sospechosos Habituales.

¿Y por qué se pone tanto enfermo un niño que acude a guardería por primera vez?

Aquí hay tres factores muy importantes a tener en cuenta.

Por un lado, el propio niño. Un crío que no haya ido nunca a guardería (y que no tenga hermanos mayores que le puedan contagiar…), nunca o casi nunca se habrá puesto enfermo. Esto hace que el sistema inmune, esa parte de nuestro organismo que nos defiende de las infecciones, no haya entrado en contacto con la gran mayoría de los virus que campan a sus anchas en una guardería y por tanto, cuando ese niño se expone por primera vez a una de esas infecciones con las que no ha tenido contacto, se contagie y caiga enfermo con mucha probabilidad. Con el paso de los meses, vuestro hijo habrá «pasado» un montón de virus dejando un recuerdo en el sistema inmune que evita, en la mayoría de los casos, que caiga enfermo por las mismas infecciones cuando se vuelve a encontrar con ellas.

El otro factor importante es el ambiente. La guardería es el lugar perfecto para que un virus se expanda. De hecho, se calcula que cuando una infección de este tipo la padece un niño de la guardería, hasta el 70% de sus compañeros se acaba contagiando. Esto ocurre porque en una guardería los niños están en un contacto muy estrecho durante muchas horas al día compartiendo juguetes o, incluso, chupetes y vasos de agua.

En más de una ocasión os hemos explicado que la forma de transmisión de los virus es básicamente por dos mecanismos: a través del contacto con las secreciones (mocos, saliva, heces…) de un niño enfermo o por inhalación de unas microgotitas que mandamos al ambiente cuando estamos enfermos al toser o al hablar. Como ya hemos dicho, los niños en una guardería están en un contacto tan estrecho que hace inevitable que «compartan» secreciones con otros niños y se acaben contagiando.

El último factor determinante es el frío ya que, la gran mayoría de estas infecciones ocurren durante los meses fríos del año (en el hemisferio norte de octubre a marzo) por lo que es mucho más probable que estas enfermedades aparezcan cuando vuestros hijos estén en periodo escolar y os den una tregua en verano.

La paciencia de los padres a prueba: «mi hijo siempre está enfermo»

Hasta ahí todo bien. Seguro que estás pensando que 10-12 episodios infecciosos en un año no son para tanto. Sin embargo, hay que tener en cuenta lo que dura cada proceso para darse cuenta de la cantidad de días que vuestros hijos estarán con fiebre, tos y mocos a lo largo del año. Veamos…

Un catarro viene a durar unos 15-20 días. De estos, los 3-5 primeros días suelen ir acompañados de fiebre mientras que durante el resto del tiempo, son los mocos y la tos los predominantes. Echemos cuentas: 15 días por cada proceso infeccioso y 10 procesos al año…. nos salen alrededor de 150 días al año en los que el niño tiene mocos. ¿No te haces a la idea de cuántos son?, pues son 5 meses enteritos, vamos, la mitad del año con el niño con las «velas» puestas. También ten en cuenta que tendrán fiebre unos 30-50 días.

No te queremos asustar porque, como ya hemos dicho al principio, la gran mayoría de estas infecciones son banales y se curarán solas. La dinámica habitual durante estos procesos es que tu hijo se ponga enfermo y se recupere al cabo de una o dos semanas, pase bien uno o dos días y vuelva a caer enfermo. Ahí es donde entra en juego la paciencia de los padres ya que a muchos de ellos les dará la sensación de que su hijo está siempre enfermo y que no sale de una para meterse en otra.

Y no os falta parte de razón ya que durante el invierno los niños están siempre con mocos, os lo decimos por experiencia tanto profesional como personal, y tener que lidiar con el cuidado de un niño que está enfermo agota a cualquiera.

«Muy bien doctora, pero yo creo que a mi hijo le pasa algo y quiero que me mande algo para que no se contagie tanto…»

A medida que vayan pasando los meses y vuestros hijos se contagien de casi todo lo que ronde por la guardería, muchos de vosotros os preguntaréis si no será que todo esto se debe a alguna enfermedad de base o una carencia nutricional que predispone a vuestros hijos a caer enfermos.

Cierto es que estas enfermedades que predisponen a padecer infecciones existen pero son muy raras. Además de fiebre, mocos y tos, se acompañan de otros síntomas como perdida de peso, mal estado general, mala coloración de la piel. Son enfermedades  que requieren medidas especiales (empleo frecuente de antibióticos, ingresos hospitalarios…) para solucionar esas infecciones que en otros niños no son más que catarros que se solucionan solos…

Por eso es muy importante que en caso de duda consultéis con vuestro pediatra. Con una buena historia y una exploración física somos capaces de descartar la gran mayoría de esas enfermedades y deciros que lo que le pasa a vuestros hijos, en el caso de que caiga enfermo con frecuencia, es algo normal.

Por desgracia, no existe ninguna medicina que aumente las defensas de vuestros hijos y evite ese camino por el que la mayoría tienen que pasar. Seguro que habréis oído de boca de otros padres de la guardería o leído en otros sitios que tal complejo vitamínico va de maravilla o que la homeopatía es el complemento perfecto. Nada más lejos de la realidad. Ninguno de ellos ha demostrado ser eficaz para prevenir ningún tipo de infección y además no están exentos de efectos secundarios, así que mejor no os planteéis emplearlos en vuestros hijos. Por nuestra parte solo podemos recetaros paciencia.

En otras ocasiones, los padres acuden al pediatra sorprendidos por que el moco de sus hijos, que inicialmente era trasparente, se haya vuelto amarillo y luego verde, como soléis decir vosotros «con aspecto de infectado». Como ya os contamos en otro post, el color verde del moco aparece porque las defensas del cuerpo están luchando contra el virus que lo provoca y no porque esté surgiendo una complicación. Así que de nuevo, paciencia…

¿Y qué puedo hacer yo como madre/padre para evitar que mi hijo se contagie tanto?

