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Tengo que admitir que como pediatra una de las revisiones que más me gusta hacer es la de los 6 meses. En la inmensa mayoría de los casos se trata de bebés sanos, preciosos y risueños, que se dejan explorar muy tranquilamente y que casi siempre te regalan una sonrisa al hacerles una pedorreta.
Todo lo contrario suele ocurrir cuando estos angelitos cumplen 12 meses y toca volverles a ver. Donde antes había risas y carantoñas, ahora hay llantos y pataletas, los cuales suelen desaparecer cuando alguno de sus padres les coge en brazos y entonces parece que vuelve la calma.
Algo muy similar nos cuentan las profesoras de las escuelas infantiles, ya que un bebé de muy corta edad (entre los 4 y los 8 meses) suele quedarse con ellas sin mucha queja desde el primer día, mientras que a partir de esa edad dejar a un niño en un entorno que no conoce suele traducirse en un llanto desconsolado.
Pero, ¿qué ocurre en esas pequeñas cabecitas para que casi de un día para otro pasen de tener toda la confianza del mundo hacia un extraño a negarse en redondo a quedarse con alguien al que no están acostumbrados? Hoy os contamos qué es la ansiedad de separación, un hito neurológico muy importante durante la infancia que a muchos padres les trae por la calle de la amargura.
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