¿Qué es la dislexia?

Niño leyendo

Fuente: Pixabay

La dislexia es un trastorno que a mucha gente le suena, pero que la mayoría desconoce en qué consiste realmente. Que si los disléxicos alteran el orden de las letras, que si no saben diferenciar derecha de izquierda, que si eres disléxico es porque eres muy inteligente… Sin embargo, la dislexia es un trastorno de la lectoescritura muy complejo en el que el cerebro no es capaz de pasar del lenguaje escrito al oral y viceversa con normalidad. Las estadísticas apuntan a que una de cada diez personas la sufre, con todas las implicaciones que puede generar, como, por ejemplo, bajo rendimiento escolar, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de ellas no son diagnosticadas.

En el post de hoy te explicamos de forma sencilla en qué consiste la dislexia, cuales son sus síntomas principales y a quién debes pedir ayuda si crees que tú o tu hijo puede que sufráis dislexia.

El lenguaje oral y el lenguaje escrito

Si estás leyendo este texto es que porque cuando eras pequeño tu cerebro hizo el aprendizaje de dos tipos de lenguaje, primero el oral y luego el escrito, siendo capaz de pasar de uno a otro sin mayor esfuerzo.

Desde que nacemos estamos en constante contacto con el lenguaje oral, ya que todas las personas que rodean a un niño pequeño lo emplean y, muy poco a poco, el cerebro de ese niño lo va aprendiendo de forma natural. Es un proceso muy complejo en le que intervienen muchas áreas del cerebro y en el que no queremos profundizar para no hacer esto muy tedioso, pero sí que es importante que conozcáis que la unidad mínima del lenguaje oral son los fonemas, es decir, los diferentes sonidos que somos capaces de emitir y que por sí solos carecen de significado. Al juntar estos fonemas obtenemos sílabas, palabras, frases, pero ahora con un significado concreto.

A medida que un niño crece y tras una primera etapa en la que solo escucha, empieza a juntar esos sonidos (los fonemas) que ha ido aprendiendo hasta que es capaz de comunicarse con el lenguaje oral. Como os podéis imaginar es un proceso lento y progresivo, ya que nadie esperaría que un niño pequeño fuera capaz de hablar de forma fluida y con un gran vocabulario cuando es pequeño. Pero con el tiempo, llegará un momento en el que el lenguaje oral de ese niño esté completamente establecido, hacia los 5 o 6 años de vida.

Quien no sabe mucho del tema podría pensar que el lenguaje escrito es una evolución del lenguaje oral, es decir, simplemente pasar a papel los sonidos que emitimos. Sin embargo, el lenguaje escrito es un código de comunicación diferente al oral, aunque compartan entre ellos muchas cualidades. De hecho, el lenguaje oral es algo que se aprende de forma innata, mientras que el lenguaje escrito es un código que los humanos nos hemos inventado para dejar por escrito aquello que queremos comunicar y que adquirimos tras un proceso de aprendizaje en el que alguien nos enseña a leer y escribir.

Al igual que en el lenguaje oral los fonemas son su unidad mínima, en el lenguaje escrito la unidad mínima de ese código son los grafemas, que de forma muy burda podríamos decir que son las letras puestas por escrito. Al juntar estos grafemas obtenemos de nuevo sílabas, palabras y frases con significado. Sin embargo, no siempre hay una equivalencia lógica entre grafemas y fonemas, es decir, no siempre lo que está escrito se transforma de forma literal en sonido. Esto es así porque el lenguaje escrito y el oral utilizan diferentes códigos, aunque su objetivo sea el mismo: la comunicación.

Aunque se puede aprender a escribir y a leer antes de que el lenguaje oral esté completamente establecido, lo que resulta imposible es enseñar el lenguaje escrito a un niño que todavía no tiene un mínimo de aprendizaje de lenguaje oral. De hecho, hay muchas escuelas de enseñanza de la lecto-escritura que abogan por esperar hasta los 6 o 7 años para comenzar con este proceso, justo cuando se supone que el lenguaje oral de los niños ya está establecido.

La decodificación

Como decíamos, el lenguaje oral y el lenguaje escrito son códigos diferentes que comparten un mismo propósito: la comunicación. Y aunque entre ellos existan muchas similitudes, cuando leemos o escribimos nuestro cerebro debe hacer un proceso complejísimo en el que decodifica un lenguaje para transformarlo en el otro. Para ello, aunque sea sin darnos cuenta, lo que hacemos es triturar esas sílabas, palabras y frases que escuchamos para dejarlas solo en forma de fonemas, y es entonces cuando los transformamos en grafemas para volver a construir sílabas, palabras y frases pero ahora por escrito.

