Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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‘A 84 Charing Cross Road, por favor’

Hay libros y LIBROS, y la norteamericana Helene Hanff firmó uno de éstos últimos cuando editó la correspondencia que mantuvo durante dos décadas con los empleados de una librería de viejo londinense.

Así nació 84 Charing Cross Road, uno de los libros de cabecera de todo bibliófilo de corazón que, además de ir de mano en mano, de tener adaptaciones cinematográficas, televisivas, como musical en Broadway y hasta videojuego, hoy un reginaexlibrislandiano asiduo me pidió en mi librería para hacer un regalo especial.

Y sin quererlo eso dio pie a que la novelita llegara a una tercera persona que se paseaba por entre mis baldas sin saber que lo que realmente había venido a buscar era un ejemplar, el que sin duda la Providencia Librera le tenía reservado, de 84 Charing Cross Road:

– Cliente: ¡Hola, Regina! ¿Qué tal?- Regina: Aquí, con la Navidad al acecho…

– C.: Sí, este año tampoco nos libramos

– R.: Tendremos que llevarlo con dignidad, me temo. ¿Buscas algo?

– C.: Pues mira, sí. Quiero 84 Charing Cross Road, pero imagino que no tendrás ejemplares aquí.

– R.: Me subestimas. De según qué libros siempre tengo ejemplares en mi recámara

– C.: ¡No me digas! Yo ya contaba con encargártelo…

– R.: Aquí lo tienes, y aún me quedan dos más.

– C.: La quiero para alguien especial, ¿sabes? Alguien que adora los libros y las librerías.

– R.: Es una maravilla… la historia, los personajes, los diálogos, ¡todo!

– C.: ¡Y encima real! ¿Viste la película con la misma de Mr. Robinson?

– R.: Sí, con Anne Bancroft y Anthony Hopkins. Otra joya, la película.

– C.: Pues nada, me lo llevo. ¡Gracias, Regina!

Y se fue, y yo me quedé con la mirada clavada en la portada de uno de los dos ejemplares del libro que aún tenía en mi poder, recordando el subidón bibliófilo que supuso para mi su lectura en su día, cuando una voz de mujer me sacó de mis cavilaciones helenehanffianas:

– Cliente2: Estooo, disculpe- Regina: ¿Si? Ah, hola, ¿dígame?

– C2: No pude evitar oír su conversación con el señor que se acaba de ir… y, bueno, me preguntaba sobre el libro del que hablaban, el que se llevó

– R.: ¿84 Charing Cross Road, de Helene Hanff?

– C2: Sí, sí, ese mismo. ¿Es realmente tan bueno?

– R.: Para mi es de lo mejorcito que hay, uno de esos libros que te reconcilian con el universo

– C2: ¿Y de qué va?

– R.: La novela epistolar de Helene Hanff, que lleva circulando de mano en mano desde hace casi cuatro décadas, recoge la correspondencia que durante veinte años mantuvieron una extravagante, irónica y brillante guionista norteamericana y los libreros de una librería de viejo londinense al término de la II Guerra Mundial. La insaciable sed de ella por hacerse con los libros más imposibles y el empeño de ellos, especialmente de Frank Doel, por conseguírselos, da pie, con los años, a una intimidad cargada de ternura e ironías proyectadas sobre el fondo de una misma pasión: los libros y las librerías.

– C2: Suena bien, sí señor, pero que muy bien

– R.: Además tiene una carga de ironía y humor que no te borra la sonrisa de la cara prácticamente de principio a fin, aunque tiene su parte dura también. ¡El justo equilibrio!

– C2: Definitivamente me la quiero leer. ¿Tiene otro ejemplar?

– R.: Sí, aquí mismo. ¡Que la disfrute!

Y ella también abandonó mis confines con su 84 Charing Cross Road bajo el brazo, y me dejó a mi sola con el último ejemplar de mi reserva y una sonrisa escandalosa plantada en la cara pensando en el bombazo literario que tienen entre manos ahora mismo esos dos inocentes destinatarios de mis ejemplares… ¡Así da gusto echar el cierre, queridos!

