Esta primavera he disfrutado algo único: acompañar a un veterano cazador de trufas con sus perros. Si luego tienes la suerte, como la tuve yo, de recibir explicaciones de los máximos expertos en este manjar, y terminas catándolos en restaurantes de alto copete, comprobarás que la cuadratura del círculo ecoturistíco gastronómico es posible. Por supuesto, trufa negra de la verdadera (Tuber melanosporum), no todas esas falsificaciones y subproductos que nos cuelan demasiadas veces.
Gracias a una invitación del congreso Hecho en los Pirineos, un grupo de periodistas nos acercamos a Tierrantona, un pequeño pueblo perteneciente al municipio de La Fueva (Huesca). Allí nos esperaba impaciente José Luis Araguás y sus todavía más nerviosos perritos Sota y Canela. Lo teníamos todo en contra. Caía la noche, hacía más de un mes que no llovía y la temporada de trufas había concluido ¿Cazaríamos alguna?
Éste vídeo en mi canal de YouTube [¿todavía no te has suscrito] resume gráficamente la jornada: