¿Tienen los niños empatía?

Niños

Fuente: Pixabay

Vivimos en un mundo en el que cada vez damos más importancia a lo que se conoce como inteligencia emocional, es decir, un conjunto de habilidades que se adquiere desde el nacimiento y lo largo de nuestra vida y que de una manera muy simple se podría definir como la forma en la que una persona reacciona ante diferentes estímulos de su entorno. Este concepto se aleja del concepto clásico de inteligencia en el que se valoran una serie de capacidades como el razonamiento matemático, la visión espacial o la comprensión lingüística, y que se resumían en lo que se conoce como coeficiente intelectual.

Sin embargo, ese concepto clásico de inteligencia no valora aspectos básicos de una persona que pueden ser fundamentales para su día a día, como el autocontrol, la motivación, el manejo de las emociones, la crítica de sí mismo o de su entorno, las capacidades sociales o la empatía. Todas estas habilidades se han enmarcado dentro de la inteligencia emocional, un concepto que se definió por primera vez a principio de los años 90 y que tiene como padres a los psicólogos americanos Peter Salovey y John Mayer y que eclosionó en un libro escrito por Daniel Goleman en el año 1996 que, como no podía ser de otra manera, lleva por nombre Inteligencia Emocional.

Los niños llegan a este mundo siendo seres que no son capaces de valerse por sí mismos y es el desarrollo neuropsicológico lo que les permite alcanzar todo su potencial y ser independientes. La inteligencia emocional y todo lo que ella engloba deben desarrollarse desde la infancia, pero si nos centramos en la empatía… ¿Son capaces los niños de entender las emociones ajenas y ponerse en el lugar de sus compañeros? ¿A partir de que edad aparece esta habilidad? Esperamos con este post resolver estas cuestiones.

¿Qué es la empatía?

La Real Academia Española define empatía cómo el «sentimiento de identificación con algo o alguien», aunque quizá es más comprensible la segunda acepción que nos dan: «capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos».

Esta definición tan académica pone de manifiesto dos cosas muy importantes. Primero, que la empatía requiere que se reconozcan e identifiquen los sentimientos y emociones de otra persona, y segundo, que seamos capaces de compartir dichos sentimientos y emociones, incluso aunque no estemos de acuerdo con la otra persona o aunque esta esté equivocada.

Cómo decíamos a la introducción de este post, la empatía forma parte de las habilidades de la inteligencia emocional, ya que gracias a ella somos capaces de ponernos el lugar de otra persona y nos permite tener relaciones interpersonales más competentes. Las personas llegamos a este mundo con la capacidad de ser empáticos, y son las experiencias del entorno y las diferentes interacciones sociales las que nos permiten desarrollarla, como pasa con cualquier aspecto del neurodesarrollo, como el poder caminar, el lenguaje o la autonomía.

Lo que parece evidente es que no nacemos siendo empáticos, y seguramente tampoco lo seamos durante los primeros años de vida. Esto es fácilmente observable si acudís a un parque infantil y comprobáis lo difícil que es que un niño pequeño comprenda por qué su amiguito llora cuando le quita un juguete. Seguramente el ladrón de juguetes se lo acabe devolviendo porque sus padres se lo han dicho, más que porque sea capaz de reconocer e identificar el sentimiento de tristeza que tiene el otro niño y actúe en consecuencia.

Pero como decíamos, para el desarrollo de la empatía son necesarias todas esas experiencias sociales con las que los niños van teniendo contacto a lo largo de sus primeros años, ya que de otra forma es imposible que un niño acabe desarrollando esa capacidad de reconocer los sentimientos de sus compañeros y compartirlos. Sin embargo, no todo es el entorno y las experiencias, ya que para que la empatía se desarrolle se requiere que los niños hayan superado unos hitos nueropsicológicos que no están presentes al nacimiento.

La Teoría de la Mente

Antes de que un niño desarrolle empatía debe ser capaz de entender que dos personas pueden tener puntos de vista diferentes respecto a un mismo hecho, incluso aunque el otro esté equivocado al evaluar la realidad. Es decir, el niño tiene que ser capaz de reconocer que cada uno de nosotros somos individuos independientes que podemos pensar de forma diferente.

Este párrafo que acabáis de leer resumiría de forma muy general lo que se conoce como Teoría de la Mente, uno de los hitos neuropsicológicos más importantes en el desarrollo infantil. Con un sencillo ejercicio diseñado por Baron-Cohen en 1983 se entiende mejor.