Como ya os hemos dicho, es prácticamente inevitable que vuestro hijo se contagie durante el primer año de guardería de un montón de enfermedades. Sin embargo, hay una serie de medidas que puedes aplicar para que se contagie lo menos posible:

  • Lava bien las manos, las tuyas y las de tus hijos, sobre todo después de limpiarle los mocos o cambiarle el pañal.
  • Utiliza pañuelos desechables para limpiar los mocos de los niños.
  • Enseña a los niños a taparse la boca con el codo al toser (nunca con las manos).
  • Limpia bien los chupetes o juguetes que haya llevado tu hijo al colegio para librarlos de babas ajenas.
  • Mientras tu hijo tenga fiebre es muy adecuado que se quede en casa descansando.
  • Respeta los periodos de exclusión escolar para que tu hijo no contagie a otros niños.
  • Vacuna a tu hijo, muchas de las enfermedades de las que nos protegen las vacunas son típicas de la infancia y es en las guarderías y en los colegios en donde se suelen contagiar los niños.

A medida que tu hijo se vaya haciendo mayor verás que es menos frecuente que caiga tantas veces enfermo. El segundo año de guardería es siempre mejor que el primero y el tercero ya os soléis olvidar de cómo se ponía un termómetro. Así que tened paciencia, el camino a recorrer es largo pero al final llega el verano y los mocos se van para dejarnos descansar durante un par de meses y volvernos a visitar con el inicio de un nuevo año escolar.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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BONUS: el año pasado en Twitter relatamos minuto a minuto un episodio febril de uno de nuestros hijos. Sin querer dar lecciones nadie, os lo dejamos por aquí por si os apetece leerlo, quizá aprendáis algo de cómo se debe actuar ante la fiebre de un niño a través de la experiencia de un par de pediatras que también son padres.

¿Paracetamol o ibuprofeno?, ¿qué es mejor para mi hijo?

Pastillas

Fuente: Pixabay

Cuando un niño tiene fiebre o le duele algo siempre surge la misma duda: ¿qué será mejor para mi hijo: el paracetamol o el ibuprofeno?. De hecho, hay padres que afirman que a sus hijos el paracetamol «no les hace nada» y siempre optan por el ibuprofeno o al revés.

Cierto es que ambos sirven para calmar el dolor y bajar la fiebre pero presentan algunas diferencias que es bueno conocerlas. En este post os contaremos cuáles son para que podáis elegir uno u otro en función de lo que les pase a vuestro hijo.

¿Qué es el paracetamol?

El paracetamol es el fármaco más empledado a nivel mundial para tratar la fiebre y el dolor. Tiene la ventaja de que puede emplearse a cualquier edad, incluso en recién nacidos.

Tras su administración, empieza a hacer efecto a los 30-60 minutos, consiguiendo un efecto máximo a las 3-4 horas. Si nos fijamos en la fiebre, el paracetamol consigue descender entre 1 y 2ºC de temperatura en la gran mayoría de los niños (por lo que tampoco esperes que tu hijo se quede en 36ºC si partía de 40ºC…) Dependiendo de la dosis administrada, se puede repetir cada 4-6 horas.

A pesar de que es un fármaco muy seguro si se emplea a la dosis correcta, el paracetamol es la primera causa de intoxicación en la edad pediátrica (tanto accidental como voluntaria) por lo que debemos estar muy atentos a qué cantidad le damos a nuestros hijos, ya que sus efectos pueden ser graves.

¿Qué es el ibuprofeno?

El ibuprofeno pertenece al grupo de los llamados antiinflamatorios no esteroideos por lo que, además de bajar la fiebre y calmar el dolor, actúa como antiinflamatorio. A diferencia del paracetamol, su empleo suele reservarse para los mayores de 6 meses de edad.

Los tiempos de acción son similares al paracetamol con un pico en torno a la hora de su administración y un efecto máximo al cabo de 3-4 horas. Su intervalo entre dosis es de 6 a 8 horas.

Los efectos secundarios del ibuprofeno son algo más frecuentes que los del paracetamol aunque suelen ser de carácter leve.

¿Y qué es mejor: paracetamol o ibuprofeno?

La Asociación Española de Pediatría recomienda el paracetamol como primera opción para tratar la fiebre y el dolor. En el caso de que además de estos dos síntomas existiera inflamación, el empleo del ibuprofeno como primera opción estaría justificado.

Aunque existen estudios que han observado que el ibuprofeno es ligeramente superior para bajar la fiebre frente al paracetamol, sin embargo, pocos de ellos valoran la mejoría en el estado general del niño. Por ello, a la hora de elegir un antitérmico en un niño concreto debemos basarnos en la preferencia del niño y si existe o no cierto grado de inflamación asociada.

Por el contrario, en procesos en los que existe un componente importante inflamatorio, como en un esguince o una una otitis, debemos utilizar el ibuprofeno en primer lugar.

¿Y si no le baja, puedo alternarlos?

Cuando un niño tiene fiebre, el objetivo principal de todos lo padres es volver a los 36ºC como si con ello consiguieran que la infección que está provocando el cuadro clínico se solucionara antes. En ese intento, muchos padres se plantean la opción de dar de forma combinada el paracetamol con el ibuprofeno. Sin embargo, tenéis que saber que esto es un error.

El objetivo de tratar la fiebre en los niños es mejorar su estado general. Cuando un niño tiene fiebre suele estar decaído e irritable y por eso, bajarle la temperatura, es lo adecuado para que se encuentre mejor. Por ello no está recomendado alternar paracetamol con ibuprofeno en un intento de bajar a toda costa la fiebre ya que lo que buscamos siempre es mejorar el estado general del niño y no la cifra que nos marca el termómetro. En el caso de que a las 3-4 horas de haberle administrado paracetamol o ibuprofeno el niño continúe con una temperatura mayor de 38ºC y persista decaído, de forma puntual se podría administrar el otro fármaco, pero esto no sería alternarlos como la mayoría de la gente entiende, sería más bien darle un rescate.

Si quieres saber más sobre la alternancia de paracetamol e ibuprofeno puedes consultar este otro post de nuestro blog.

¿Y es mejor darlo en jarabe o comprimidos?

