La infección por citomegalovirus es de esas infecciones que mucha gente desconoce, pero que los pediatras siempre la tenemos en mente, de hecho, es una de las causas de la conocida enfermedad del beso, tan frecuente durante la adolescencia.
Muchas veces nos habéis preguntado en redes sociales qué es este virus y qué se puede hacer para prevenirlo, ya que a muchos os suena que puede tener graves consecuencias en el caso de que sea una mamá embarazada la que se contagie de él. Así que hemos decidido escribir este post con el que esperamos que se vean resueltas todas estas dudas, y de forma sencilla y práctica recojáis toda la información que necesitáis en relación a este tema, que a nuestro parecer, es tan interesante.
¿Qué es el Citomegalovirus?
El citomegalovirus (CMV) es un virus de la familia Herpesvirus, en la que también figuran otros virus ilustres como el virus de la varicela, el herpes simple o el virus de Epstein-Barr, que junto al propio CMV es la causa de la enfermedad del beso. Se trata de infecciones muy frecuentes, exclusivas de la especie humana, y frente a las cuáles la gran mayoría de la población adulta está inmunizada.
De hecho, si nos centramos en el CMV, se estima que el 40% de los adolescentes de países desarrollados están inmunizados frente a él y que este porcentaje de inmunidad aumenta con la edad hasta cifras de 60-90% de población adulta, lo que pone de manifiesto que en muchas ocasiones nos contagimos de él durante la infancia.
¿Cómo se transmite el citomegalovirus?
El CMV se transmite de persona a persona a través del contacto con secreciones de una persona infectada: orina, saliva, secreciones nasales, leche materna, sangre o incluso a través de fluidos genitales, como el cervicovaginal en mujeres o el semen de los varones. Además, es un virus que atraviesa la placenta, lo que puede dar a lugar a que el feto se contagie durante el embarazo o en el mismo momento del parto, lo que se conoce como infección de transmisión vertical madre-hijo.
¿Cuáles son los síntomas y tratamiento de esta infección?
La mayoría de las infecciones por CMV son asintomáticas, sobre todo cuanto más pequeño es el niño. Solo el 10% de los niños que se contagian van a presentar síntomas, lo que dificulta mucho el diagnóstico y hace muy difícil saber qué niño es capaz de contagiar (sí, los asintomáticos también pueden contagiar). Dependiendo del grupo de edad, los síntomas y necesidad de tratamiento son diferentes. Vamos a verlo:
- Entre los niños y adolescentes, el síndrome mononucleósido (también conocida por mononucleosis o enfermedad del beso) es la forma de expresión más habitual de los síntomas, el cual suele cursar con fiebre, cansancio, dolor de garganta, dolor abdominal, diarrea, dolores articulares… y por tanto, indistinguible de cualquier otro cuadro viral. En algunas ocasiones, además puede producir una inflamación del hígado conocida como hepatitis, que suele ser leve y autolimitada en la mayoría de las ocasiones. Todos estos síntomas se suelen resolver en un periodo corto de tiempo sin necesidad de tratamiento y sin secuela alguna, aunque una vez resueltos, la persona que los ha padecido puede transmitir la infección durante semanas e incluso meses después de ese periodo agudo de síntomas. Tanto los niños en edad preescolar como en los adolescentes son en quien más vemos esta infección, sobre todo por sus prácticas higiénicas: los niños pequeños tienden a compartirlo todo, incluidos babas, mocos, chupetes y juguetes, y en el caso de los adolescentes por sus muy cercanos contactos sociales (besos y demás…).
