Descorche Descorche

Puede que en el vino no esté la verdad, si es que sólo existe una,pero lo que es seguro es que está el placer y juntos vamos a encontrarlo

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Denominaciones de Origen: ¿solución o problema?

En el número 18 de PlanetaVino. , correspondiente a los meses de abril y mayo, hay un valiente artículo de Andrés Proensa . Sólo por leerlo merece la pena comprar la revista.

Cada dos meses hay una sección, llamada La luna, que hace de comentario editorial y que firma el director de la revista.

El de esta ocasión se titula Se llama Jaime y está dedicado a un consumidor de ese nombre.

Dice Andrés Proensa

Por unas razones o por otras, casi siempre por razones políticas, se han calificado como denominaciones de origen zonas que apenas daban la talla para vinos de la tierra. Durante muchos años, diría que desde siempre, se han hecho las cosas exactamente al revés: en lugar de proteger un nombre de prestigio se calificaba una zona a ver si se animaban las bodegas a mejorar la calidad y dar prestigio a la zona. Además, no había arrestos para impulsar la calidad de verdad y las precintas de garantía respaldan una buena cantidad de vinos vulgares y no pocos defectuosos.

No es habitual atreverse a este tipo de comentarios tan políticamente incorrectos y mucho menos que lo haga quien depende de la publicidad para mantener una revista. Por eso mi respeto por la valentía de Andrés Proensa es máximo.

Más aún cuando a continuación va un artículo sobre la renovación del presidente del Consejo Regulador de Rioja y el sistema que, con acierto, califica de democracia orgánica.

Explica Andrés Proensa

Sólo votan los agricultores, las cooperativas y las bodegas adscritas a una formación, asociación o sindicato. Los que no pertenecen a ninguna de esas entidades no tienen derecho a voto y, por lo tanto, no tienen representación ni en la interprofesional ni en el Consejo Regulador. El asunto no es baladí: más de la mitad de las 586 bodegas embotelladoras de Rioja no están asociadas, por lo que no tienen representación alguna.

Los grandes grupos, los que venden millones de botellas, son los que mandan. El Grupo de Criadores, puede bloquear la elección si el candidato no es el suyo o no le gusta.

Víctor Pascual Artacho pertenece a ese grupo en representación de Domecq Bodegas, con marcas como Campo Viejo, Age o Marqués de Arienzo. Marcas que no son, precisamente, las que han contribuido a elevar el nivel de calidad de Rioja.

En la Ribera del Duero, José Trillo, un funcionario de la Junta de Castilla y León sustituye a otro funcionario como presidente del Consejo al no ser capaces los vocales de llegar a un acuerdo en el candidato a elegir. En Cigales está como presidente Pascual Herrera, director de la oficial Estación Enológica de Castilla y León.

Es difícil que puedan ser independientes y tomar decisiones drásticas si llegara el momento.

¿Son las Denominaciones de Origen parte de la solución o parte del problema? Un interesante debate que Andrés pone encima de la mesa y al que pienso dedicar tiempo y espacio.

Fruta en la Ribera del Duero, potencia río abajo

Como algunos no habrán cobrado la nómina todavía y en estas fechas eso duele, voy a ser comedido en las recomendaciones.

Empezamos por un Ribera del Duero.

Vivir Vivir 2005 está elaborado por los 3 propietarios de Bodegas Conde, Javier Ajenjo, Julio César Conde y José Luis Simón.

Está elaborado con cepas de más de 60 años de la zona de Quemada, plantadas en vaso. La vendimia es manual y se hace en cajas de plástico de 16 kilos. La maceración es de 10 días a temperatura controlada de forma natural mediante ducha de agua. No tiene ningún paso por madera y se embotellaron unas 45.000 botelals en octubre de 2006.

Un vino que define bien la Ribera del Duero más sencilla y elemental. Intenso de color, lleno de fruta, agradable y con un precio de tienda que no llega a los 4,50 euros.

Una vez consolidadas Tinto Pesquera y <a href="http://www.condadodehaza.com/»>Condado de Haza, la inquietud de Alejandro Fernández, al que siempre acompañó en su labor su mujer, Esperanza Rivera, le llevó a recorrer río abajo el Duero, que siempre ha sido una referencia en su vida.

Cuando Alejandro y Esperanza llegan a Vadillo de la Guareña y ven Dehesa la Granja saben, desde el primer momento, que su siguiente sueño iba a realizarse allí.

