Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
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Regálate un ‘momento Stefan Zweig’

La magia de la literatura no sólo dormita entre líneas, también se agazapa entre anaqueles. Al menos esa es la conclusión a la que he llegado mientras echaba el cierre regino, después de que la Providencia Librera me regalara otro de esos impagables ‘momentos Zweig’ que tanto me revitalizan la bibliofilia y el pelucón, de esos que bien merecen el mítico ‘cigarrito de después’…

…Veréis, estaba yo a primera hora de la tarde reorganizando los encargos de mis regianexlibrislandianos asiduos cuando una mujer se adentró en mis confines y, sin titubeos, se dirigió a mi:

 

– Clienta: Hola, ¿qué tal?- Regina: Bien, gracias, ¿y usted?

– C.: Ahí vamos. Necesito su ayuda.

– R.: ¡Dígame!

– C.: Necesito un libro especial para una amiga que ha de cumplir, además, más requisitos: tiene que ser breve e intenso, como el que dice, ha de ser buena literatura y ha de estar protagonizado por mujeres con carácter, apasionadas o, ¿cómo decirle? con algo, ¿entiende? ¡Pero nada rosa, por Dios!

– R.: Mmmm

– C.: Siempre la regalo libros, y resulta que ya se me agotaron los recursos: ¡estoy seca, secaaa! Y se lo tengo que dar esta noche.

– R.: Veamos… Así a bote pronto le sugeriría El festín de Babette, de Isak Dinesen o incluso Memorias de África, de la misma autora. También le diría que El Bosque de la noche, de Djuna Barnes o incluso Las horas, de Michael Cunningham. Y puede que hasta Falsa identidad, de Sarah Waters

– C.: ¡Vaya! Al menos me da opciones… ¿podría verlos?

– R.: ¡Claro! ¡Ah, y si no también podría optar por cualquier cosa de Stefan Zweig! ¿Lo conoce?

– C.: Pues no, la verdad, es que ni me suena…

– R.: Pues Carta de una desconocida o 24 horas en la vida de una mujer quizá sí le suenen, porque hicieron películas

– C.: Uy, pues puede que de oídas… ¿Los tiene?

 

Total, que la buena señora se deslizó hacia un rincón de reginaexlibrislandia con la montonera de libros dispuesta a hojearlos y quedarse con uno para su amiga, y yo seguí a mis quehaceres libreros, aderezándolos con generosas dosis de café intravenoso.

Tan metida estaba yo en mis papelotes que la imagen de la mujer se me desdibujó del pelucón, y por eso cuando reapareció ante mí un rato después aferrada a un librito negro y con los ojos vidriosos casi me deja seca del susto.

 

– R.: ¡AAAAAYYY, DIOSSSSSSSSSS!- C.: Uy, perdón… ¿la asusté?

– R.: Mmm, no importa, estaba tan a lo mío que ni la sentí venir

– C.: Verá, me llevo Carta de una desconocida

– R.: ¿Cómo dice?

– C.: Sí, para mi amiga. Es que me puse, me puse, me puse… ¡y me lo leí entero! Es UNA MARAVILLA. Es tan intenso, emotivo, turbio… uffff

– R.: Ja, ja, ja, ¡no le falta razón!

– C.: Ahora quiero dos, uno para mi amiga y otro para mi

 

Y se fue con los dos ejemplares de Carta de una desconocida, del grandísimo Stefan Zweig que, como sabéis, es el santo patrón de reginaexlibrislandia.

 

Y, como os decía, yo eché el cierre a la librería silueteándome mentalmente la imagen de la señora absorta en el ejemplar de Zweig, atrincherada entre mis anaqueles y rendida a una magia, la de la literatura, que rebosa esas escasa 70 páginas y envuelve mis confines reginos…

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿empezásteis algún libro en una librería y no salisteis de ella sin él o, al menos, sin habérosolo terminado? ¿Qué títulos le hubiérais sugerido vosotros? ¿Cuál es vuestro libro favorito de Stefan Zweig? ¿Cómo llegasteis a él?

NOTA DE REGINA: Dotada de una exquista sencillez, Carta de una desconocida es una de esas minúsculas novelas que horadan una profunda huella en el ánimo. En ella, Stefan Zweig, da voz a una mujer que, tras consagrar toda su existencia a un hombre para quien ella sólo existió difuminada en tres encuentros fugaces, le escribe una carta póstuma que arrancará su recuerdo del olvido al que él la relegó. Una pequeña gran obra de arte de una intensidad tan magnética como deliciosa.

Y como colofón imágenes de la estupenda adaptación homónima que Max Ophüls rodara en 1948 con Joan Fontaine y Louis Jourda en el reparto:

 

¿Biografías? No, gracias… Al personaje llego por su obra.

El maldito cambio climático me está afectando casi tanto como a la Madre Natura, queridos.

Si, estos vaivenes térmicos que nos azotan me hacen sentir tan espiritualmente incómoda como un cocktail mal agitado, lo que me empuja a ir de una punta a otra de reginaexlibrislandia con una cadencia frenética, como si me deslizara sobre raíles.

Hoy en pleno ataque me detuve en seco frente a las baldas de biografías. Necesitaba una víctima y me topé con ella, y cuando quise darme cuenta era demasiado tarde: oleadas de rabia al rojo vivo me ascendían desde los intestinos hasta el paladar, donde rompían contra mis dientes para reventar en palabras:

– Que alguien sea un ángel y me diga por qué existen las biografías. ¿Por qué? ¿Para qué? Dadme autobiografías o memorias, pero quitadme de la vista esos relatos contados por chismosos con delirios intelectualoides. Me repatean, me enferman, hieren mi sensibilidad regia, cielos, especialmente los ‘no autorizados’. Visualizo al investigador acartonado y voraz, hurgando sin pudor en la vida de su objeto de estudio, revisando cartas, papeles, detalles, objetos… y se me llevan los demonios. Es una descortesía atroz, una indiscreción del tamaño de mi pelucón y a mi, curiosa insaciable, me molesta, me molesta, ¡ME MOLESTAAA! Si quieres saber la vida de Rimbaud, cielo, léete toda su obra y decodifícalo entre líneas, sigue su rastro histórico y contextualízalo tu mismo, llega al hombre a través de la obra, pero sin intermediarios

Nadie en reginaexlibrislandia osó tocarme la retahíla, así que vacié mi cargador retórico del tirón. La verdad es que me quedé como nueva, queridos, embargada por una placidez celestial, en total armonía con el universo. Fue cuando me atusaba el pelucón cuando una frase me quebró el recién estrenado karma:

– Pues yo si leo biografías. El secreto está en ver quién las ha escrito y saber tú cómo interpretarlas… Te ahorra tiempo, y es un bien escaso.

Era un cliente que, para mi vergüenza, presenció mi ataque de incontinencia verbal transitoria y tuvo a bien empujarme muy sutil y educadamente a una nueva reflexión sobre un temita en el que, quizá, debo virar un poco más al gris…

 

Y vosotros, queridos, ¿leéis biografías? Si es así, ¿por qué lo hacéis? ¿qué opináis del género?