Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

Archivo de marzo, 2009

¿Tienes el último Booker, ‘Oso Pardo’?

Un buen librero ha de ser, además de bibliófilo nato, psicólogo, vidente, detective, políglota y mentalista. Ah y, por supuesto, debe dominar tanto sus emociones como el arte de la empatía, porque estando cara al público una sonrisa furtiva o una mueca fugaz a destiempo y ante el cliente equivocado son absolutamente imperdonables.

Pero, claro, esa es la teoría. En la práctica librera diaria hay veces que pese a que haya podido activarme a tiempo el modo ‘perfecta ama de casa de los 50’, referente indiscutible en lo que a saber guardar las formas en público respecta, mi interlocutor suelta una frase-obús que me volatiliza las tres capas de barniz emocional y, ¡Zas! paso de esposa ideal a madre del Jocker en milésimas de segundo.

Y, bueno, cuando eso pasa el desenlace feliz o no de la escenita dependerá del talante del cliente, de su sentido del humor y la autocrítica.

Por ejemplo, el ‘obús bibliófilo’ de hace un rato ha sido de los mejores:

 

– Cliente: Hola, buenas tardes- Regina: ¿Qué tal?

– C.: Pasado por agua, pero bien. Escuche…

– R.: ¿Sí?

– C.: ¿Tiene el último Premio Booker, ‘Oso Pardo’?

 

TRES, DOS, UNO: ¡BLANCO! Máscara volatilizada. Aquí hago un esfuerzo sobrehumano por contener al Jocker, mientras una debilitadísima librera en modo ‘esposa ideal’ acierta a susurrar con doble carga de inocencia en el tono algo como:

 

– R.: Perdone, usted se refiere a Tigre Blanco, ¿no?- C.: ¿No era Oso Pardo?

– R.: El Premio Booker 2008 fue Tigre Blanco, de Aranvid Adiga.

– C.: Ahhh, Tigre Blanco

Silencio. Sí, silencio que aprovecho para recomponerme la máscara, hasta que… es él quien suelta una sonora carcajada:

 

– C.: JA, JA, JA, JA. ¿OSO PARDO? JA, JA, JA, ¿De dónde me habré sacado eso?

¿Se ríe? ¡Luz verde al desenconsertamiento emocional!

 

– R.: Ja, ja, ja, ja… Sí, ¿Oso Pardo? Ja, ja.- C.: Verá cuando se lo cuente a mi hijo…

Y así estuvimos él y yo un buen rato, y gracias a él y a su desliz ‘osuno’ eché el cierre un día más con la sonrisa puesta y el pelucón desaforado.

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿algún otro desliz bibliófilo propio o ajeno que queráis añadir a nuestra lista? ¿Leísteis Tigre Blanco? ¿Os gustó?

NOTA DE REGINA. Si lo que buscas por entre las páginas de Tigre Blanco es un viaje literario al corazón espiritual de la India olvídate de este libro, porque el país del que habla Aranvid Adiga es el real, ese en el que un muro infranqueable separa a señores de esclavos, donde la miseria, el hambre, la corrupción y un Ganges más pútrido que purificador son el día a día de legiones que sobreviven en el lodo mientras sostienen a las grandes potencias. Sin embargo, la novela no es un reportaje social ni un alegato político: es la historia ácida, grotesca y genial de Balran Halwai, alias Tigre Blanco, que él mismo relata al Primer Ministro Chino ante su inminente visita para ilustrar la realidad de un país que, de otra manera, jamás llegará a conocer.

En esas siete cartas conocemos a una criatura tan insólita como fuera de lugar que crece con las orejas abiertas, la mente turbia por sobreexposición a los efluvios de las aguas del Río Sagrado y el firme propósito de zafarse de su destino, objetivo que logra al convertirse en chofer de un amo al que servirá con cariño y devoción… hasta que le rebana el cuello. Lúcido, brillante y agridulce fresco de esa India que se asfixia bajo mares de saris de brillantes colores, palacios de ensueño, alfombras mágicas, azafrán, jazmín y pétalos de rosa. Regina Dixit

Por cierto, aquí os dejo el primer capítulo de Tigre Blanco, cortesía de la editorial Miscelánea.