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis 84 Charing Cross Road? ¿Conocíais a su autora, Helene Hanff? ¿Habíais oído hablar de la novela? ¿Y de sus adaptaciones varias?

Como colofón el trailer a la película homónima rodada en 1987 y protagonizada, como dije, por Anne Bancroft y Anthony Hopkins:

‘Que no, que no vendo libros de saldo

Se acabó eso de quedar hecha un amasijo lloroso con pelucón cada vez que alguien me masacra la moral con malos modos y peores intenciones en mis mismísimos confines.

Si, queridos, estaba tan firmemente decidida a que no se repitiera mi momento-Cornelia Funke que hoy empecé a canalizar toda esa impotencia con una terapia de choque.

Regina, cielo, me dije… a cada situación non-grata responderás con alguna cita literaria de cabeza que la ilustre o condense. Será una suerte de catarsis regia, una manera de soltar a la bestia espectral que te acaban de dejar suelta en las entrañas. O eso o a este paso la úlcera duodenal va a engullírsete hasta el pelucón, divina.

Pues me faltó tiempo para probar su efectividad. Apenas estaba ultimando sus especificaciones cuando entró una mujer en la librería:

– Clienta: Hola. ¿Tiene libros en oferta?- Regina: Pues no, señora, no tengo.

– C.: ¿Y descuentos?

– R.: Salvo ocasiones excepcionales me temo que no.

– C.: ¿Y si quiero un libro que está defectuoso?

– R.: Si encuentra uno que se me ha colado con algún error de imprenta o en malas condiciones no se lo puedo vender.

– C.: ¿Y si yo lo quiero a pesar de todo?

– R.: Puede llevárselo si insiste, pero no le rebajaría el precio.

– C.: ¡Eso sería un timo! ¿Cómo me voy a llevar un libro defectuoso por su precio normal?

– R.: Ya le digo que yo, de primeras, no se lo vendería. Si usted insiste mucho y no le importa… eso me temo que es cosa suya, señora.

– C.: Vamos que no tiene ofertas ni nada.

– R.: No, señora, no tengo.

– C.: Pues vaya una librería. Debería tenerlos.

No fue lo que dijo, sino el tono: me sentó como si me hubiera rociado los ojos con la laca que uso para almidonarme el pelucón.

Dudé si explicarle o no a la buena señora que existen librerías de viejo donde comprar ejemplares usados, y otras grandes superficies en las que efectivamente rebajan el precio de determinados libros porque de alguna forma les compensa.

Pero a la gran mayoría del resto de mortales libreros no nos sale a cuenta vender un ejemplar más barato porque esté dañado o con algún defecto de imprenta.

¿Por qué? Pues porque en ese caso se lo devuelvo a la editorial y me dan otro ejemplar, que yo venderé al precio de venta al público y me haré con ese mínimo margen por unidad con el que doy esquinazo a trompicones a los números rojos en mi cuenta de resultados.

Pero si rebajo el precio del libro resulta que pierdo dinero, queridos, porque al editor se lo pago a un precio X y luego el cliente se lo lleva por un -X, con lo que ese me lo trago yo tal cual: dobladito. Y eso no, queridos, eso no.

Lo que si hago a veces si el cliente necesita ese libro (para un examen, para un regalo, porque el ansia voraz por leerlo le supera) es permitir que se lleve el ejemplar mellado al precio habitual y que lo tenga ‘de acogida’, como yo lo llamo. Es decir, él se lo lleva y yo pido uno nuevo, y me da su palabra de que cuando éste me llegue y le llame venga a reginaexlibrislandia y lo cambiemos. Así yo devuelvo el defectuoso y todos en paz.

En fin, que desistí de explicarle mi problemática a la mujer porque, visto lo visto, no merecía la pena. El caso es que, aunque pensé que se había esfumado, reapareció con una guía de viajes en la mano:

– C.: ¿Y esta guía de Viena del 2007?- R.: ¿Si?

– C.: Pues que como no es del 2008 debería valer menos.

– R.: Fallo mío, se me ha colado y no tengo la nueva edición. En cualquier caso le digo lo mismo: no se la puedo rebajar. Vale lo que marca.

– C.: Usted tima a la gente, ¿se da cuenta? ¿Cómo se atreve a intentar venderme una guía desactualizada a este precio? Adiós, no pienso volver.

