Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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«Dícteme todos los libros que tiene en inglés en su librería»

Hoy amanecí con el pelucón hecho un desastre, el alma hecha jirones y, lo que es peor, con el ánimo decididamente tolstoiniano. Quizá por eso lo primero que hice al materializarme en reginaexlibrislandia fue abalanzarme sobre la balda que cobija los ejemplares de los maestros rusos.

«Regina, cielo, me dije… ni Los húsares, ni Guerra y Paz, ni Crimen y Castigo, ni La Muerte de Iván Ilich ni Memorias del subsuelo. Yo sé que tu sabes que ambas sabemos que lo que tu necesitas para recomponerte el alma es Ana Karénina. Así que, divina, atúsate el pelucón y a ello»

Recuerdo que cuando leí el novelón la primera vez algunos fragmentos que me azotaron cuerpo y alma con la intensidad de latigazos. Y no importa cuantas veces la retome: ZAS, ZAS, escuece igual.

En ella, Ana Karénina -flamante dama de la alta sociedad rusa, casada y con un hijo – sucumbe a los encantos del conde Vronski e inician un apasionado romance que, aunque abocado al fracaso, parece ser la única salida de la pareja. El precio que Ana paga por su amor adúltero es su hijo y la condena social, y aunque siguen adelante a pesar de todo y de todos se trata de un amor tan abrasador que termina por consumirla. Su grandeza es ser fiel a sus sentimientos por encima del bien, del mal, de convenciones sociales y, ejem, de su marido:

–No se equivoca usted –dijo lentamente Ana, mirando con desesperación el semblante impasible de su marido–. No se equivoca… Estaba y estoy desesperada. Mientras le escucho a usted estoy pensando en él. Le amo; soy su amante. No puedo soportarle a usted; le aborrezco. Haga conmigo lo que quiera.

Así que es una de las lecturas que prescribo desde mi púlpito librero cuando el equilibrio emocional -el mío hoy, quizá el vuestro en otro momento, queridos- alcanza un grado de precariedad insostenible.

Y por esa espiral kareniniana nos deslizábamos mi maltrecho pelucón y yo cuando, RIIIIINGGGGGGG, sonó el teléfono:

– Regina: ¿Quién es?- Voz: ¿Es la librería?

– R: Si, ¿quién es?

– V.: Mire, a ver si me puede ayudar. ¿Qué libros tiene en inglés?

– R.: ¿Perdone?

– V.: Que me diga qué libros tiene que estén escritos en inglés.

– R.: Pero, ¿todos? Oiga, que tengo cerca de cuatrocientos, entre clásicos, contemporáneos, adaptados y graduados. ¿No podría concretarme más?

– V.: No, es que es un libro para mi hija, que tiene 13 años y sabe nglés. Tiene que leerse uno, el que ella quiera, y me ha dicho que se lo compre.

– R.: Bueno, no sé, puedo sugerirle unos títulos…

– V.: Que no, usted me dice los que tiene, y cuando venga la niña que los mire y ya voy yo mañana y se lo compro. Es que es muy especialita.

– R.: Ya, pero ¿no sería más práctico que ella le apuntara unos títulos o, mejor aún, que viniera ella misma a elegirlo?

– V.: Ah, no, eso no, que mi niña está muy liada.

Aquí me salió la Ana que llevo dentro y, sin perder las formas pero escupiendo un alud de palabras de hielo congelé la respiración de la mujer al otro lado de la línea:

– R.: Lo siento, señora, pero no voy a dictarle mis 400 referencias en inglés. Mi tiempo es oro y hay vida más allá de los intereses de su pequeña, por muy especialita que sea la niña. Buenos días.

Y colgué. No tenía yo el alma para verbenas. Pero, claro, empezó la irremediable cuenta atrás…

… tres, dos, uno: ¡CHOF! La culpa cayó sobre mi pelucón como una masa gelatinosa.

Pero justo cuando iba a entregarme a una sesión de autoflagelación librera Anna Karenina me poseyó y me escuché a mi misma vociferarme bajo el pelucón:

«No, ahora no puedo pensar en esto. Lo dejaré para más adelante, cuando me encuentre más tranquila».

Aunque, queridos, algo me dice que en mi pelucón no hay más sitio para esa llamadita que la que ocupó la transcripción del episodio. ¡Hombre ya!

Y a vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿os parece normal la petición telefónica? ¿Qué opináis de Ana Karénina?

 

Os dejo a la gloriosa Greta Garbo en la adaptación que en 1935 hicieron del novelón de Tolstói: