Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Atrapada en el tiempo: todos los días son 23 de abril en reginaexlibrislandia

No exagero si os digo que en reginaexlibrislandia celebramos un Día del Libro permanente.

Si, queridos, porque en mis confines el tiempo se mide en función del calendario Regino, según el cual todo empieza y acaba este 23 de abril varado entre el a.r. (antes de reginaexlibrislandia) y el d.r. (después de reginaexlibrislandia).

Eso de puertas para adentro, claro, más allá del portón la realidad manda.

Y aunque yo compagino divinamente ambas temporalidades, os mentiría si os dijera que ninguno de mis libreros ha tenido algún que otro problemilla de adaptación a lo Bill Murray en la fantástica película Atrapado en el tiempo (Groundhog Day o El Día de la Marmota).

Va el trailer:

Pero así como os digo un a cosa os cuento la otra, y cuando todos mis libreros lograron adaptarse a este nuestro bucle temporal todo va como la seda en reginaexlibrislandia, la verdad, y estamos tan felices en nuestro 23 de abril perpetuo.

Así que durante el día de hoy, queridos, lo que nos limitaremos a hacer será dejar las puertas de la librería abiertas de par en par y de la mañana a la noche para entregarnos a esta mágica y única jornada en la que los calendarios regino y gregoriano por fin se solapan. Y celebraremos, con la venia de la UNESCO desde 1995, el Día Internacional del Libro y de los Derechos de Autor y la Diada de San Jordi en Cataluña.

Bueno, haremos eso, regalaremos rosas rojas a nuestra querida «carne de reginaexlibrislandia» y brindaremos una y mil veces por la salud letra impresa.

Y vosotros, queridos, ¿hacéis algo diferente el Día del Libro, como regalar ejemplares a vuestros seres queridos?

Si es así, ¿qué libros regalaréis y por qué?

«¿Y cómo es que no vende audiodiscos en su librería?»

He llegado a la descorazonadora conclusión de que muy pocos calibran el alcance de la onda expansiva de sus palabras antes de pronunciarlas. O eso o están convencidos de parlotear frases de fogueo, totalmente inofensivas para el oyente de turno.

Pero resulta que esta Regina Exlibris que teclea febrilmente para vosotros es total y absolutamente permeable a cualquier comentario relativo a reginaexlibrislandia, venga de donde venga (si queridos, vuestros posts también). Y una vaga sugerencia lanzada al enrarecido aire de mi librería por un cliente se queda ahí, flotando y parpadeando como si fuera un rótulo de neón a cuyo interruptor sólo accedo una vez que he tomado una decisión al respecto, y ya con las retinas abrasadas.

Ay, si, os puedo asegurar que mi espacio aéreo tiene tantos recursos lumínicos como el mismísimo strip de Las Vegas.

La última de éstas meditaciones forzosas fue obra y gracia de un encantador octogenario que irrumpió de buena mañana en mis confines:

– Cliente: Buenos días, señorita.- Regina: Hola, buenos días.

– C.: ¿Qué audiodiscos tiene?

– R.: ¿AUDIODISCOS?

– C.: Si, libros de esos que se escuchan.

– R.: ¡Ah! Creo que se refiere a los AUDIOLIBROS.

– C.: Si, señorita, eso mismo: audiodiscos.

– R.: Pues me temo que solo tengo algún AUDIOLIBRO de poesía y una colección de cuentos infantiles.

– C.: Pero, mujer, no me diga eso… ¿cómo es que no vende audiodiscos en su librería?

Ahí lo tenéis. La onda expansiva de esa última frase ha estado dándome guerra tres o cuatro días sin tregua, y aquí sigue, brillando en rojo fuego y castigándome las pupilas.

¿Qué hago, dedico o no un rinconcito de reginaexlibrislandia para los audiolibros, cuando el espacio es, detrás de los libros, el bien más preciado de una librería, y cuando su accesibilidad on line (tanto pirata como por descarga legal) castiga tanto a ese sector como al de la música y el cine?