Les enamora una finca de más de 800 hectáreas, con un microclima muy especial, que le viene dado por las aguas del río Guareña, que atraviesa la finca, y por la dehesa de encinas, alcornoques y robles centenarios.

Les enamoran las laderas, orientadas al sur y llenas de cantos rodados. Pero en cuanto entran en la casa y ven la bodega subterránea saben que ya nada les hará cambiar de opinión.

Durante 17 años, desde 1750 hasta 1767, 125 hombres en la oscuridad y el silencio, que sólo rompían sus golpes, fueron robando espacio a la piedra hasta conseguir un precioso laberinto de pasillos, que superan los 3.000 metros cuadrados.

Plantan más de 100 hectáreas de Tempranillo, la cepa con la que siempre se identifica Alejandro Fernández. Recorren los pueblos cercanos en busca de las mejores uvas, que van comprando hasta que su viñedo adquiera la edad necesaria para dar uvas de calidad.

Dehesa la Granja 2002 sale de uvas jóvenes de la nueva plantación y de uvas de viejas cepas compradas y seleccionadas por Alejandro. Primero se comercializó como Vino de Mesa y en la actualidad es Vino de la Tierra de Castilla y León.

Un vino intenso, poderoso, como todos los que hace Alejandro, que necesita a su lado platos contundentes para lucirse, desde unas lentejas con chorizo hasta una berza estofada al estilo castellano.

Su precio en tienda está sobre los 12 euros.

Alejandro Fernández, un nombre para la historia

Si hay una persona en el mundo del vino por la que sienta especial debilidad es Alejandro Fernández. Sin su ayuda difícilmente Maribé y yo hubiéramos sacado adelante El Lagar, nuestra tienda de Burgos.

Conocimos a Alejandro, que en esta foto de hace varios años está acompañado de su hija Eva y de Maribé, haciendo un reportaje para Diario 16 Burgos y el flechazo fue inmediato.

Hemos estado muchas veces en su casa y él ha estado en la nuestra y puedo llamarle, sin exagerar nada, amigo.

Al margen de la amistad su mérito es indudable, aunque algunas voces a veces lo duden.

No es posible hablar del momento del vino español sin recordar el papel que ha jugado Alejandro. En la Ribera del Duero existía Vega Sicilia, pero estaba tan lejos de los demás que llevaba una vida paralela. Estaba también la Cooperativa de Peñafiel. Pero hasta que no aparece Tinto Pesquera no se ilumina la Ribera.

Su estilo de vino era diferente del que en ese momento se hacía en España.

Desde el principio supe lo que quería hacer. Un vino como los que siempre se hicieron en mi tierra, pero elaborado con mimo, con los mejores medios y dejando libre mi intuición. Yo parto de un respeto máximo a la uva. Sin buenas uvas no hay buen vino. Mis primeros esfuerzos fueron para garantizarme ese principio, por esa razón siempre he invertido en viñas lo que he sacado vendiendo vino.

Alejandro llevaba las botellas en su coche o bajo el brazo en los aviones, un día tengo que preguntarle cómo lo hace ahora con la seguridad de los aeropuertos. Salió de España, algo no muy habitual en esa época, y situó su vino en todos los lugares del mundo.

Hace poco comentaba que se había encontrado con los Príncipes de Asturias en Shangai y el Príncipe le había dicho

nos encontramos en todas las partes.

Hoy Pesquera es un nombre reconocido por todos y sus vinos están en las mejores cartas de vinos.

Abrió muchas puertas a otros bodegueros que fueron detrás, aunque, como siempre pasa en España, no se le reconocerá hasta que haya muerto y se ponga su nombre a alguna calle de algún pueblo de la Ribera.

Me sigue asombrando su pasión, su enorme capacidad de trabajo. Cada día recorre sus viñas, de las que conoce cada cepa y eso que tiene muchas hectáreas, va de Condado de Haza a Dehesa de la Granja (en la foto del medio), visita a sus clientes, viaja constantemente.

Con él aprendí muchas cosas y si algo me trasmitió fue esa pasión. Entre mis mejores recuerdo siempre estará alguna visita a su bodega, escucharle cantar su canción y disfrutar de sus viejas añadas.

Garnacha Tintorera en Almansa y un Ribera del Duero que busca la elegancia

Esta semana para empezar nos vamos otra vez al Levante, en este caso a Almansa, una zona que todavía no ha explotado su potencial vinícola.

Bodegas Almanseñas nace en el año 2003 fruto de la colaboración de profesionales de la zona con un grupo de enólogos, que encabeza Pep Aguilar.