Las dosis en pediatría se calculan por peso y luego se decide, dependiendo de si el niño es capaz de tomar una pastilla, si se administra de una forma u otra. Los jarabes existen porque los niños pequeños no suelen ser capaces de tomarse los comprimidos, en general hasta los 10-12 años, por lo que hasta que llegue ese momento, los padres soléis emplear los jarabes.

Sin embargo, comprimidos y jarabes son equivalentes por lo que no existe un limite de edad para emplear unos u otros, teniendo en cuenta que la dosis siempre debe estar ajustada al peso.

Debido a que una de las causas principales de errores en la administración de este tipo de fármacos se debe a que los padres recuerdan de memoria la última cantidad que le dieron a su hijo de paracetamol o ibuprofeno, de forma deliberada, hemos decidido no incluir en este post las dosis por peso de cada uno de los fármacos para que sea vuestro pediatra el que os indique qué cantidad debéis dar a vuestros hijos en cada momento. Tambien podéis calcular la dosis de uno y otro según el peso y la marca comercial del jarabe en esta calculadora de la Comunidad de Madrid (Link).

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:

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Fuentes:

  • Effectiveness of paracetamol versus ibuprofen administration in febrile children: A systematic literature review (Link).
  • Manual de Intoxicaciones de la SEUP (Link).
  • Pediamecum Paracetamol (Link) e Ibuprofeno (Link).

Hola, ¡soy tu moco!

Moco

Fuente: Pixabay

Queremos dar las gracias a los pediatras de este blog por cedernos a nosotros, los mocos, este espacio para poder manifestarnos, ya que el maltrato que sufrimos por vuestra parte, padres de hijos en edad escolar, es insultante. Nos odiáis y os gustaría que no estuviéramos en la nariz de vuestros retoños todo el invierno. Pero tenéis que saber que no somos los malos, sino que somos vuestros aliados, ya que sin nosotros no podríais vivir.

¿Quiénes somos?

Los mocos somos una sustancia pegajosa que segregan las mucosas, esa parte del cuerpo que está expuesta al medio ambiente. Nos puedes encontrar en sitios tan diferentes como la nariz (el más conocido), pero también en el intestino o el pulmón (en este caso nos soléis llamar flemas…). El motivo por el que existimos es que sin nosotros las mucosas se secarían, ya que una de nuestras principales funciones es mantenerlas hidratadas. Gracias a nosotros permanecen fuertes y sanas. De hecho, aunque vuestros hijos no estén enfermos, las mucosas producen una pequeña cantidad de moco de forma continua, así que ahí estamos siempre.

«Los mocos siempre estamos ahí…»

Pero además, somos la primera línea de defensa que intenta evitar que vuestros hijos se pongan enfermos. Esto se debe a que una de nuestras funciones es hacer de barrera contra agentes extraños como la contaminación. Además, colaboramos en la defensa contra las infecciones.
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A los mocos nos gusta ponernos juguetones y, a veces, hacemos pompas en la nariz.

A los mocos nos encantan las infecciones

Todos sabréis que cuando un niño se coge un catarro empieza a producir moco sin parar. Gracias a nosotros, los leucocitos, unas células del cuerpo que nos defienden de las infecciones, son capaces de llegar al lugar donde se está produciendo el catarro. Por eso, cuando vemos un virus que quiere atacar a vuestros hijos nos ponemos como locos y aumentamos mucho nuestra cantidad para poder ayudar en la defensa de estos microorganismos. El problema que tenemos los mocos es que somos un poco perezosos. Aunque haya terminado la batalla contra los virus nos gusta saborear la victoria durante un tiempo y, a pesar de que la fiebre ya se haya ido y no quede rastro del virus, nosotros preferimos quedarnos en la nariz de vuestros hijos durante unos días más, entre 10 y 15 días por lo menos.

Y esteremos ahí hasta que llegue el verano

Lo de que somos perezosos no es broma. Pensarás, «bueno, mientras solo estén por aquí 15 días… podremos aguantar a estos pesados». Sin embargo, te equivocas. Tu hijo, sobretodo cuando es pequeño, se pilla unas 8-10 infecciones a lo largo del curso escolar. Si tenemos en cuenta que por cada una de ellas estaremos con vosotros unos 15 días…, pues puedes echar cuentas: tu hijo tendrá mocos unos 5 meses durante el año. Vamos, lo que viene siendo todo el invierno. Ahora entenderéis por qué a los niños pequeños se les llama de forma cariñosa mocosos… Cuando llegue el verano y los virus se vayan, nos tomaremos un descanso y nos iremos de vacaciones. ¡¡Pero ojo!!, con la vuelta al cole, nosotros también volvernos a instalarnos en la nariz de vuestros hijos..
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Un niño con mocos es un niño feliz.

Aunque me ponga verde, da igual que pidas antibiótico, seguiremos en la nariz de tu hijo sí o sí

Una duda que nos asalta a los mocos es por qué diantres os empeñáis en que el pediatra os mande un antibiótico cuando nos ponemos de color verde, ¡con lo bien que nos queda el verde lima o el verde botella!. Tenéis que entender que cuando cambiamos de color es porque estamos ganando la batalla a los microbios. Esto se debe a que los leucocitos que trasportamos con nosotros segregan unas «enzimas» que destruyen a esos microorganismos. En ese proceso las enzimas oxidan el hierro y se produce el cambio de color, primero amarillo y luego verde. Por tanto, el cambio de color durante los días que dura un catarro no quiere decir que las cosas estén yendo mal. Significa que estamos en el buen camino. Así que dejadnos hacer nuestro trabajo y no deis el peñazo a los pobres pediatras, que suficiente tienen con explicaros lo de los cólicos del lactante.

Eso sí, si ves que somos muchos y tu hijo no respirara: ¡¡haz un lavado nasal!!