En una persona que sabe leer y escribir con normalidad, ese proceso de decodificación lo hace nuestro cerebro de forma automática sin que nos demos cuenta. Es decir no tenemos que pensar, por ejemplo, como suena la letra /p/ o la letra /k/ al leerla en un papel para poder pronunciarla, ya que nuestro cerebro es capaz de hacer ese proceso de forma rapidísima y de una forma muy eficiente. Por supuesto, el mismo proceso pero a la inversa lo hacemos de forma natural, cuando transformamos el sonido del lenguaje oral (otra vez, los fonemas) en trazos sobre un papel (los grafemas) por ejemplo con un dictado.

Pero claro, si eres una persona sin dislexia, todo esto que has leído hasta ahora te resultará muy lógico y no te puede caber en la cabeza que haya personas que no sean capaces de hacer ese cambio con facilidad, esa decodificación entre lenguaje oral y escrito, entre fonemas y grafemas, de forma fluida,  ya que para ti es algo que haces sin dificultad y sin ni si quiera tener que pensarlo. Sin embargo, las personas disléxicas no son capaces de hacer esa decodificación de forma adecuada, lo que a la postre se traduce en los síntomas típicos de la dislexia que veremos más adelante.

¿Por qué se produce la dislexia?

Decimos que una persona, o un niño, tiene dislexia cuando presenta dificultades para la lectoescritura. Es decir, son personas que cuando las pones a leer o a escribir lo hacen con una habilidad por debajo de lo que se esperaría para su edad, su desarrollo intelectual y su entorno social. Para poder llegar a este diagnóstico se deben cumplir una serie de requisitos, como que el sujeto en cuestión tenga un nivel de inteligencia normal, que tenga bien establecido el lenguaje oral y que al pasarle unos test específicos para dislexia nos dé como resultado que presenta una puntuación baja tanto en precisión como en comprensión de la lectoescritura.

Como anticipábamos en el apartado anterior, una persona que sufre dislexia no es capaz de realizar esa descodificación entre el lenguaje oral y el escrito de forma tan eficiente como una persona sin dislexia, lo que a la postre se traduce en que se maneje de forma deficiente en lenguaje escrito, con mayor o menor gravedad, ya que hay personas con dislexias muy graves que no son capaces de aprender a leer y escribir, mientras que otras con dislexias más leves son capaces de adaptarse al lenguaje escrito con cierta normalidad.

Aunque existen teorías farragosas que tratan de dar explicación a por qué se produce la dislexia, la verdad es que no existe una causa identificable a la que podamos achacar el porqué se produce, cosa que es muy frecuente en todos los trastornos del aprendizaje y del neurodesarrollo, en los que en muchas ocasiones no somos capaces de decir esto esta producido por esto otro. Lo que sí hay que saber es que se nace con dislexia, es decir, es un trastorno que ya estaba ahí al nacimiento y que se pone de manifiesto al iniciar el proceso de aprendizaje del lenguaje escrito.

Sin embargo, lo que sí que se ha puesto de manifiesto es que la dislexia debe tener una base genética, ya que entre el 25 y el 65% de las personas que la sufre tienen un progenitor al que le pasaba lo mismo. Y como decíamos al inicio de este post, la incidencia de la dislexia en la población general es muy alta, entre un 5 y 20% de los niños en edad escolar. Además, debido a que en la dislexia existe un trastorno en el que hay muchas áreas cerebrales implicadas, no es de extrañar que se acompañe de otros trastornos del aprendizaje, como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad.

Debido a las dificultades que produce la dislexia en el lenguaje escrito, y dado que nuestra cultura utiliza este lenguaje para la transmisión y aprendizaje de conocimientos, no es de extrañar que los niños que la sufran tengan un bajo rendimiento en el colegio, llegando incluso al fracaso escolar.

Aunque hablaremos de ello un poco más adelante, una de las cosas que debemos entender es que estos niños no es que no sean capaces de aprenderse las reglas de ortografía o que lean mal en voz alta porque son unos vagos a los que no les gusta leer; si comenten esos errores es porque su cerebro no les permite hacer ese cambio entre lenguaje oral y escrito como lo hacen las personas que no sufren dislexia y, por supuesto, no les sangran los ojos cuando cuando se dan cuenta (sí es que llegan a identificar el error) al ver escrito en un texto ‘a corrido’ sin h, la palabra ‘garage’ con la tercera sílaba escrita con g o ‘leche de baca’ con b en vez de con v.

