Hay días en que la euforia librera me posee de tal manera que me entran unas ansias irrefrenables de irme a París para traerme de vuelta a la mismísima Emmanuelle disimulada en el pelucón.
«Cielo, me aconsejo, es justo lo que le falta a Reginaexlibrislandia».
En esos momentos el que se trate de una campanita de trece toneladas con un badajo de quinientos kilos es un detalle sin importancia, lo mismo que su discreta ubicación: la Torre Sur de la Catedral de Notre Dame. «Bah, nimiedades», me digo.
A mi lo que me importa es llenar ese enorme vacío con la forma y el tamaño exactos de Emmanuelle que pendula sobre mi regia cabeza, y dejarme llevar en un frenético campaneo con cuerda a lo Quasimodo cada vez que se obre el milagro librero en mis confines.
Como hace unas horas, cuando llegaron dos mujeres casi tan tímidas como encantadoras (Clienta 1 y Clienta 2):
– Clienta 1: Buenos días, señorita, espero no molestarla.- Regina: ¡Hola! Claro que no molesta, dígame.
– C1: La verdad es que me da un poco de apuro decirle esto…
– R.: Tranquila, mujer
– C1: Verá, quiero un libro que le vi a una conocida y del que he oído hablar, pero lo único que sé es que el título tiene la palabra ‘Perro’.
– Clienta2: Ya le he dicho yo que con esa seña no podía venir, que no iba a poder ayudarla, pero es que vamos a pasar una temporada en el hospital y se le ha ocurrido ahora, cuando íbamos de camino, que lo quería.
– R: Mmmm, ¿Perro en el título? Pero, ¿recuerda si es novela o si se trataba de otro tipo de libro?
– C1: Yo creo que era novela, y algo especial, me dijo mi conocida. No sé si era nuevo, pero que se habló mucho de él el año pasado.
– C2: ¡Desde luego, vaya apuro me haces pasar y en qué aprieto has puesto a la muchacha!
Aquí a esta Regina, no se muy bien por qué ni cómo, se me iluminó la pelambrera y el título de un libro y su circunstancia me atravesaron como una descarga eléctrica:
– R: El curioso incidente del perro a media noche, de Mark Haddon.- C1: ¿Cómo dice?
– R: Que puede ser El curioso incidente del perro a media noche. Tiene ya unos años, pero su autor sacó otro libro el año pasado y se volvió a hablar mucho del otro que, además, salió en bolsillo.
– C2: ¿Es ese?
– C1: Puede ser, pero no estoy segura. ¿Me lo enseña?
Mientras íbamos de camino a la balda expliqué a la pareja que se trata de un librito, como poco, entrañable y para mi fascinante. Su joven protagonista sufre una variante leve del autismo, por lo que las emociones ajenas son un misterio, su interpretación del mundo es literal y apenas soporta el contacto físico.
Un día el perro del vecino aparece asesinado, y el chico decide investigar, lo que le obligará a salir de su burbuja para entrar en una realidad más abrupta, la del resto de los mortales, que él socavará a golpe de inocencia.
– C1: ¡MÍRALO! Si, si es este, seguro. Por la portada pensé que era una novela de crímenes, pero ya me contaron que no, que todo lo contrario.- C2: Si no lo veo no lo creo, la verdad.
– C1: ¡Qué barbaridad, menos mal que entramos!
Y se fueron. Y allí me quedé yo, como petrificada, sin entender muy bien lo que se cuece a veces bajo mi pelucón ni cómo. Eso hasta un segundo después, cuando me subieron oleadas de euforia y orgullo desde los higadillos.
¿Lo veis, queridos? De haber tenido a la Emmanuelle en reginaexlibrislandia le hubiera hecho saber al mundo a campanazo limpio el pequeño milagro librero que se acababa de obrar en mis confines
¿Alguno de vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, leyó El misterioso incidente del perro a media noche?