No sé vosotros, queridos, pero esta reinona de biblioteca solo ‘leyó escuchando’ cuentos clásicos en el radiocasette del coche familiar en aquellos atascos veraniegos rumbo a la costa, en una convalecencia por lesión ocular y, como no, para domesticar alguna que otra lengua remota. Y para de contar.

¿Y vosotros, os habéis comprado algún audiolibro en vuestra vida?

Así que no sé qué hacer. Sed unos ángeles e iluminadme para que encuentre el interruptor y logre apagar estos malditos neones enfurecidos… ¿Os gustaría encontrar audiolibros en vuestra librería?

¿Empezarías una novela por el final?

Llevaba días y días tragándome la preguntita en la librería, así que con tanta represión estaba tan inflada que parecía una regina aerostática suspendida contra el techo de reginaexlibrislandia. No podía más, queridos, estaba al límite de mi capacidad cutánea.

Hasta entonces me autoconsolada a lo Penélope: hilando conjeturas sobre el misterioso proceder de una clienta tan asidua como silenciosa mientras aguardaba a que regresara para darme nuevas pistas, cuando no conversación.

La mujer en cuestión aparece una vez por semana y se lleva dos novelas de lo más dispar: de intriga, romántica, clásicos… Una lectora inclasificable, por compulsiva o, lo que es lo mismo, de mi mismo pelaje. El caso es que llega, repasa de arriba abajo mis baldas y mesas y coge un tomo. Mira el lomo, la portada, la contraportada e invariablemente se enfrasca en la lectura de las últimas páginas del libro.

Cuando termina su ritual, emite su particular veredicto, ese que a fuerza de observar he sido capaz de interpretar:

«Mmmm»: viene a ser su Fumatta blanca o «Habemus libro interesante», y se lo lleva.

«Pssssss» es su Fumatta negra o «Vaya tostón», y lo coloca en su sitio.

Y vuelta a empezar hasta que se hace con los dos libros que se llevará.

Entonces se acerca sonriente e inicia una conversación tan educada como anodina:

– Clienta: Vaya frío, ¿eh? Con el calor que hizo ayer. Una no sabe qué diantres ponerse.

(Aquí es cuando yo me desdoblo en dos: la ‘regina automática’ que sigue la charla amigable pero insustancial, y la ‘regina-zepeling’ literalmente a punto de reventar por sobredosis de curiosidad insatisfecha)

– Regina: Si, al verdad es que el termómetro tiene vida propia.- Clienta: Cojo un par de marcapáginas, si no le importa.

– Regina: ¡Los que quiera!

(Y héteme aquí que en un momento de lucidez providencial ‘regina’ se abre paso por entre la ‘regina automática’ e irrumpe en pleno diálogo)

– C.: Oiga, ¿quiere alguno de estos ‘Primeros Capítulos’ de las últimas novedades?- R.: Uy, no, no, gracias, pero no. Yo es que empiezo por el final.

(Y aquí ¡CLACK! se me disparan más alarmas que en un reactor en plena Guerra Fría: Ahora o nunca, Regina, ¡AHORA o NUNCA!)

– R.: ¿Disculpe, cómo que por ‘el final’?- C.: Si, llevo más de quince años empezando por las últimas páginas de los libros. En concreto, por las siete últimas.

– R.: Vaya, ¿y puedo preguntarle por qué?

– C.: Bueno, lo que me interesa es la técnica narrativa, y así sé si el escritor va a sacarse o no un as de la manga y masacrar su propia historia. Por la forma de ‘atar los cabos’.

– R.: Ya veo, pero empezando por el final ¿no le quita la gracia a la novela?

– C.: ¡Que va! Yo la disfruto igual, o incluso más, porque sé que el novelista juega limpio conmigo. Verá, todos los personajes, elementos y escenas están ahí por algo ¿sabe? Y yo me entretengo averiguando el motivo.

– R.: Ah, claro..

– C.: Gracias y que tenga buena tarde. Adiós.