Ya os hemos dicho que en ocasiones somos un poco pesados. Esto es así porque nos esforzamos al máximo para acabar con los virus que provocan los catarros de vuestros hijos. Pero a veces nos pasamos de frenada y nos juntamos tantos que impedimos que el aire entre por la nariz y la obstruimos. En estos casos puedes hacer un lavado nasal para que tu hijo respire mejor. Hay que hacerlo con un poco de mala leche, que como somos pegajosos, como no metas un buen chorro de suero no saldremos de la nariz y solo conseguirás cabrear a tu hijo. Este video de aquí te explica estupendamente como hacerlo.
https://youtu.be/qbIibS4z0d4

¿Cómo, que quieres usar un aspirador de esos para sacar los mocos?

Sinceramente, no seas guarro. Los aspiradores de mocos son una guarrería. Ten en cuenta que el que aspira para hacer fuerza eres tú y por tanto, parte del moco podría pasar a tu boca. ¿Te comerías los mocos de tus hijos por afición?, seguro que no. Pues ya tienes la respuesta. De todas formas, los lavados nasales bien hechos son mucho más efectivos para que nos hagas salir de la nariz que el aspiradorcito ese que te han dicho que es tan imprescindible. Aquí tienes una foto del kit limpiamocos de los autores de este blog: suero, jeringa, botellitas, unos pañuelos de papel y un poco de alcohol para lavarse las manos. Unos cracks de las limpiezas nasales.
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El kit limpiamocos de un pediatra cualquiera

No luches contra nosotros, ¡¡ÚNETE A NOSOTROS!!

Te lo hemos dicho por activa y por pasiva: no nos vamos a ir. Así que acepta que estaremos por aquí mientras tu hijo tenga infancia. Ya nos echarás de menos cuando llegue el momento… Pero hasta que ese día llegue, es mejor que te unas a nosotros porque no tenemos solución. ¿Habrás oído hablar de los jarabes y remedios varios para los mocos…?. Pues tampoco sirven para nada. Da igual que en el bote ponga «mucolítico», somo inmunes contra ellos. Lo único que conseguirás es gastarte un dinero en balde porque nosotros, los mocos, duramos lo mismo con esos jarabes o sin ellos. Además, todos los fármacos tienen efectos secundarios, por lo que es mejor que no expongas a tus hijos a riesgos innecesarios. Así que acéptalo: ¡¡si no puedes con nosotros, únete a nosotros!!.
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¡¡No nos mires, únete!!

Para finalizar, siete puntos para guardar en la memoria:
  1. Los mocos no somos malos.
  2. Los mocos defendemos de los virus a vuestros hijos.
  3. Los mocos somos muy pesados y podemos estar en la nariz de vuestros hijos varios meses.
  4. Cuando llegue el veranos nos iremos de vacaciones para que estéis tranquilos, pero con la vuelta al cole nos tendréis dando guerra otra vez.
  5. Cuando hacemos nuestro trabajo, los mocos nos ponemos de color verde.
  6. Por mucho antibiótico que des a tu hijo, los mocos seguiremos por aquí.
  7. Si ves que nos hemos pasado y que tu hijo tiene la nariz taponada, no dudes en hacerle un lavado nasal con mala leche para que respire mejor.
  8. A los mocos, los jarabes no nos hacen nada.

El copyrigth de la segunda imagen de este post pertenece a Jason White, la tercera a mlui92 y la cuarta a Whatchumean,  todas ellas bajo una  licencia CC BY-NC-ND 2.0

¿Cuál es el mejor termómetro para medir la fiebre en los niños?

Termómetro

Fuente: Pixabay

Si preguntáramos a las abuelas, seguramente nos contestarían que «como los termómetros de mercurio… no hay ninguno». Y no les falta razón. Sin embargo, desde hace años está prohibida su venta y comercialización, así que, a no ser que tengáis guardado a buen recaudo uno por casa de cuando erais pequeños, es muy probable que os hayáis planteado cuál es el mejor termómetro para tener en casa y medir la fiebre a vuestros hijos cuando se encuentren enfermos. Esto se debe a que el mercurio es un metal tóxico, sobre todo cuando se inhalan sus vapores. El mercurio elemental es líquido a temperatura ambiente y es el que se encuentra dentro de los termómetros. No es tóxico si se toca o se ingiere pero se evapora con facilidad. Por tanto, cuando un termómetro de mercurio se rompe, cabe la posibilidad de que se inhalen los gases que se producen al evaporarse y de ahí vendría la toxicidad… Por tanto, parece razonable buscar una alternativa a los termómetros de mercurio, por un lado por su peligro potencial y por otro porque ya no se venden. En este post encontraéis una revisión de las diferentes opciones disponibles para medir la fiebre de vuestros hijos.

El termómetro de mercurio, un viejo termómetro muy fiable

Como dijimos al principio, ya no están en venta. Sin embargo, se considera que los termómetros de mercurio dan una medición muy fiable de la temperatura corporal. Muchos estudios antiguos demostraron que la medición de la temperatura axilar o rectal con este tipo de termómetros se correlacionaba muy bien con la temperatura central del cuerpo (que es la que realmente importa a los médicos) y por eso eran empleados en la practica habitual para medir la fiebre de los niños. A pesar de lo útiles que han sido durante tantos años, los termómetros de mercurio se rompen con facilidad al ser de cristal, liberando el metal líquido de su interior y pudiendo producir la toxicidad a la que nos referíamos. Debido a su fiabilidad, los nuevos tipos de termómetros se comparan con los de Mercurio, ya que se considera el estándar de medición de temperatura corporal.
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Termómetro de mercurio, el poder de lo antiguo

El termómetro digital, la simplicidad al poder

Los termómetros digitales son una de las opciones para sustituir a los viejos termómetros de mercurio. Son aptos para medir la fiebre a nivel axilar, sublingual y rectal. Su mecanismo se basa en un detector metálico en la punta que se calienta al contacto con la piel del cuerpo, dándonos la lectura al cabo de unos segundos en una pantalla digital. Estos termómetros dan una aceptable correlación con los de mercurio. Sin embargo, en ocasiones fallan, pudiendo variar hasta dos grados con la temperatura real del cuerpo. Un problema frecuente es que algunos pitan muy rápido sin que de tiempo a que detecten todo lo caliente que está el niño, pero si dejas el termómetro un poco tras el pitido acaba subiendo algunas décimas hasta la temperatura real. Aun con todo, son termómetros fiables y baratos, ya que su precio suele rondar los 5€. En nuestra experiencia, son útiles incluso en niños pequeños, y muchos de ellos tiene la punta flexible para que sea más cómodo colocarlos. Otra ventaja es que son pequeños y se transportan con facilidad.
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Termómetro digital, lectura rápida y mediciones fiables

