Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

Entradas etiquetadas como ‘adulterio’

Trivial: ¿Cuánto sabes de la novela Madame Bovary, de G. Flaubert?

(Madame Bovary, 1949/ MGM)

(Madame Bovary, 1949/ MGM)

Magistral retrato de una libertina elegante y con delirios de grandeza que anhela vivir las emociones que devora en novelas románticas, y que es una de las más grandes rebeldes literarias. Ni su matrimonio ni el nacimiento de su hija ni un tórrido affaire lograrán colmar a la eternamente insatisfecha Madame Bovary. Sus debilidades cimentan la grandeza de quien se nutre de melodrama, sexo, rebeldía y violencia, cuatro de las claves de toda trama de proyección universal.

Si eres de los que sí leyó el libro demuéstralo respondiendo al trivial “Madame Bovary” de Regina ExLibris. ¿Listo para demostrar lo bovarista que eres? ¡Vamos!

 

Y que viva Valdemar por traerme de vuelta a la mejor Hester Prynne

Todos llevamos personajes tatuados en la bibliofilia.

(La letra escarlata, 1955 / Hollywood Pictures)

(La letra escarlata, 1995 / Hollywood Pictures)

Por alguna razón algunas de esas criaturas de tinta y ficción trascendieron las páginas del libro que habitaban para instalarse de una forma sutil pero definitiva bajo tu piel de lector. Quizá la Providencia Librera determinó ese vínculo antes incluso de que su autor les diera forma y trama, o puede que esa conexión se alimente de anhelos, soledades, miedos y fobias a las que el personaje da cuerpo y voz. Lo que está claro es que, una vez esas criaturas irrumpen en tu existencia, tú no vuelves a ser el mismo.

Aún recuerdo el momento en el que tomé conciencia de esta realidad libresca. Fue después de que Nathaniel Hawthorne me lanzara un obús llamado Hester Prynne. Acabé La letra escarlata y, pese a que logré sobreponerme al impacto de una trama vertiginosa, diabólica y demoledora, supe que algo había cambiado en mi para siempre.

Puede que el hecho de que se tratara de la mujer marcada y libre por excelencia de la historia de la literatura me forzara esta bibliorevelación, no nos vamos a engañar. Pero la cuestión es que, si me friccionáis el antebrazo y sois bibliófagos, veréis cómo emerge la silueta de una mujer enlutada con un bebé en brazos, el ademán desafiante y una «A» de color escarlata y oro cosida a la pechera. «A» de adúltera, según los cánones de la ultrapuritana norteamérica del SXVII. Aunque en esa «A» yo viera y vea Irreverencia, Valentía, Independencia, Coherencia, Fidelidad a sí misma y una fuerza interior absolutamente inasequible al fanatismo o la hipocresía.

El caso es que su presencia en mi es tan poderosa que pocos reginaexlibrislancianos desconocen mi hesterprynnemanía. También es cierto que no reprimo mis instintos y a la primera de cambio me metamorfoseo en Hester Prynne, ya sea para prescribirla en mis confines a mansalva o como disfraz de halloween, de carnaval o de la festividad que sea. Y hoy no ha sido menos, pero es que la ocasión lo merecía.

Estábamos uno de mis libreros y yo reorganizando las reposiciones de stock y el papeleo cuando, tras leer un e-mail y para sorpresa de mi compañero, PLAF, me he transformado en Hester Prynne sin preaviso, a saber: pelucón recogido a presión en moño, tocado blanco, vestido negro azabache hasta los tobillos con una letra A roja en el pecho, y un muñeco-bebé en los brazos.

(La letra escarlata, 1955 / Hollywood Pictures)

(La letra escarlata, 1995 / Hollywood Pictures)

Su reacción no se hico esperar:

Librero: ¿PERO QUÉ DEMONIOS..? ¿SE PUEDE SABER QUÉ HACES, REGINA?

Regina: ¡SÍ, SI, SIIIIIIIIIII!

Librero: ¿Regina?

Regina: (versionando la canción de la película ¿Quién teme a Virginia Wollf?) ¿Quién teme a Hester Prynne, Hester Prynne, Hesssster Prynne? ¿Quién teme a Hester Prynne, Hester Prynne, Hesssster Prynne? ¡La, lara, lalaaaaaa!

Librero: ¡VALE! Ya has montado el numerito. ¿Me vas a contar a qué viene?