Y justo cuando siento la puerta cerrarse me doy cuenta de que con la sorpresa he perdido el control sobre mi condición aerostática, por lo que me deshincho a velocidad de crucero pegando rabiosos bandazos contra las paredes de reginaexlibrislandia.

Una vez he perdido todo el aire sobrante me quedo aplastada contra el suelo, como la piel desechada de una pitón y una misteriosa sonrisa dibujada en mi regia cara.

Sonrío, porque el ser humano es gloriosamente imprevisible y yo me siento infinitamente pequeña ante estos milagros cotidianos que presencio en mis confines.

No sé si algún día me dará por probar su sistema… ¿a vosotros que os parece? ¿emepezáis a leer una novela por el final? ¿Lo haríais?

 

Por cierto que esta vez se llevó Teseo de Mary Renault e Ifigenia, de Teresa de la Parra, dos auténticas joyas de la literatura que, por desgracia, están por descubrir…

Manoseándole el alma a la librería

Todos los días parecen una tómbola en reginaexlibrislandia; bueno, más bien aquellos en los que recibimos los pedidos que hicimos a editoriales a través de distribuidoras.

Algunos son encargos de clientes, y otros son de nuestra cosecha, títulos con los que modelamos nuestro fondo. Así que, de alguna manera, día si y día no le manoseamos el cuerpo y el alma a la librería.

Ahora que lo pienso, y que la Mary Shelley de la que hablábamos hace un par de días me perdone, somos como el doctor Frankenstein con su criatura: reginaexlibrislandia está sobre la camilla, sembrada de costurones, y nosotros operamos bisturí en mano. Pero algún día se levantará y caminará sola. Y yo gritaré como una loca:

¡¡¡¡¡¡VIVEEEEEE, VIVEEEEEEE!!!!!!

Por ahora nuestra tarea es dotarla de órganos vitales: hacernos con libros para su corazón, sus riñones, sus pulmones, el cerebro, los músculos, etc., y trasplantárselos con éxito y poco a poco.

Por eso tratamos de llevar un orden con los pedidos y todos aportamos ideas, así que es enriquecedor y tremendamente divertido.

Las charlas previas a la elaboración de los listados son regias, y cuando llegan las cajas volamos en círculos sobre el paquete como buitres leonados, esperando ver nuestros títulos dentro para llevarlos a su balda y ganar una función vital más de nuestra criatura.

Si, queridos, cuando ves aparecer los libros que quieres te sientes como si te tocara el puñetero perrito piloto o la muñequita chochona de las tómbolas de toda la vida. ES fantástico.

Hoy llegó uno de esos pedidos:

Regina: ¡Ha llegado un pedido de Antonio MachadoLibrero1: ¿Dónde, dónde está? ¿Es el de la semana pasada?

Librera2: ¿Y el albarán?

Regina: Aquí, lo tengo yo, espera.

Librero1: Déjame, yo abro las cajas.

Regina: Toma el cutter.

Librera2: A ver… el de Mailer y la edición de bolsillo de Guía del autoestopista galáctico de Anagrama, El desencantado de El Acantilado, Zapatos italianos de Mankell de Tusquets, El mundo de sofía y Caperucita en Manhattan de Siruela, El segundo tomo de Lovecraft de Valdemar…

Los etiquetamos y los colocamos. !Y vuelta a empezar!

Pero no quiero reventar raginaexlibrislandia a base de libros ni topar de pronto con una criaturita fuera de mi control, irremediablemente monstruosa y enloquecida.

Así que ha llegado la hora de un buen inventario.

Esta noche, queridos, va a ser muy, muy larga…

El coleccionista de ‘primeros capítulos’

Tengo la mesa de la librería absolutamente abarrotada de montoncitos de marcapáginas gratuitos.

Colocarlos es la tarea más parecida a la confección de un mandala tibetano que haya realizado jamás. Hay que armarse de paciencia y soltar algún que otro ‘Om’ para recuperar la armonía espiritual y no cercernarte las venas con ellos, si, pero tiene su gracia.

