Por Raúl Rioja
Es imposible entender la carrera de Bryant sin la figura de Michael Jordan. Era su ídolo, el jugador al que imitar, y esa obsesión convirtió a Kobe por momentos en un clon del que ha sido el mejor jugador de todos los tiempos. Y eso no es poco.
Hubo una época en la que encontrar al sucesor de Jordan se convirtió en algo un poco enfermizo. Era despuntar un jugador y ser señalado como ‘el heredero’, y jugadores como Jerry Stackhouse, Grant Hill o Vince Carter tuvieron que sufrir esas comparaciones que años después se destaparon como absurdas. Para Bryant, no fue un sufrimiento, fue un reto autoimpuesto, una elección suya, convertirse en el perfecto sucesor del más grande fue su gran reto.
Sus movimientos al poste, su tiro en suspensión, esos lanzamientos a la media vuelta, la extraordinaria competitividad y hasta la forma en la que saca la lengua es de un parecido asombroso entre ambos jugadores. Kobe veía a Michael y su único deseo era parecerse a él, convertirse en el mejor jugador del mundo.
Llegó a la NBA muy joven, con apenas 18 años y sin pasar por la universidad, y un traspaso le convirtió en jugador de Los Angeles Lakers, la franquicia a la que ha dedicado 20 años de su vida. Logró tres anillos como escudero de Shaquille O’Neal cuando el pívot dominaba las pinturas de la NBA a su antojo, y ya como primer espada del equipo angelino logró dos anillos más tras la llegada al equipo de Pau Gasol, siempre dirigido por Phil Jackson.
El final de Kobe ha sido el de un jugador incapaz de admitir que su cuerpo, a los 37 años, no da para más. Se exprimió hasta el punto de acabar lesionado las últimas tres temporadas, exhausto por realizar esfuerzos sobrehumanos para devolver a los Lakers al lugar que él siempre les había llevado. Y en esta se ha seguido comportando como si de un joven en la veintena se tratara, su mente es incapaz de admitir las limitaciones de su cuerpo. Finalmente, se ha dado cuenta, esta será la última temporada que disfrutemos del clon perfecto del mejor jugador de todos los tiempos. Y eso es mucho decir.
QUERIDO BALONCESTO
Con una emotiva carta titulada ‘Querido baloncesto’, así quiso anunciar Bryant que a final de temporada ponía fin a su carrera. «Mi corazón puede aguantar la paliza. Mi cabeza puede soportar el esfuerzo. Pero mi cuerpo sabe que es el momento de decir adiós». ¿Saben cómo se despidió Jordan por última vez en 2003? Sí, con una carta titulada igual.