El termómetro del oído, lo moderno no siempre es mejor

Los grandes avances de la tecnología se han ido aplicando poco a poco a los dispositivos médicos de uso domiciliario, y los termómetros es un buen ejemplo. Sin embargo, también son un buen ejemplo de que algo con «más tecnología» no tiene por qué ser mejor. Los termómetros del oído funcionan gracias a la medición de la energía infrarroja emitida por el tímpano, la cual varía en función de la temperatura corporal. El dispositivo, mediante una formula matemática, nos dará el equivalente en grados centígrados de la temperatura del niño. Tienen de cómodo que la lectura de la medición se hace en muy pocos segundos, sin embargo, la correlación con la medición real puede variar hasta casi un grado -tanto por encima como por debajo- de la temperatura real del cuerpo. A esto hay que sumar que en los niños pequeños, en general por debajo de los 3 años, es difícil colocarlo en posición correcta debido a que el oído de los niños pequeños es estrecho y no queda colocado a la distancia correcta del tímpano dando lecturas de temperatura más bajas de las reales. Son termómetros caros, con un precio que oscila entre 25 y 50€, lo que unido a lo anterior no hacen del termómetro de oído la mejor opción para tener en casa.
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Termómetro de oído por infrarrojos, alto precio y poco fiable en niños pequeños.

El termómetro infrarrojos de la frente, una opción cara en desarrollo

En los últimos años han aparecido los termómetro de frente. Miden la temperatura a través de la energía infrarroja emitida cerca de la zona de la sien para estimar la fiebre. Estudios recientes muestran que se correlaciona de manera razonable con la temperatura corporal real. Tienen forma de pistola que se apunta a la sien y tras unos segundos tendremos la medición en una pantallita. Son termómetros cómodos y fáciles de utilizar en niños. Como pasaba con el termómetro de oído, son caros. Su precio varía entre los 30 y 50€, por lo que hay que valorar si realmente merece la pena comprarse uno de éstos.
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Termómetro de frente, una opción cara de reciente aparición.

El termómetro de galio, la vuelta a los orígenes

Tras la prohibición de los termómetros de mercurio, la industria ha buscado un sustituto que midiera de manera fiable la temperatura corporal, y parece que con los termómetros de galio lo han conseguido. Para ser justos deberíamos decir que son termómetros de Galistán, una aleación entre galio, indio y estaño que es líquida a temperatura ambiente. Estos tres metales presentan muy baja toxicidad, lo que los convierte en un excelente material que no supondría un peligro en caso de entrar en contacto con una persona. Su «tecnología» es idéntica a la de los termómetros de mercurio. Al calentarse el Galistán corre por el termómetro de cristal dando una lectura de temperatura en unos 5 minutos en una escala numérica. Como ya hemos dicho, la gran mayoría de los estudios realizados muestran una buena correlación comparados con las mediciones de los termómetros de mercurio. Otra ventaja es que tienen un precio muy razonable que oscila entre los 5 y 10€, lo que les convierte en una muy buena opción para tener en casa. Como inconvenientes destacamos que son frágiles al ser de cristal y que, como hemos dicho, requieren de varios minutos hasta que terminan de subir. Además, muchas personas encuentran dificultades para volver a ponerlo a cero.
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Termómetro de galio, similares a los de mercurio pero sin toxicidad.

El tacto, un elemento de medida fiable

Por último, no debemos minusvalorar el poder de los padres a la hora de detectar fiebre en sus hijos. Más de un estudio ha demostrado que aciertan de manera razonable en una gran mayoría de los casos. Por ejemplo, un estudio (link) encontró que el 84% de ellos eran capaces de reconocer cuando sus hijos tenían fiebre así como un 76% acertaba al decir que no la tenían.
En nuestra opinión de padres, la mayoría de los termómetros digitales que hemos tenido en casa han funcionado de forma adecuada. Por el contrario, los termómetros de última tecnología nos parecen caros y un «cacharro» que no por ser más moderno es mejor. Seguro que los termómetros de galio son fantásticos, pero nos cuesta imaginar a un niño quieto 5 minutos con un termómetro en la axila

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

Si te ha gustado lo que has leído, hemos publicado un libro con explicaciones sencillas y amenas sobre las cuestiones de salud más importantes de la infancia. Podéis adquirirlo en puntos de venta habituales o a través de los siguientes enlaces: Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:

Fuentes:

Mi hijo se marea en el coche, ¿qué puedo hacer?

Que un niño se maree en el coche es una de las grandes preocupaciones que tienen los padres cuando salen de viaje, ya que, en el mejor de los casos, implica varias paradas a lo largo del recorrido para que el crío se recupere de esa sensación desagradable, aunque nunca se está a salvo de una buena vomitona que nos impregne el coche de un olor inconfundible para el resto del trayecto.

En este post encontrarás información útil sobre los mareos y algunos consejos para evitarlos.

¿Por qué se produce el mareo?

El mareo por movimiento, o cinetosis por su nombre médico, es un trastorno benigno que consiste en una sensación desagradable en la que la persona que lo sufre puede presenta malestar, dolor de cabeza, nauseas, sudores fríos y, en última instancia, vómitos. Es frecuente que se produzca cuando viajamos en coche, tren, avión y, sobretodo, en barco.

El porqué ocurren es fácil de entender. Para ello debemos saber que las señales que nos hacen mantener el equilibrio en nuestra vida diaria son recogidas por el oído interno, la vista y la posición del cuerpo; el mareo ocurre cuando el cerebro no integra de forma adecuada estas señales, produciéndose los síntomas que hemos comentado.