Bueno, tienen su gracia y a los clientes les encantan, así que ahí seguirán, que por algo soy la Regina. Además, poco a poco voy dominando el arte de coger el teléfono, tomar notas y revisar facturas prácticamente sin rozarlos ni respirar.

A los marcapáginas, los expositores temáticos y pósters de turno la industria del libro añade otro elemento publicitario: cuadernillos con el primer capítulo de una novela.

Este curioso cebo jamás me llamó especialmente la atención. Hasta hoy, por obra y gracia de un misterioso visitante.

Su aparición me pilló en pleno frenesí antipolvo, tirada en el suelo y plumero en mano. Por eso lo primero que vi tras escuchar un carraspeo fue un par de inesperados zapatos blancos; luego se fueron dibujando dos piernas de pana, un abrigo de lana, una bufanda escocesa, una barba rojiza, gafas redondas y una gorra verde.

Mientras me incorporaba rompí el hielo:

— REGINA: ¿Puedo ayudarle?- CLIENTE: Si. ¿Tienes ‘PRIMEROS CAPÍTULOS’?

Y yo, a punto de cubrirme de gloria profesional dije:

– R.: Pero, ¿es una novela? Porque no me suena, la verdad- C.: No, señorita, lo que quiero son PRIMEROS CAPÍTULOS, los que tenga.

– R.: Tiene que disculparme, pero no le entiendo.

– C.: Si, PRIMEROS CAPÍTULOS que dan de regalo.

Aquí fue cuando caí…

– R.: ¡Ah! Vaya, ya se. Mmmm, pues déjeme mirar… No, ahora no me quedan. Como me los suelen pedir no los saco, la verdad.- C.: Qué faena. Y si vengo de vez en cuando, ¿me los guardaría?

– R.: Si, supongo que puedo hacerlo.

– C.: Es que yo no compro libros, ¿sabe? Desde que descubrí los PRIMEROS CAPÍTULOS es lo único que leo. Tengo 132 en casa, ordenados. ¿A ver? Si, más o menos como tienes aquí tus libros.

– R.: Pero, ¿no terminó ninguno de los libros que los completan?

– C.: Pues no. Prefiero inventarme yo el resto, es muy entretenido. Y como mi casa es pequeña, pues mejor así.

– R.: Ya veo, tiene su lógica. En fin, se los iré guardando, no se preocupe.

– C.: Muchas gracias, señorita, es muy amable.

– R.: De nada, para eso estamos. ¿No quiere unos marcapáginas?

– C.: No, gracias, ¿para qué me servirían? Como sólo leo primeros capítulos nunca me quedo a la mitad de uno.

Y se dio media vuelta y sus zapatos blancos lo sacaron de mi tienda.

Creo que su visita le dará una nueva dimensión al concepto ‘primer capítulo de regalo’ aquí , en reginaexlibrislandia.

Y vosotros, ¿qué opináis de los PRIMEROS CAPÍTULOS de regalo? ¿Habéis leído alguno? ¿Son útiles?

Delirios de Miss Marple

Agatha Christie decía que su Miss Marple podaba concienzudamente y a diario sus setos no sólo por su afición a la jardinería, sino como tapadera para poder observar discretamente a sus vecinos.

Pues bien, mi nombre es Regina Ex-Libris y nací con dos debilidades: los libros y la literatura y escrutar al prójimo más que a mi misma. Y como hace poco empecé una nueva vida como librera puedo permitirme el lujo de dedicarme a diseccionar a mis anchas los hábitos lectores de los españoles.

Además, mis años de devoradora de letra impresa me permiten ayudarles a encontrar en el maremágnum editorial ese libro que buscan, o incluso ese otro que ni siquiera sabían que querían hasta que se lo llevan y lo leen.

Y como soy una de esas mujeres que, parafraseando a Oscar Wilde, decidió resistirse a todo menos a las tentaciones, he sucumbido a ésta de dejar constancia de mis pesquisas diarias. Y también, como no, se hablará de libros, libros y más libros…

¡Bienvenidos!