- Cuando una madre embarazada se contagia de CMV puede dar lugar a lo que se conoce como infección congénita por CMV, es decir, que la madre transmita el virus durante el embarazo al futuro bebé. Esto ocurre con una frecuencia variable, entre un 0.5 a 2% de los embarazos, siendo la infección congénita más frecuente de entre todos los recién nacidos. La mayor parte de los bebés que se contagian durante el embarazo de CMV no van a sufrir síntomas, aunque sí que hay un pequeño porcentaje que puede tener secuelas a largo plazo, como, por ejemplo, sordera, ceguera o retraso mental en edades posteriores. En el caso de que se detecte una infección por CMV que genere síntomas al feto en el útero, se requiere de tratamiento antiviral durante largo tiempo para evitar secuelas.
- La mayoría de los recién nacidos que se contagian durante el embarazo o en el momento del parto no van a tener síntomas, mientras que un 10% de ellos presentarán síntomas que requieren el uso de antivirales para evitar las secuelas a largo plazo. Algunos de los bebés que inicialmente no tenían síntomas podrían también presentar secuelas, siendo la más frecuente la sordera. Por otro lado, los recién nacidos prematuros y de bajo peso son más propensos a padecer una infección por CMV más grave.
- Por último, en el caso de niños y adultos con inmunosupresión, bien sea por enfermedades o porque reciben tratamientos que generen menos capacidad de reacción frente a infecciones, podrían padecer también una forma grave de infección por CMV.
¿Cuáles son las medidas de prevención frente a la infección por CMV?
Y aquí llega la parte que para nosotros es más importante.
Como hemos dicho, la mayoría de la población adulta está inmunizada frente al CMV debido a que tiene contacto con este virus a lo largo de su vida, principalmente durante la infancia. Además, debido a que la forma de transmisión del CMV es por contacto directo a través de fluidos (saliva, orina, heces, sangre etc.), un niño que tiene fiebre, mocos, diarrea, dolor de garganta, vamos, los síntomas típicos de una infección vírica de tipo banal como las que presentan habitualmente, puede ser un potencial contagiador de CMV a sus compañeros y convivientes, incluidas sus mamás o profesoras embarazadas.
Seguro que ya lo habéis pensado, pero la forma de prevención más importante frente a la infección por CMV es a través de la higiene de manos tras contacto con fluidos (lavarse bien las manos tras cambio de pañales), evitando compartir cubiertos y acciones tan frecuentes como probar si la leche de un biberón está caliente con los labios, limpiando los mocos sin lavarse las manos después, chupando la cuchara del puré del bebé o limpiando a lametazos un chupete. Se ha demostrado que si se extreman estas medidas de higiene la probabilidad de contagio es muy baja. Por supuesto, durante el periodo agudo de la enfermedad, los niños que la padecen no deben acudir al colegio o la escuela, sin embargo, esta infección no tiene un periodo de exclusión escolar definido, ya que, como se ha comentado, pueden seguir contagiando durante meses tras el periodo agudo de la enfermedad.
Las medidas de prevención que hemos comentado son de extremada importancia en las personas más vulnerables frente a esta infección, como son las embarazadas no inmunizadas frente a CMV, los recién nacidos y los inmunodeprimidos, ya que en su caso sí que podría tener graves consecuencias. En este sentido, en el año 2019 se actualizó la Ley de Prevención de Riesgos Laborales incluyendo esta enfermedad por riesgo de afectación al feto durante el embarazo, de manera que se recomienda la baja laboral o adaptación del puesto de trabajo en las trabajadoras embarazadas no inmunizadas frente a CMV que trabajen con niños menores de 3 años en escuelas infantiles y centros sanitarios y trabajadoras en centros de microbiología y laboratorios o con pacientes transplantados.
En resumen, la infección por CMV es uno de esos sospechosos habituales a los que nos enfrentamos los pediatras, tanto en nuestras consultas de atención primaria, como en las urgencias hospitalarias o en las plantas de neonatología. En la mayoría de los casos dará lugar a una infección banal indistinguible de otros virus típico de la infancia, pero dado que sus posibles consecuencias pueden ser graves durante el embarazo o en pacientes con inmunodepresión, debemos extremar las medidas de higiene (lavado de manos) para evitar contagios no deseados.
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