Piensa, por ejemplo, en alguien leyendo un libro en el coche. Por un lado, su vista está fija en la lectura mientras que su oído y su cuerpo reciben otra señal, la del movimiento del vehículo. Cuando el cerebro intenta integrar esas señales contradictorias, le resulta muy difícil y, en ocasiones, entrará en un cortocircuito que dará lugar al mareo.

¿Es más frecuente en niños?

El mareo por movimiento puede producirse a cualquier edad. Sin embargo, los niños son los pacientes estrella. Es poco habitual en los niños pequeños, pero entre los 2 y los 12 años ocurre con bastante frecuencia. También existe una cierta predisposición individual, ya que hay niños que no se llegan a marear nunca en su vida y adultos en los que sigue siendo muy frecuente.

Fuera de la infancia, los mareos por movimiento son muy habituales en mujeres embarazadas.

¿Qué puedo hacer para evitar el mareo?

Lo que vas a leer a continuación es la parte más importante de todo este post.

Una gran mayoría de niños deja de marearse o lo hace en menor medida, si empleas una serie de medidas preventivas muy fáciles de aplicar:

  • Los asientos delanteros de los coches son el mejor sitio para que no se produzca el mareo. Si tu hijo es pequeño para ocupar este lugar, le puedes animar a fijar la vista en el horizonte o en la carretera «a lo lejos».
  • Evita que tus hijos fijen la mirada en un objeto, como por ejemplo, un libro o un dispositivo móvil.
  • Realiza paradas frecuentes durante el trayecto para que tus hijos puedan descansar. Además es conveniente no realizar comidas copiosas.
  • El calor empeora el mareo. Puedes emplear el aire acondicionado y abrir la ventana mientras el vehículo esté en marcha.
  • Realiza una conducción suave sin volantazos.
  • Lo ideal para evitar el mareo es que los niños se duerman durante el viaje, ya que durante el sueño el cerebro desconecta y no se producen.

En caso de mareo en un barco, acude a la cubierta, y en caso del avión, ponte en los asientos cercanos a las alas. En estos lugares, al igual que en los asientos delanteros de los coches, es menos frecuente el mareo. El resto de medidas que te hemos explicado también se aplican para estos vehículos.

¿Existen medicinas para el mareo?

En le caso de que hayas aplicado todos los pasos anteriores y tu hijos sigan mareándose en todos los viajes, puede ser conveniente consultar a tu pediatra por si tu hijo pudiera beneficiarse de un tratamiento farmacológico.

Los más conocidos son los antihistamínicos de primera generación, y de ellos, con el que más experiencia hay es el Dimenhidrinato (seguro que todos conocéis su nombre comercial…), aceptándose su uso por encima de los dos años.

Estas fármacos utilizan su efecto secundario más frecuente: el sueño y con ello disminuir los síntomas de mareo. En el caso de que creas que tu hijo se puede beneficiar de su uso, consulta con tu pediatra para que te aconseje.

Puede que hayas leído por ahí que otro fármaco, la escopolamina, también se emplea para prevenir los mareos por movimiento. Sin embargo, no están autorizados en niños menores de 12 años, así que ni te plantees usarlo en tus hijos.

Por ultimo, habrás escuchado que existen remedios naturales que podrían ser útiles. Por desgracia, estos remedios no son eficaces y no están exentos de efectos secundarios, así que mejor ni pensamos en emplearlos…


Esperamos que estos consejos te hayan sido útiles. Si a pesar de todo tu hijo se sigue mareando en el coche…. ten a mano una bolsa de plástico por si las moscas, y ¡¡buen viaje!!

A modo resumen os dejamos por aquí uno de nuestras infografías con unos #Pediconsejos para que los tengáis en cuenta cuando viajéis con niños en coche.

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#OJOPEQUEALAGUA: prevención de ahogamientos infantiles

Con la llegada del buen tiempo y la temporada estival, miles de piscinas abren sus puertas para que los niños puedan refrescarse y disfrutar de un chapuzón que les haga más entretenidas las vacaciones escolares.

Sin embargo, y a pesar de que todos sabemos que un niño en una piscina (o en la playa, o en el lago, o en un río…) es un peligro, la verdad es que en España la tragedia de varias muertes infantiles por ahogamiento se repite año tras año.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2018 fallecieron en España por esta causa 43 menores de 14 años, la mayoría de ellos con una edad por debajo de los cuatro años de edad (25 de esas 43 muertes). Quizá no te parezca una gran cifra, pero tenéis que saber que en nuestro país ocupa una de las primeras causas de mortalidad infantil, lo que manifiesta la importancia del problema.

«La mayoría de niños que sufren un ahogamiento tiene menos de cinco años»

El siguiente gráfico representa la evolución de las muertes por ahogamiento desde el año 1980 hasta 2018 en la edad infantil en España. Como se puede observar, el panorama ha mejorado mucho pasando de casi 400 casos anuales a los actuales 43, lo que supone una reducción del 91%. Sin duda alguna, esta evolución se debe a las diferentes campañas de prevención de accidentes que se han realizado en nuestro país y aunque esa disminución de casos ha sido un gran logro, todavía queda mucho camino por recorrer hasta el que debería ser objetivo final: ningún niño muerto por ahogamiento.

Defunciones por ahogamiento en edades pediátricas en España. Números absolutos. Periodo 1980-2018. Fuente Instituto Nacional de Estadística.

Desde hace ya unos años, la Asociación Nacional de Seguridad Infantil lanzó una campaña titulada #OJOPEQUEALAGUA con el objetivo de difundir la importancia del problema de las muertes por ahogamiento en la edad infantil y por otro aportar soluciones para aumentar la seguridad en este tema.

¿Y sabéis de quién depende que consigamos que no fallezca ningún niño en la piscina o en la playa…?. De todos nosotros, sus padres, que somos quiénes debemos velar por su seguridad en todo momento. A continuación encontrarás consejos útiles de la mencionada campaña para que las vacaciones de verano no se conviertan en una tragedia completamente prevenible.