Regina: ¿Ves aquella balda? ¿Ves un hueco junto a La casa de los Siete tejados?

Librero: ¿Al lado de La letra escarlata, en Penguin Random House?

Regina: ¡Síiiiiii! ¿No ves que falta -y que lleva faltando demasiado tiempo- la edición de Valdemar en tapa dura?

Librero: Pero, ¿de qué título?

Regina: ¿Es que estás ciego? Vamos a ver, ¿de qué voy vestida, querido?

Librero: De la de La letra escarlata, ¿no?

Regina: De Hester Prynne. Voy de HESTER PRYNNE.

Librero: Sí, pero que no te sigo del todo

Regina: Que los de Valdemar van a reeditarla… ¡YA!

Librero: ¡Ahhh, joder, Regina!

Regina: Sí, en mi nada volvió a ser igual después de abalanzarme alegremente al ejemplar en su día editado por Valdemar en su colección Gótica de tapa dura. Esa que me dejó en su día esa balda que ves mellada, cuando al pedir reposiciones dejaron de llegar a mis confines. ¡ñiiii! PEEEERO pronto volverán con mamá. ¿Quién teme a Hester Prynne, Hester Prynne, Hesssster Prynne?

Librero: Madre mía, Regina, estás para que te aten. «T» de TARADA te voy a poner yo, pero en la chepa. ¡Jajajajaja!

(La letra escarlata, 1955 / Hollywood Pictures)

(La letra escarlata, 1995 / Hollywood Pictures)

Regina: Ay, querido. Más te valdría seguir el consejo de Nathaniel Hawthorne: «Tenemos que volver a aprender el arte olvidado de la alegría». Porque menudo bibliosieso estás tú hecho.

Librero: Bueno, a ver, que es una buena noticia lo de la reedición de La letra escarlata en Valdemar. Pero tampoco es que sea un libro ni un personaje que irradie buen rollito, ¿no? Porque menudo dramita siniestro.

Regina: ¿Cómo? En cuanto venga la remesa te lo relees. Sí, es demoledor y trágico. Pero ahí, debajo de esa enorme A de Adúltera, tienes el germen de la Independencia. Simboliza, más allá de la silueta de una mujer excepcional y apasionada, el nacimiento de un carácter capaz de rebelarse contra el ultrapuritanismo que tan profundamente marcó el sino de la nación emergente. De no haberse dado ese tipo de rebeldía, ¿qué hubiera sido del resto? Y mira que aún quedan coletazos con peinado indescriptible sueltos por el país, pero… podría haber sido incluso PEOR.

Librero: Ah, buena lectura. Visto así también, claro.

Regina: Por no hablar de la culpa como detonante del comportamiento de los tres personajes sobre los que pivota la trama: Hester Prynne, El reverendo Dimmesdale y Roger Chillingworth. Y si me apuras incluso el de Pearl Prynne, la semillita del pecado. ¡Es brutal! Cómo un único instante dispara en direcciones diferentes los destinos de los cuatro implicados. Meterte en sus pellejos.Es como romper en la primera jugada de una partida de billar americano.

Librero: Vale, vale. Me has picado. Me lo voy a releer. Pero, ¿hasta cuándo vas a pasearte así por la librería?

Al final hasta que no eché el cierre no me deshesterprynnicé. Estaba demasiado agradecida a Valdemar y a la Providencia Librera por la inminente reedición y pensando en cómo recibiría al «ejemplar pródigo» como para cambiarme. Sin duda un novelón de órdago con una gran edición a la medida de un PERSONAJE con mayúsculas. Regina ExLibris dixit.

NOTA DE REGINA EXLIBRIS

La letra escarlata

La letra escarlata

Con La letra escarlata Nathaniel Hawthorne alcanzó una de las cimas de la literatura del siglo XIX. En la ultrapuritana Nueva Inglaterra del siglo XVII, la irreverente Hester Prynne es objeto del escarnio público por haber engendrado un bebé con su marido ausente, y obligada a llevar bordada y visible una “A” de “adúltera color escarlata. Mientras tanto, su amante secreto, un reverendo devorado por la culpa y la pasión, es digno de la estima general, un ser perverso y vengativo maquina contra ellos sembrando la discordia y los prejuicios, y la pequeña semilla del pecado va creciendo (¿sin secuelas?) en ese ambiente hostil. Una trama poderosa que te engancha a los turbulentos y sinuosos destinos de sus protagonistas. Regia novela y maravilloso personaje el de una Hester Prynne tan fuerte como indómita que afronta un presente atroz con una dignidad inquebrantable sobre el tapiz de una época con más sombras que luces. Uno de esos libros que, sin duda, deberían leerse más de una vez en la vida. Soberbia.

