Sí, como para muchos era de esperar, el de hoy es uno de mis posts con una opinión impopular.
Y es que de eso se trata lo de escribir un blog, de dar únicamente mi opinión. La mía, la propia, la que nadie me puede arrebatar y que no supone ni una verdad absoluta ni una generalización de las opiniones de, en este caso, el resto de personas que han visto a Rosalía en concierto.
No me arrepiento de haberme gastado unos 75€ (mi entrada era de las más cercanas al escenario) para ver a Rosalía en directo en Barcelona. Es la artista más puntera de nuestro país, tiene temazos y todo el mundo tiene una opinión sobre ella, pero si a todo esto le sumamos que la vi en Barcelona, con lo que (viviendo yo en Madrid) le tuve que sumar gastos de desplazamiento, alojamiento, dietas… En resumen, al salir del concierto sentí cierto arrepentimiento o, mejor dicho, se me quedó (más) cara de bobo.
Vayamos por partes: Rosalía estuvo de 10. Su voz es fantástica, su presencia escénica es arrolladora, sus coreografías, su energía, su pelazo… toda ella está fantástica pero el espectáculo, como tal, es cutre.
Rosalía jugaba en casa, y se notaba, su emoción al estar por segunda noche consecutiva actuando en un Palau Sant Jordi que colgaba el cartel de ‘entradas agotadas’, era palpable en cada una de sus canciones y en todas las intervenciones en las que interactuaba con su público. Y, me repito, ella estuvo de 10, pero solo ella.
El hecho de Rosalía estuviese perfecta en su espectáculo, debería ser más que suficiente para disfrutar de su concierto, pero mentiría si os dijese que no esperaba más. Me pasó exactamente lo mismo que cuando vi su actuación en los premios de la MTV o en los de Los40: me decepcionó.
No hay show, no hay espectáculo y aunque está acompañada por unas enormes pantallas de led (con unos visuales mejorables), seis bailarinas y cuatro coristas, por no haber no hay ni confeti ni músicos en directo. No puedes querer competir con Lady Gaga llevando una gira así.
No hay llamativos elementos escenográficos, ni emoción en sus paseos por la pasarela con fuegos artificiales a su paso. No impresiona al entrar en escena apareciendo por sorpresa a través de una trampilla en el suelo del escenario, y mucho menos al salir, ya que después de su archiconocido Malamente, abandona el escenario por uno de los laterales diciendo adiós con la mano.
Movimientos calcados a los de Beyoncé y un golpe de coleta que enloqueció a un Sant Jordi entregado a su música pero que no fueron suficientes para hacer de su breve espectáculo de una hora y 15 minutos de duración un concierto épico de los que pasan a la historia. Este show era más para ser disfrutado en un teatro que en una gran Arena. Y esto lo digo yo, que le veía la cara sin tener que mirar a las pantallas. Ni me quiero imaginar cómo lo vivieron los que estaban en las gradas donde el sonido suele ser terrible.
Espero que esta gira solo sea para ir abriendo boca y que en la próxima que haga nos hartemos de confeti, luces, fuegos y hasta billetes con su cara volando por los aires mientras canta Millonària.
Al salir del concierto en Barcelona, escuché a unos compartir mi opinión (otros salieron emocionados).
Hoy actúa en Madrid, el Palacio de Deportes estará lleno y yo, que pensaba en repetir, me quedaré en casa leyendo tweets y viendo los stories de los asistentes para ver si comparten mis opiniones.