Trabajan con 60 hectáreas de viñedo, con una edad media de 30 años, situados a 900 metros de altitud.

La Huella de Adaras 2005 es el vino que hemos escogido. La variedad mayoritaria, con un 60%, es Garnacha Tintorera, acompañado de Monastrell, 30%, y repartiéndose el 10% restante varias variedades, entre las que no pueden faltar las inevitables Cabernet Sauvignon y Syrah.

La Garnacha Tintorera es una variedad curiosa y muy poco utilizada para elaborar vinos de calidad. Es de las pocas uvas que tiene la pulpa coloreada, con lo que el aporte de color es más intenso.

La Huella de Adaras 2005 ha tenido una crianza en depósitos de cemento de 12 meses.

Es un vino potente en nariz, muy expresivo, goloso en boca y con taninos bien fundidos.

Una buena manera de conocer una uva tan personal y desaprovechada como la Garnacha Tintorera. Su precio está sobre los 9 euros.

La altitud del viñedo es algo que comparte nuestro segundo vino. Los viñedos de Alonso del Yerro están en el pueblo de Roa, en el corazón de la Ribera del Duero, a más de 800 metros.

Javier Alonso dejó en el 2002 los negocios familiares, centrados en la industria farmacéutica y con bodegas en Rioja y Ribera del Duero, para, junto con su mujer, María del Yerro, formar su propia bodega.

Parten de 26,5 hectáreas de viñedos, plantadas en 1989.

Decididos a conseguir un gran vino desde el principio, consiguen como asesor a Stéphane Derenoncourt. Este bordelés asesora también a bodegas del prestigio de Canon La Gaffelière, La Mondotte o el Domaine La Soumade y es propietario del Domaine de L’A.

Desde el año 2004 trabajan también con Claude Bourguignon, uno de los mejores especialistas en terroirs del mundo.

Alonso del Yerro 2005 ha hecho la fermentación maloláctica en barrica y ha tenido una crianza posterior de 12 meses, todo en roble francés.

Todavía demasiado joven, destaca por su fruta negra madura, pero no confitada. Le falta integrar la madera pero tiene potencial de fruta para hacerlo.

No pretende ser un Ribera del Duero más y lo consigue gracias a su apuesta por la elegancia, en lugar de la concentración.

Su precio en tienda no llega a los 20 euros.

Vinos para mujeres o para gays, ¿realidad o fraude?

Una noticia publicada ayer en 20minutos, sobre un enólogo valenciano que “inventa” un vino pensado sólo para mujeres se une a un participante de este blog que nos contaba la presentación de Mundo Gay, un vino de Ribera del Duero que “honra” a la comunidad gay.

Parece que la moda de hacer vinos “especiales” se extiende. ¿Habrá pronto un vino para conservadores y otro para progresistas, para amantes del Barça o del Madrid?

El marketing es posiblemente necesario para vender un producto, pero en muchas ocasiones es una forma de escupir al cielo, por mucho esfuerzo que se haga acaba cayéndonos encima.

¿Existe un gusto especial de las mujeres o de los homosexuales?

Mi larga experiencia de haber bebido junto a homos y heteros, junto a hombres y mujeres me dice que no. A mi esto me parece una majadería. ¿Qué opináis vosotros?

Con más sombras que luces la Ribera del Duero cumple 25 años

La Ribera del Duero cumple 25 años y lo hace entre luces y sombras. Las luces vienen porque es una de las zonas más conocidas, aumenta su producción, el número de bodegas y su presencia en el mercado.

Pero, ¿están hoy los vinos de la Ribera del Duero a la altura que soñamos cuando se relanzó esta zona?

Lo primero que escribí en prensa fue una serie sobre la Ribera del Duero en el Diario 16 de Burgos, que dirigía entonces Arsenio Escolar. En Burgos, que posee ahora más del 75% del viñedo y que por entonces tendría más del 80%, los vinos de la Ribera se limitaban a los rosados, los típicos claretes que se bebían en las barras de la ciudad.

Los tintos eran absolutos desconocidos. Era el año 1989 y uno de los reportajes que hicimos Maribé y yo era mirar restaurante por restaurante quienes tenían algún tinto de Ribera del Duero en sus cartas y las cifras eran desoladoras.

Visitamos una a una las bodegas que había, probamos sus vinos y nos asombramos del potencial de una zona que lo tenía casi todo. Clima extremo, al borde del riesgo, que cada década dará 2 ó 3 disgustos fuertes, en forma de heladas, pedriscos o malas maduraciones, pero capaz de asegurar otras 2 ó 3 cosechas cada década grandiosas. Suelos pobres, laderas orientadas al sur, piedras.

Viejas cepas de Tempranillo, llamadas en la zona Tinta del País, Tinto Fino o incluso Tinto Aragonés. Había en ese momento 9.146 hectáreas, de las que un 57% tenía más de 40 años y sólo el 22% tenía menos de 10 años.

Hoy las cifras se han invertido. El 44% del viñedo tiene menos de 10 años. Las nuevas plantaciones se han hecho, en general, en espaldera, con clones más productivos, sin ninguna selección basal. En las nuevas plantaciones no existe la vieja Tinto Fino.

Las viñas ya no están en las laderas más pobres sino que aparecen por todos los lados, incluidos suelos de los más productivos.

Hay vinos de gran calidad en la Ribera del Duero, pocos, hay vinos buenos y hay bastantes vinos normales y varios vulgares. La actual realidad está muy lejos de lo que soñamos en su momento Maribé y yo. Los sueños, sueños son, la realidad siempre es más cutre.

Crianza, Reserva, Gran Reserva: La explicación de lo absurdo

La clasificación oficial de vinos españoles nunca ha sido un tema que me haya interesado especialmente. Esa división de crianza, reserva y gran reserva me parece muy poco válida, pues no tiene en cuenta factores fundamentales.

Al hilo de esta noticia surge una polémica tan habitual que, en contra de mis gustos, voy a dedicarle algo de tiempo.

La Ley del Vino define un Crianza en el caso de los tintos

como un vino que ha tenido un periodo mínimo de envejecimiento de 24 meses de los que al menos 6 habrán permanecido en barricas de madera de roble de capacidad máxima de 330 litros.

En el caso de los blancos y rosados el Periodo mínimo de envejecimiento se reduce a 18 meses de los que al menos 6 en barrica.

El resto del tiempo no se especifica si el vino tiene que estar en botella o depósito, bien sea de madera, acero o cemento.</strong

Hay Consejos Reguladores como el de Rioja o Ribera del Duero que en e los tintos aumentan el tiempo mínimo de crianza en barrica a los 12 meses y matizan que las barricas tienen que tener una capacidad aproximada de 225 litros .

En el caso de los vinos de Reserva deben ser vinos con

un período mínimo de envejecimiento de 36 meses, de los que habrán permanecido al menos 12 en barricas de madera de roble de capacidad máxima de 330 litros, y en botella el resto de dicho período.

También en los rosados y blancos el tiempo de envejecimiento se reduce a 24 meses y la obligatoriedad de estar en barrica a 6 meses.

Un Gran Reserva en el caso de los tintos es un vino con

un período mínimo de envejecimiento de 60 meses, de los que habrán permanecido al menos 18 en barricas de madera de roble de capacidad máxima de 330 litros, y en botella el resto de dicho período.

En blancos y rosados se reduce a 48 meses y el tiempo en barrica sigue siendo de 6 meses.

Para los tintos Rioja y Ribera del Duero alargan el tiempo de crianza mínimo en barrica a 24 meses.

Antes decía que no me gustaba y es que me parece absurdo legislar el tiempo que un vino tiene que estar en barrica sin tener en cuenta las características de la añada, el tipo de vino o la edad de la barrica, una madera nueva aporta mucho más sabor a roble que una vieja.

La primera cuestión que puede sorprender a algunos es que un vino que en La Mancha o Toro puede ser Crianza en Rioja o Ribera no podría serlo. Crianza no significa lo mismo en todos los sitios.

Más de una vez fuera de España me han preguntado si pueden llevar una botella de Crianza que han tenido en su casa más de 12 meses para que les pongan Reserva y tengo que responderles que aunque teóricamente podría ser así legalmente no lo es.

Un Crianza podría ser Reserva e incluso si es un blanco Gran Reserva pues cumpliría el tiempo de crianza que marca la ley, pero no está reflejada esta posibilidad.

Una legislación aburrido, farragoso y en mi opinión sin ningún sentido. Es la primera y la última vez que voy a dedicarle tiempo y espacio.

Diferencias entre Francia y España: La viña

En varias discusiones surgen las diferencias entre los vinos españoles y los franceses. Son tantas que las tendré que explicar en varios días. Pero la gran diferencia, la que marca todo, es la viña. En Francia todo parte de la viña, en España no.