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Seguridad en Piscinas

Uno de los datos más importantes respecto a las muertes infantiles por ahogamiento es que éstas se producen en su mayoría en piscinas privadas, lo que pone de manifiesto la importancia de que seáis vosotros los que pongáis a punto las medidas de seguridad oportunas para que no se produzca una situación de riesgo.

Las medidas a adoptar podríamos dividirlas en tres grupos: aquellas a realizar antes de que el niño acuda a la piscina, las que realizaremos mientras estemos en la piscina pero sin bañarnos y las que debemos cumplir durante el baño del niño.

Entre las medidas a realizar antes de que el niño se bañe se encuentras todas aquellas que dan como resultado una piscina más segura:

  • Todas las piscinas deberían incorporar dispositivos que impidan que el niño llegue solo al agua en un descuido. El ejemplo más claro sería una valla que rodea la piscina y que impide que el niño llegue solo al agua. También los cobertores de invierno, ya que los ahogamientos no son exclusivos del verano.
  • En todas las piscinas (publicas o privadas) debería haber un salvavidas, una pértiga y un teléfono que permita ponerse en contacto con los servicios de emergencia lo antes posible.
  • La piscina debe estar en perfecto estado. Se deben revisar drenajes y realizar un mantenimiento periódico que garantice su buen funcionamiento. Los niños deben permanecer alejados de ellos para no acabar atrapados en los mismos.
  • Adultos y niños deberían conocer las secuencias básicas de reanimación cardiopulmonar para que estas sean iniciadas lo antes posible ante un accidente.
  • Es adecuado que los niños reciban clases de natación para que les enseñen a flotar y nadar. Este trabajo debería realizarse antes de la temporada estival.

Mientras permanezcamos en la piscina pero sin bañarnos prestaremos especial atención a los siguientes puntos:

  • Evalua los riesgos constantemente. Observa si tu hijo podría ser capaz de llegar a la piscina en un descuido tuyo.
  • Aleja juguetes y objetos llamativos de la piscina. Los niños podrían querer cogerlos y caerse al agua en un traspiés.

Durante el baño es de vital importancia que pongas en práctica las siguientes actuaciones:

  • Cuando un niño está en el agua debe estar SIEMPRE vigilado por un adulto.
  • Mira a la piscina al menos cada 10 segundos y no te alejes de ella (deberías poder llegar en menos de 20 segundos).
  • Los flotadores y los manguitos pueden ser útiles pero no sustituyen a la supervisión un adultos. Desconfía de ellos.
  • No utilices el movil mientras tus hijos estén en el agua.

Los puntos antes reflejados pueden resumirse en el siguiente decálogo:

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Recordad que los niños más vulnerables en cuanto a los ahogamientos son los menores de 5 años, por lo que es en ellos en quiénes debemos extremar las medidas antes mencionadas.

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Seguridad en playas

Con suerte, muchos de los que nos leéis os escaparéis a la playa estas vacaciones para disfrutar del sol y el buen tiempo. Pero al igual que en las piscinas, en la playa puede ocurrir un ahogamiento. Además, en la playa suele haber mucha gente lo que hace que en un despiste pierdas de vista tu hijo, así que supervisión el 100% del tiempo. Es fundamental que sigas las indicaciones generales de las piscinas y otras más específicas:

  • No permitas NUNCA, NUNCA, NUNCA que los niños vayan solos a las playas. Los niños no son adultos y no valoran el riesgo igual que nosotros.
  • Las playas con servicio de socorrismo son más seguras. Es preferible acudir a una de ellas. Respeta sus indicaciones y banderas.
  • Si los niños no saben nadar, es preferible un chaleco a un flotador. Las colchonetas y otros inflables no aportan más seguridad por el hecho de nadar con ellos.
  • Los socorristas no son niñeras ni las torres de vigilancia guarderías. Respeta sus decisiones, ellos lo hacen por tu seguridad, no para fastidiar.
  • Tirarse desde las rocas de cabeza es peligroso. No se lo enseñes a tus hijos y predica con el ejemplo.
  • Si por desgracia ocurre un accidente, avisa al socorriste o al 112.

Estas recomendaciones están resumidas en este otro decálogo:

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Ojo con las piscinas hinchables y para bebés

Existe la falsa creencia de que en una piscina pequeña, de ésas que se llenan con una manguera y un cubo y se ponen en el suelo, no puede suceder un accidente. Además, está muy popularizado que para que un niño se ahogue necesita que la profundidad del agua sea de al menos 30 centímetros. Es completamente falso.

Bastan 10 centímetros de profundidad para que la nariz y la boca de un bebé queden cubiertas y no pueda respirar. Así que ya sabéis, no pongamos mucha agua para nuestros hijos pequeños y ojo con las piscinas hinchables que no son inofensivas.

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En las piscinas pequeñas también debemos vigilar a los niños.

Esta recomendación es extensible a la pozas que se forman en muchas playas cuando baja la marea. Parecen seguras porque no hay olas y los niños chapotean con gusto, pero eso no quita para que no deban estar supervisados.


A lo mejor después de leer este texto estarás pensando que exageramos. Que la magnitud del problema no es tan grande. Sin embargo, reiteramos que las muertes por ahogamiento en niños son muertes PREVENIBLES. Si ponemos las medidas de seguridad adecuadas podemos conseguir el objetivo de muertes cero por ahogamiento.

Protección solar en niños, ¿cómo lo hago?

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Fuente: Pixabay

Con la llegada del buen tiempo, los padres se empiezan a plantear cómo proteger a sus hijos del sol y las quemaduras. No es raro que en la consulta del pediatra nos hagáis preguntas al respecto: ¿esta crema es buena?, ¿qué factor de protección debo poner a mi hijo?, ¿si estoy a la sombra debo ponerle crema?, ¿y mi bebé de 4 meses…?. A decir verdad, la protección contra el sol se debe realizar a lo largo de todo el año pero, debido a que en verano los niños juegan más tiempo al aire libre y que hay más horas de sol, es en esta época cuando hay que tenerla más en cuenta. En este post encontrarás los consejos necesarios para proteger de manera eficaz a tus hijos de los efectos dañinos del sol.

