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Reflexiones de una librera
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Déjate de pamplinas y lee ya ‘La Conjura de los Necios’, de J. Kennedy Toole

«Mi magnificiencia les turbaba». Una muestra de la corrosiva y monumental erudición de Ignatius Reilly, uno de los grandes antihéroes de la literatura de todos los tiempos, equiparado por muchos al Quijote.  A su turbio encanto nos rendimos sin titubeos en reginaexlibrislandia siempre, pero quizá hoy un poco más porque se cumplen 49 años de la muerte de John Kennedy Toole, su padre literario.

Ignatius Reilly

Ignatius Reilly

Para su colosal personaje el creador estadounidense levantó a palabras La Conjura de los Necios, un novelón tan trágico como divertido que nadie le quiso publicar en vida. Tras el suicidio de Toole, incapaz de soportar la inviabilidad de su novela, su criatura literaria no solo vio la luz en 1981, sino que apenas un año después fue galardonado con el Premio Pulitzer de literatura.

Y menos mal, porque seguro que desde aquel día en que un editor dejó suelto por la realidad a Ignatius Reilly el mundo es un lugar mejor, queridos.

O, al menos, no es tan malo como antes de que este gigantón grosero, delirante y genial lo habitara para levantar unas cuantas ampollas en la cuadriculada y castradora mezquindad de muchos.

La conjura de los necios

La conjura de los necios

Total, que tanto porque en la librería hemos decidido recordar al maltrecho John Kennedy Toole en el aniversario de su muerte como porque no imaginamos mejor bibliosugerencia para esta Semana Santa que encerrarse con La Conjura de los Necios reforcé mi arsenal de ejemplares de la edición de Anagrama.

Y estaba yo montando un rinconcito ignatiusreillyano cuando alguien carraspeó al otro lado de mi escritorio:

Cliente: Estooo, Regina, perdona

Regina: ¿Sí?

Cliente: Esos libros que tienes ahí, los amarillos..

Regina: ¿Sí?

Cliente: Tengo curiosidad. Me suena que La conjura de los necios es un libro del que se habla mucho, pero nunca lo leí. ¿lo recomiendas?

Regina: ¡SÍ! De hecho es una de esas novelas que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida. Y digo al menos porque la primera lectura es un shock, y es con la segunda cuando percibes matices que antes eclipsaban las carcajadas.

Cliente: Fíjate que quien más me habló de él es un amigo que es un fanático… tanto que en Halloween se disfrazó de su protagonista, el gordinflón ese…

Regina: ¿Se disfrazó de Ignatius Reilly? ¡Qué bueno, ja, ja, ja!

Cliente: Sí, fue la sensación de la fiesta. Él es ya de por sí un tipo enorme, e iba muy desaliñado, sin afeitar, con un gorro de esos con orejeras, bufanda, camisa de franela, guantes sin dedos, un viejo chaquetón, pantalones raídos y botas de montaña. También llevaba una libreta en un bolsillo y un perrito caliente o un bocadillo o algo así.

Ignatius Reilly

Ignatius Reilly

Regina: ¡Ja, ja, ja! Pues por lo que me dices tu amigo clavó al bueno de Ignatius Reilly

Cliente: Mira, ¿sabes qué? Me lo llevo para estas vacaciones. Venía sin una idea muy clara de qué libro quería leer pero, claro, aquí estabas tú, conjurando contra un necio como yo ¡ja, ja, ja!  Ante eso solo puedo dejarme de pamplinas y leérmelo.

Regina: Que sí, hombre, que ya verás cómo supera tus biblio-expectativas, querido

Y se fue con su ejemplar de La Conjura de los necios, de John Kennedy Toole bajo el brazo. Y a mí me pareció ver a Ignatius Reilly salir corriendo tras él. Seguro que congenian. Después de todo no siempre se cumple la máxima de Reilly:

 “Fortuna hace girar su rueda hacia abajo y nunca sabemos cuál es la desagradable sorpresa que nos depara el destino”.

A veces, las sorpresas, sobre todo si tienen que ver con libros y literatura, son de todo menos desagradables. Palabra de Regina ExLibris.

NOTA DE REGINA EXLIBRIS

La conjura de los necios, John Kennedy Toole. Anagrama. El mundo parece estar contra Ignatius Reilly, uno de los personajes más memorables, excéntricos, glotones, mordaces, eruditos e irreverentes de la literatura que llena una disparatada, ácida e inteligentísima novela ambientada en los bajos fondos de Nueva Orleans. Aunque agridulce, la carcajada escapa por sí sola ante las situaciones desproporcionadas y esperpénticas de esta gran tragicomedia, en la que el siempre excesivo Ignatius, atrincherado en su cuarto, se atiborra de comida basura mientras despotrica y escribe miles de páginas de esa gran obra que redimirá a la humanidad del capitalismo rapaz que la corroe. Pero todo cambia cuando su madre sufre un accidente de tráfico por conducir ebria, y él se ve obligado a salir al mundo real, ese universo de los horrores dominado por el caos, la locura y el mal gusto, para ganarse la vida, condenado a codearse con todo y todos a quienes detesta. Y a partir de aquí, escenas, situaciones y personajes se suceden y acumulan formando una inmensa bola de angustias y desencuentros que termina impresionando justo antes del punto y final.