Síntomas típicos de las personas con dislexia

Uno de los motivos por los que nos hemos decidido a escribir este post es porque la dislexia sigue siendo una gran desconocida entre muchas familias. Por ello, conocer cuáles son los síntomas típicos de la dislexia es muy importante a la hora de identificar a un niño que puede que la sufra y pedir ayuda al profesional adecuado.

Cuando el niño está aprendiendo a leer y escribir, la dislexia se manifiesta con errores frecuentes al asignar sonidos a letras (nuestros queridos fonemas y grafemas) de tal forma que, por ejemplo, pronuncien /p/ en vez de /b/ o /g/ en vez de /j/. Además, les resulta difícil pronunciar un trabalenguas o deletrear palabras que no conocen. En esta etapa, dado que los textos suelen ser cortos y sencillos, la comprensión de lo que leen o escriben no se ve afectada.

Más tarde, una vez que el lenguaje escrito está aprendido, las personas con dislexia suelen presentar una lectura lenta, sobre todo en voz alta, en donde suelen tener poca entonación, como si un robot estuviera leyendo. Además, suele aparecer un déficit en la comprensión de textos largos y complejos, ya que, por decirlo de alguna forma, el cerebro trata de concentrar sus esfuerzos en decodificar el mensaje escrito sin que se llegue a enterarse bien de lo que lee. Por otro lado, suelen cometer muchísimos errores ortográficos de manera incorregible por mucho que se les insista en que se aprendan las reglas de ortografía.

Finalmente, cuando una persona es adulta, la dislexia se manifiesta porque siguen cometiendo muchas faltas de ortografía y presentan una pobre agilidad lectora.

Como os podéis imaginar, ante tales expectativas en el manejo de un tipo de leguaje que utilizamos los humanos prácticamente para todo, no es raro que los niños que están en etapa escolar acaben fracasando, que tengan baja autoestima o que no les apetezca lo más mínimo coger un libro para leer simplemente por ocio.

Por fortuna, el cerebro, sobre todo en las primeras etapas de la vida, es muy plástico, y muchas personas con dislexia son capaces de adaptar su déficit para adquirir unos niveles de lectoescritura adecuados que les permitan llevar una vida prácticamente normal, siempre  con la ayuda adecuada. Por desgracia, en el caso de las dislexias más graves, esa compensación a veces no se produce, lo que lleva al niño a que la dislexia afecte realmente a su día a día.

A quién pedir ayuda

Como en todos los trastornos del aprendizaje, los profesionales que más pueden ayudar a una persona con dislexia, tanto para su diagnóstico como para establecer los apoyos que se necesiten para intentar normalizar el déficit que presentan, son aquellos que se dedican al aprendizaje, es decir, los pedagogos, los psicólogos o los logopedas. Son ellos los que han estudiado y conocen las herramientas para poder diagnosticar una dislexia además de estar entrenados en evaluar la profundidad del déficit y establecer unas tareas para poder compensarlo.

Quizá algunos estabais pensando en el pediatra, o incluso en el neuropediatra, pero nada más lejos de la realidad. En todo caso, nuestra labor pasa por identificar qué niños puede que tengan dislexia y remitirlos al profesional adecuado. En cuanto a los neuropediatras, a pesar de ser uno de los especialistas en neurología infantil, su papel en estos casos (enfocado como niños con déficit de aprendizaje) es descartar ciertas patologías que podrían dar también una alteración en la lectoescritura, pero el trabajo de verdad a la hora de identificar a un niño con dislexia recae sobre otros profesionales.

Quien más conoce a un niño durante su etapa escolar es su tutor. Por ello, en el caso de que os llame la atención el rendimiento de vuestro hijo en cuanto a la lecto-escritura, lo mejor es que habléis con él o con ella para que os diga si cree que esos errores que comete vuestro hijo son normales dentro del proceso de aprendizaje del lenguaje escrito o si se salen de lo habitual. Si es el segundo caso, debería ser evaluado por el equipo psicopedagógico del colegio.

Por último, no queríamos acabar este post sin mencionar una de las herramientas más valiosas que se han creado en los últimos años para evaluar y mejorar las habilidades relacionadas con la lectoescritura: Dytective de Change Dislexia. No dejéis de visitarla.


En resumen, la dislexia es un trastorno en el que la decodificación entre lenguaje oral y escrito está alterada, lo que deriva en una menor habilidad para la lecto-escritura y que se traduce en faltas de ortografía frecuentes y una menor capacidad lectora. Dadas las implicaciones que tiene el lenguaje escrito, es muy importante detectar qué niños puede que la sufran para que sean evaluados por los profesionales adecuados, que serán los que establezcan un diagnóstico y planteen los apoyos necesarios para superar o adaptar la dislexia.

Otros recursos

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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