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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Matar a la zorra

Decenas de miles de cazadores se manifestaron ayer en Madrid en defensa de su sangrienta afición y en protesta por las «limitaciones» que impone a su actividad la ejemplar Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad. Están en su derecho. También nosotros de no estar de acuerdo con ellos. De no entenderlos.

Carlos González Fraile ha escrito un precioso texto sobre su experiencia el pasado fin de semana con unos cazadores matazorros. Lo publicó en un foro sobre naturaleza extremeña, y con su permiso os lo adjunto a continuación. Me encanta su reflexión sobre lo que nos diferencia a los amantes de la naturaleza viva de los amantes de la naturaleza muerta:

Bajan de los coches (chalecos verdes, botas de campo). Son cuatro. Del maletero sacan las escopetas. Uno de ellos se dirige a mí, que estoy llamando a uno de mis perros, pues se ha alejado:

-“Sí, que se dé el bote, que ahora mismo vamos a matar una zorra en estos zarzales”.

Yo sé que allí suele esconderse una zorra, al menos, pues en una ocasión vi dos. Es una mañana de viento áspero. Sigo llamando al perro y éste, por fin, algo confuso por los hombres que le rodean, me hace caso. A lo lejos suenan los disparos continuos de una montería (en Guadalperal, Cáceres). Los cuatro cazadores se distribuyen y aguardan a que la zorra salga de su escondrijo.

Yo me alejo, apenado por el animal que está a punto de morir. Pienso en que tal vez ellos, como yo, amen la naturaleza. ¿Qué nos diferencia entonces? Yo no amo sólo la naturaleza: también a la vida.

Durante todo el camino de vuelta agudizo el oído, temiendo el golpe de un disparo en el cielo gris. Entro en los olivares aledaños al pueblo. El canto de los verdecillos me anima. También el vuelo de alguna cigüeña en dirección al pueblo. Me adentro en las calles y el disparo no ha sonado. Quizás la zorra se haya salvado por esta vez…

Dos zorros cazados y colgados de una encina en una dehesa cacereña, probablemente por los guardas del propio coto de caza. El zorro no se come, sólo se mata «por deporte» o «por limpiar el campo de alimañas». ¿Cuándo lograremos parar toda esta barbarie?