La Pantoja tenía claro que su misión era enamorarnos, y lo hizo.
«Me siento como una perra en esta noche mágica» dijo anoche sobre el escenario ante las más de 12.000 personas que abarrotaron el antiguo Palacio de Deportes de Madrid.
Ayer, tuve la suerte de ir al concierto como parte de mi trabajo en el programa La Habitación del Pánico (cuatro, divinity), hice conexiones en directo, hablé con algunos de los invitados más VIP, y sobre todo disfruté como un enano escuchando algunas de las mejores canciones de la Pantoja. Bueno, de todas sus canciones.
Y digo esto de «todas sus canciones» porque Isabel Pantoja se dejó toda la carne en el asador y casi ninguna canción de su repertorio por cantar. Más de 40 canciones que sonaron con fuerza (y bastante ruido por la mala acústica del recinto) durante las tres horazas que duró un espectáculo que, para algunos, podría llegar a resultar agotador.
Enérgica, perfecta vocalmente y radiante de apariencia, Isabel Pantoja ofreció anoche un recital digno de ver pero con algún que otro fallo. En mi opinión le faltaron ensayos, espectacularidad, proyecciones cuidadas en la pantalla trasera, más músicos y más concepto. Acostumbrados a ver a grandes artistas con puestas en escena más espectaculares, un poquito de ‘chow’ es lo que me faltó anoche en el concierto de la Panto.
Su imagen estaba cuidada al detalle: su pelazo, su maquillaje (grande Alberto Dugarte) y su vestuario. Comenzó cual princesa Disney con una capa y un vestido largo muy apretado bordado con hilo de plata y brillantes, manga larga y muchas transparencias. Después, para cantar El Señorito, se cambió a un traje de chaqueta lleno de lentejuelas azules (el de su último videoclip).
¿Los mejores momentos? El Enamórate del final con las travestis de su videoclip, Marinero de Luces y Se Me Enamora El Alma (aunque era imposible no imaginarme a la Pantoja de Puerto Rico).