Pensemos que en una habitación hay dos niñas. La primera se llama Sally y tiene una cesta, la segunda se llama Ana y tiene una caja. Resulta que además Sally tiene una canica que para que no se pierda mientras va a dar un paseo la guarda en su cesta. Mientras Sally no está, Ana coge la canica  y se la guarda en su caja. ¿Dónde creéis que buscaría Sally la canica después al volver del paseo?

Seguramente habéis respondió sin dudar que en la cesta, ya que sois capaces de poneros en el lugar de Sally y pensar cómo pensaría ella, ya que Sally no sabe que Ana ha cambiado la canica de sitio. Pues bien, si es así, es que tenéis Teoría de la Mente, es decir, sois capaces de comprender el punto de vista de otras personas, incluso aunque estas estén equivocadas (concepto que en psicología se conoce como falsa creencia).

Sin embargo, los niños pequeños suelen contestar cuando les pasas este test (o cualquier otros similar diseñado para comprobar si tienen Teoría de la Mente) que Sally lo que haría al volver del paseo es buscar en la caja, ya que no son capaces de separar su realidad de la que tiene Sally. Pero tranquilos, que todo en esta vida llega y hacia los 3 o 4 años de edad los niños empiezan a contestar como un adulto a este test y podríamos decir que ya han desarrollado la Teoría de la Mente.

Está claro que para que un niño desarrolle empatía se requieren muchas más cosas además de Teoría de la Mente, pero sin ella resulta imposible que un niño sea empático, ya que no sería capaz de cambiar el punto de vista y ponerse en el lugar del otro.

Si tenéis niños pequeños os animo a hacer este tipo de test a vuestros hijos, ya que resulta muy divertido y conmovedor (sobre todo cuando fallan al decir que la canica de Sally sigue en la cesta).

¿Cuándo desarrollan entonces los niños la empatía?

Si hemos dicho que hasta los 3 o 4 años los niños no tienen Teoría de la Mente, por debajo de esta edad es imposible que los niños sean empáticos. Otra cosa es que sean capaces de actuar respecto a los sentimientos de sus compañeros o familiares, pero seguramente más por una conducta aprendida que les hemos explicado o simplemente por imitación que porque sean capaces de ponerse en el lugar de una persona que está triste o que sufre (hay psicólogos que sí que definen una serie de etapas del desarrollo de la empatía desde el nacimiento, pero la empatía como la entendemos los adultos no esta presente desde que nacemos).

Sin embargo, una vez que un niño tiene Teoría de la Mente tienen las bases que le permiten desarrollar la empatía. De todas formas, no ocurre una cosa inmediatamente a continuación de la otra, ya que una cosa es reconocer lo que siente o conoce otra persona, y otra bien distinta la respuesta afectiva que genera ese reconocimiento en nosotros mismos.

Pero con el tiempo y gracias a las interacciones sociales y con el entorno, el desarrollo nesurpsicológico hará su papel, y nuestro hijos irán adquiriendo la capacidad de ponerse en el lugar del otro y actuar en consecuencia. No es un proceso de un día para otro, ya que incluso hay estudios que han llegado a observar que la empatía puede no estar totalmente establecida hasta los 10 o 12 años.

Mientras esto ocurre, debemos animar a nuestros hijos a que entrenen en los componentes que definen la empatía, como son la escucha activa, la interpretación de las señales no verbales, el autoconocimiento de las emociones, mostrar compresión con los sentimientos de otras personas o ayudándoles en caso de que sea necesario.


En resumen, la empatía es una característica de la inteligencia emocional que se desarrolla con el paso de los años que requiere tanto de hitos neuropsicológicos (como la Teoría se la Mente), como de las experiencias vitales de nuestro día a día. En este sentido, los niños no necesita siendo empáticos, pero sí con la capacidad de llegar a serlo. Está en nuestra mano aportar a nuestros hijos esas experiencias que les permitan recorrer ese camino.

Libros

Para los que no lo sepáis estamos de lanzamiento, ya que el 19 de enero de 2022 salieron a la venta dos libritos en cartón con texto rimado para que los niños aprendan a lavarse las manos y lavarse los dientes. los tenéis disponibles en librerías y plataformas on-line:

Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:

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