«Quiero dos libros que salían en Todo sobre mi madre»

Si hubiera algún aparato que midiera los niveles de bibliofilia en sangre os puedo asegurar que hoy reventaría cualquier baremo, porque sé que los tengo total y absolutamente desbocados.

¿La causa? Hace un rato la Providencia Librera tuvo a bien demostrarme que al fatídico triángulo de las Bermudas Cine-Literatura-Adaptaciones de libros en el que se pierden teóricos y críticos le falta un vértice.

Sí, queridos, porque a veces basta un fotograma para sugerir una lectura, o incluso dos, con lo que el flujo entre Cine y Literatura es de doble sentido. O, como reza el dicho: «¿Queréis sopa? Tomad dos cazos…»

Total, que el susodicho ni es triángulo, ni todo tiene por qué ser negativo en las relaciones bilaterales entre tinta impresa y celuloide.

¿La prueba? A mi se me materializó al pie de mi escritorio en la boca de una joven de entre 20 y 25 años:

 

– Clienta: Estooo, disculpe- Regina: ¿Sí? ¡Dime!

– C.: Verá, es que en una peli de Almodovar vi dos libros que quiero leer.

– R.: ¿Ah, si? ¿Cuáles?

– C.: Pues es que, a ver, era Todo sobre mi madre, ¿la vio?

– R.: Sí

– C.: Pues aparecían dos libros, uno de Truman Capote del que Cecilia Roth leía una cita a su hijo…

– R.: «Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagerlarse» Creo que era más o menos así.

– C.: ¡Qué fuerte, si se la sabe!

– R.: Sí, es del prefacio de Música para Camaleones.

– C.: Es que me dejó clavada en el sofá. ¿Tiene el libro?

– R.: ¡Por supuesto! ¿Y el otro?

– C.: Del otro era el texto de la obra de teatro que sale, Un tranvía llamado deseo, pero no recuerdo bien el autor

– R.: Tennesse Williams, que es el autor de La gata sobre el tejado de zinc caliente, La rosa tatuada y El zoo de cristal… Igual te suenan las películas.

– C.: Sí, las películas sí, pero no leí nada de él. ¿Tiene el del tranvía?

– R.: Sí, lo tengo suelto, o en un volumen junto con El zoo de cristal

– C.: Pues mejor ese con las dos piezas.

– R.: Es curioso… ¿Adivinas a quién le dedicó Capote su Música para camaleones?

– C.: Mmmm, no.

– R.: Míralo tu misma en el ejemplar que te acabo de dar

– C.: ¿»PARA TENNESSEE WILLIAMS«????

– R.: Sí, tanto Capote como T. Williams eran de la misma cosecha de autores norteamericanos blancos nacidos y criados en el ‘viejo sur’. De la misma quinta eran Harper Lee, autora de Matar a un Ruiseñor y que ayudó a Capote a investigar para su A sangre fría, y Carson McCullers, autora de El Corazón es un cazador solitario

– C.: Vaya, no tenía ni idea

– R.: Pues, cuando puedas, léete cualquiera de ellos, o mejor todos. Son maravillosos.

– C.: Me los apunto, aunque ahora empezaré por Música para camaleones y Un tranvía… ¡Que Almodovar me picó!

 

Y se fue, y sentí como si una nube púrpura descargara con furiosa alegría sobre mi pelucón una tormenta de confeti librero.

Si, reginaexlibrislandianos de pro, porque para la que os teclea es fabuloso pensar que la jovencita llegó a Truman Capote y a Tennesse Williams de la mano de Almodovar y su fabulosa Todo sobre mi madre

 

 

Y vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿leísteis Música para Camaleones o Un tranvía llamado deseo? ¿Algo de Capote o de Tennesse Williams? ¿Visteís Todo sobre mi madre? ¿Recordabais las menciones a los dos libros? ¿Alguna vez una película os impulsó a leer a algún autor o título que apareciera de refilón en pantalla?

Como homenaje regino a don Pedro Almodovar por contribuir tan gloriosamente a la cruzada bibliófila os dejo unas imágenes de Todo sobre mi madre: