Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

Entradas etiquetadas como ‘etiquetas adhesivas’

¿Comprarías libros en máquinas expendedoras?

Si hay algo que temo más que a los números rojos y a los incendios eso es, sin duda, la posibilidad de que mi afán de supervivencia librera termine por desvirtuar la esencia de reginaexlibrislandia. La mía ha de ser una librería única, como un traje hecho a medida por la más minuciosa de las modistas.

Por eso cuando de lo que se trata es de introducir cualquier cambio en mis confines analizo la idea hasta que me humea el pelucón. Sí, queridos, disecciono pros, contras y vuelta a empezar, porque si hay algo que mi experiencia vital me ha enseñado es que la ignorancia es tan atrevida como insensata.

Y es justo aquí donde entráis vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, este mi coro de ángeles de la guarda bibliófila traídos aquí por la Provivencia Librera y siempre dispuestos a darme vuestro impagable punto de vista.

Sí como cuando debatimos sobre mi guerra a las etiquetas adhesivas con los precios de los libros, o sobre cómo tenía que colocar la librería, o acerca de si debía marcar aquellos libros que yo recomendara, e incluso el escabroso tema de los seudónimos. Y, bueno, eso sin olvidar mi particular adaptación de la fórmula ¿Te gustó este libro? Prueba con éstos, versión reginaexlibrislandia y hasta si debía o no vender ‘audiodiscos’ en mis confines.

Pues bien, el reginaexlibrislandazo que me planteo ahora dar es la colocación de una máquina expendedora de libros en la mismísima puerta de reginaexlibrislandia.

Eso, queridos, teniendo en cuenta que estaría operativa cuando la librería tuviera el cierre echado o, lo que es lo mismo, de noche y en fiestas de guardar.

La idea es estar para mis clientes en caso de emergencia bibliófila, aunque obviamente no de cuerpo presente.

El precio sería ligerísimamente superior que en tienda para cubrir el mantenimiento de la máquina, y en el aparatejo colocaría una selección de títulos (novedades, mis recomendaciones, los más vendidos en mis confines, etc)…

Así que, decidme, ¿compraríais libros en una máquina expendedora? ¿Pros? ¿Contras? ¿Os habéis topado alguna vez con alguna? ¿Qué pensásteis?

¿Y si marco los libros que recomiendo?

El ser humano es, como la Rosa del epitafio de Rilke, contradicción pura y, claro, una no iba a ser menos por mucho pelucón ni corazón bibliófilo que tenga ni Providencia Librera que me ampare.

Porque, veréis, mientras me sigo planteando la opción de erradicar de mis confines las etiquetas adhesivas con los precios en mis libros resulta que me ha dado por ponerme a sopesar el colocar pegatinas en aquellas lecturas que recomiendo.

La idea me la disparó a bocajarro hace unas horas un reginaexlibrislandiano asiduo y, dado que no he encontrado casquillo alguno ni dejo de darle vueltas a la sugerencia, para mi que la bala se me ha acomodado en la masa gris.

En fin, que la cosa fue así, poco antes de mi tercer café mañanero y a punto de finalizar mi bacanal de papeleo diaria una voz amiga me sacudió a traición:

– Cliente: Oye, Regina, una cosa…- Regina: ¡Sí, claro, dime!

– C.: ¿Has pensado en poner pegatinas o algo así en los libros que recomiendas?

– R.: ¿Perdona?

– C.: Sí, que además de tu rincón de «Si te gusta X, prueba con Y» quizá podrías marcar con algún tipo de distintivo las lecturas que merecen la pena de todo eso que tienes desparramado por las mesas, ¿no crees?

– R: ¿Mmmmm, algo como «Regina recomienda»?

– C.: Pues sí, algo así. Lo vi en una librería en París el pasado fin de semana y me encantó…

– R.: Hombre, no parece mala idea, aunque lo que me chirría es lo de las pegatinas. ¿O ya te olvidaste que sigo con eso de plantar lectores de códigos de barras por la librería y acabar con las malditas etiquetas?

– C.: Sí, ya, pero… no sé, Regina, yo cuando lo vi, ya te digo, me gustó mucho

– R.: Pero quizás algún otro distintivo, no sé…

En ese momento le vibró el bolsillo y se esfumó para atender una urgencia, dejándome a mi con la duda enquistada en el pelucón.

Y vosotros, queridos, ¿cómo veis eso de que marque con alguna pegatina o similar esos títulos que recomiendo? ¿Os molestaría como clientes? ¿Lo veis práctico? ¿Se os ocurre alguna otra manera de ‘marcar’ esos libros sin recurrir a los adhesivos?

¡Guerra a las etiquetas adhesivas con el precio en los libros!

Como amanecí absolutista a puntito estoy de erradicar de reginaexlibrislandia las etiquetas adhesivas con las que marco el precio de mis libros.

Me resultan odiosas y terriblemente molestas, no solo para mi, sino para mi clientela y, como no, para mis libros, que son mis tesoros y no mis ‘reses’.

Por la parte que me toca como librera resultan un incordio -etiquetar cada libro que entra, desetiquetarlo cuando sale, bien porque se ha vendido bien porque va de vuelta a su editorial- y un gasto en tiempo -hacerlas y pegarlas/despegarlas- y en dinero -los rollos de papel y la tinta de la impresora.

Ese es el pan nuestro de cada día, pero queridos, paraos un segundo a pensar que con cada variación de precios los libreros tenemos que cambiar las etiquetas de todos los libros de nuestro fondo. Y hablamos de miles y decenas de miles de ejemplares hasta en las más modestas.

En cuanto a mis reginaexlibrislandianos de pro asiduos o esporádicos más allá del indicativo puntual del precio del libro de poco creo yo que les sirven, salvo para dañar la portada trasera del ejemplar. Según sea ésta, o sale a la primera o la superficie quedará marcada a perpetuidad con una odiosa escarificación o con jirones pegajosos, recuerdo de la dichosa etiqueta.

Sed unos ángeles y tomaos un segundo para responder a esto: ¿qué porcentaje de las etiquetas que quitáis a un libro recién adquirido salen sin dejar secuelas en vuestro ejemplar?

Y claro, es justo ahí, en el daño que infieren a mis libros, cuando a mi me tocan el pelucón. Y por ahí no paso.

¿Solución? Máquinas lectoras de códigos de barras estratégicamente colocadas por toda reginaexlibrislandia. Adiós al trabajito manual, a la impresión de miles de etiquetas y un daño menos a mis criaturas de papel y tinta. Para saber el precio de un libro sin consultar al librero de turno basta con acercar el ejemplar al lector óptico y ¡tachan! precio actualizado al instante.

¿El problema? Bueno, supongo que el miedo a una mala acogida de la iniciativa entre la clientela. Aunque puestos a sincerarnos os diré que, aún teniendo todos y cada uno de los libros que pueblan reginaexlibrislandia perfectamente etiquetados por detrás, el 70% de quienes se adentran en mis confines vienen a preguntarme el precio con el ejemplar en la mano. Entonces entre los dos le damos la vuelta y leemos el precio.

Así que si esa es mi realidad, ¿qué más da que les diga el precio pasando el código de barras por el lector de pared, por el de mi ordenador o leyéndolo de la puñetera etiquetita?

Pero como no hago nada sin consultar a mi consejo de sabios decidme, queridos, ¿os molestaría encontraros con lectores de esos en vuestra librería, en lugar de las etiquetas con el precio? Como cuando me obceco en algo no veo más allá de este mi regio pelucón, ¿veis vosotros alguna ventaja en el etiquetado que a mi se me escape?