Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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‘Dame una novela que me voy a China’

Llamadme excéntrica, pero cada día ordeno, coloco y desenpolvo a conciencia los anaqueles de reginaexlibrislandia. Y no, no es porque quiera tener la librería como una patena, sino porque así es como me ejercito la bibliofilia.

Hacerlo sistemáticamente me permite saber lo que tengo y dónde tanto como recordar títulos y autores, y gracias a eso salgo de una forma más o menos airosa, rápida y efectiva de las trampas que tiene a bien ponerme la Providencia Librera en cuanto me descuido.

Por ejemplo, justo hace un rato se materializó ante mí una reginaexlibrislandiana asidua:

 

– Clienta: Mira, Regina, me voy a la China, así, tal cual. Quería preguntarte si me podrías recomendar alguna novela ambientada en China, o de un autor chino de tu confianza, para estar como mas en situación. No creo que tenga mucho tiempo para leer mas allá de la preceptiva guia de lugares de interés, pero por si acaso…- Regina: ¡Anda! ¿A China? Mmm, claro, algo encontraremos.

– C.: Eso sí, no quiero nada de Amy Tan, ni nada demasiado político, denso o complicado. Quiero algo que me cuente algo de China, que me entretenga y que me enganche. Y ya. ¿Cómo lo ves?

– R.: A ver. Pues mira, si quieres un viajecito a la China imperial te sugiero que te lleves El abanico de seda, de Lisa Lee, para que sepas cómo las mujeres inventaron el nu shu o lenguaje de los abanicos. Es fascinante y se lee muy bien. También está K: el arte del amor, de Hong Ying, que relata el tórrido affaire que mantuvieron en el Pekín de los años 30 un sobrino de Virginia Woolf y una poetisa China, con el choque cultural oriente-occidente de fondo.

– C.: Sigue, sigue, veo que me has captado… ¿Más?

– R.: Un poco más cerca en la Historia, en la China de Mao, tenemos Balzac y la joven costurera china, de Dai Sijie y En el estanque, de Ha Jin. Tanto uno como otro son, además de historias maravillosas, retazos de la crudeza de la China de Mao, su represión y el día a día de los campesinos en unas condiciones pésimas. A mi me encantaron ambas, pero quizá por las referencias bibliófilas que contiene te diría que mejor la de La Costurera.

– C.: ¿De esa no había película?

– R.: Justo, y es una pasada, pero, como siempre, me quedo con la novela.

– C.: ¿Y algún escritor de peso? Ya que leo algo sobre China.

– R.: Pues se me ocurren dos opciones, o el Nobel Gao Xingijan del que te sugeriría La Montaña del alma, o el llamado ‘Kafka chino’: Mo Yan, al que puedes introducirte con Grandes pechos, amplias caderas. Uno y otro diseccionan la cultura china y a sus gentes con historias potentes y desgarradoras detrás. Pero, eso sí, quizás te resulten algo densos si lo que buscas es lectura de avión.

– C.: Si, quizá eso sea demasiado. ¡Me lo reservo para el regreso!

– R.: Y, bueno, siempre digo que pocas cosas hay más eficaces que un buen crimen para descubrir cómo es una ciudad o un país, y en China ahora mismo Diane Wei Liang y Qiu Xiaolong pisan fuerte. De la primera te recomendaría El Ojo de jade, y del segundo Muerte de una heroína roja, ambas ambientadas en el Pekín de hoy y sus palpables reminiscencias de la represión política… ¡Son canelita en rama, querida!

– C.: No, no soy mucho de novela negra. ¿Sabes? Creo que junto con la guía de viaje me llevaré la de Balzac y la joven costurera China y la de los abanicos para mi hermana…

 

Y se fue, y yo me sentí como debe de sentirse una gimnasta cuando culmina con éxito un ejercicio sobre la lona: satisfecha y dispuesta a volver a mis entrenamientos diarios en cuanto mañana ponga un pie en mis confines para que mi bibliofilia ni se atrofie ni pierda elasticidad.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿conocéis algunos de los libros citados? ¿Qué lectura le hubiérais sugerido a mi clienta? Cuando viajáis, ¿leéis literatura del lugar al que os dirigís? ¿Qué os aporta?

¿Y si Mark Twain fuera guía turístico?

Cuando una lo que moja en el primer café mañanero es la edición en español de las crónicas que hace siglo y medio envió Mark Twain a un periódico de San Francisco para el que cubría el primer crucero turístico de norteamericanos al ‘Viejo Mundo’ y ‘Tierra Santa’ puede decir que literalmente se ha desayunado la mejor noticia imaginable para una bibliófila marktweiniana.

Así que aquí lo tenéis: mi flamante Guía para viajeros inocentes (Ediciones del viento,624 páginas) ha eclipsado a la todopoderosa y sacrosanta magdalena de arándanos regina que horas después languidece intacta en su plato. En cambio, mi ejemplar de la que fue en vida de Mark Twain su obra más vendida (70.000 ejemplares solo en el primer año de su lanzamiento, allá por 1869) ha dado más vueltas que la rueda de una barcaza del Mississipi en tiempos de Twain.

Y es que yo, que hasta ahora me veía obligada a recomendarla en su inglés original –The Innocents Abroad, or The New Pilgrims’ Progress-, por fin podré hacer circular entre quienes solo leen en castellano una de las grandes desconocidas de un titán de las letras estadounidenses, porque a día de hoy sigue siendo una de las guías de viaje más utilizadas por quienes se vienen de turismo a Europa y que, ya puestos, se dejan caer por Jerusalén y El Cairo.

 

 

¿Por qué? Sencillo: al don natural de Twain para convertir en Literatura todo lo que escribía, se unen una agudísima capacidad de observación y análisis, la lucidez de quien sabe mirar desde la perspectiva adecuada incluso a sus contemporáneos y, como no, un sentido del humor a prueba de huracanes, tormentas y tornados que garantiza la carcajada a cada salto de página.

 

 

Inmensamente curioso, culto, pícaro, socarrón y programado para sacarle punta al mismísmo mástil, imaginaros a un tal Samuel Langhorne Clemens, alias Mark Twain, que en 1867 embarca junto a un grupo de turistas y peregrinos al que será el primer crucero turístico que venga del otro lado del charco y que hará escalas en los escenarios clásicos del mediterráneo (España, Italia, Grecia, Egipto, etc), por lo que será testigo de excepción del choque cultural entre los engreídos y enriquecidos pobladores del Nuevo Mundo y sus remotas raíces aquí, en la Vieja Europa, con sus rudos y acartonados pobladores.

Nada ni nadie escapa en Guía para viajeros inocentes de la caricaturización en estado puro, ni si quiera el propio Twain, que es el primero en reírse de sí mismo, pero tampoco los lugares de referencia cultural europeos ni alguna de las siete maravillas del mundo. Y ese es precisamente el secreto de su éxito, de su brillantez y de su atemporalidad. Quizá por eso si no publico este post reviento: que quien no se lo lea lo haga porque no quiere, no porque no sepa de él. Regina Dixit.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis Guía para viajeros inocentes? ¿Conocíais el libro? ¿Qué os parece? ¿Y Mark Twain?