En todos los viñedos franceses, desde Borgoña hasta Champagne, lo que determina la calidad de un vino es el pago, el cru. La calificación de los vinos puede variar según las zonas. Un Premier Grand Cru es lo máximo en Burdeos, un Grand Cru lo es en Borgoña o en Champagne. Pero lo que se valora es la calidad de la viña, el terroir.

Viene siendo así desde hace muchos años. La clasificación de los vinos de Médoc en Burdeos data de 1855. Ese mismo año Jules Lavalle establece por primera vez una clasificación de los distintos pagos de Borgoña, que divide en cuatro categorías: Tête de Cuvée, Première Cuvée, Deuxième Cuvée y Troisième Cuvée. Cinco años más tarde el Comité de Agricultura de Beaune hace oficial una clasificación basada en la suya.

Estas clasificaciones siguen vigentes en la actualidad sin prácticamente ningún cambio. Y eso ha garantizado durante años que las uvas con las que se elabora un vino proceden de ese pago.

La tentación de crecer, de vender más vino, es algo inherente a la mentalidad empresarial. Pero las bodegas no podían hacerlo, pues perdían su calificación original y eso era empresarialmente malo. Han estado obligadas a seguir elaborando sólo esa finca y han pasado de generación en generación el conocimiento total de esas cepas. Saben como responden ante las lluvias, ante la sequía, ante el calor o ante el frío. Tienen una referencia histórica de añadas con características similares y saben los errores que han cometido en cada caso.

En España lo que se legisla, posiblemente por la influencia histórica del Jerez, es el tiempo de crianza. Por eso los vinos son Crianza, Reserva o Gran Reserva. Un sistema difícil de explicar y difícil de entender, sobre todo fuera de nuestras fronteras.

Viña Ardanza, Viña Albina y todos los vinos históricos, los que empezaron a finales del siglo XIX, recibían esos nombres porque las uvas procedían de los viñas así llamadas. Pero como no era obligatorio legalmente que así fuese, eso se olvidó y hoy siguen con el nombre pero no con la filosofía y las uvas proceden de cualquier parte de Rioja. Ya no existe el factor terroir, sino el factor elaboración. Se impone el papel del hombre sobre el terroir.

No tenemos esa memoria histórica de la que antes hablaba. Podemos saber si un pago es mejor que otro, pero los hemos elaborado juntos durante años. En las bodegas privadas y en las cooperativas. Un padre no puede explicar a su hijo el comportamiento específico de una viña, la forma como hay que elaborarla para que de su mejor resultado, porque no lo sabe, no lo ha hecho nunca.

Hay excepciones pero son tan pocas que casi se pueden nombrar sin ocupar mucho espacio.

Una es Vega Sicilia que, aunque durante años ha comprado uvas de fuera de la finca, ahora se nutre sólo de los históricos viñedos. Pero la gran suerte que tuvo Vega Sicilia es que durante años a los dueños de la bodega el vino no les importaba mucho, pues su negocio era otro, y eso le permitió salir de la época de absurdo desarrollo vinícola sin tocar su filosofía.

Otro caso es Viña Tondonia, donde el respeto a la tradición es un lema que la familia López de Heredia no ha dejado de cumplir jamás. Muchos años considerados como raros por sus vecinos hoy se reconoce su estilo.

El estilo de vinos que me gusta

Tendría que haber sido el primer tema pero lo ha ido dejando por lo complejo de la explicación. Y es que definir que tipo de vino es el que más me gusta es complicado. Empezaré por definir lo que no me gusta y de la negación saldrá algo positivo.

No me gustan los vinos elaborado con uvas sobremaduradas, aquellos en los que la fruta se expresa confitada.

No me gustan los vinos con sobre extracción. No me gusta que la madera se note en el vino, ni aunque esté enmascarada por los toques de torrefacto que aporta un buen, y excesivo, tostado de las barricas.

No me gustan los taninos secos, ni que haya gente, incluida especialistas, que digan que con el paso del tiempo se van a limar: un tanino seco es seco hasta que el vino muere.

Resultado de todo esto no me gustan los vinos concentrados y pastosos, de entrada rotunda y que se mueren a mitad de la boca.

No me gusta que los vinos de una zona sean tan iguales a los de otra, que las técnicas de elaboración se impongan hasta el punto de que es imposible saber la procedencia de los vinos, el lugar donde han nacido las uvas.

Algunos amigos cuando les cuento esto me dicen que acabo de eliminar a la mayor parte de los vinos top que se elaboran en España y es posible que sea así, pero la moda de la concentración, la búsqueda del estilo que supuestamente gusta a Parker no me interesa. Este tipo de vino me aburre.