«¿Por qué leer El cartero siempre llama dos veces si ya vi la película?»

Cuidaos de novelitas ligeras de aspecto inofensivo y argumento cautivador.

(El cartero siempre llama dos veces, 1946 / MGM)

(El cartero siempre llama dos veces, 1946 / MGM)

Sí, querid@s, son lo que yo llamo las femme fatale de la literatura, y las carga el Diablo. A lo Lana Turner.

A veces, adentrarse en ellas a la ligera es sinónimo de engancharse y de llegar maltrechos al punto y final.

Suelen reflejar escenas cotidianas de cualquier época y localización con protagonistas comunes pero, eso sí, llevados por las circunstancias, el deseo, la avaricia o la necesidad a situaciones límite.

Para mi, el ejemplo más claro de este tipo de «novelle fatale» es, sin duda, El cartero siempre llama dos veces, de J.M. Cain. Con ella el aún autor novel entró por la puerta grande en 1934 al Olimpo de las deidades del género negro, a codearse con sus coetáneos Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Ahí es nada.

Apenas dos años después de su primera edición se adaptó a celuloide con Lana Turner y John Garfield. Y cuatro décadas después volvería a filmarse con Jessica Lange y Jack Nicholson. Por algo será…

De hecho, varias veces al comentar esta novela con reginaexlibrislandianos de pro he tenido la misma respuesta que me enerva el pelucón:

Regina: Llévate El cartero siempre llama dos veces, te encantará…

Clientes: ¿Y por qué leerla, si ya he visto las películas?

Pues porque, querid@s, es una novelita que, en apenas cien páginas, te pone la bibliofilia al rojo vivo. Porque leerla supone deslizarte en espiral a una velocidad vertiginosa, y el sonido de tu cráneo al reventártelo contra el suelo al tocar fondo en la última página es absolutamente estremecedor.

A mi, que me la he leído varias veces, no me salva del mamporro ni el efecto amortiguador de mi regio pelucón, y pese a eso en cuanto puedo la prescribo en Reginaexlibrislandia a discreción.

El cartero siempre llama dos veces

El cartero siempre llama dos veces

En la novela, ambientada en un punto remoto y polvoriento de Los Ángeles en plena Gran Depresión Americana, un buscavidas llamado Jack va a parar a un café de carretera regentado por un griego y su mujer, Cora, un bellezón sinuoso mucho más joven que él, fría y calculadora y tan harta de su marido como del tugurio en la que vive.

Jack y Cora se lían y, en pleno frenesí, ella deja caer que si su marido desapareciera ambos podrían quedárselo todo y empezar de cero en otro lugar. Así que matan al marido y, cuando empezaban a saborear el éxito y la riqueza, descubren el cadáver y cae sobre ellos a plomo la policía y la fiscalía, cuya estrategia es enfrentar a la pareja para que se delaten mutuamente. Dos víboras en la misma cesta. Y aquí, querid@s, empieza el rock&roll…

La novela está contada en primera persona por Jack en un estilo muy directo y está cargada de diálogos que te atizan como latigazos. Además, la trama está perfectamente aderezada con una mezcla explosiva de sexualidad y de violencia contenidas -nunca explícitas- que te cortan el aliento de principio a fin.

Según dicen las malas lenguas del mundillo literario James M. Cain se inspiró en La bestia humana de Zola para engastar ese microuniverso de maldad, de crimen, de turbias pasiones y de fatalismo en la América más castigada por la Depresión. Un aire tiene, no nos vamos a engañar. Pero la de Cain es redonda per se.

Así que si buscáis una novela para pasar un par de horas de frenesí libresco endemoniadamente brillante dejad lo que estéis haciendo y corred a por un ejemplar de El cartero siempre llama dos veces. Da igual si habéis visto alguna de las películas o las dos. La novela es uno de esos clásicos que deben ser leídos sí o sí, porque es sensacional.

Palabra de Regina ExLibris.

(El cartero siempre llama dos veces, 1946 / MGM)

(El cartero siempre llama dos veces, 1946 / MGM)

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