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Por qué leer sí o sí ‘El Hombre Invisible’, de H.G. Wells

La de veces que habría dado mi pelucón por ser como Jack Griffin y desdibujarme a voluntad del campo visual de los demás. Así podría cotillear y esquivar situaciones incómodas. O simplemente desaparecer un rato, que tampoco viene mal. Hasta ahí todo ventajas, no me diréis que no.

El problema, como planteaba H. G. Wells por entre las líneas de El Hombre Invisible, detona cuando la cosa se te va de las manos y el juicio y las buenas intenciones se desvanecen junto con tu corporeidad. Ay, aquí ya empieza a mascarse la tragedia y el prometedor descubrimiento deviene en turbia realidad, como en su día le ocurriera al Víctor Frankenstein de Mary Shelley, o al Doctor Jekyll de R.L. Stevenson.

Y de eso charlábamos en reginaexlibrislandia cuando uno de mis libreros admitió con descorazonadora naturalidad que NO había leído El Hombre Invisible, de H. G.Wells.

Hasta ahí la situación rayaba lo bibliotolerable y fácilmente subsanable. Pero añadió:

… vamos, que tampoco creo que sea para tanto, Regina. Es más para niños, ¿no? ¿O qué? ¿Me lo vas a comparar con Frankenstein, o con El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde?

Para cuando cerró la interrogación una calma tensa se había apoderado de la librería, el silencio era sobrenatural y mi rostro se había congelado en una mueca entre atroz y furibunda salida directamente del biblioaverno…

… Y estallé:

Pero, pero… ¿sabes lo que dices?.. ¿es que no…&%#?@}}]&%&$&/%$&¢∞¬$&$$? ¡Diosssss, querid@!

(léase lluvia de improperios graznados en todas las lenguas muertas imaginables que, por respetoa vosotros, prefiero no reproducir)

Y aquí ya era él, mi librero, quien lo hubiera dado todo por marcarse un Jack Griffin para desmaterializarse y salir airoso del tusnami reginaexlibrislandiano que tenía encima…

Poco después, ya conmigo más apaciguada, mi librero recuperó a duras penas la compostura y el riego sanguíneo, y en un hilillo de voz dijo:

Librero: Vale, sí, bien… esto, ¿qué edición me sugieres, Regina?

Regina: Pues, mira, ya que vas a ponerte con él hazlo a lo grande: la edición de Libros del Zorro Rojo con ilustraciones del gran Luis Scafati es una barbaridad de buena. Salió este año, y es brutal.

Y es la que se llevó. Seguro que, cuando llegue al punto final, se alegra de haber dado este patinazo reginaexlibrislandiano y de haber leído por fin un novelón que, pese a haber sido escrito en 1897, está de plena actualidad.

Y lo está porque relata las contradicciones de un joven y brillante científico, que, obsesionado por optimizar los avances de sus experimentos, se desprende de toda ética en pro de su sed de dominio, de poder y lucro personal.

NOTA DE REGINA EXLIBRIS

El hombre invisible, H. G. Wells. Libros del Zorro Rojo.  Un joven científico vive por y para una obsesión: lograr la invisibilidad. Tras años de experimentos fallidos da por fin con una fórmula que funciona con animales, por lo que solo necesita que sea efectiva en humanos, empezando por él. Es así como Jack Griffin llega a un pueblecito de West Sussex (Inglaterra) dispuesto a atrincherarse en la posada local para trabajar de día y optimizar su fórmula de noche. Pero pronto ese desconocido que sale a hurtadillas embutido en su abrigo, con el sombrero bien calado, guantes, lentes oscuras y el rostro oculto tras lo que parece una venda se convertirá en la comidilla local… hasta que el terror se apodera de todos cuando Griffin, además de perder su corporeidad, pierde la cordura y da rienda suelta a sus peores instintos amparado en el más puro y literal anonimato físico.

Y como suele ocurrir con algunos de las novelas más grandes de la literatura El hombre invisible de H.G. Wells se ha visto relegada a un segundo plano por la colección de adaptaciones a todas las fórmulas posibles (película, teatro, musical, animación, etc).

Y aunque eso me levante ampollas en la bibliofilia no me resisto a dejaros con el trailer de la adaptación cinematográfica homónima de 1933, por captar la esencia del original y por darle ese delicioso toque de humor inglés entre siniestro y demoledor: