Mea culpa. Soy patriciahighsmithiana hasta la médula. Y más aún, soy una groupie de Tom Ripley. Ay, ese hombre es mi debilidad. Daría hasta el último pelo de mi pelucón por pasar una temporadita con uno de los psicópatas más logrados de la literatura, un joven diabólicamente brillante, amoral, camaleónico y obsesionado con el estatus y el dinero. Ya nos visualizo a los dos quemando la Costa Azul a lo Bonny&Clyde.
Os digo esto porque hoy le cayó la perorata a uno de mis libreros, cuando me contó que a su mejor amiga no le gustó nada el personaje de Ripley.
Para colmo, su fuente no era la novela original A pleno Sol, ni tan si quiera la adaptación francesa homónima de 1960… ¡su fuente era la versión que Anthony Minghella destrozó fotograma a fotograma en 1999! (Perdonadme, queridos, pero para mí Alain Delon ES Ripley. Por los siglos de los siglos).
Pero volvamos al personaje y las filias y las fobias que despierta. Vale, él es un asesino y un ladrón. Sí. Se mete en situaciones turbias. También. Pero más allá de crímenes, criminales y moralinas el interés que Patricia Highsmith focalizó en Ripley –y el mío propio- es el engranaje psicológico del malhechor, sus motivaciones, y no tanto lo que siembra o cercena a su paso. Eso son menudencias.
Y mi antihéroe, queridos, posee una determinación y un extraño encanto que ponen a cualquier lector de su parte y a mi postrada a sus pies calzados con zapatos de otro.
Mi Tomy es el protagonista de cinco novelas de un quinteto magistral, que arranca con A pleno sol (más tarde El Talento de Mr. Ripley). En ella, cuando un magnate le pide que viaje a Italia para devolverle a su heredero descarriado, Ripley inicia un baile de máscaras en el que el asesinato y la suplantación son, además de una ausencia total de empatía con las víctimas, sus señas de identidad. Y todo eso engarzado en una prosa a ratos frenética a ratos letárgica, que es marca de la casa.
Después llegarían cuatro obras más: La máscara de Ripley; El amigo americano; Tras los pasos de Ripley; Ripley en peligro.
En todas y cada una de ellas Tom Ripley es exquisito, impenetrable, audaz, insolente y con algún que otro estallido de violencia, sin ápice de remordimientos y capaz de ejecutar a cualquiera con una eficiencia feroz por la pura necesidad de ser otro. Ahí radica su encanto.
Bueno, radica ahí y en que la de la Highsmith es ficción de suspense, no policiaca, negra ni detectivesca: en sus historias hay intriga, crímenes y víctimas, pero no hay héroes justicieros ni callejones sórdidos.
Porque Patricia Highsmith te sumerge en una atmósfera cargada donde la sospecha te envuelve como una masa viscosa de la que no logras desprenderte. Estás atrapado hasta el final junto a un personaje cercado por la policía, por acreedores, por sus vecinos, por sus obsesiones o por a saber qué demonios. Pero ¡qué más da! De tener que sentirme atrapada en un entorno asfixiante, ¿con quién mejor que con mi Tom Ripley?
Y eso sin olvidar la exquisita dosis de humor perverso y ácido 100% Patricia Higsmith que aligera la carga y descongestiona el ambiente, de forma que el lector se divierte mientras comparte el tormento del personaje al que acompaña hasta el punto y final. ¿Es o no es un planazo libresco este que os propongo?