Anoche, en la gala de entrega de los premios Oscar, más allá de Netflix, la derrota de Glenn Close, los libros verdes, o las pelis en blanco y negro, la música fue la verdadera ganadora. La música, la superación y la diversidad.

La gala comenzó con una actuación memorable que puso los pelos de punta y el listón más que alto. Los míticos Queen con Adam Lambert a la cabeza, pusieron toda la carne en el asador dando el pistoletazo de salida a una noche en la que soñamos, creímos y avanzamos.

¿Por qué, a día de hoy, todavía Adam Lambert no tiene un monumento reconociéndole como la ‘bestia parda’ que es?

La ausencia de presentadores en la gala hizo de esta un evento más ágil que las anteriores, y puede que este hecho, también contribuyese en que la música tuviese más protagonismo.

¿La mejor actuación? La de Shallow. La manera de presentar a los protagonistas, la compleja sencillez de un plano secuencia perfectamente estudiado, la verdad de sus miradas, la honestidad de sus voces… todo esto hizo de la actuación de Bradley Cooper y Lady Gaga una master class de que (siempre) menos es más. Una delicia audiovisual.

Y por si esto fuese poco, Lady Gaga se llevó un reconocimiento que, en mi opinión, llevaba años mereciendo. Su merecido Oscar como compositora por Shallow , vino acompañado por un discurso necesario e inspirador. Un discurso que me ha emocionado muchísimo y que supone una bofetada con la mano abierta para aquellos que tratan de boicotear los sueños, incluso los suyos propios. Un alegato al trabajo duro, a la seguridad en uno mismo y a las ganas de superarnos a diario levantándonos después de cada caída.

Ver a la genial Jennifer Hudson en pantalla mientras hablaba Gaga, fue otro gran acierto por parte de unos realizadores que brillaron a base de buenas decisiones.

El cine, mejor con una buena banda sonora.

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