Me gustan los vinos en los que el hombre interviene poco en la elaboración, aunque haya trabajado a fondo el viñedo.

Mi trabajo acaba cuando la uva llega a la bodega

decía el gran Denis Mortet, del que otro día hablaré más.

Me gustan los vinos que expresan su terroir, que son diferentes, únicos, aunque tengan defectos. Me gustan los vinos frescos, con acidez y buena fruta.

Adoro Borgoña, me gustan los buenos mencías leoneses o gallegos, la expresión elegante del Duero, el equilibrio y la finura de los buenos riojas, la Cabernet Franc y la Chenin Blanc del Loira, el Riesling de Alemania, la Grüner Veltliner austriaca, los grandes y olvidados vinos de Jerez, la frescura del moscatel de la Axarquía de Málaga, la intensidad auténtica de los buenos douros, la cariñena del Priorat, el Champagne de los buenos viticultores, la sutileza de una bodega del Penedès como Can Ràfols, los viejos oportos, las garnachas llenas de sutileza procedentes de viejas cepas…

De esos vinos voy a ir hablando en este blog para que juntos podamos disfrutarlos.

Dos nuevos 100 de Parker, sin Parker

Dos nuevos vinos españoles alcanzan la puntuación de 100 en la revista de Robert Parker The Wine Advocate. Son el vino riojano Contador 2005 de Benjamín Romeo y el del Priorat Clos Erasmus 2005.

No es Parker mi pasión personal y normalmente su gusto y el mío no van parejos, pero no dejo de reconocer que cuando él da una alta puntuación a los vinos que más conoce, como es el caso de Burdeos, suele acertar. Puede que olvide otros estilos, que a mi me atraen más, pero un 100 suyo, la máxima nota que otorga, es sinónimo de calidad.

Los vinos españoles hace tiempo que dejó de catarlos personalmente y en su lugar lo hace su colaborador Jay Miller. Y, aunque a nuestro mercado exterior le venga bien, parece que el señor Miller ha decidido ser más generoso con las puntuaciones.

Ningún 100 de Parker en la historia y en la primera cata de Miller cinco vinos alcanzan esa puntuación: Clos Erasmus, Pingus, Termanthia, Contador y Viña El Pisón. Los cinco de la añada 2004. Y ahora nuevamente otros dos vinos alcanzan el 100. Llevamos siete 100 de Miller en dos años. Insisto comercialmente para España muy bien.

Estos son los 23 mejores vinos españoles para The Wine Advocate.

Con 100 puntos sólo dos vinos: Contador 2005 y Clos Erasmus 2005

Con 99 puntos aparecen 4 vinos: Pérez Barquero PX 1905, Pingus 2005, que en esta añada se queda a un punto de la gloria, Vega Sicilia Único Reserva Especial y Espectacle 2004, un vino del Monsant que elaboran juntos René Barbier, Fernando Zamora y el importador americano Christopher Cannan.

16 vinos son puntuados con 98. Vega Sicilia Único 1998, Raúl Pérez Ultreia de Valtuille 2005, Raúl Pérez El Pecado 2005, L’Ermita 2005, Aro de Muga 2004, El Nido 2005, Nit de Nin 2005, Mas Doix Costers de Vinyes Velles 2005, Malleolus de Sancho Martín 2005, Villacreces Nebro 2005, Aurus 2005, Emilio Hidalgo Pedro Ximénez Santa Ana, Pérez Barquero Amontillado, La Viña de Andrés Romeo 2005, Aalto PS 2005, Clos Mogador 2005, Mas d’en Compte Planots 2005

Los blancos obtienen peores notas, siendo el más puntuado con 96, Françesc Sánchez con su Bas Blanc de Monsalvat 2006, una mezcla de Macabeu y Trepat Blanc, para mi desconocida.

Le siguen con 95 el Clos d’Agon 2006 y con 93 hay seis vinos: dos Penedès, El Rocallís 2002 de Can Ràfols dels Caus y el Xarel.lo de Nun Vinyas dels Taus 2006, y cuatro albariños, el Pazo de Señorans Selección de Añada 2003 , Leirana Barrica 2006, A Trabe 2006 y Sketch 2006, estos tres últimos elaborados también por Raúl Pérez.

Las calificaciones de vinos a mi siempre me han parecido discutibles y no me gusta puntuar las emociones, pero es evidente su reflejo y su influencia en el mercado y por eso las pongo aquí.