Efectos de la radiación solar en la piel

Desde hace tiempo se sabe que gracias a la atmósfera y a la capa de ozono, parte de la radiación que emite el sol no llega a la tierra. Sin embargo, una parte de esa radiación, conocida como ultravioleta, sí que es capaz de atravesarla y provocar efectos dañinos en la piel. Esta radiación llega a la tierra durante todo el año pero es en el verano y en días despejados cuando más incide en la piel. Además, la arena de playa o la nieve de la montaña devuelven parte de esa radiación lo que hace más probable que esos efectos dañinos aparezcan si realizas actividades en esos lugares. Las lesiones que es capaz de generar la radiación ultravioleta, tanto en niños como en adultos, son lesiones que se conocen como inmediatas (enrojecimiento de la piel, aumento de la pigmentación y quemaduras), pero también aquellas que aparecen con el paso del tiempo (envejecimiento prematuro de la piel y aumento del riesgo de cáncer de piel). A nivel ocular son capaces de generar cataratas a largo plazo.
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Quemadura solar tras exposición prolongada sin medidas de fotoprotección adecuadas.

¿Y todas las personas son iguales para el sol?

Los efectos de la radiación solar los sufren todas las personas, por ello la protección solar debemos realizarla tanto niños como adultos. Sin embargo, hay una serie de características que dan lugar a que existan personas con mayor riesgo de padecer las lesiones antes mencionadas. Son las siguientes:
  • Aquellos de piel muy clara.
  • Antecedentes familiares de cáncer de piel.
  • Antecedentes de exposición solar prolongada durante los primeros años de vida.
  • Presencia de lunares o pecas por el cuerpo.
Una mención aparte merecen los niños menores de 3 años, ya que son los más sensibles a los efectos dañinos de la luz solar debido a las características especiales de la piel a esta edad. Si además tenemos en cuenta que la mayoría de la exposición solar que recibe una persona ocurre durante la infancia y la adolescencia, parece evidente que la protección solar debe ser una prioridad para prevenir en los niños tanto las quemaduras como el cáncer de piel a lo largo de su vida.

¿En qué consiste la protección solar?

El cuerpo humano dispone de mecanismos para reducir el daño de la exposición a la radiación ultravioleta. Es lo que se conoce como protección solar endógena y depende mucho de la genética de cada persona. Sin embargo, ésta no resulta suficiente por lo que es necesario aplicar una serie de medidas que se conocen como protección exógena. Este último tipo de protección solar es de vital importancia que la conozcáis ya que es la que podemos aplicar a nuestros hijos para protegerlos.
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El gorro de ala ancha es una muy buena medida de protección exógena para disminuir la radiación solar que llega a la piel de los niños.

¿Qué medidas de protección solar puedo poner en marcha?

Entre estas medidas de protección exógena se encuentran todas aquellas acciones encaminadas a reducir la radiación solar que llega a la piel y, por tanto, sus efectos. Las medidas más importantes son:
  • Evitar la exposición al sol en las horas centrales del día, sobre todo entre las 11 y las 16 horas.
  • Evitar exposiciones solares prolongadas.
  • Buscar sombras en las que poder realizar actividades o utilizar sombrillas.
  • Utilizar ropa de manga larga y gorros de ala ancha para cubrir la piel del niño.
  • Emplear gafas con protección solar.
  • Utilizar cremas con filtros solares.
A pesar de que es durante el verano cuando más radiaciones recibimos, estas medidas de fotoprotección deberían realizarse durante todo el año.
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Niña con prendas preparadas adecuadas para que la exposición solar sea menos dañina. El empleo de gafas también es una buena medida.

¿Qué crema debo elegir para proteger la piel de mi hijo?

Seguro que estabas esperando este apartado para conocer qué crema debes comprar para aplicarla a tu hijo. Sin embargo, antes de la crema debes aplicar el resto de medidas que te hemos explicado. De nada sirve untarle de arriba a abajo con crema si luego va a estar 3 horas al sol recibiendo un montón de radiación. Por ello es muy importante que utilices las medidas antes mencionadas de forma conjunta con la crema protectora. La función de estas «cremas filtro» es evitar que la radiación solar llegue a la piel y por tanto reducir el daño que provoca. Para ello, lo que hacen estos fotoprotectores es absorber la radiación, disiparla o repelerla. Serían el último escudo antes de que la radiación golpeara en las células de la piel. El factor de protección (FPS) debe ser de al menos 30 FPS, aunque lo ideal es utilizar el máximo posible (en nuestro país 50+FPS). Esto se debe a que la mayoría de las padres cuando extiende la crema a su hijo lo hace de forma escasa lo que disminuye notablemente la protección de las mismas. Esto se compensa parcialmente aumentando el factor de protección. Las cremas que apliquemos a nuestros hijos deben cumplir además una serie de requisitos como son la resistencia al agua (waterproof), al sudor y al roce. Además, no deben contener irritantes y ser de fácil aplicación. Debemos utilizarlas al menos 15 minutos antes de la exposición solar y aplicarlas de forma «generosa» por lo que ya hemos explicado. Debemos volver a aplicar crema cada 30 minutos si la exposición solar continúa y siempre después del baño.
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En niños es mejor evitar los geles ya que suelen contener alcohol.

¿Y qué pasa con los bebes menores de 6 meses?

Hasta los 6 meses de edad el niño no posee esos mecanismos endógenos de protección contra la radiación solar por lo que es muy importante evitar la exposición directa a la luz del sol lo máximo posible. Además, el empleo de cremas en esta edad está desaconsejado por posibles efectos tóxicos debidos a la mayor absorción de la piel de estados productos en estos niños. De esta forma, lo mejor que puedes hacer en caso de que decidas ir a la playa o de paseo con un niño pequeño es mantenerlo el máximo tiempo posible a la sombra con ropa de manga larga que no le abrigue en exceso.
En resumen, la piel de los niños es más sensible a la exposición solar por lo que debes extremar las medidas de fotoprotección. Estas medidas se centrarán por un lado en que el niño reciba la menor luz solar posible (sombrillas, gorros, ropa…) y por otro, a través de la aplicación de cremas protectoras.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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