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Cuatro novelas Trans para leer con Orgullo y sin prejuicios

Cuando la necesidad no de ser otro, sino de ser uno mismo más allá de la propia piel se impone hay poco que hacer. Toda ayuda es poca para quienes tienen que encajar una identidad de género no tangible pero profundamente arraigada y en conflicto con un cuerpo equivocado.

Y por suerte la literatura está cargada de historias que muestran que, de una forma u otra, al final del camino vital de cada cual y por largo y arduo que éste sea siempre llega el momento en el que ese Yo verdadero emerge entre radiante y furioso para desbancar al usurpador y ocupar por fin su lugar.

Así que en plena semana del Orgullo LGTB repasamos cuatro novelas trans y de identidad de género que no dejamos de prescribir en reginaexlibrislandia.

¿Listos? Van:

La chica Danesa. David Ebershoff. Anagrama. Copenhague, en 1925. Greta y Einar son una pareja de jóvenes pintores. Ella es conocida por sus retratos de mujeres, y la tarde en que le falla la modelo le pide a su marido que se calce un par de medias de seda, unos zapatos de tacón e incluso un vestido para que Greta pueda rematar el cuadro. Einar accede, y ese divertido e inocente favor conyugal detona la implosión de la identidad de género del joven, y la necesidad de ser Otro emerge sin vuelta atrás. Y así, acompañado por Greta, Einar emprende un arduo camino en pos de Lily Elbe, que fue Einar, y que ahora es una chica danesa.

El enigma. Jan Morris. RBA. Uno de los primeros libros que abordaron abiertamente el tema de la transexualidad, donde un escritor de mediana edad llega a su punto de inflexión vital y relata el calvario de su metamorfosis hasta lograr que la mujer que habita en él se abra paso y emerja triunfal al exterior. James Morris nació varón y su vida era, en apariencia, plena: era escritor, periodista, militar y viajero. Era marido y padre de cinco hijos. Pero todo era una mascarada absurda, porque desde su más tierna infancia había sido consciente de que su cuerpo no debería ser el de un hombre. Porque él se sentía Jan: una mujer. Así que en los años 60 empezó a hormonarse, iniciando lo que sería un lento y angustioso proceso que culminaría en 1972 con un viaje a Casablanca, donde finalmente iba a someterse a cirugía y alcanzar sus anhelos. Un testimonio tan valiente y honesto como necesario, escrito por una autora capaz de emocionar sin ser melodramática, y dotada de un incuestionable talento para dibujar con palabras una experiencia demoledora con final feliz.

Lovetown. Michal Witkowski. Anagrama. Pionera de la narrativa queer de la Europa del Este —sí, y se publicó en 2005—, Lovetown pone en pie de guerra a dos reinonas de la vieja escuela escandalizadas ante las nuevas formas de “ser gay” en la Polonia de los años 90. Demasiado aburridos: que si matrimonio, que si hijos, que si visibilidad y normalización. Antes, en los 70, bajo el férreo control del comunismo, se pecaba más y mejor, y estas dos travestis asilvestradas pecaron como si no hubiera un mañana. El escenario era sórdido, sí, su ecosistema marginal y peligroso, también, pero con un par de tacones, algo de cuero falso, mucha lentejuela y un buen pelucón todo se veía en technicolor. Personajes, anécdotas, sexo desenfrenado y dos formas antagónicas de ser y de vivir la homosexualidad en la Polonia de ayer y en la de hoy.

 

Tarántula. Thierry Jonquet. Ediciones B. Si buscas emociones bibliófilas intensas deja lo que tengas entre manos y hazte con esta perversa y genial vuelta de tuerca a la temática trans y al desfiladero de la identidad de género.  Te aseguro que al llegar al final tu cabeza reposará en un saco con una mueca bobalicona congelada para la posteridad. En ella un delincuente cuyo mejor amigo lleva años desaparecido cree que la vía de escape para sus problemas es pasar por las manos de un brillante cirujano plástico local. Lo que no sabe es que su “salvador” es un ser corroído por una obsesiva sed de venganza, que alterna su tiempo con su hija enferma mental y con una sinuosa mujer fatal, a la que adora y humilla según el día. Si eso ya es un campo minado, pronto emergerá otra voz en la narración: la del amigo desaparecido, recluido y vejado sistemáticamente en un oscuro sótano por alguien que se hace llamar Tarántula. Vertebrada en tres partes y con un uso magistral de cuatro voces narrativas, la trama se precipita a velocidad de crucero hasta un final tan inesperado como demoledor. Esta Tarántula literaria es uno de los artefactos narrativos más inquietantes, siniestros, elegantes y retorcidos que puedas encontrar entre anaqueles. Almodóvar adquirió los derechos y filmó La piel que habito, su particular versión.

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