Y, esta vez sí, se fue rezumando mala uva y murmurando improperios. Pero yo estuve ágil y, para desembarazarme de toda esa negatividad, pulvericé el recuerdo de esa mujer rebuscando alguna cita que asomara por entre mis lecturas para ilustrar mi experiencia y sacudirme el trauma en lugar de tragármelo.

En poco más de un par de minutos me llegó la inspiración, de la mano de don Ernesto Sábato en su gloriosa y desgarradora Sobre Héroes y Tumbas que aprovecho para recomendar encarecidamente a quienes tengáis la suerte de no haberla leído aún:

«Una sonrisa irónica se superpuso a su primera expresión de ternura haciéndola luego contraer, como un ácido sobre una piel muy delicada»

Os parecerá una memez, pero para mi fue toda una liberación. Me quedé, literalmente, como una reina.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de mi pelucón, ¿qué hacéis si en una librería os topáis con un ejemplar defectuoso? ¿Qué opináis de la escenita? ¿Y de mi terapia? Probadla… no os arrepentiréis. Palabra de queen.

Llanto por los descatalogados

Estoy abatida, masacrada, desconsolada, de luto. Una cosa es aceptar que la mayoría de los libros nacen con fecha de caducidad y otra es tener que asomarse a diario a una fosa común de títulos descatalogados que parece no tener fondo.

Y cada vez se me mueren más jóvenes, las criaturas. O, mejor dicho, cada vez me las matan antes, que es diferente, muy diferente. Y yo les lloro.

El mercado de las letras está tan abarrotado y su ritmo es tan frenético que los libros editados a finales de los noventa y principios del dos mil son ya hoy, con suerte, ejemplares de librería de viejo. El resto son enterrados vivos, como los catalépticos de antaño, y a mi me indigna y me apena, según el momento en que me pille.

Tener que llamar a un cliente para explicarle que no podrá encontrar ese libro que busca me sienta como comer cristales, queridos.

Y no exagero. Porque una cosa es que pidan un ejemplar editado en piel y papel-biblia de Los cuentos de Poe con prólogo de Baudelaire, y otra una novela que hasta hace relativamente poco estaba al alcance de cualquiera. ¿O no?

Tengo una clienta que lo primero que me pidió el día que cruzó el umbral de reginaexlibrislandia fue Héroes, de Ray Loriga.

– Clienta: Verás, es que se lo quiero regalar a una amiga y llevo años buscándolo, pero es imposible.- Regina: Bueno, vamos a ver qué se puede hacer

– C.: Ojalá des con algún ejemplar, es realmente especial para mi. Pero ya te digo que sé que las posibilidades son mínimas.

– R.: Bueno, siempre te quedará intentarlo en librerías de segunda mano, ¿no?

– C.: Ya, pero no sería lo mismo, la verdad…

Esto fue hace un mes, y yo sigo tras la pista, y ella sigue viviendo a verme cada diez días entre divertida y esperanzada a preguntar por su ‘desaparecido’ y, de paso, a buscar otros libros.

Plaza & Janés lo editó en 1994, con reediciones en 1995 y 1997. En 2003 lo lanzaron en bolsillo y, desde entonces, está descatalogado.

La editorial no tiene ejemplares y a mi se me llevan los demonios, porque te guste o no Ray Loriga es un escritor contemporáneo que sigue dándole a la pluma, y es como si sus novelas hubieran muerto físicamente, cuando la realidad es que siguen en boca de muchos lectores.

Esta tarde tuve un pálpito y me dio por rastrearlo on line.

Y desechando los ejemplares usados he ido a dar con Héroes de Ray Loriga en el mismísimo Amazon, ¡¡¡¡¡¡por 140$!!!!!!!!!!!! Más los gastos de envío, claro. Me quedé muerta, queridos, muerta y embalsamada.

A ver si va a resultar ahora que Amazon y similares son a nuestros títulos ‘terminales’ lo que las clínicas de Houston a los enfermos de cáncer…

Y vosotros, queridos, ¿Habéis sufrido en vuestras carnes el hachazo del libro descatalogado?